Dice el artículo 3.1. de nuestra Constitución que el castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla.

Pero lo cierto es que esta Constitución nadie la respeta ni obedece porque los representantes políticos sentados en el Parlamento, o no la acatan por declararse abiertamente antiespañoles, o por cobardía no se atreven a ordenar que se cumpla.

A quien se le diga que en España, una asociación bajo el nombre de “Hablamos Español”, está recogiendo firmas para que en el Parlamento se debata, acerca de que los españoles puedan utilizar y estudiar en su propio idioma en España, resulta tan grotesco como que el ínclito Rafael Hernando salga bailando con la “portavoza” de Podemos, o que Esteban González Pons subiese a Pablo Iglesias a los altares en una entrevista al “Diario Avisos” en Lanzarote, mucho después de que el dirigente podemita en un artículo publicado en 2008 en la página web de izquierdas: “Rebelión.org”, declarase acerca del himno de nuestra Patria y sobre nuestra bandera nacional lo siguiente: “Ya me gustaría a mí (…) escuchar un himno como La Marsellesa y no la cutre pachanga fachosa antes de los partidos de baloncesto o cuando se gana algo (…); pido solidaridad para los que somos de izquierdas y tenemos que soportar, día tras día, el nacionalismo español y su bandera monárquica y postfranquista”.

Pero, si además resulta, que la única neuropediatra del hospital “Can MIsses” de Ibiza, anuncia que deja su puesto tras expresar públicamente su rechazo al “decretazo” que establece que los empleados de la Sanidad Pública que ganen una plaza en las oposiciones verán limitada su movilidad y retribuciones si no saben hablar catalán, entonces, nos damos cuenta de que si en España existiera un mínimo de sentido nacional y la Justicia fuese independiente, la Fiscalía actuaría de oficio para que ese Parlamento de traidores, cobardes e infeficaces, fuese inhabilitado de inmediato.

Qué a los niños catalanes no se les permita estudiar en español aunque lo diga el Tribunal Supremo, no importa. Que rotular en español los establecimientos mercantiles en Cataluña sea motivo de sanción por no hacerse en catalán, mientras se permita hacerlo en chino o en inglés sin ningún impedimento, tampoco importa. Nada importa en España tanto como imponer un idioma que no sea el español. Basta comprobar cómo el inglés se imparte ¡por narices! en todos nuestros centros, aunque en algunas regiones españolas los niños dejen de conocer el idioma nacional de su patria como recoge la Constitución.

No seré yo quien censure el aprendizaje de un segundo o tercer idioma aparte del español en nuestros centros de enseñanza. Es muy importante aprender otras lenguas de las denominadas universales, sobre todo, si uno quiere abrirse camino en cualquier campo a nivel internacional. Esto es algo en lo que la gran mayoría de nosotros estaremos absolutamente de acuerdo. Ahora bien, si el idioma inglés se está imponiendo en nuestros centros con un trasfondo meramente político y obedeciendo a intereses puramente globalizadores, mientras el idioma español se aparta de los cuadernos como ocurre en Cataluña, Vascongadas, Galicia, Baleares o la Comunidad Valenciana, o no se imparte a la recíproca y por desprecio en los centros educativos de países como Inglaterra, entonces, ya no estamos sólo ante un plan de estudios para ampliar conocimientos y enriquecer la formación de nuestros alumnos, nos hallamos ante un hecho mucho más serio y más grave que se denomina traición, porque esta caterva de profesionales de la política que conforman el Parlamento español, nos está poniendo a los españoles en manos de intereses bastardos, para que los llamados globalizadores puedan culminar con éxito el denominado “Nuevo Orden Mundial”.

Todo este rosario de acontecimientos nos dibuja un panorama desolador en el que, como estamos comprobando, cualquiera puede venir aquí a nuestra propia casa y hacer con nosotros lo que se les ponga por los cojones sin que las formaciones políticas representadas en el Parlamento muevan un solo dedo. La vergonzosa y claudicante imagen que estamos ofreciendo al mundo es muy preocupante, prueba de ello, la defensa a ultranza llevada a cabo por socialistas, comunistas y sus comparsas, así como por sus medios afines, de la asesina dominicana del niño Gabriel Cruz, o el linchamiento contra la Policía Municipal por el fallecimiento de un “mantero” y los posteriores disturbios protagonizados por los “top manta” y activistas de extrema izquierda que les apoyan y representan, en el genuino barrio madrileño de Lavapiés.

Insisto, un Parlamento que no garantiza que se pueda hablar y estudiar en español en España y se niega a frenar la barbarie, debe ser inhabilitado de inmediato.