La calle Larios de Málaga repleta de banderas españolas.

Por José L. Román.- Los acontecimientos de índole rupturista que estamos viviendo y que tienen lugar en Cataluña, Vascongadas, Comunidad Valenciana, Galicia o Baleares, dirigidos contra la Patria y los españoles que no quieren dejar de serlo y contra nuestro idioma, nuestras tradiciones y costumbres, y contra lo que España ha representado a lo largo de su Historia, se ven representados diariamente en el Parlamento español haciendo del hemiciclo un mercadillo de feriantes donde una minoría de separatistas y comunistas cegados por el odio, el resentimiento, y la impunidad que les otorga la cobardía del PP, la ambigüedad de Cs, y la complicidad del PSOE, impone su matonismo insultando y amenazando a placer a todos aquellos que rebaten sus escasísimos argumentos.

La crispación aumenta por momentos tanto en el ámbito político como en el social, debido principalmente a que los ciudadanos están viendo como los golpistas y medios de comunicación separatistas se chotean de los poderes del Estado, los terroristas son homenajeados en sus lugares de origen sin que la Justicia haga nada para impedirlo, y, sobre todo, por la falta de proyección de futuro de una juventud sin respeto ni amor a la familia y a su Patria, sin ningún tipo de valores, y educada bajo los parámetros de la telebasura, la droga, el botellón y el desmadre.

El empleo precario mediante contratos basura y los salarios de miseria que se impone a los trabajadores, unido a los recortes en el presupuesto público, contrastan con las prebendas, los privilegios y los emolumentos que la clase política tiene asignados, y que no se han visto afectados ni en tiempos de crisis.

Una minoría de comunistas y separatistas se ha hecho dueña de la calle con el apoyo y beneplácito del partido socialista, por la inoperancia y parálisis de un partido en el gobierno cuya cobardía alcanza cotas inimaginables. Comunistas y separatistas respaldados en todo momento por los socialistas, quieren alcanzar el gobierno a toda costa para destruir la nación y llevar a nuestro pueblo al mismo precipicio que Nicolás Maduro ha conducido a Venezuela.

Los sumarios por corrupción política colapsan los juzgados. Los medios de comunicación al servicio del poder establecido y del comunismo, son el instrumento utilizado por los partidos enquistados en el poder para encanallar y envilecer a nuestro pueblo, y utilizar como carnaza los crímenes más horrendos que se vienen cometiendo a lo largo y ancho de nuestra geografía.

La deuda contraída por España no es externa sino eterna. Las reservas del Tesoro para pagar las nóminas de los funcionarios e incluso las pensiones no existen, y, aunque no se nos diga, estamos a merced del dinero que Bruselas tenga a bien transferirnos para sostener un sistema de autonomías políticas que engulle mensualmente el 100% del PIB, lo que nos coloca en una situación de genuflexión ante la élite globalista representada en Estrasburgo, cuyo Parlamento no es otra cosa que el cementerio de elefantes de los partidos políticos, donde sus elegidos son premiados por los servicios prestados a esas instituciones artificiales subvencionadas con dinero público.

No es momento para componendas. Los crímenes aumentan, y drogas como la heroína vuelven a circular por nuestras calles. El sector más joven de nuestra sociedad, sin alcanzar todavía la mayoría de edad, se cree con el derecho de agredir, amenazar y hasta asesinar a quien les venga en gana, incluidos sus progenitores, sin que nadie los meta en cintura como magistralmente dibuja en sus conferencias el Juez de Menores de Granada, don Emilio Calatayud, cuando se refiere a aquellos que creen tener muchos derechos pero obligaciones ninguna.

Las cárceles están abarrotadas. Una población reclusa de 80.000 internos, de los que un altísimo porcentaje son extranjeros, contrasta con los 12.000 reclusos contabilizados en todas las cárceles españolas en 1975.

Los servicios sociales y públicos han sido acaparados y colapsados por miles de inmigrantes extranjeros con más derechos que los hijos de España, fruto de una política buenista que permite por ejemplo que un inmigrante marroquí recién llegado a España con su esposa y sus tres hijos, tenga unos ingresos en concepto de subvenciones por riesgo de exclusión social, muy superiores a la pensión o el salario de un pensionista o trabajador español.

Los traidores a la Patria pululan por nuestra geografía y por el corazón de Europa, desempeñando cualquier cargo público a costa de un presupuesto proveniente del sudor y el sacrificio de los contribuyentes españoles, sin que nadie les llame a consulta. Sirva como ejemplo el siniestro canalla Luis López Guerra, juez que representa a España en el Tribunal de Estrasburgo y designado por Zapatero, que votó contra España en la “doctrina Parot” y ahora en la sentencia que condena a los trabajadores españoles a indemnizar a los terroristas vascos de la ETA que atentaron contra la T4 del aeropuerto Madrid-Barajas en diciembre de 2006, y que también votó contra España en otras once sentencias.

La situación como podemos comprobar, lejos de corregirse empeora. Creo que ha llegado el momento de asumir las responsabilidades que el drama de nuestro tiempo exige. O nos unimos contra los traidores a la Patria, o acabarán exterminándonos a todos.

No es momento para protagonismos y ambiciones personales. Hace falta unidad; unidad en torno a un programa común capaz de atraer el voto de los disidentes y abstencionistas, que surja de un profundo debate del que salga a su vez elegida la persona con la preparación, la capacidad, y el bagaje que se requieren para liderar un movimiento político que se comprometa a sacar la nación del abismo, y hacer del “¡Viva España!” no sólo un grito que se esfuma, sino una consigna que se cumple.