Un friki anda suelto por Bruselas
Xavier Rius*.- A ustedes no sé pero a mí, como catalán, Puigdemont empieza a darme vergüenza. Lo digo con el máximo respeto institucional posible para con alguien que ha sido presidente de la Generalitat. Y que, con los números en la mano, puede volver a serlo. También para todos aquellos que legítimamente le han votado. Les pido disculpas por adelantado desde aquí.
Pero sólo hay que juzgarle por sus actos o por sus palabras. Me ahorraré las muestras de valor tras el referéndum o la república porque ya las mencioné en un artículo anterior y no querría abusar de su paciencia. Companys, en todo caso, permaneció en Palau tras el 6 de octubre. Y había cañonazos de por medio.
Animado sin duda por el resultado electoral, Puigdemont no ha dejado de pixar fora de test -expresión catalana de difícil traducción al castellano- desde entonces. Primero pidió abrir unas negociaciones “sin condiciones” con Rajoy. Tanto criticar la politización de la justicia y mira por donde a ver si desde la Moncloa le echaban un cable.
Después arremetió contra el Rey -cosa que también ha hecho el portavoz de JxCat, Eduard Pujol- y le pidió una rectificación durante su discurso de Navidad. El monarca paso olímpicamente de él. Como si fuera una regata de vela en sus años mozos. Se limitó a pedir al nuevo Govern liderazgo, compromiso y responsabilidad. Parece como si Puigdemont estuviera amortizado. Game over.
Pero el expresidente sigue instalado en su mundo. Alguien de su equipo debería recomendarle que no abuse de twitter. Como al niño al que le quitan el juguete tras un berrinche. Y que tampoco se prodigue en sus declaraciones públicas. Sólo hace que empeorar su futura situación procesal. Muy negra está ya.
En la carta que leyó Turull en su nombre durante el homenaje a Macià en el cementerio de Montjuïc había tantas medias verdades que será estudiada en el futuro. Pero no sé si en las facultades de comunicación o en las de psiquiatría.
Sostenía Puigdemont que no podía estar en persona por haber defendido “democráticamente ” unas ideas aunque olvidaba las cinco veces que el TC le dijo que no lo hiciera. Ahora ya nadie recuerda cuando posaba riendo cada vez que el Constitucional le mandaba una interlocutoria. Hasta se fotografió, con una pintura de Tàpies al fondo, con las cinco recibidas. Como el que exhibe un récord o las copas ganadas en el instituto.
También aseguraba que vivimos bajo un “estado de persecución” como si esto fuera el Chile de Pinochet o la Argentina de Videla. Y eso que lo de presos políticos no lo ha aceptado ni Amnistía Internacional, que ya es decir. Si los hubiera los de la CUP estarían todos en el trullo. Y en cambio siguen ahí levantando el puño siempre que se tercie.
A mí lo que más me dolió fue cuando se comparó con Macià y recordó que, como él, “también sufrió persecución y exilio”. Sobre todo porque l’Avi estuvo, en efecto, exiliado entre 1923 y 1931. Pero fue durante la dictadura de Primo de Rivera. Puigdemont se aloja en la casa de un empresario flamenco en una zona bien y hace alguna escapada a la ópera.
Sospecho que todo ello son nervios y se ha dado cuenta finalmente de que el tiempo corre en contra suya. El expresidente ha cometido dos errores: el primero ha sido pensar que un buen resultado electoral le eximiría de sus responsabilidades judiciales. Como si las elecciones fueran un seguro contra la cárcel.
El segundo, por lo que parece, dar por sentada su investidura. En el fondo es víctima de sus propias palabras. El 12 de diciembre, en una rueda de prensa desde el exilio, anunció que volvería en caso de obtener un buen resultado.
“Si la decisión es que el Parlamento me invista en el Gobierno a mí, si el Parlamento tiene mayoría independentista y me da la confianza, esto no tiene plan B. Este es el plan. Yo volveré al Palacio de la Generalitat, que nadie tenga ninguna duda”, dijo entonces.
Es hora de que cumpla su palabra. En Esquerra han empezado a recordárselo. Veremos finalmente si hace las maletas o permanece en el país de Tintín. Por favor, que vuelva. A ver si este país -Catalunya- puede pasar página de una vez y salir adelante. Los catalanes no nos merecemos tanto calvario.
*Director de e-noticies
¿Friki?
Ese psicópata necesitaría un electroshock diario durante tres meses… a ver cómo responde. Quizá, cuando le hubieran frito la última neurona de las pocas que tiene, empezaría a pisar el suelo.
Yo creo que este hombre en realidad lo que necesita es un buen psiquiatra…, y un manicomio.
Yo no soy catalán, pero si lo fuera, también me daría vergüenza tener a semejante “representación” por el mundo.