Que paren el mundo, que yo me bajo
Jafet Barreto.- Cada vez me cuesta más pero, aún así, quiero pensar que no nos estamos volviendo todos locos aunque, visto lo visto, a estas alturas del partido realmente me resulta un tanto difícil. Nos hemos acostumbrado a la corrupción como al oír llover o, de lo contrario, tendría alguna repercusión electoral, ¡digo yo! Muchos de nuestros “queridos políticos” nos roban prácticamente a “mano armada”, delante de nuestras propias narices y el colmo es que, ante esta peculiar situación, muchos permanecen impasibles mientras se cubren unos a otros. De igual forma que es de sociedades degradadas y de auténticos miserables, convivir con la fórmula de, si pagas hablo bien de ti aunque sean grandes mentiras. Versiones disimuladas de la mentira como corrupción.
Mientras no falte el fútbol en este país, todo, absolutamente todo, está “controlado”, ya nos pueden estar “lloviendo hostias como panes”. Los que venían a regenerar y a curarnos de todo mal, miran hacia otro lado, hablan sin hacer prácticamente nada, se pelean por sillones o, lo que es peor, padecen una amnesia política muy severa. Lo positivo de todo esto, queridos lectores, es que ya estamos curados de espantos, al presenciar como sin el menor rubor acordaron y entregaron, en bandeja de plata, gobiernos al bipartidismo, precisamente en esos lugares donde era más necesario que se abrieran las ventanas.
En otro orden de cosas, ¿qué podría decirles? Que la justicia, dado los acontecimientos, no parece que sea lo suficientemente justa y que muchos de nuestros hospitales, pese a la profesionalidad de los sanitarios, presentan ya una imagen deplorable. ¡¿A dónde hemos llegado?! Se lo han propuesto y seguirán, no tengo la menor duda, los tres de siempre… queriendo aniquilar el Estado de Bienestar. Es una evidencia, asimismo, que el sistema educativo fracasa, el alumnado se estanca, no aprende o simplemente se sale del sistema y, el universitario, se deja una auténtica fortuna en forjarse un futuro que, con seguridad, estará más allá, más allá de nuestro país natal, ese mismo país que dice adorar los mismos políticos de pacotilla que evaden impuestos y saquean las cuentas públicas.
Y por si fuera poco, más allá, en el contexto internacional, la perspectiva tampoco es muy buena, no tiene mejor pinta. Los extremismos “sacan pecho”, cada vez hay más pobres, gastamos más recursos del planeta del que hemos dejado de preocuparnos y, básicamente, se prioriza la economía sobre la solidaridad, arrasando países siempre que le interese al capital. No somos nadie. En un mundo, donde diariamente un cobarde maltrata a una mujer, donde un corrupto arranca la ilusión de millones de personas, en el que si no está escrito no está prohibido, en el que lo más básico ha fracasado. Como dijo Groucho Marx, “que paren el mundo, que yo me bajo”.