Familia, ejército y tribu
Yvan Blot.- Como lo habían visto Herbert Spencer o Werner Sombart, toda sociedad humana oscila entre la prioridad dada a la vida económica o a la vida militar. El hecho de que lo militar domine no engendra necesariamente la guerra. Esparta era menos aventurera que Atenas en esta materia. Fueron civiles los que empujaron a la Segunda Guerra Mundial y no unos militares de carrera preocupados por preservar el instrumento militar.
El predominio de la economía o del ejército tiene repercusiones importantes sobre la ética social en su conjunto o en el equilibrio entre el elemento masculino y el elemento feminino. El predominio de la economía se traduce por el predominio de la mujer en la familia, como lo demuestra el modelo americano. El predominio de la mujer conlleva un predominio de la lógica de la familia sobre la lógica de la tribu, y conlleva un debilitamiento del lazo social en provecho del individualismo.
En efecto, según los trabajos de los etólogos (ciencia del comportamiento) los hombres establecen lazos de amistad no sexuales que son necesarios para cazar de manera eficaz y en pequeños grupos masculinos. Los hombres (cuando las mujeres les dan esa libertad), se reunen voluntariamente en grupos masculinos para practicar deporte, política, religión y filosofía u otras actividades análogas.
Las mujeres ponen la prioridad sobre la familia y no sobre la tribu. En una sociedad totalmente militarizada, el hombre domina el sistema social, incluido el familial (patriarcado). En una sociedad dedicada de manera unidimensional a la economía, es la mujer la que domina ya que el comportamiento de consumo es la “causa final” de toda actividad profesional. Es el caso en Occidente actualmente.
Parece que una sociedad equilibrada debe evitar el dominio total tanto de un sexo como del otro, lo que significa que habría que revalorizar la función militar en nuestra sociedad actual. La indiferencia acerca del porvenir de la tribu, propio a una sociedad totalmente centrada sobre la familia, pone en peligro el porvenir colectivo: debilitamiento demográfico, inmigración invasora, desaparición del espiritu de defensa… Todo esto amenaza la supervivencia colectiva sin que la opinión pública de la sociedad mercantil ,dominada por el elemento femenino de manera casi exclusiva, se sienta concernida.
El declive de las formas sociales más masculinas, iglesia, ejército, sindicatos, partidos, clubes, corre parejo con un individualismo exacerbado, propio de una “sociedad de consumo” dominada por el elemento femenino. La mujer, siempre según los etólogos, está menos predispuesta a la formación de los lazos sociales del tipo del “grupo de amigos” ya que no han sido programadas por la evolución para la caza colectiva sino más bien para la recolección individual. Las rivalidades individuales son mucho más claras y fuertes en una sociedad feminizada en donde la solidaridad masculina está en declive avanzado.
Las formas extremas de sociedad, militarización y masculinización total (fascismo y comunismo) o mercantilización y feminización total (Occidente anglosajón liberal o socialdemócrata) parecen estar mal adaptadas para la supervivencia a largo plazo del cuerpo social. Se definen también por costes sicológicos importantes: la insatisfacción alcanza a los dos sexos de manera más o menos acentuada.
El ejemplo de Suiza demuestra, a través de la inicitiva popular sobre la supresión del ejército (2001), que este no tiene únicamente una función estrecha, funcional, de defensa. En Suiza, una mayoría muy grande de ciudadanos, tanto hombres como mujeres, se pronunció por mantener la obligación militar, que no concierne más que a los hombres. Estos últimos ven en los ejercicios anuales de los periodos militares a lo largo de sus vidas, unos periodos de deporte y camaradería sentidos como un enriquecimiento. Las mujeres mismas no se han opuesto a esta visión. La democracia tiene fundamentos históricos indiscutiblemente militares. El equilibrio entre ejército y economía caracteriza a los regímenes democráticos mientras las sociedades mercantiles no son en realidad democráticas sino oligárquicas.
Es del interés de todos que un equilibrio sea restablecido entre el ejército y la economía, entre la tribu (la nación) y la familia, entre el mundo masculino y el mundo feminino. Esto pasa por el abandono del ejército profesional, que es el propio de las sociedades mercantiles anglosajonas, y por una revalorización material y sobre todo sicológica de la función militar.
Enormemente sugestivo éste artículo de Yvan Blot (al que no tenía el gusto de conocer). Creo que nuestro Ortega -junto con Gasset- tiene escrito, en alguno de sus libros, un apartado sobre este mismo tema bajo el título “Épocas masculinas y femeninas en la historia” o algo así.
Es bueno y conveniente que se dé publicidad (como en este caso) a elementos provenientes del campo extrapolítico susceptibles de apoyar y consolidar nuestra “línea editorial”. Pues los agentes de la contrapropaganda o “contra iniciación” ni cesan ni cesarán de ejercer su bien remunerado “oficio” al servicio de Mammón.