Participación directa de los ciudadanos (democracia participativa para la sostenibilidad) (I)
Pelayo del Riego*.– PARTICIPACIÓN. DEFINICIÓN. Participación: R.A.E. (Del latín participare).Tomar uno parte en una cosa. / 2. Recibir una parte de algo. / 3. Compartir, tener las mismas opiniones, ideas, etc, que otra persona. Úsase más con la preposición de./ Verbo transitivo. Dar parte, noticiar, comunicar.
LA PARTICIPACIÓN COMO VALOR
La teoría de los valores, es iniciada por el alemán Lotze, a finales del siglo XIX. A ella, se suma Brentano, muy principalmente, con su obra Sobre el origen del conocimiento moral (1889) y sus discípulos Ehrenfels y Meinong. Parte, de que el estudio del ser -ontología- no agota el campo de lo que hay. La belleza, el mal, no son seres, tampoco son ficciones, son valores perceptibles. Requieren, por ello, un soporte ontológico, un contenido, presentarse en polaridad (con opuesto) y admitir grados de intensidad y jerarquía. Para Lotze, la superación del mecanicismo, de la ciencia natural, es posible, por la actividad del alma, en la que se revela el mundo superior de los valores.
Como apunta Ortega y Gasset, en ¿Qué son los valores? -Revista de Occidente nº IV de octubre de 1923 y como meditación, sobre tan sutil materia, haciendo distinción entre filosofía y teoría de los valores y a cuya ciencia llama Estimativa- cada época, cada raza, parecen haber tenido una sensibilidad peculiar, para determinados valores y han padecido, en cambio, extraña ceguera para otros.
Las cualidades del valor, son innumerables, como lo son las físicas. El hombre, va teniendo de unas y otras, una creciente experiencia, a lo largo de la historia, a través de un proceso descubridor de valores. La invención genial, de nuevos valores religiosos, políticos o prácticos -Cristo, San Francisco, Buda, Maquiavelo, Miguel Ángel, Goya, todos ellos espíritus, dice, soberanos-, sin duda, han marcado nuevas rutas, nuevas conductas y por tanto, trazado el camino, de la historia de la Humanidad. La cuestión de los valores, sugiere por tanto, una insospechable fertilidad y la Estimativa o ciencia de los valores, se movería por unas leyes, de evidencia perfecta, al modo de las geométricas.
Los valores, prosigue Ortega, aparecen con más claridad, cuando se advierten sus propiedades, su calidad. Un valor, siempre es o positivo o negativo. Además, es esencial a todo valor, ser superior, inferior o igual, a otro, tener rango. Calidad y rango, dependen de su materia. Así, prosigue, el valor, tiene tres dimensiones: su cualidad, su rango y su materia. Los valores, son una sutil casta de objetividades, que nuestra conciencia, encuentra fuera de sí, como encuentra los árboles y los hombres. El valor, no es, por tanto, un don de nuestra subjetividad.
El valor, no es una cosa, no obstante, sino que es poseído por ella, por la cosa. El cuadro no es la belleza, sino que tiene belleza, posee el valor belleza. El valor, se presenta por tanto, como cualidad de la cosa. Valorar, no es dar valor, sino reconocer un valor, residente en el objeto. Educar en valores, es suscitar la capacidad, de percibir y reconocer, la objetividad de los valores existentes en las cosas, en las instituciones, en las costumbres, etc. La crisis del sistema de valores, se refleja hoy, sobre todo, en el llamado relativismo moral. Combatir esta actitud destructiva y socavadora, es una cuestión prioritaria, para muchas conciencias e instituciones serias, dada la transcendencia, que tiene, para el buen desenvolvimiento de las sociedades y de las personas, el que prevalezcan unos principios y valores, sólidos y de referencia. No vale todo y el fin sigue sin justificar los medios.
El aspecto prismático de la participación, a partir de las acepciones de la R.A.E. de tomar parte en, recibir responsabilidad sobre, aunar ideas con y comunicar y noticiar, sin duda, le da un magnífico volumen, a este valor emergente, de la participación directa, real y efectiva de los ciudadanos en los asuntos socioeconómicos, que, como ha ocurrido con el de libertad, supone una trayectoria evolutiva, para nuevas épocas, que van conformando a los seres humanos, en esa Estimativa y en su historia, con las lógicas consecuencias.
La asimilación es lenta, en algunas circunstancias. Así lo fue, la del valor libertad, hasta determinado momento de la historia, en que fueron su contrarios esclavitud, sojuzgamiento, servidumbre feudal, y ciertas circunstancias de tiempo y lugar, los que lo convirtieron, tras una importante crisis histórica, en valor estrella, asumido por todos, produciéndose, a partir de entonces, adhesiones masivas a él, entre los que antes lo negaban. El proceso es rapidísimo, cuando cierto ambiente, que ha ido cuajando alrededor, hace precisamente, que su negativo, sea el que lo provoque y actúe de detonante, porque, sencillamente, es necesario que así sea y surge una nueva época y la ceguera ante ese valor, deja de operar. Se ha asimilado universalmente, en un momento de la historia, que lo válido; lo verdadero, es lo que se hace, v.g., en libertad.
Un proceso, una decisión, una trayectoria, una conducta, tendrá distinto valor, según se haya producido en libertad o con libertad e, igualmente, a escala social, hoy día, si ha surgido de forma participada efectiva o no lo ha hecho así, lo que añade, un valor apreciable objetivo en ella, de cuna democrática genuina, que aporta legitimidad y validez. No tendrá, pues, el mismo valor, para los que lo contemplan. En el caso de lo local, supone un grado más preciso y de más fácil comprensión, cuando hablamos de Desarrollo Sostenible.
LA PARTICIPACIÓN COMO DERECHO
Es de reseñar, que ya en 1762, hace doscientos cincuenta años, el Contrato Social, de Juan Jacobo Rousseau, verdadero evangelio de la Revolución francesa, el texto de tema no religioso, que mayor trascendencia ha tenido en la historia de la Humanidad y que supone el fin del absolutismo y el inicio del estado moderno y de la democracia representativa, acusaba muy claramente, en el último párrafo del Capítulo I del Libro IV, la actitud de los gobernantes, hacia la participación directa de los ciudadanos: …Tendría que hacer aquí muchas reflexiones, sobre el simple derecho a votar, en todo acto de soberanía, derecho que nadie puede quitar a los ciudadanos y sobre el de opinar, proponer, dividir, discutir, que el gobierno tiene siempre gran cuidado en no dejar sino a sus miembros; pero este importante asunto, exigiría un tratado aparte y no puedo decirlo todo en éste.
Se reconoce pues y desde entonces, que la soberanía reside en el pueblo, pero no se la permite pasar de ahí, de residir. Su ejercicio es otra cosa. Es patente, que en el siglo XXI, comienza a no ser así para una masa crítica importante de ciudadanos y políticos y cuando se ha llegado a un divorcio entre ambos. La gobernabilidad y las circunstancias sobrevenidas, que amenazan la supervivencia de la Humanidad, aconsejan y requieren -y las nuevas tecnologías lo permiten en gran medida, como nunca anteriormente- la práctica de parte, al menos, de esa soberanía, por medio de la participación directa de los ciudadanos, para comenzar a opinar, proponer, dividir, discutir como decía Rousseau, hace doscientos cincuenta años.
La consideración, de la existencia del derecho a la participación directa del pueblo soberano, poco tenido en cuenta hasta la fecha, implica un paso adelante, en materia de democracia evolucionada y la puesta en marcha, de unos enunciados, que en principio, se han manifestado más estéticos y cosméticos, que otra cosa, pese a que constituyen, un derecho reconocido e inalienable que se ha mantenido acallado.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos, de la ONU, de 1948, reconoce este derecho, en su artº 21.1: Toda persona, tiene derecho a participar en el gobierno de su país, directamente o por medio de representantes, libremente escogidos. En España, está recogido en la Constitución de 1978, en los artículos 23.-1.: Los ciudadanos tienen derecho, a participar en los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes, libremente elegidos, en elecciones periódicas, por sufragio universal. Y 9º.-2 Corresponde a los poderes públicos, promover las condiciones, para que la libertad y la igualdad, del individuo y de los grupos en que se integra, sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación, de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social. Esta participación directa, sólo se ha venido practicando, cicateramente, como utilitaria, como prestación personal, física y ha devenido, de derecho en obligación, dadas ciertas circunstancias: como son la institución del somatén, la lucha contra los incendios, la recogida del chapapote y la colaboración personal, en todo tipo de emergencias y catástrofes -se llega a tipificar sustantivamente, el delito de omisión de auxilio- incluyendo el servicio militar obligatorio.
Siempre y peyorativamente, como una prestación de servidumbre, dirigida por unas autoridades ungidas, planificadoras y rectoras y pocas veces, o en escasísimo grado, como contribución a la toma de decisiones. La participación indirecta o representativa, una consecución burguesa y acaparada, al inicio del Estado Moderno, ha llegado a fosilizarse en una clase política, que copa la soberanía popular, en pleno siglo XXI y se autoregula a sí misma, de forma excluyente. Ausencia de democracia interna en los partidos, postulaciones de cenáculo y camarilla, listas cerradas… Es la autolegitimación, de una aristotélica nueva aristocracia u oligarquía electiva, de hecho, caricaturesca, bajo la forma de partitocracia. Como si, por un raro y salvífico mecanismo electoral –mecanismo que ha transigido descaradamente con cualquier porcentaje de participación en el proceso electoral, por exiguo que este sea, sin cuestionarse nada sobre donde empieza y termina el quórum, que da legitimidad a la representación- se eligiera a los mejores y fuera de ellos, no quedara nada apreciable, salvo corifeos mediáticos, turiferarios y creadores de opinión, manipulables fácilmente, notables a sueldo, sabios al paño y encuestas y sondeos que cierran el círculo justificativo. ¿Cómo se llega a político? ¿Quien lo sabe? Un auténtico sofisma trasnochado y esclerosante, que ignora, entre otras muchas cosas, los conceptos que nos preocupan de ecología y sistema y que supone, normalmente, una irrefrenable tentación de perpetuarse, muy difícil de vencer. La participación directa de los ciudadanos, a nivel municipal, a través de la Agenda 21 Local -único mecanismo universal legitimado actualmente, pero tergiversado y puesto al fresco- puede contribuir, eficaz y decisivamente, a regenerar y complementar la democracia representativa, potenciarla y sacarla del marasmo en el que ha caído, que tan perjudicial resulta, cuando hay una problemática grave, que afecta a toda la humanidad. Pueden sumarse otros tipos de crisis y situaciones, no lo olvidemos, como la que estamos viviendo actualmente y de la que debemos salir con otra mentalidad y otros valores, en previsión de cualquier futuro colapso. La ejemplar Constitución de los EEUU, de 1787, comienza We the People, Nosotros el Pueblo ó Nosotros la Nación. La Constitución española de 1978, habla de Pueblo Español, de Nación Española, de ciudadanos. De ninguna manera, equivalen estos términos al colectivo masificador de ciudadanía, que se viene utilizando intencionadamente y que se trata de imponer, sin duda, para establecer distancias, en defensa del representacionismo incuspidado, excluyente y rígido a ultranza.
LA PARTICIPACIÓN, COMO CONTRIBUCIÓN NECESARIA Y OPORTUNA, PARA LA SOSTENIBILIDAD Y LA GOBERNACIÓN. EL PRINCIPIO DE SUBSIDIARIEDAD
Constatamos, que las circunstancias sobrevenidas y agravadas, la compleja y grave problemática, a la que se enfrenta la humanidad, aconseja la conveniencia, de la participación directa de los ciudadanos, del pueblo soberano, al menos, en materia socioeconómica local, por los efectos beneficiosos que puede aportar, ante nuevas realidades históricas, ambientales y económico-sociales. Se invoca esta participación, ante esta problemática emergente, cuando el Capítulo 28 del Programa 21 (altamente consensuado y participado) crea, la institución universal de la AGENDA 21 LOCAL, como pura conciencia colectiva, de que constituye una contribución necesaria y oportuna, algo beneficioso e inmerso, en el orden natural de las cosas. La participación directa de los ciudadanos, en materia socioeconómica local, para el ejercicio del Desarrollo Sostenible, con sus consecuencias de colaboración, concienciación, legitimación, receptividad y corresponsabilidad, tal como la prescribe el Programa 21, reúne todos los ingredientes, para ser tenida como una aportación necesaria y un valor superior, positivo, político y práctico, además, de un derecho reconocido y que, ante nuevas e importantes circunstancias, insistimos, la aconsejan, por emanación colectiva y consensuada. El Programa 21, en sus capítulos 24 y 25, prescribe muy generosamente, la participación de mujeres y jóvenes. También lo hace, respecto a la participación de las ONGs, en su capítulo 27, empresarios, en su capitulo 30, sindicalistas, en su capítulo 29 y pueblos indígenas, en el capítulo 26.
Por otro lado, el principio 10 de la Declaración de Río’92 -otro de los cinco documentos fundamentales de la Cumbre de la Tierra- comienza afirmando: El mejor modo de tratar las cuestiones ambientales, es con la participación, de todos los ciudadanos interesados, en el nivel que corresponda… …Los Estados, deberán facilitar y fomentar la sensibilización y la participación de la población… El principio 20 dice: Las mujeres, desempeñan un papel fundamental, en la ordenación del medio ambiente y en el desarrollo. Es por tanto, imprescindible, contar, con su plena participación, para logra el desarrollo sostenible. El principio 21, lo hace respecto de los jóvenes y el 22, dice lo mismo respecto de las poblaciones indígenas y comunidades locales. La Carta de la Tierra (París, Marzo 2000) en el Principio IV.13.b prescribe, Apoyar la sociedad civil local, regional y global y promover, la participación significativa, de todos los individuos y organizaciones interesadas, en la toma de decisiones y en el Principio III.11. b. Promover la participación activa de las mujeres, en todos los aspectos de la vida económica, política, cívica, social y cultural, como socias plenas e iguales, en la toma de decisiones, como líderes y como beneficiarias.
La democracia participativa, es como un recurso durmiente, enunciado y reconocido, que ante la emergencia, se aconseja utilizar, porque vale para ello, cuando a lo local se le da una importancia básica, para bien de lo global. Su elusión y modulación, hacia menos, como se ha hecho irresponsablemente, es algo perjudicial y negativo, perceptible, máxime en las circunstancias actuales. Se hace, contraviniendo su prescripción, por ser una declaración de principios, acordada mayoritariamente como lo es la de Río’92 o una ley consensuada -aunque se la tache de blanda y transversal para conculcarla- como es el Programa 21 ó un documento declarativo universal y participado, como lo es la Carta de la Tierra. Quede bien claro, que no hablamos de asamblearismo anarquizante, sino de un proceso extendido en el tiempo, serio, ordenado y documentado, bajo la autoridad representativa; que este proceso, se somete al consenso, tanto en la formación del grupo participador, como en la determinación de los objetivos; y que supone, la incorporación de un enorme porcentaje de población, excluido prácticamente hasta el momento, un valioso capital humano, infrautilizado y amortizado, gratuitamente.
Esa desamortización, que supone la participación directa y real, de la sociedad civil, en la toma de decisiones y en su posterior seguimiento y control, va a reportar beneficios, no sólo en el cambio de hábitos, respecto del uso y abuso de los recursos naturales y su mejor administración, sino también, en la contribución a la reordenación de los valores colectivos imperantes y no solo de los impuestos por unos pocos; va a contribuir a la mejora en la gobernabilidad; y va a ser una fuente de información valiosa y un factor determinante, para que las autoridades locales representativas, puedan proceder al cambio, con actuaciones que aparentemente son políticamente incorrectas, pero que estarán legitimadas, por esa participación y serán eficaces, para luchar contra el deterioro ambiental, el derroche de recursos, la pobreza, la ignorancia, la corrupción y el terrorismo y, a su vez, para contribuir eficazmente, a la gobernación.
La participación directa, solo se puede producir en un plano de igualdad y, por tanto, debe practicarse en una mesa de negociación, con buena información, turnos, orden, argumentación, tiempo por delante, sin dirigismos previos, ni imposiciones y en consenso. De ninguna manera, imponiendo las asociaciones como único vehículo -en ellas sin duda se da legitimidad, pues el representante suele ser líder como persona- ya que volveríamos a la participación representativa, en otro grado, sino ratio personae, dentro de ellas. De ningún modo las encuestas, los sondeos, ni los remedos de foros inducidos, por diagnósticos previos, justificativos y exhibitorios, ni el asamblearismo reivindicativo y anarquizante, a mano alzada, pueden exhalar las objetividades beneficiosas y legitimadoras, de la serena participación directa, puesto que no aportan nada o muy poco, en estas circunstancias tan trascendentes y suelen ser mecanismos, de imposición de criterios. Sin democracia participativa, no habrá nunca verdadero y efectivo, desarrollo sostenible.
La gobernabilidad de ciudades y países, cada vez más populosos y muy especialmente, la de las grandes concentraciones urbanas, hacia las que caminamos y que pronto van a afectar al 80% de la población mundial, cuando la huella ecológica, se ha excedido en un 20% aproximadamente, requiere ciudadanos implicados, responsables, concienciados, convencidos, colaboradores y receptivos. Esto sólo se consigue con la práctica efectiva y real, de la participación directa. Los líderes locales, de cada sector que pueda identificarse, tienen tanta sabiduría popular, como la que puedan tener las autoridades locales, con la ventaja de que, aparte de la diversidad de criterios y experiencias valiosas, que pueden aportar, no pivotan sobre plazos de legislatura, ni van a corto plazo, en sus aspiraciones. No tienen que capitalizar sus actuaciones, con carácter inmediato, con visión electoralista, puesto que no se deben a intereses de partido. Por tanto, son más libres en las opciones, tienen más largo plazo en ellas y estas, devienen legitimadas para su uso por los políticos representativos.
El Doctor y miembro del Club de Roma Yehezkel Dror, en su libro La capacidad de gobernar, informe al Club de Roma de 1994, al proponer una resolútica en materia de gobernanza, para afrontar una nueva época de transformaciones globales, entre otras propuestas importantes, apunta muy acertadamente, que la jesuítica idea de la subsidiariedad, que se convirtió en un importante principio de gobernación de la Iglesia Católica, se ha adoptado por la Unión Europea, si bien con abundantes cambios. El principio de subsidiariedad, recomienda que la autoridad, las funciones y tareas de gobernación, se deben localizar, en el nivel mas bajo, donde puedan desempeñarse mas correctamente. Por tanto, han de asumirlas las autoridades locales, como componente básico de la gobernación global, conjuntamente y en armonía, con los meso niveles regionales. Los niveles mas altos de gobernación, deben facultar, pues, a los niveles de gobernación local, para asumir dichas actividades. Estas funciones, se suplementarán por la colaboración, de los niveles mas altos de la gobernación, con claras competencias, cuasi judiciales y cuidando de no crear bloques conflictivos. Esto significa, reforzar la gobernación local y a su vez la global, que adolece de limitaciones, por tener estructuras distantes y demasiadas.
La Encíclica Caritas in Veritate (29-06-09) de Benedicto XVI -que expone abiertamente la importancia del principio de subsidiariedad, en su capítulo V puntos 57 y 58 para la mejor gobernanza de la globalidad- en su capítulo II punto 23, explicita sobre la beneficiosa participación: Con un papel mejor ponderado de los poderes públicos, es previsible que se fortalezcan las nuevas formas de participación en la política nacional e internacional, que tienen lugar, a través de la actuación de las organizaciones de la sociedad civil; en este sentido, es de desear que haya mayor atención y participación en la “res pública” por parte de los ciudadanos. Dror añade, que la democracia directa puede funcionar muy bien, en ámbitos donde los participantes tienen experiencia personal, en la mayoría de las cuestiones -como lo son las socioeconómicas locales, que apuntamos- en las que se producen los ciudadanos, las empresas, las asociaciones y sindicatos y donde las explicaciones profesionales, en su caso, pueden contribuir a facilitar temas complejos. Recomienda, pues, recurrir más al uso de la democracia directa, en comunidades locales, a través de procesos deliberativos, acompañándolos de medidas, encaminadas, a incrementar la comprensión pública, de los temas normativos en cuestión. Para José Luis Aranguren, la democracia, como la justicia “son más una aspiración que una posesión” y son esfuerzos, realidades dinámicas, que no toleran detención ni inmovilismo, son actitudes antes que otra cosa. En otro caso, cabe el peligro, de caer en los peligros más graves, que se ciernen, continuamente, sobre la “moral institucional”: la inercia, el conformismo y el marasmo espiritual.
Como Unamuno, Aranguren se propuso practicar, la decimoquinta obra de misericordia, “despertar al dormido”. La segunda acepción, del adjetivo subsidiario, en el DRAE, aplicase a la acción o responsabilidad, que suple o robustece a otra principal. El principio de subsidiariedad, es contrario, a cualquier tipo de totalitarismo de Estado. El Estado, debe promover, estimular y ayudar, la iniciativa privada de los ciudadanos y en modo alguno debe suprimirla. Este principio, pretende la participación cívica en el bien común y la lucha contra el absolutismo de Estado. Es un derecho primordial, que ningún Estado sujete bajo la regulación de su autoridad, cuestiones morales, educativas, sanitarias, económicas, culturales, religiosas, etc. que puedan ser desarrolladas libremente, por la persona, la familia, el municipio y otros cuerpos intermedios. Este principio es fundamental, para asegurar los derechos y libertades reales de la persona y de las sociedades. El hombre, es anterior al Estado y tiene derecho natural de velar por su vida y por su cuerpo. Algunas sociedades, como la familia y el municipio, corresponden más inmediatamente, a la naturaleza del hombre, le son necesarias. Una estructura social, de orden superior, no debe interferir en la vida interna de un grupo social, de orden inferior, privándole de sus competencias, sino que debe sostenerle y ayudarle, para el bien común. Este principio de subsidiariedad, se opone frontalmente, a toda forma de colectivismo. Es un principio universal y ha de aplicarse a todos los campos: educación, sanidad, moral, cultura, economía… La partitocracia, que es una patente corrupción de la democracia, anula la participación directa, en política del pueblo soberano. La pone de los nervios, pensar en ella. Los partidos conocidos como “malminoristas” y tolerantes, invocan el principio del “voto útil”, pero siguen, corporativistas del sistema, en la línea obstructiva a la participación.
El atropello sistemático, del principio de subsidiariedad, conduce al absolutismo moderno, que arteramente, se escuda en la maquiavélica razón de Estado, para, al fin, mantenerse en el poder. Esta actitud, conduce idefectíblemente, al Leviatan hobbesiano, al Estado-Dios hegeliano… y a los días de desastre, que vivimos debidos a las locas incompetencias, grotescas y clamorosas, del modelo implantado y traído hasta la fecha, que no quiere enmendarse. Léanse las anti-utopías de Huxley, Un mundo feliz y Orwell, 1985. El mejor exponente de la subsidiariedad, ejercida sanamente en la práctica, es la Agenda 21 local de verdad, no la manipulada y tecnificada de las auditorías y los diagnósticos, propiciada a través del ICLEI y tan bien asimilada por la FEMP y las administraciones en España. Es curioso reseñar, que el espíritu de esta Agenda 21, la participación real, se ha trasladado, mantenido y reducido festivamente al ámbito escolar. Jibarización inocua, pero significativa, de que se ha entendido el mensaje, pero que no se quiere seguir. Se ha rechazado, desvergonzada y conscientemente, ejercerlo en el nivel que le corresponde, el municipio. En esa agenda 21 escolar, no hay auditorías ni diagnósticos, de entidades ajenas. Se deja participar a los niños. Quizás haya dirigismo, por parte de algunos profesores, pero al menos, se conserva la esencia. Recientemente, Federico Mayor Zaragoza ha escrito: Hemos sido súbditos, plantando en surcos ajenos, luchando por causas, con frecuencia opuestas a las nuestras. Ahora, ha llegado el momento de participar, de ser tenidos en cuenta, de ser ciudadanos plenos…/ …La participación ciudadana, es el fundamento de la democracia genuina. Me gusta repetir, parafraseando a Descartes, que participo, luego existo. Si no participo, no existo como ciudadano. Roma alcanzó su cénit en la República y el Imperio, cuando fue Senatus Polulusque Romanus -el obstentoso SPQR de los lábaros o estandartes- y se sumaba con efectividad, en el poder, la presencia del pueblo a la de los patricios. La institución ciudadana popular, de mayor relieve, desde el 494 aC. era el sacrosanto tribuno de la plebe y su poder –contrapoder- era el veto -ius intercessionis- que podía parar la colaboración ciudadana y detener órdenes, decretos, levas, propuestas de ley, hasta parar toda la maquinaria del Estado, con sorprendente eficacia, desde el Concilium Plebis que le elegía y a quien él solo podía convocar.
*Miembro del Capítulo Español del Club de Roma desde 1993.
Participación directa ciudadana…
Tema mas urgente: invasión y fronteras.
Referéndum nacional y para mayor participación que se haga por internet también. (Aquí no hace falta partidos políticos.)
Cerrar las fronteras a los ilegales emigrantes: SI o NO
echar afuera los que se colaron:SI o NO.
A ver que saldría en los resultados.
Lo que pasa que esa opción nunca ningún partido ofreció que tomásemos esa decisión. Todo mandado desde pinche Bruselas.