Trump y la confusión internacional de conceptos
El ser humano arriesga por naturaleza, la aversión al riesgo no es algo espontáneo y natural en la mayoría de las personas. Cuando en Economía tratamos este tema, está claro que los autores se refieren a distintos grados de riesgo, porque ni existe el riesgo cero ni la mayoría de los inversores lo desean.
El riesgo es consustancial a la supervivencia y la selección natural va unida a ésta, este factor constituye la contribución conceptual antropológica a la competencia en riesgo o selección natural por riesgo y la adhesión al mismo es directamente proporcional a la evolución humana, de las civilizaciones y al desarrollo económico e industrial. No se entiende un mundo sin riesgo y aquellos individuos que lo asumen repetidamente, acaban ganando e imponiendo su supremacía vital y económica sobre los demás y eso justamente es lo que ha hecho Donald Trump, ha puesto su maquinaria electoral a todas las revoluciones por minuto que admitía su motor y la apuesta la ha ganado, si no hubiese arriesgado, le habría asfaltado aún más la preciosa autopista que ya tenía su rival política y hubiese cedido el triunfo a ella. Estas actitudes de triunfalismo no son admitidas por la izquierda y por toda la masa social mundial que siendo de otras ideologías, se dejan dirigir como marionetas por las tesis de aquella, porque es lo que toca ahora y lo políticamente correcto.
El hombre es competitivo desde que nace hasta su muerte y este planteamiento no es simpático para el Marxismo, que pretende la equidad para todos los agentes económicos y para todos los obreros, convirtiendo al ser humano en un número o autómata al servicio de los intereses del grupo y anulando su iniciativa privada, esta es la verdadera alienación del trabajador para todos los que nuestro pensamiento está en las antípodas de esos planteamientos rigurosamente materialistas y populistas que solo pretenden garantizar un moderado nivel adquisitivo pero suficiente para no morir y unas prestaciones públicas mínimas para todos, sistema que acomoda a la gente en un nivel de vida, la hace conformista y provoca que las expectativas de todo individuo descansen exclusivamente en su Estado protector y pagador que no para de fomentar subvenciones de supervivencia para ellos y para sus conciencias afectas al régimen.
Esto es algo que ya sabe hasta la China “comunista”, por eso disfraza su sistema totalitario con una puesta en escena de marcialidad y congresismo popular y mientras, practica un agresivo y desleal comercio exterior basado en la explotación inhumana de su mano de obra para su propia economía o para economías multinacionales extranjeras, mientras gradualmente va permitiendo dentro de sus fronteras la economía libre de mercado a aquellos individuos amigos del partido, cuyos privilegios pagan una fiscalidad muy bien encajada por el alto comité. El capitalismo de estado ya lo inventaron y pusieron en práctica precisamente los más detractores del concepto de capitalismo, los grandes herederos del Marxismo; China y la antigua Unión Soviética.
Como de los fracasos se aprende algunas veces, Rusia tomó buena nota de su madre, la extinta URSS, para no cometer los graves errores de su progenitora y que en ocasiones le llevaron a cruentas guerras civiles, terrorismo y casi permanentes desórdenes sociales entre sus socios, así como una fractura social importante en propia casa que generó dos corrientes dentro del Partido Comunista, la aperturista y la línea dura de éste y con esta dinámica asistimos una vez más a capítulos importantes no sólo de división de la izquierda, sino de problemas internos dentro de un mismo partido, como los que llegaron al Partido Comunista de la Rusia de 1917 o a la España en 1936 y han regresado ahora a la cúpula del PSOE y de PODEMOS, disputas que siempre retratan sus ansias para llegar al poder por encima de cualquier promesa populista electoral.
No hacía falta llegar a la caída del muro de Berlín para que el mundo se diera cuenta del gran fracaso de las economías colectivistas o “tipo ONG” de los regímenes comunistas y socialistas que han ido cayendo uno a uno en todo el mundo. El último reducto importante es el caso chino y ya hemos visto en que términos transcurre.
Sin embargo, los últimos coletazos del comunismo y el anarquismo en el mundo llegan ahora y solo hay que contemplarlos como la agonía final y el último derecho al pataleo que protagonizan todos esos perros flauta, universitarios eternos pasea libros y algunos mediocres graduados becados por ser amigos de la causa indignada. Tienen los días contados y la victoria electoral de Trump les ha hecho mucho daño, porque ésta sin duda marca un punto de inflexión hacia el trabajo, la eficiencia organizativa y fiscal, los verdaderos dispositivos anti-corrupción, el patriotismo, la disciplina y la solidaridad con la trabajadora incansable clase media que nos sostiene a todos, ahora toca trabajar, como muestran todas las adhesiones internacionales a las trazas políticas de Trump desde Alemania, Francia, Austria, España, Holanda, Reino Unido, Rusia, Polonia o Italia y eso inquieta a podemitas, indignados y nuevos comunistas, vagos, corruptos y holgazanes la mayoría.
La competitividad es la que decide quien continua y quien se queda en el camino, es el dispositivo económico que sustituye al de los individuos más fuertes y mejor dotados en la selección natural de Darwin y parece que aquella vuelve para quedarse de la mano de revolucionarios patriotas que agitan contundentemente el árbol de la flácida mediocridad mundial, haciendo caer al suelo a los maduros, a los que ya están amortizados, a los que no producen y solo se dedican a intentar embaucar con sus arengas y discursos populistas a todos los analfabetos y pobres del mundo, que con todo perdido y todo por ganar, seducidos por la música de estos “flautistas de Hamelin”, son los que catapultan a aquellos a esas poltronas políticas que les permiten seguir haciendo lo que más aman, no dar golpe y cobrar por ello de todos nosotros.
El mal llamado progresista es el hombre de izquierdas, el que ataca sistemáticamente al empresario e intenta políticamente o desde el poder trabar todas sus iniciativas encaminadas a añadir valor a su negocio, justificando que sus obreros son los grandes perjudicados de sus pretensiones empresariales y todos los demás ya sabemos y probablemente ellos también que precisamente éstas son las que generan más empleo y más desarrollo económico, vamos, el “curro” al que se refería el impresentable, corrupto y grosero Ramón Espinar.
La participación en beneficios de los trabajadores es algo aplicado actualmente por casi todas las grandes empresas multinacionales, pero los sindicatos no tienen bastante, nunca están contentos y siempre amenazan con huelgas, nunca con trabajar tanto que colapsen las capacidades instaladas de las empresas, esto lo dejaremos para los japoneses.
¿No será que el freno al desarrollo económico y al progreso viene precisamente de las iniciativas “sociales” de quien se llaman progresistas?. Esta es a mi juicio una gran contradicción de los postulados Marxistas y un enorme fallo de su dialéctica, que lejos de producir efectos positivos para el conjunto de la sociedad, induce al estancamiento económico en la mayoría de los casos y constituye una gran rémora para la expansión de las pequeñas y medianas empresas.
La partida contable del balance de las empresas “recursos propios” no existe para el Marxismo, porque ésta se tendría que llamar “recursos de los obreros”, cualquier excedente empresarial no podrá ser empleado para reinversión, por ejemplo, en la propia empresa, factor este que garantizará su competitividad y su permanencia en el mercado. Tenemos ejemplos recientes de lo que ocurre cuando sindicalistas y “policía política” toman parte en los consejos de administración de las cajas de ahorro, la quiebra técnica está asegurada.
Rusia se vislumbra como el gran aliado de Trump en el futuro y ambos han arriesgado no habiendo apostado ninguno a caballo ganador, de momento el segundo ya ha vencido su contienda y la primera parece estar dispuesta a hacer valer los principios de la victoria de Trump a este lado del Atlántico. Los valores base de las ideologías se han invertido, es más, creo que se está apagando en el mundo esa dicotomía conceptual izquierdas/derechas, es más bien una cuestión de malos, de clanes masónicos y de mafias de medios de comunicación a un lado y de hombres de rigor, valientes, trabajadores, patriotas, que luchan contra viento y marea y que están dispuestos a plantar cara al terrorismo internacional al otro lado. Esto no ha hecho más que comenzar, pero creo que tenemos muchos motivos para ser optimistas los que estamos en éste lado del nuevo escenario mundial.