Mónica Oltra y el cantante Francisco.

AD.- La noticia ya la conocen ustedes. El Consejo de administración de Divertia Gijón ha cancelado el concierto de Francisco previsto para el 15 de julio, a las 20.30 horas, en el Teatro Jovellanos de la ciudad que, pese a estar gobernada por el PP, tiene una calle con el nombre del mayor genocida español del siglo XX. El motivo de la cancelación fueron unas declaraciones del cantante levantino en las que llamó “escoria” a la vicepresidenta del Gobierno valenciano y líder de Comnpromís, Mónica Oltra, una expresión que respaldamos y asumimos como propia. Una vez más, los atenuantes se diluyen cuando la supuesta infracción a la corrección política la comete alguien no adscrito al pensamiento progresista único. De nada le serviría al cantante Francisco explicar que sus manifestaciones fueron la continuación a unas impresentables afirmaciones de la dirigente de Compromís, en las que arremetió con saña contra los votantes del PP y les acusó de amparar a «presuntos delincuentes». Como mentar a la madre de uno y no tener derecho a responder.

No vamos a descubrir a estas alturas las excepcionales dotes artísticas de Francisco, posiblemente la mejor voz lírica del momento. Ganador de dos ediciones de la antiguamente prestigiosa OTI, con sendos temas (“Latino” y “Qué voy a hacer sin tí) que sin duda evocan entrañables recuerdos a muchos de los lectores, lo malo de Francisco no es haberle dicho a una representante de la castuza radical izquierdista posiblemente menos de lo que se merecía. El gran error de Francisco fue el de haberse mostrado firme en sus creencias todos estos años, altezar su condición de valenciano y español a partes iguales, sin adherirse al rebaño de los artistas progres que pretenden modelar en los escenarios, en los metrajes y en los libros, otra realidad distinta de esa España que en el fondo desprecian y odian.

La izquierda siempre ha pensado que los artístas lo son o dejan de serlo dependiendo de si propagan o no su pensamiento político. El caso del cine español es sin duda revelador. En la mayoría de los casos, su paso por las salas es puramente testimonial, demasiado fugaz como para prescindir de las mamandurrias ministeriales. Y es que los directores, actores y productores de nuestro cine no pueden seguir transitando por territorios rechazados por la mayoría social para luego pedirles a ésta que se pase por taquilla. ¿A ver qué? ¿A ver propaganda zafia y rala de una sociedad partidaria, pornográfica y frentista en la que los delirantes mensajes contra media España o contra la Iglesia son casi los únicos momentos dialogados del metraje? Cuando la política tiene que salir al auxilio del arte, es que entonces ese arte se ha prostituido tanto que es incapaz de vivir si no es a expensas de los políticos. Y eso no cuela. Y por eso de que no cuela, la basura que es el cine español, y la literatura española, y la música española, salvo contadas excepciones, nos resulta cada día más insoportable. Detestamos a todos los que en nombre del arte exigen ser subvencionados cuando no hay espectáculo artístico, o el espectáculo artístico es detestable. Por eso Francisco es tan odiado por la izquierda como la que representa Mónica Oltra. Se trata de un cantante que ha transitado de éxito en éxito, de forma ininterrumpida desde hace ya más de 30 años, y cuya prodigiosa voz cuenta con el favor y el cariño de una masa de melómanos de todas las edades.

Nuestro llamamiento es a los ayuntamientos e instituciones gobernadas por formaciones alejadas de los pronunciamientos sectarios de la izquierda española. Si Francisco ha sido vetado por una empresa artística de Gijón, que le lluevan los contratos en aquellos municipios donde la valoración del arte importe más que la fealdad física y moral de Mónica Oltra. La derecha liberal española aún no se ha enterado de que sus tibiezas y medias tintas durante años sólo han servido para enervar el encanallamiento de la gentuza que tiene a su izquierda. Hay que ponerse duros, cojones.

El fariseísmo que exhala este caso se acrecienta a la luz de las comparaciones con otros casos en los que los agredidos verbalmente fueron de signo ideológico distinto. ¿Se nos pondrá como ejemplo de mesura la afirmación de Nacho Vegas de que “cualquiera que se declare de derechas ha de ser un cretino o un cabrón”? ¿Se juzgó con la misma severidad que a Francisco al humorista catalán Quim Masferrer, cuando en un acto de la ANC llamó a los españoles “carbrones de mierda y panda de sarnosos”? ¿Tuvo algún tipo de consecuencias que el escritor catalán Jair Domínguez declarase en TV3 que “lo que necesita España para reaccionar es un devastador accidente aéreo donde mueran de forma horrible todos los miembros de la Roja”? ¿Dejaron las editoriales de imprimirle sus libros? ¿Se sintió tan turbada la sensibilidad de los progres españoles que pretenden enviar a Francisco al cadalso cuando el actor Toni Albà definió a España como “el mayor prostíbulo del mundo”? ¿Tuvo que rendir cuentas el patético actor Willy Toledo cuando sus acostumbradas defecaciones intelectuales les tocó recibirlas la Virgen del Pilar o el propio jefe del Estado? ¿Se inspirarán los políticamente correctos en la inmarcesible templanza de los progresistas periodistas de LaSexta o Telecinco, tan circunspectos a la hora de disparar con munición ajena? ¿Se ajustará Francisco algún día a la pulcritud de César Montaña Lehmann, cantante del grupo de música rap metal Def Con Dos, habitual en las galas organizadas por ayuntamientos de izquierda, detenido por alentar en las redes sociales atentados terroristas contra jueces, políticos y empresarios? ¿Hemos de ser tan puntillosos con el respeto ajeno como lo son cada día esos artistas mangantes cuya inutilidad camuflada de progresismo ha dejado a la cultura española a los pies de los caballos?

¡Oh, España progre, que nunca nos falte tu sapiente ejemplo por siempre jamás, amén, y que te den por el rasca, querida, fraterna, admirable, sabia, puerca y sucia progresía!