Biodiversidad o diversidad biológica (I de IV)
Por Pelayo del Riego.- Biodiversidad, es un neologismo procedente del inglés biodiversity, que a su vez, procede del griego bios=vida, y del latín diversitas=variedad. El término se incorpora a la literatura científica en 1986, cuando Edward Osborne Wilson, por encargo de la Academia Nacional de Ciencias norteamericana, y la Smithsonian Institution, organiza un Congreso en Washington, sobre diversidad biológica. La expresión diversidad biológica, había sido propuesta por Thomas Lovejoy en 1980. La diversidad biológica, o biodiversidad, entendida como la variabilidad de organismos vivos, animales, y vegetales, constituye una fuente inapreciable de riqueza ecológica, genética, social, económica, científica, educativa, cultural, recreativa, y estética.
Esta diversidad, es importante para la evolución, y el mantenimiento de los sistemas necesarios, para la vida en la biosfera. La preservación, y la utilización sostenible, de la diversidad biológica, revisten vital importancia para la satisfacción de las necesidades alimentarias, sanitarias, y de otras índoles, de la creciente población mundial. No obstante, diversas actividades humanas, minan de modo considerable esta diversidad. De esta diversidad, no lo olvidemos, formamos parte los seres humanos. No en vano, velis nolis, y mal que nos pese, taxonómicamente, somos parte del reino Animalia, del subreino de los Metazoa, del phyllum de los Cordata, del subphyllum de los Vertebrata, de la clase de los Mammalia, del grupo de los Eutherios ó Placentarios, del orden de los Primates, del suborden Anthropoidea (Haplorrini), del infraorden Simiiformes, del parvorden Catharrini (Viejo Mundo), de la superfamilia Hominoidea, de la familia Hominidae, de la subfamilia Homininae, de la tribu Hominini, del género Homo, y de la especie Sapiens. Esto último es esperanzador, y debe ser sinónimo de responsabilidad.
Carl von Linneo (1707-1778), el médico sueco y profesor de la Universidad de Uppsala, de quien Eugenio D’Ors dijo que había sido el hombre más inteligente de su tiempo, y del que alguien escribió Deus creavit; Linneus dispusuit, en su Systema Naturae (Estocolmo 1758), establecía la imperiosa necesidad de identificar minuciosamente, cada una de las especies, como primer paso para conservarlas:
Sapientia, divinae partícula aurae, summun est attributum Hominis Sapientis. Primus spientiae gradus est re ipsas nosse. Notitia consistit in vera idea obiectorum, qua similia a dissimilibus distinguentur notis propiis, a Creatore rebus inscriptis; hanc notitiam ut cum aliis communicet, nomina propria non confundenda singulis diversis imponat. Nomina enim si pereunt perit et rerum cognitio.
(La sabiduría, partícula del aura divina, es el mas alto atributo del Homo Sapiens. El primer paso de la sabiduría, es el conocimiento de las cosas. El conocimiento, consiste en la idea verdadera de los objetos, la que distingue lo parecido, de lo diferente, por las características propias que el Creador ha inscrito en las cosas; para comunicar a otros este conocimiento, se han de imponer, a los diferentes objetos singulares, nombres propios, que no confundan. Si el nombre se pierde, se habrá perdido el conocimiento de las cosas).
Sin hacer de menos, a la importante aportación de Plinio el Viejo, Naturalis Historia, en el siglo I, que constituye toda una referencia, fue en el siglo XVIII, cuando se inició, con la obra de Linneo, el estudio riguroso, analítico y sistemático, de las formas vivientes, que abre el camino de la verdadera revolución, en el campo de las ciencias naturales, y al que, sucesivamente, se van sumando personajes, de la talla de Lamarck, Darwin, Buffon, Cuvier, Wallace, y Mendel.
En esta identificación, y descripción rigurosa de las especies, tiene un papel preponderante e imprescindible, el llamado dibujo científico, que, pese a los innegables avances técnicos, en materia de imagen, sigue revistiendo una importancia capital, para la descripción, y conocimiento, de los especímenes, y por ende, para su conservación. En el caso de España, sabemos de colecciones del XVIII, como la de Malaspina -Pineda, Nee y Haenke, Guío, Lindo, y Pulgar- valiosas láminas botánicas de Brunete, Gálvez, Sessé, Echevarría, Loeffling, etc y la colección debida a Ángel Cabrera, en los primeros años del siglo XX, sobre mamíferos, que llegó a cien láminas, con cuyas copias -ya que se extraviaron los originales- se sigue trabajando en el CSIC. El Atlas Botánico de Salinas, es una magnífica obra que sigue vigente… No obstante, se echa en falta una atención muy especial a la materia, que lo merece y precisa.
Se tiene conocimiento, de que en el planeta, existe aproximadamente el siguiente número de especies catalogadas, según inventario del World Conservation Monitoring Centre, con cifras mayoritariamente de 1999:
4.500 de mamíferos.
10.500 de anfibios y reptiles.
10.000 de aves.
22.000 de peces.
751.000 de insectos.
40.000 de protozoos.
4.800 de bacterias.
5.000 de virus.
70.000 de moluscos.
25.000 de gusanos.
40.000 de crustáceos.
270.000 de plantas superiores.
40.000 de algas.
46.980 de hongos.
392.220 de otros.
Estas cifras, suman una cantidad de 1.732.000 especies. Los científicos no saben, ni por aproximación, cuántas especies existen. Se conocen las especies grandes, y muy visibles, las plantas verdes, mamíferos, aves, peces, anfibios, y reptiles. Se desconocen miríadas de especies, de insectos, y muchas más, de microbios, hongos y algas.
El mayor número de especies animales, sin duda, lo constituye la Clase de los insectos, que suma más del 75% de las existentes, y forman parte del gran Phyllum de los artrópodos, y del Subphyllum de los antenados. Dentro de esta Clase de los insectos, es de destacar, por su enorme volumen de especies, el Orden de los coleópteros, que llega a sumar casi el 50% del total de la Clase.
Se calcula, que la cifra de especies animales y vegetales, se sitúa entre 3 y 30 millones, de las que solo 1,7 millones, han sido nombradas y clasificadas. Estos cálculos, hipotéticos, no son tan descabellados como pudieran parecer, si nos fijamos en los océanos, que constituyen los mayores ecosistemas del planeta, y de los que sólo conocemos su biodiversidad, hasta los 400 metros de profundidad, cuando la profundidad media está en los 4.000 metros.
Por otro lado, la selva tropical -rain forest- que es otra de las grandes reservas, de riqueza biológica, acoge del 50% al 90%, de las especies, de plantas, y animales, existentes, y, sin embargo, está siendo devastada por la inconsciente voracidad del hombre, antes de que podamos conocer la mayor parte de esa magnífica riqueza biológica, y de sus posibles, y beneficiosas aportaciones, que puedan suponer para la humanidad.
La energía radiada por el Sol, es absorbida por los seres fotosintéticos, o autótrofos. Las plantas, algas, y algunas bacterias, captan, y utilizan, la energía de la luz, para transformar la materia inorgánica, de su entorno ambiente, en materia orgánica, que utilizan para su crecimiento y desarrollo. Constituyen pues, la base de la cadena trófica, y son, así, la principal fuente de la vida. Además, en este proceso, liberan a la atmósfera oxígeno molecular, procedente del agua (H2O), y son capaces de fijar carbono (CO2) atmosférico, todo ello, a partir de un principal pigmento, la clorofila (función clorofílica). Los herbívoros, absorben, indirectamente, una pequeña cantidad de esa energía, y los carnívoros, absorben indirectamente, una cantidad más pequeña, comiéndose a los herbívoros. Los productos agrícolas, ganaderos, pesqueros y forestales, constituyen la alimentación de los seres humanos. Los recursos biológicos, como hemos dicho, nos proporcionan alimentos, vestimenta, vivienda, medicamentos, y sustento espiritual. Las especies naturales no comerciales, rinden valiosas aportaciones como fuentes bióticas, al servicio del ecosistema: desde la depuración del aire y del agua, a la mitigación de sequías y riadas, descomposición, desintoxicación, y secuestro de residuos, regeneración de nutrientes del suelo, polinización, control de plagas, etc.
La existencia de una amplia y conocida biodiversidad, junto a las nuevas biotecnologías, es la gran esperanza del futuro. Una biodiversidad sostenida, favorecida, y protegida de la sobreexplotación, y los cambios climáticos, es riqueza, y calidad de vida. Para ello, es necesario conocerla bien, a fondo, y científicamente, lo que nos dará, poco a poco, nuevas aplicaciones y utilidades. Se estima, que de las 270.000 especies de plantas conocidas, sólo 5.000 se han investigado para posibles aplicaciones médicas. Pegamentos de alto rendimiento, derivados del mejillón -que guarda celosamente su secreto- o el remedio para la osteoporosis, y la intoxicación por retención de orina, que no se presentan en los huesos ni en el organismo de los osos durante su hibernación, cuando el ser humano en esas circunstancias, sería una víctima inequívoca de ambos males, esperan su investigación, como en tantos otros casos.
Por tanto, debemos proteger y procurar el mantenimiento de la diversidad biológica, inventariarla, hacer balances periódicos, proponer modelos de difusión general, y estimular en todos el interés por su mejor conocimiento, cuidado y conservación.
(continuará)
*Miembro del Capítulo Español del Club de Roma