Reyes intenta anotar ante Tomic.

A este Madrid aún le falta una Liga Europea para ser considerado uno de los equipos eternos de la sección de baloncesto blanca. La exigencia de este club obliga a la excelencia para formar parte de su lista de grandes figuras. De momento, Pablo Laso y los suyos ya han conseguido romper el maleficio con la Copa del Rey y levantar este trofeo tras 19 años alejados de él; son los actuales campeones de la ACB; han devuelto a la entidad a la élite europea y han batido el registro histórico de victorias consecutivas que permanecía vigente desde la temporada 1960-61, con el mítico Pedro Ferrándiz en el banquillo madridista. Además, han subido la marca de 23 a 25 triunfos seguidos tras doblegar en la última jornada del año al Barcelona por 98 a 84 en un Palacio de los Deportes que vibra con los suyos y se desgañita animando a unos ídolos que responden de la mejor manera posible día tras día.

En el segundo clásico de la temporada -el cuadro capitalino ya derrotó en la final de la Supercopa a los catalanes-, unos y otros evidenciaron los méritos y las carencias que hacen que los merengues mantengan su racha impoluta y que los culés sufran más de lo debido en la competición liguera.

Los locales combinan el mejor ataque con la mejor defensa de la ACB, la intensidad atrás con las mil posibilidades ofensivas que ofrecen unos jugadores enchufados. Cierto es que el Real Madrid no tiene la frescura del principio de la temporada y que le cuesta alcanzar la sorprendente fluidez anotadora de octubre, pero cuando se desata no hay quien lo pare. Los de Laso tienen el enorme problema de que todos sus rivales quieren entrar en la historia como el equipo que rompió la racha blanca, con la hipermotivación que eso conlleva. Pero tienen una madurez que les ha puesto a un nivel al que es casi imposible llegar.

Los catalanes, sin embargo, necesitan tener un control férreo del partido. Si no lo consiguen padecen demasiado. De momento, Xavi Pascual no logra dotar de la regularidad necesaria a su equipo para dominar los encuentros, y eso es una traba muy seria si el rival es el mejor equipo de 2013.

Los pupilos del técnico vitoriano sólo han dejado escapar cinco de los 42 choques de liga en los últimos doce meses, por lo que está claro que para batirle hay que hacer muchas cosas bien y lograr que la mayoría de sus adversarios no cumplan con su trabajo. Porque si algo tiene de bueno el líder es que todos suman. Es verdad que algunos como Rudy Fernández, Sergio Rodríguez o Mirotic últimamente están siempre, pero luego van apareciendo otros elementos que resultan fundamentales. Anoche, Felipe Reyes volvió a demostrar que no necesita demasiados minutos para ser decisivo. En menos de 13 minutos logró doce puntos, con dos triples incluidos, cuando el Madrid comenzó a poner el clásico de su lado. El capitán, una vez más, se ganó sus galones y su posición de líder espiritual.

Al Barça no se le puede discutir su espíritu de equipo importante y competitivo que no ceja en su empeño pese a verse inferior. Intentó jugar a su manera en los cinco primeros minutos, tuvo arrestos para acercarse peligrosamente en el tercer cuarto y puso cierta tensión final cuando otro se hubiera entregado.

De la mano de Juan Carlos Navarro, que cumplía su clásico número 50, se llegó a acercar a siete puntos en los minutos finales. Pero el Madrid tiene esa claridad que rompe las ilusiones de cualquiera que se encuentre frente a él y ese instinto matador que ayer le llevó a responder a las acciones contrarias con otras más contundentes cuando el partido llegaba a su fin y que incluso empujó al ‘Chacho’ a volar hacia el aro culé para poder anotar aún una canasta más antes de que sonara la última bocina.