La monarquía inútil: El ‘caso Anson’ o el monarquismo como estricto oportunismo (III)
Por Enrique de Diego.- La apabullante frivolidad con que se desarrolló la transición, la falta de escrúpulos morales y la ausencia completa de convicciones, incluido lo referido a la unidad de España -supuesto principio legitimador de la monarquía- resultan ininteligibles si no se tiene en cuenta que el monarquismo no es una ideología sino una de las formas extremas de oportunismo y especialmente en la instaurada monarquía juancarlista, puesto que en puridad, y en términos de herencia, Juan Carlos es, históricamente, un usurpador.
Había que hacer lo que fuera para sostener la monarquía, el puesto de ‘trabajo’ de Juan Carlos y la bonanza económica de su familia. Esa falta de principios o esa capacidad camaleónica de variarlos, siempre que la monarquía quede a salvo, es muy perceptible en el caso del monárquico oficial por excelencia, Luis María Anson. Las tesis sostenidas en su juventud para defender la monarquía son diametralmente opuestas a las de su senectud.
La opinión pública española está siempre bien dispuesta a perdonar los pecados de juventud, quizás porque en España han sido demasiado abundantes, y porque casi nadie presenta una biografía lineal o coherente, sino que lo habitual han sido la impostura, los bandazos y el cambio de chaqueta. Aquí, sin embargo, nos encontramos con ‘virtudes’ de juventud. Nada hay que perdonar, pero sí resulta ilustrativa la evolución para mostrar que el monarquismo es, intelectualmente, una cáscara vacía, y de ahí ha devenido todo el cúmulo de males y desastres que el instaurado juancarlismo ha provocado a la sociedad española, imponiéndole un modelo político simplemente demencial. Es decir, propio de dementes.
El joven Anson (entonces Ansón, más hispanizado) publica a mediados de la veintena de su vida una serie de libros -La monarquía, hoy, La hora de la monarquía, Maurras, razón y fe- con los que trata de reivindicar el pensamiento contrarrevolucionario y la monarquía tradicional, confrontando, de manera directa, la monarquía con la democracia. Anson se proclama tan monárquico como “radicalmente antidemócrata”: “Yo quiero afirmar que si se entiende por democracia el gobierno del pueblo por el propio pueblo, la lucha de partidos, el ateísmo en el Estado y el sufragio universal, soy radicalmente antidemócrata, de modo que abomina “del mortífero sistema de partidos”, que “surge inevitablemente de la República democrática”.
Las solapas de sus libros, con énfasis barroco, sitúan al precoz reaccionario como “príncipe de los jóvenes periodistas españoles”, como “el mejor ensayista político de la nueva generación”, como “un escritor profundamente católico que, en plena juventud, ha alcanzado ya una madurez llena de conocimientos, de un gran sentido común y de una serena y equilibrada ponderación”. El representante de la juventud sana (término tan ansoniano): “escritor que representa al sector más sano e importante de las nuevas generaciones españolas”. En Maurras, razón y fe se hace referencia a una crítica en una revista francesa en la que se comparaba con “los más ilustres contrarrevolucionarias franceses”. No es para tanto. No estamos ante un pensador original, sino ante un recopilador del reaccionarismo. No es un Joseph de Maistre o un De Bonald, sino un estricto meritorio. Nada que objetar. Anson es demasiado joven y, si se quiere, demasiado monárquico y no sé si demasiado católico, aunque eso no se es nunca, aunque muestra ya una tendencia a las picardías. Desde luego es demasiado dogmático, hasta llegar a considerar ‘heterodoxo’ a Jacques Maritain.
Admira sin fisuras a Charles Maurras, cuyo colaboracionismo con Petain justifica, y se siente fascinado por las tendencias violentas de los camelots du roi, el grupo juvenil monárquico de Acción Francesa. Va de suyo que se mueve en la estela de Acción Española y que sus referencias sean Donoso Cortés, Ramiro de Maeztu, José María Pemán, Víctor Pradera, el conde de Rodezno…. Y considere su maestro a Eugenio Vegas Latapié, a quien dedica La hora de la monarquía. Por supuesto, muestra especial respeto y predilección por Gonzalo Fernández de la Mora, al que cita con frecuencia y siempre con elogio: “uno de los escritores más sólidos y brillantes con que cuenta el actual pensamiento tradicional español” o “solidez en la erudición increíble”.
El juicio me parece certero y justo. Sin duda, Gonzalo Fernández de la Mora es uno de los pensadores más interesantes, con mayor bagaje intelectual y más riguroso de la segunda mitad del siglo veinte español. Lo que es no es justo, ni elegante es el alanceamiento posmortem perpetrado por Anson contra su antigua referencia y su mentor.
El 19 de marzo de 2010, en un artículo en El Cultural de El Mundo, Luis Maria Anson se descolgó con la afirmación extemporánea de que el Premio Mariano de Cavia ganado por Gonzalo Fernández de la Mora, en 1959, había causado “cierto escándalo en los medios literarios”, y le caracterizaba como “hombre de ambición incontenida”, que “cerdeó durante un par de años, y traicionó finalmente a Don Juan”.
La revista de pensamiento Razón Española, fundada por Gonzalo Fernández de la Mora en 1983 y continuadora de su legado, respondió en su número 162, julio-agosto 2010, haciendo públicas algunas de las cartas del zascandil Anson al autor de El crepúsculo de las ideologías. “Quiero en primer lugar felicitarte por tu merecidísimo Mariano de Cavia”, le dice Anson el 15 de marzo de 1960. “Mi felicitación es doblemente sincera puesto que me conviene mucho que pases de candidato a posible jurado, ya que esto me favorecerá si es que me presento en sucesivas convocatorias de los premios Cavia de ABC”.
En años anteriores, Anson había llevado a la sumisión su aprecio personal y político por Fernández de la Mora: “Estoy encantado de saber que cuando te elegí como jefe y maestro no me equivocaba. Ni intelectual ni políticamente me has defraudado nunca” (septiembre de 1957). “Me parece magnífica la idea de estar más en contacto contigo pues ya sabes que políticamente me considero a tus órdenes y eres la única persona que ha oído decir esto de mí, aparte del Rey” (octubre de 1958). Estoy lejos de execrar el pensamiento reaccionario. Entraña reflexiones interesantes sobre los límites del poder, críticas a tener en cuenta respecto a la democracia y al racionalismo, interesantes reivindicaciones del derecho natural y la moral objetiva. Más, al joven Anson le suceden dos cosas que le hacen pasar de continuo de lo sublime a lo ridículo: exagera y pone el catolicismo al servicio de la monarquía. En algunas reflexiones llega a ser chusco, guiado por sus obsesiones, como cuando asevera sin rubor que “para algunos el totalitarismo es lo contrario al liberalismo. Y, sin embargo, tienen una misma e idéntica esencia”. Pero, bueno, una de sus citas más frecuentes es el libro El liberalismo es pecado, de Sardá.
Así llega a auténticos exabruptos de diletante como el que señala que “dentro de ese concepto de liberalismo (negación del orden divino) tan liberal es el Dictador ruso como la Asamblea francesa. El error está en el poder humano sin límites, en no aceptar, en negar la ley cristiana, revelada como fundamento de la sociedad”. No es cuestión de polemizar, baste señalar que el liberalismo es doctrina que se basa precisamente en límites y contrapoderes. Anson es furibundamente antiliberal porque es radicalmente antidemócrata. Para el apasionado reaccionario, “el sufragio, los partidos sin límite, el parlamentarismo absoluto, eso ya no quedan hombres inteligentes que lo defiendan”, porque “los delirios liberales conducen primero a la mediocridad, luego a la corrupción, finalmente a la anarquía y al caos”.
De hecho, la doctrina liberal “no es nada que se pueda tomar en serio. Es, cuando mucho, el oportunismo político, la incapacidad y la incompetencia y, eso sí, indefectiblemente, la pedantería y la suficiencia”. De ahí que “el monárquico liberal es un completo absurdo, aunque eso sí, un absurdo bastante frecuente. A la larga tal vez sea más dañino para el país y para la propia Institución que el mismo republicano”. ¡Que ya es decir! “La democracia inorgánica, el sufragio universal, los partidos políticos y el parlamentarismo, este es el atractivo y nefasto ropaje exterior que emboba a los ingenuos, a los débiles mentales o a los que no han estudiado suficientemente”. Es probable que en la obsesión antiliberal el joven Anson sólo haya sido superado por el joven Sabino Arana, para quien debía buscarse a los liberales en los lupanares. Escribe el reaccionario Anson: “Porque si el liberalismo católico, en sí mismo, no es tan condenable como el socialismo, resulta, sin embargo, mil veces más peligroso. Los enemigos son siempre preferibles a los traidores”.
Incluso, en su patológica paranoia o en su falta de conocimientos, pero con petulante arrogancia llega a tildar al liberalismo de “padre del socialismo”. La aversión juvenil ansoniana se extiende a cualquier referencia a la libertad. “En cuanto a la libertad de enseñanza, nada existe más peligroso para el Catolicismo que este principio, hijo bastardo de la Revolución laica”. Por ello, “donde no quede más remedio, es evidente que habrá que aceptar la libertad de enseñanza, pero éste no es el ideal de la Iglesia”. Porque lo ortodoxo es que “el error no tiene ningún derecho” y “sólo puede haber libertad para la Verdad”. Se trata de una negación directa de la libertad de expresión, que desarrolla aún más en el capítulo La prensa y la opinión pública de su libro La hora de la monarquía, en donde establece que la libertad de prensa “ha de tener forzosamente unos límites”, de modo que “quienes han propugnado una libertad absoluta de Prensa, han fracasado” (en sus pecados de senectud se opondría al cierre del diario proetarra Egin).
Tampoco admite que se haga el más mínimo elogio a un autor no católico, por sus virtudes literarias, ni mucho menos a un liberal. El que lee en un periódico católico que tal o cual poeta es admirable aunque liberal, va y coge y compra a aquel poeta aunque liberal y lo traga y lo devora aunque liberal. ¿Por qué hemos de hacer a la Revolución el servicio de pregonar sus glorias infaustas? Esta posición es inadmisible, ni a título de imparcialidad cuando se ofende a la verdad”. Es notorio que el senecto Anson ha abjurado de todas sus ideas juveniles. Incluso el concepto de abjuración se queda corto y resulta difícil encontrar un término que refleje este disparatado movimiento pendular. De lo que no ha abjurado ha sido de su fe monárquica, aunque sí, por completo, de su justificación. Escribe el joven Anson que “la Monarquía liberal es la táctica que emplean los republicanos para llegar más fácilmente a la República”.
El monárquico Anson propugna “la Monarquía pura, a la que hoy se llama representativa para diferenciarla de sus varias adulteraciones históricas: la Monarquía absoluta, la Monarquía liberal, la Monarquía electiva”. Quiere avisar con su trompetín reaccionario del peligro de lo que, andando el tiempo, propugnaría, al comienzo de la transición como “la monarquía de todos”. “En España –escribió en su juventud- la alianza de la Monarquía con el liberalismo o el izquierdismo significaría, en un plazo más o menos corto, indefectiblemente, la anulación y eliminación de la Monarquía. Por eso sobra la miopía política de algunos monárquicos que propugnan la colaboración con los grupos liberales o izquierdistas”. Según el joven Anson, “el derecho de sucesión no se funda solamente en que el heredero se ha educado desde la niñez en su profesión, convirtiéndose así en un ‘profesional’. Ni se basa tampoco en la permanencia de la Jefatura suprema del Estado. La justificación más profunda de la función monárquica consiste en que, en virtud de la herencia, el Monarca no ha de agradecer su puesto a éste o al otro grupo, sino sólo a la voluntad del Todopoderoso”. Puede ser, pero, desde luego, a través de Franco.
Andando los años, las cuestiones menores se irían exagerando en nuestro monárquico oficial por excelencia, como esa de la educación para ser un ‘profesional’, que, analizado con detenimiento, resulta execrable y representa una directa inhabilitación de la monarquía: no se debe formar para ser un profesional de la política y que eso sea constitutivo de una familia es censurable. El precoz reaccionario es, desde luego, un monárquico de tomo y lomo que se considera capacitado para demostrar la superioridad de la monarquía, “régimen perfectísimo”, al que todos deben rendir culto. “¡La doctrina monárquica, esa maravillosa desconocida! Es como un diamante oculto en la hora que vivimos a la mayor parte del mundo. Pero el día que los republicanos descubran esta doctrina mágica no podrán resistir al placer de quedar encadenados por los duros eslabones de sus razones luminosas y precisas”.
Estos delirios esotéricos adquieren cierta ambientación de la monarquía como doctrina revelada que sólo no es aceptada por ignorancia o perversión, aunque, por recordar lo obvio, Juan Carlos no le debe –al menos, directamente- el trono al Todopoderoso sino a Franco. Anson, para quien Donoso Cortés ya demostró que la dictadura era buena en ciertas circunstancias, considera que las naciones sin rey son un aborto de la historia, que padecen “una desgracia inevitable, producto del destino histórico.
Si algún día se hacen Monarquías coronando a algún caudillo, las generaciones siguientes podrán disfrutar de estar gobernadas por el mejor de los sistemas políticos”, porque “si el fin del Estado es el Bien Común, el sistema político más aceptable será aquel capaz de conseguir ese Bien Común de manera más perfecta. De aquí nace una adhesión espontánea a la Monarquía representativa y una repulsa completa de la República en cualquiera de sus formas, sobre todo en la más pura, la liberal y parlamentaria, del sufragio universal y del partidismo sin medida”, puesto que “pocos principios revolucionarios existen en la actualidad tan desprestigiados, teórica y prácticamente, como el del sufragio universal”. Nada peor: “el sufragio inorgánico es un pésimo, un lamentable sistema representativo”.
Resumiendo: “Es, sencillamente, el caos completo”. La Monarquía que Anson define como representativa o tradicional ha de ser católica. “La Monarquía en España o es católica o no puede existir porque la llamada Monarquía liberal es el puente tendido hacia la República, es el pacto entre la Institución y la Revolución”. Ante un monarca que firma leyes del aborto, lo del catolicismo ha ido siendo dejado en almoneda por los monárquicos, incluido, a la cabeza, nuestro monárquico oficial, quien, en su juventud, se ponía tremendista: “O restauramos íntegramente la Monarquía de Su Majestad Católica, o empujamos a la nación hacia la República, hacia la Revolución y hacia el abismo”. ¿Cabría tildar a Juan Carlos de Su Majestad Católica o sería un completo despropósito?
Esa monarquía católica que propugna el joven reaccionario Anson se parece bastante a la absoluta, e incluso a la medieval. El monarca concentra todos los poderes, el ejecutivo, el legislativo y el judicial, aunque está limitado por los preceptos de la moral católica, asesorado por el Consejo del Reino, culmen de “jerarquías organizadas” –pues “una nación sin jerarquía es tan absurda como una casa sin escaleras” (sic)- y por unas Cortes, cauce de representación corporativa, mediante sufragio orgánico. Esa monarquía es incluso previa al Antiguo Régimen e incluso al diluvio universal, aunque no en pocos aspectos, analógicamente, semeja al juancarlismo.
Por de pronto, en las “jerarquías organizadas” partitocráticas. Como en el pasado, pueden surgir camarillas, facciones; digamos, partidos. El precoz reaccionario acude presto a atajar el peligro. “En los países gobernados por un Estado católico, no se puede consentir la existencia de ningún partido que propague principios religiosos, sociales o políticos distintos a los de la doctrina católica”. Hete aquí que lo de la alianza del trono y el altar es una broma ante la que se avecina: “En una Monarquía católica es inadmisible la existencia de cualquier partido que, directa o indirectamente, ataque o menoscabe los siguientes principios fundamentales: La Religión Católica, la unidad nacional, la Monarquía representativa, la legitimidad dinástica, la representación orgánica, los derechos y deberes de la persona y el resto de los principios contenidos en las leyes fundamentales de la nación”.
Fuera de eso, ¡todo es discutible! A la postre, en efecto, todo es discutible, en todo se puede ceder y se ha cedido –puedo ceder y cedo, paráfrasis suarista, ajustada a lo sucedido- menos en la monarquía, en el puesto de trabajo del Borbón y en el buen pasar de su familia. Anson llega a decir que una de las virtudes de la monarquía es que, al ser vitalicia y hereditaria, no está tan interesada en alimentar sin medida a las redes clientelares. El argumento es falso de toda falsedad en la teoría y en la práctica: la monarquía tenderá, por ser vitalicia y hereditaria, a generar la red clientelar lo más amplia posible. La monarquía siempre ha sido cuestión de castas. Lo dicho: Juan Carlos es el jefe de la casta parasitaria y el principal culpable de los males patrios.
*Del libro “La monarquía inútil” (editorial Rambla).
Para su adquisición:
CASA DEL LIBRO: http://www.casadellibro.com/libro-la-monarquia-inutil/9788493703516/1824053
Con todos mis repetos, creo que hay que distinguir dos cosas: 1º), la cualificación literaria y periodística del sr. Luis Mª Ansón (ahora Anson, sin acento), que es de sobra conocida y reconocida; y 2º) la ideología personal babosamente pro-Monarquica del sr. Anson, con la que se puede estar particularmente más o menos de acuerdo -yo, para nada. Estoy a años-luz de sus planteamientos-, aunque hay que reconocerle que “a ellos”, a los monárquicos, Don Luis Mª ha prestado un gran servicio politico…para mi modesto entender para nada, porque lo Monarquia que ellos plantean probablemente nunca va a darse en… Leer más »
Hay perros que nunca se mueren, parecen inmortales, suelen tener cara de sapo y escupen maldad por todos los poros de su asqueroso y viscoso cuerpo.
Este pavo, carrillo y jordi pujol pertenecen a esta estirpe.,
Lo contaminan todo, todo ,todo, y además son longevos.
¿Será cosa del diablo?
Pues va a ser que sí.
De Gansón sólo pueden esperarse gansonadas,
No hay ejemplo más latente y ortodoxo de monarquismo bobalicón, baboso y lameculos que el bravucón de Ansón… quiten la n y pongan una m delante.
Ya lo hemos comentado muchas veces, hasta ahora ( porque parece que por fin el pueblo español esta abriendo los ojos ) el juego de los borbones y su extorsion a España era esta: “La Monarquia es corrupta y anacronica pero representa cierta estabilidad, asi que o nos apoyan o la alternativa es la republica marxista caotica”, atemorizado el pueblo español preferia a Juan Carlos como “le mal menor”; PERO PARECE QUE EL JUEGO YA ACABO.
La Monarquía, según dicen, dio estabilidad a España en las últimas décadas, pero creo que los medios y políticos han magnificado su papel. Fue clave en la Transición para los que les gustara esa transición, el rollo repetitivo de que el rey nos salvó del intento de golpe de estado de Tejero tonto es ya el que se lo crea pues de todos es sabido que Tejero fue solo un peón y también es sabido el verdadero papel del monarca lejos del de salvador de golpistas. Luego llegó Felipe (Gonzalez) y a cambio de que el rey no se metiera… Leer más »
EL SR. ANSON RESULTA UN TANTO DAANO AL PASTELEO Y LA ALABANZA
ADULONA, PERO ES BUEN ESCRITOR Y PERSONA CULTA.
¿CONQUE D. JUAN DE BORBON TENIA ESTRECHECES ECONOMICAS…?
Y YO TENGO 6 OREJAS… ¿NO TE J….DE?
El Sr. De Diego demuestra con su artículo que el tal Juan III jamás pensó en encarnar una monarquía parlamentaria y me explico: El pobre Ansón, cuya lengua debió de alfombrar El Pardo al tiempo que Villa Giralda, blasona de lealtad a la Corona, tanto, que es capaz de exponerse al público escarnio esgrimiendo argumentos peregrinos como el exceso de trabajo, para justificar la poca diligencia de una Infanta en el conocimiento de las actividades de su marido. Con esa ejecutoria, ¿hubiera osado Ansón defender una monarquía con fundamento ideológico diferente de aquella a que juró lealtad “El Ginebrino” cuando… Leer más »
La chochez de este individuo es ya sonrojante ademas ha adquierido con su senectud un incremento libidinoso de viejo verde voyeur que es bien patente en las reseñas sobre jovenes actrices en las que se aprecia como babea en cursis florituras verbales enalteciendo a las ninfas .
Ansón es un lameculos del poder, un baboso, un mentiroso, un mierda, etc…
Dicen algunos monárquicos por interés,que hay una conspiración antimonárquica.
No es una conspiración antimonárquica,es que ahora el pueblo empieza a conocer lo que se ocultaba.
Los ciudadanos reclaman cada vez más sus derechos,a elegir la forma legal de un Gobierno,y cuestionan una monarquía anacrónica,contraria a la razón y por ende corrupta.
El pueblo se está dando cuenta,que este sistema es un nefasto y corrupto simulacro de democracia,creado para el servicio de la casta,y la monarquía es parte indosuluble de esa infame casta.
Los ciudadanos no conspiran,los ciudadanos se rebelan,es hora de decir un basta ya.
El Sr.Ansón se perdió en la autopista de la política,solo mira al norte,la Monarquía.
La ideología del Sr.Ansón oscila entre una fidelidad histórica o una Monarquía y podemos decir también en un liberalismo conservador,un sistema político de la época de Cervantes.
Desde luego, pastelero como él solo, si que es…
Yo creo en LA MONARQUÍA. No en ésta monarquía. Por otro lado el señor Ansón, como tantos otros, perdió la chaveta hace décadas…
Ya hace tiempo que nos habíamos dado perfecta cuenta de que unos de los paradigmas del chaqueteo es el tal Ansón, el artículo dice lo que la mayoría conocemos pero no sabemos explicarlo tan bien.