¿A qué esperan para recuperar España?
Que España es diferente es de todos sabido. Que esa diferencia actualmente se basa en la anormalidad, tampoco constituye una sorpresa.
¿Por qué anormal? Porque no es ni puede ser normal un país donde los terroristas son elegibles sin haber renunciado a las armas. Porque no es ni puede ser normal un país donde un parte de su población respalda voluntaria y conscientemente a quienes habrán de aprovechar su poder para conculcar los derechos y libertades más elementales de quienes no piensan como ellos. Y porque no es ni puede ser normal que a esta apoplejía se la califique como normalidad democrática.
Ha sido el PSOE, con la sobrevenida colaboración del PP, quien ha hecho posible que estos alardes de parálisis moral se erigieran en la principal baza del nacionalismo para ponerles contra las cuerdas. La cosa no tiene mucha vuelta de hoja: si en una contienda, sea cual fuere su naturaleza, uno de los contendientes se dedica atacar, mientras que su adversario, no presenta batalla, ni siquiera se defiende y encima pone al servicio de aquel, las únicas armas de las que dispone, ¿quién puede ganar?
El PSOE y PP lo tenían todo a su favor para haber, sino eliminado, sí reducido a la mínima expresión la presencia nacionalista en las instituciones. Que decir ya de una banda terrorista que se encontraba en estado de KO. Pero entonces llegó Zapatero. Y con Zapatero la renuncia a continuar la lucha conjunta. Y con la renuncia, la traición. López, más servil a su “señor” y menos escrupuloso en lo moral que su antecesor, asumió como propias algunas de las tesis nacionalistas.
Lo peor es que años después del aggiornamiento del PSOE, no tardarían en oficiarse nuevos sacrificios en honor de los Dioses nacionalistas. Esta vez desde el PP. Con Rajoy al frente, la decapitada sería María San Gil, decapitando con ella también sus principios. Sus valores. Los de sus votantes. Y además las últimas esperanzas de hacer justicia a las víctimas. El PSOE ha tenido el premio electoral que merecía su traición. La mejor noticia para España sería verle borrado del mapa político. Pero no caerá esa breva. Si como afirma el refranero, es cierto aquello de que bicho malo nunca muere, éste tampoco morirá.
En cuanto al PP, en los últimos tiempos optó por renunciar a la batalla de las ideas, claudicando antes quienes nunca han terminado de claudicar: los etarras. Como premio, en apenas seis años, el PP ha perdido la mitad de su electorado y ha desahuciado a lo mejor de sus dirigentes, a los que hoy tilda de extremistas. Ahora, la dirección nacional de Génova subraya su respaldo incondicional a Basagoiti. Loable gesto que lo sería más aún, si se dedicaran a realizar la necesaria autocrítica que el escrutinio demanda, imprimiendo un giro de 180º a su vergonzante política de Interior.Al nacionalismo solo se le puede vencer con sus mismas armas.
Los independentistas no serían lo que son, ni los que son, si no disfrutaran desde hace décadas de buffet libre en materia educativa. Una factoría especializada en lavados de cerebro en cantidades industriales. Si quienes gobiernan España de verdad desean evitar su despedazamiento, deben ponerse manos a la obra y españolizar España. Por lo pronto, que comiencen por restituir al Estado sus legítimas competencias en materia educativa. Será el primer paso. Cierto es que para eso hacen falta arrestos. Y unas ligeras dosis de patriotismo. ¿Es mucho pedir? Me temo que sí. Pero entonces ¿Para qué les pagamos?
Los que han causado, en buena medida, el problema, no van a ser quienes lo resuevan. Eso es evidente.
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Como bien dice Óscar, qué pena ver ganar a los que tanto han hecho perder. Y es que hay que vivir aquello para entenderlo, yo no he vivido allí, pero en verdad las pocas veces que he ido he encontrado una sociedad contrariada, sin rumbo claro…pero en la distancia, mi aliento para tanto desconcierto estaba en un partido que antes en la oposición daba que pensar, movía intenciones, parecía tener las ideas claras, y se mostraba firme…ahora de ese partido, ya en la Moncloa, no encuentro por ninguna parte ni su firmeza, ni su capacidad de crítica, y encima veo… Leer más »