Guillermo Rocafort.- Hace tiempo que deseaba escribir un artículo sobre este particular ya que en las últimas semanas están proliferando por Internet unas cadenas de emails masivos en las que soy citado como un experto en SICAV, autor de una tesis doctoral y un libro sobre este asunto y en donde, a mi juicio, de forma torticera, en dichos emails se aprovecha para criticar a la Iglesia Católica por tener varias sociedades SICAV.

Efectivamente, el tema de las Sociedades SICAV es un asunto muy controvertido y por ello dediqué varios años de mi vida para preparar y defender mi tesis sobre el particular, tesis que mereció la máxima nota académica por un Tribunal universitario conformado por Catedráticos de primera categoría y en donde tuve la gran suerte que, gracias a la Editorial Rambla del valiente periodista Don Enrique de Diego, se editara un libro divulgativo que contenía la parte más accesible para el gran público de dicha tesis.

A raíz primero de la tesis doctoral y después de mi libro que lleva por título “Sicav: Paraíso Fiscal” he tenido varias intervenciones en prensa escrita, radio y televisión, tanto fuera como dentro de España y en ninguna de ellas, ni tanto en la tesis ni el libro ni en mis intervenciones en público aparece una sola crítica hacia la Iglesia Católica, a la que me honro en pertenecer.

Sí es cierto que en una especie de “totum revolutum”, han proliferado desde entonces una especia de “seudo” expertos, gañanes de la agitación virtual, que han añadido dentro de la lista por muchos conocida de exclusivos socios de las SICAV a entidades de la Iglesia que si se destacan en realidad por algo es precisamente por la defensa y protección de los más débiles, como son La Orden de la Inmaculada Concepción, Las Hijas de la Caridad o los Hermanos de San Juan de Dios, y en esos sesudos análisis, que son un plagio de algunas de mis conclusiones, han aprovechado para, citándome a mí como fuente, junto con otras, meter en el centro de la cuestión a dichas entidades caritativas al más puro estilo irresponsable del anticlericalismo radical que ha sido promocionado desde arriba en los últimos años.

Ciertamente, como experto en la materia y como católico militante, no puedo quedarme de brazos cruzados y me veo obligado, con total satisfacción igualmente, a expresar mi opinión sobre el asunto del título de este artículo, para desde una forma principalmente académica, demostrar que si hay una entidad que tiene pleno derecho a disfrutar de las ventajas asociadas a este tipo de Sociedades, que se resumen a básicamente no pagar impuestos, son aquellas que están vinculadas a la Iglesia Católica y en especial las de carácter caritativo.

Así, evitaremos por otro lado, que algunos “meapilas” que han disfrutado a título individual de estos beneficios no sienta el consuelo de verse en el mismo plano que la Iglesia y así poder descansar su conciencia de forma tranquila sobre el privilegio fiscal que disfrutan.

Las Sociedades SICAV vienen definidas por la Ley como Sociedades de carácter colectivo, es decir, deberían representar una colectividad de personas, en concreto un mínimo de cien accionistas, si bien, y ahí está la trampa, realmente existe uno solo o una familia y el resto son los “mariachis”, esto es, empleados de la banca en su mayor parte, que ejercen el papelón de testaferros, simplemente para cumplir un requisito formal, y sin saberlo en muchos de los caso, y todo ello con la complicidad de la CNMV, AEAT y Tribunales de Justicia.

Yo he señalado nombres y apellidos, pero en realidad los beneficiados de las SICAV son en su conjunto las castas parasitarias, las élites que nos gobiernan, los oligarcas del presente, la nueva nobleza; políticos, futbolistas, cineastas, banqueros, creadores de la telebasura, estrellas de los medios de comunicación, etc…, y si en algo se distinguen es, justo con su mediocridad, por su egoísmo e insolidaridad fiscal hacia sus semejantes y en que ocupan el “top” de una Sociedad que está ahora mismo en fase de descarrilamiento moral, político y económico.

Pero en la Iglesia Católica los supuestos de hecho son radicalmente distintos a los anteriores; son incomparables y su puesta en un mismo plano acreditan un desconocimiento del asunto que sería irrelevante si no fuera porque hacen un daño intencionado que conviene que evidenciemos y desenmascaremos.

Y es que no se puede meter en el mismo saco a los “jetas” que se están enriqueciendo sin pagar impuestos con los que dan de comer a los más abandonados de la Sociedad. La clave por lo tanto no está en las SICAV en sí sino en la “calidad” de los socios que la componen.

La Iglesia y sus instituciones están legitimadas a constituir cuantas sociedades SICAV deseen. Y a esta conclusión se puede llevar desde una múltiple perspectiva:

– Legitimidad legal: Las SICAV deben tener detrás de ella una colectividad real y no nominal o fiscal, y las Instituciones caritativas precitadas la tienen, no sólo en el importantes número de monjas y de hermanos que la constituyen, sino lo que es más importante, por el enorme colectivo, cada vez mayor, al que atienden con una entrega ejemplar; pobres, enfermos, ancianos, extranjeros,… que serían en última instancia lo que se denomina los últimos beneficiarios de dichas instituciones. Desde este punto de vista no cabe una sola réplica o crítica, a diferencia del restante más del 99% de las SICAV donde en el fondo existe una sola persona física o familia que disfruta de un régimen fiscal que sólo sirve para incrementar exponencialmente su patrimonio y del que no se beneficia para nada la Sociedad en su conjunto.

– Legitimidad constitucional: la Constitución Española de 1978 establece que todos deberán contribuir al sostenimiento de las cargas públicas en función de su capacidad económica. ¿Hay quien pueda dudar de la labor en pro de la Sociedad que lleva a cabo la Iglesia Católica? ¿Acaso no sostienen con sus recursos a los colectivos más desfavorecidos y más en estos tiempos ante la retirada de un Estado que se ahoga en su corrupción moral, política y económica? La entrega de la Iglesia a la Sociedad es total y desinteresada, y más aún en los agónicos tiempos.

– Legitimidad económica: La Iglesia y sus instituciones tienen derecho a invertir su patrimonio en aquellas instituciones que le permitan una mayor rentabilidad económico-fiscal de sus ahorros. Es además, su obligación, una correcta diversificación y protección de los mismos que le permita financiar sus actividades caritativas con el menor riesgo posible.

– Legitimidad histórica: la exención de impuestos que tiene la Iglesia Católica en España es el resultado de un proceso histórico en el que fueron despojados de sus propiedades y riquezas (por ejemplo, con la desamortización de Mendizábal) y en donde se llegó finalmente al acuerdo Iglesia – Estado de que la manera de indemnizar a la primera es, junto con el apoyo financiero que ha tenido hasta recientes años, el disfrutar de una exención fiscal. Simplemente porque no está bien gravar con impuestos a quien se dedica a atender física y espiritualmente a los hombres. ¿Ha pensado alguna vez la izquierda cainita de este país en indemnizar a la Iglesia por los expolios y asesinatos que ha cometido contra ella?

– Legitimidad moral: el dinero ahorrado debe rentar porque de lo contrario el paso del tiempo aminora su valor y por lo tanto se devalúa. No es rico todo aquel que acumula patrimonio sino el que no hace de él un uso social en pro de sus semejantes. La Iglesia, como institución humana que también es, ha tenido sus crisis y escándalos, pero ha sobrevivido dos milenios y es porque ha sabido seguir la doctrina de su Fundador, materializada en la Fe, Esperanza y Caridad, virtudes teologales tan necesarias en los tiempos oscuros que corren.

Dicho lo cual reto a esos autodenominados conocedores de este asunto a que desacrediten esta ampliación de mi tesis sobre el caso particular de la Iglesia Católica aplicada a las SICAV.

¿Quieren verdadero debate más allá de sus soflamas virtuales? Yo me ofrezco, pues antes de acusar con infamias a aquellos que entregan sus vidas a los demás, me tienen a mí.