Chesterton, un bastión en defensa de la comunidad
A comienzos de septiembre estuve releyendo aquél libro de G.K. Chesterton que tantas conversiones ha generado a lo largo de los años que sucedieron su publicación, como por ejemplo el ahora biógrafo Joseph Pearce. Releyendo el pensamiento chestertoniano en Ortodoxia, obra que junto con El Hombre Eterno podríamos considerar cvomo páginas que nos plasman el pensamiento de aquél gigante a quien hacían gordo los micrófonos.
Una de las ideas angulares en el pensamiento chestertoniano que caracteriza al autor, converso al catolicismo, es el rotundo rechazo que siempre hizo al individualismo propio de la herejía liberal hija de la Revolución francesa y sus tan aclamados ilustrados.
Individualismo que más tarde se enmascararía en una concepción pseudo católica como el personalismo que no pertenece más que a ese catolicismo liberal, harta contradictio in terminis, que muchos pensadores neoconservadores han venido difundiendo.
Pero no es mi objetivo centrarme aquí en ese “catolicismo modernista” sino en la visión que Gilbert Keith Chesterton aporta al respecto del individualismo y la comunidad. Coincidiría en esto con Hilaire Belloc y, viniendo a tiempos más recientes, encontramos estas ideas en autores como Federico Wilhelsem o el castizo Vázquez de Mella.
Es decir, a la postre constituye uno de los pilares de la concepción católica y tradicionalista de la sociedad, que en España se ha mantenido frente a socialistas y conservadores. Recordemos que el “conservadurismo” chestertoniano es un conservadurismo netamente sui generis, que en puridad lo reconocemos como tradición; completamente apartado del liberalismo decimonónico español disfrazado propio de Cánovas y Sagasta, que en los grupos hodiernos se encuentra dependiente de la izquierda.
Chesterton se centró en el hombre sencillo, podríamos decir que lego, el hombre corriente; no quiso atajar la doblez de aquellos enchaquetados de salón salvo para rebatirlos y hacer irrisorias sus conversaciones sobre la civilización y el progreso. Bien sabía el robusto inglés que ese progreso y llamada civilización conducía al hombre al olvido y atentado contra sus antepasados, su tradición, su familia y ulterior suicidio que acarrea el individualismo liberal.
Por eso quiso mantenerse al margen de los adoradores del progreso y dejar en evidencia el crimen que acometía tal avance… (¿hacia adelante?) considerando al hombre como objeto en abstracto apartado de la comunidad, de su tradición, su creencia y su familia; hombre como mero objeto.
Carne de psiquiátrico, ahí deja este conservador sui generis al hombre fruto del individualismo, al hombre arrancado de sus generaciones anteriores, presentes y futuras; de su tradición y de su familia y que únicamente “cree en sí mismo”. “A ese hombre – dice Chesterton- lo encontraremos en Hanwell”, un manicomio inglés.
Las hodiernas políticas sociales que se padecen desde el siglo XX teniendo como raíz la Revolución francesa y su lluvia de ilustrados (a quienes en gigante inglés identificaría con residentes de Hanwell o cualquier manicomio) se centran y tienen como idea el individualismo del hombre; el hombre que acaba, a la postre, ya desposeído de su tradición, familia y fe en el diván de algún brujo psicoanalista (así los llamaba el P. Leonardo Castellani, a quien supongo conocerán).
La doctrina social de la Iglesia siempre ha hablado y se ha centrado en la comunidad, el hombre como miembro de la comunidad y por ende heredero de la tradición y las generaciones anteriores, nunca el hombre en abstracto que lleva como consecuencia las contra-natura políticas hodiernas, de las que son baluarte las instituciones supranacionales. Francisco Suárez, en su Tractatus De Legibus considera el bien común completo, ¿a caso en bien individual completo? Un bien común que no se somete a referéndum como el individual siendo aquel fruto de la naturaleza, intrínsicamente iusnaturalista mientras este es el atentado continuo contra la naturaleza del hombre con su correspondiente dosis de iuspositivismo.
Mella y Wilhelmsem continúan la batalla, Vegas Latapie sería injustamente destituido de Acción Española y hoy pocas luces brillan fuera del liberalismo individualizante y el iusnaturalismo no solamente es marginado de la Justicia sino que es perseguido ante la imposición positivista.
¿Comunidad política o individuo político?
Así se ha alcanzado también al que conocemos como animal político, aniquilación de la otrora Monarquía católica e imposición del liberalismo como único régimen resultando un abanico de políticas despóticas basadas en la ambigua idea “libertad”.
La tradición significa otorgarle el voto a la más oscura de todas las clases: la de nuestros antepasados. Constituye la democracia de los muertos. La tradición se niega a someterse a la pequeña y arrogante oligarquía de quienes casualmente se pasean por ahí en la actualidad. Todos los demócratas objetan que las personas sean descalificadas por el accidente de su nacimiento; la tradición objeta que sean descalificadas por el accidente de su muerte. La democracia nos sugiere no menospreciar la opinión de una buena persona, aunque sea nuestro criado; la tradición nos pide no despreciar la opinión de una buena… Leer más »