La triple faz de Santiago Carrillo
Lorenzo Jiménez Guerrero.- Han resultado vergonzosas las muestras de pasteleo post-fúnebre que hemos vivido en las horas posteriores a la muerte de este personaje.
Lo que de paso ha servido para que se retrate, otra vez, mucha patulea infecta que conforma la práctica totalidad de la clase política. Comandada toda ella por el monarca que ha dicho que la figura del personaje finado fue fundamental en la transición. No cabe duda: sin el concurso entusiasta del monarca, este no estaría hoy en el trono de una nación en descomposición, cuya miseria y tal descomposición se arrastra y hunde sus raíces desde la funesta y poco ejemplar transición, que dio lugar a un régimen que se podría calificar de “monarquía confederal plurinacional” y que es la causa profunda y directa de la inmensa crisis letal que hoy deja ver sus terrores y efectos mortíferos sobre toda la nación española.
A Santiago Carrillo se le ha despedido casi con honores de “héroe” nacional… bueno, estatal, que eso de nacional puede dar paso a ambigüedades, sobre todo de rememorar equívocamente las mil memorias históricas que maquillan la infamia y la falsedad de la historia.
Pero la trayectoria político-vital de Santiago Carrillo tiene tres caras sucesivas en el tiempo, a cual más miserable.
La primera cara, la de un jóven comunista que se derrite en el orgasmo de la revolución bolchevique y que desde entonces hará los tres votos al ingresar en la “orden”: obediencia, mentira y asesinato. Obediencia ciega al padre Stalin, mentira siempre al servicio de la revolución, asesinato como recurso en la estrategia.
Los hechos de Paracuellos del Jarama le retratan con infinita y fidedigna realidad descarnada, envuelto en la sangre de miles de inocentes. Y rebozado en la miseria que logra encubrir en la mitología aviesa que disipa su cobardía y oportunismo, una cobardía que le hace vegetar en su cómoda consejería de seguridad de Madrid, su poltrona bien pertrechada, mientras miles de comunistas camaradas suyos se juegan la vida en el frente y mueren por sus ideas equivocadas o no.
Pero él, no, él se dedica a tejer en la sombra de los despachos, lo que siempre se le dio a las mil maravillas.
La segunda cara es la de un comunista consagrado. Dueño y señor de su castillo-partido. Con las riendas bien sujetas del PCE, va tejiendo y destejiendo, maniobrando y medrando, bendiciendo y defenestrando.
Así, juega con el sacrificio de nobles comunistas, a los que deja caer, a los que traiciona, a los que deja engullir en las redes de la policía de Franco. El caso de Julian Grimau es paradigmatico. Es inaudito que no se hayan alzado voces veteranas de militantes honrados comunistas que denuncien los desmanes de este sujeto. Quizá esas voces ya no están en este mundo, pero alguien debería contar a los jóvenes comunistas que clase de individuo era Santiago Carrillo Solares.
La tercera cara es consecuencia directa de las dos precedentes, la mentira, el crimen, la traición.
Un ya maduro Secretario General del todopoderoso PCE, crecida su imagen con una clandestinidad más que dudosa, con constante contacto con los servicios de seguridad del régimen de Franco. Con amistades de influyentes empresarios ricachones y rojos pero –eso sí- vividores de las coyunturas económicas de la economía franquista, como Teodulfo Lagunero.
Un personaje infecto, como Santiago Carrillo, no podía menos que encontrarse en su salsa en la infecta charca de fecales residuos que conforma el escenario de la mitificada transición “democrática”.
No le fue derivado ningún esfuerzo en compadrear a las mil maravillas con los cachorros del franquismo, chicos ambiciosos, como él, despiadados, como él, traidores, como él. Chicos como Suarez, Rosón, Martín Villa… el flechazo fue de cupido esculpido para la ocasión. Y bajo el manto real de un Borbón, ¿quién si no podría comandar tal partida de bribones?… ¿no se llamaba así el barco aquél?, pues pusieron manos a la obra la partida de charlatanes de feria política en la labor de camelar al pueblo español con eso de la “transición a la democracia”… ¿de que democracia?… pues de la orgánica a la parlamentaria, nos decían los cachorros del franquismo, de la dictadura a la democracia fetén, nos decían los jefecillos de una oposición al franquismo claramente oportunista, comandada por el “patriarca” Santiago y “abre España” y copilotada por un jóven socialista sevillano que era el elegido de la socialdemocracia alemana (y por ende del Grupo Bilderberg, Trilateral y demás cenáculos del capital financiero internacional) para “dar cuerpo” a la joven democracia española.
Una democracia que estaría fundamentada en tres patas de un trípode “perfecto”: monarquía, socialismo y nacionalismos vasco y catalán. Una democracia que enajenaba al pueblo español de su soberanía. Una democracia que se vendía a la entonces C.E.E para que esta desplumara a la nación española de su potencia económica. Una democracia que negaba al pueblo español su libertad y fundaba la libertad de la partitocracia mafiosa que ha llevado a la nación a su práctica desaparición.
Y sí, como bien ha dicho el señor Borbón, Santiago Carrillo fue fundamental en todo ello.
Descanse en su faz, en su triple faz que le definió en vida.