“Mis experiencias con Bohórquez”: Una recopilación de las agresiones editoriales de Enrique Bohórquez a ciudadanos melillenses (10)
Por Julio Liarte Parres.- Los sufridores de Bohórquez llegamos a desarrollar una sensibilidad especial, a modo de sexto sentido. Miramos, indudablemente con simpatía inicial, pero que luego nunca cae defraudada, a cada una de las personas que han ido formando parte de la interminable lista de agraviados y vejados por el individuo, por llamarlo de alguna forma. Sabemos, porque no nos hace falta que nadie nos lo explique, que esa persona que está siendo desprestigiada en un momento determinado ha impedido, imposibilitado o dificultado algo que quería el editor o, simplemente, que se trata de alguien que ha decidido hacerle frente, siempre individualmente, en un intento condenado previamente a su frustración, pero no al fracaso…porque nunca podrá llamarse fracaso a levantarse a luchar contra la infamia.
Dentro de estas desgraciadas historias, destaca una, que le sucedió a un melillense honesto, decente y fundamentalmente bueno. Se trata de Ángel León Fernández. Ángel ocupaba el cargo de Subdirector del Centro Penitenciario de Melilla a mediados de los noventa del pasado siglo, siendo su jefe y, por tanto, el Director del citado centro público, Antonio De Diego. Este último señor era un destacado militante socialista, y en una de las campañas electorales de la época ocupó el cargo de director de la campaña de su partido en Melilla.
Teniendo en cuenta el grado de confrontación personal existente entre el editor y los candidatos socialistas, De Diego estaba “predestinado”, de antemano, a llegar, asimismo, al enfrentamiento directo con el editor.
Un día se produjo un altercado entre los internos en la prisión, y el Director acudió al interior poniéndose al frente de la tarea de abortar el motín, teniéndose que reducir a los cabecillas que oponían resistencia. Esto se hizo con diligencia y de acuerdo a lo previsto en las leyes y reglamentos, y luego lo puso inmediatamente en conocimiento del Juez de Vigilancia y del Centro Directivo.
Ambos órganos avalaron y dieron su conformidad a tales actuaciones. En uso de su derecho a acudir a los tribunales, la madre de uno de los cabecillas del incidente fue al juzgado de guardia a denunciar al Director, al estimar que se habían vulnerado los derechos de su hijo. También acudió al Melilla Hoy, que hizo suya la causa de esta mujer. El periódico del editor sacó en primera página la noticia con unos tintes vergonzosos y denigrantes. A la campaña se unieron un par de funcionarios en los que concurría la circunstancia de que no habían superado el período de prácticas en el Centro, y como venganza habían acudido al periódico a sumarse a la campaña de desprestigio. La suerte estaba echada.
El editor empezó a machacarlo editorialmente como nos tiene acostumbrados, y después ya de la campaña electoral, empezó a intentar hacer lo propio sobre la forma en que gestionaba el centro, que era excelente, de acuerdo con las diferentes fuentes que he consultado antes de escribir estas líneas, en un intento de llamar la atención sobre este señor de forma que sus jefes llegaran a cesarle, o, al menos, trasladarle de Melilla, porque, ya lo sabemos, aquí, en Melilla, no puede quedar nadie en pie y coleando que haya llegado a enfrentarse, de una manera u otra, al editor. Lo sé yo de motu propio, porque desgraciadamente lo he tenido que vivir en mis carnes, y no me hace falta que nadie me lo tenga que explicar.
En los primeros momentos de la agresión editorial aún estaba Céspedes, por lo que considerando sus tempestivas relaciones mutuas, no tenía el editor a quién quejarse. Pero, después, con lo que no contaba Bohórquez era que el que llegaría a ser el jefe directo del director de la prisión en Melilla, una vez que sus deseados, porque creía poder llegar a manipularlos, militantes populares tomaran la Delegación del Gobierno, sería un señor honesto y que no tenía intención de hacer una carrera política en Melilla y, por consiguiente, no estaba dispuesto a vender su alma al diablo. Se trataba de Enrique Beamud. Acudió y presionó Bohórquez a Beamud para que cesara a De Diego, pero no lo logró, y el Delegado le advirtió de inmediato, en unas fantásticas intervenciones públicas, que no iba a dejarse manipular. Desde luego, ejemplos como ese, me hacen, al menos a mí, seguir siendo optimista sobre el futuro de España, porque, a veces, aunque sólo sea por casualidad y descarte, hay personas que se merecen totalmente llegar a donde han llegado.
Tras su fracasado intento, Bohórquez siguió en sus trece, denunciando, mediante medias verdades, o incluso completas falsedades, al Director de la prisión. Y en estas salió a la palestra, sin que nadie, ni siquiera el propio Director, se lo llegase a pedir, su leal subordinado y subdirector Ángel León, que decidió mandar un artículo al periódico desmontando y demostrando las falsedades que le estaba imputando a su jefe directo. Acudió a llevar el escrito en mano, y el periódico se negó a publicarlo en los términos en que estaba escrito. Entonces, tuvo que acudir a El Telegrama de Melilla, para conseguir la publicación de tal artículo. A la defensa pública del Director se unieron también los sindicatos representados en el centro.
La ira del editor fue terrible. Empezó a vilipendiarles e insultarles a ambos de forma denigrante. El subdirector no se calló ni amilanó, sino que siguió replicando, y el proceso continuó durante varios episodios más.
Estos dañinos personajes, y me refiero al editor, en el fondo no son nada por sí mismos, como ninguno somos nada aunque podamos creernos lo contrario. Pero lo que les hace parecer ser más que nada es por la colaboración necesaria de muchas personas. Unas pocas directamente, que colaboran en la divulgación de la falsedad, la manipulación y la mentira; la mayoría indirectamente, a través de sus aportaciones para soportar e incluso financiar la infamia.
Meses más tarde, la denuncia presentada por la señora en el Juzgado decayó en la Audiencia, declarando correctas todas las actuaciones profesionales del Director. Este señor decidió convocar una rueda de prensa para informar de tal sentencia, a la que no acudieron los representantes del periódico, que, no obstante, se vieron obligados a publicar una rectificación al respecto. Pero, los ataques, en lugar de quedarse ahí, se recrudecieron a partir de ese momento.
Empezaron a divulgarse en el periódico falsas noticias contra Ángel León, que no tenían ni siquiera que ver con cualquier derecho de crítica, y llegando a la confrontación directa y al intento de su desprestigio, no ya profesional sino personal, más absoluto. Para los que sabemos la verdad, los sucesos aún nos llegan a conmocionar e indignar tantos años después. Aparte de dar el nombre de Bohórquez, voy, sin embargo, a omitir los de sus colaboradores directos, no porque se lo merezcan, que no, sino porque he decidido que voy a hacerlo así.
Una campaña de desprestigio como la descrita, no cabe duda que te acaba marcando, a ti y a las personas que te quieren. El drama acabó, pocos años después, en una tragedia real, de la que jurídicamente no podrá responsabilizarse al editor, pero, como ya he dicho alguna vez: Para Justicia: ¡La Divina!
Mucho tiempo después, concretamente el 31 de Enero del año 2000, nuestra Justicia, esa dama ciega que idealizamos con los ojos tapados, y que, asimismo, deberíamos representar en España también como una tortuga, terminó por darle la razón, tras sucesivos juicios, a nuestro amigo Ángel, como no podía ser de otra manera, aunque con una compensación ridícula para tanto daño cometido, y que sigue cometiendo, este ser. Aún entonces, empezó Bohórquez a editorializar de nuevo contra Ángel, exigiéndole/implorándole al nuevo Delegado, Arturo Esteban, el cese del subdirector. No obstante, Ángel al menos tendrá el consuelo de que pudo darle al editor unos nunca más bien merecidos tortazos.
Más o menos por aquel tiempo, recuerdo otro asunto que me sorprendió gratamente, y por eso lo recuerdo. El diario Melilla Hoy estaba publicando, aproximadamente en el año 1993, un suplemento semanal llamado “La puerta de Santiago”, con información diversa sobre los diferentes acuartelamientos y unidades militares de la ciudad, todos dependientes de la Comandancia General de Melilla. Era una colaboración impulsada por la propia Comandancia General, a través de la recién creada Oficina de relaciones con los medios de comunicación y relaciones públicas de la misma que llevaba el Comandante Crespo, un simpático y jovial militar canario, con indudable maestría. Por las razones que fueran, esa colaboración, que parecía redactada y escrita por los propios militares, fue cancelada con el Melilla-Hoy y pasó a hacerse, a partir de la semana siguiente, en El Telegrama de Melilla.
Probablemente le supondría al editor una pérdida de negocio e ingresos, y en uno de sus repugnantes ataques de ira, arremetió contra el Comandante Crespo de una manera desafortunada y mezquina, como en él es habitual. Pero, claro, a pesar de ser hijo y hermano de militares, el editor, tal vez contaminado por el ambiente político de Melilla y acostumbrado a tratar con políticos, olvidó que los militares son, por definición, personas de honor, y la mayoría, aunque probablemente no todos, de ahí su error, está dispuesta a hacer valer tal condición cuando haga falta. Por ello, unos días más tarde tuvo que publicar la respuesta personal del Comandante General de Melilla, el Excelentísimo Sr. Cervera, el cual, haciendo pleno honor a su tratamiento, le venía a decir que conocía y sabía todo lo que había sucedido, y que su subordinado lo único que había hecho era cumplir sus propias órdenes, y si tenía algo más que reprochar lo hiciera, a partir de entonces, solamente contra él mismo, y no contra el referido Comandante. Ahí ya no se atrevió Bohórquez con el General, y se tuvo que tragar sus sapos y culebras, pero tampoco volvió a arremeter contra el Comandante.
Otro caso fue el de Segismundo Navarro, un veterano funcionario de la Delegación del Gobierno, para más señas Vice-secretario general de la misma. Un día el Sr. Navarro tuvo que desayunarse con una portada del periódico en la que vertía una difamación contra él, en la forma de insinuación de una posible corrupción, todo ello para perjudicar a su odiado Manuel Céspedes, Delegado del Gobierno en ese momento. Se trataba de una burda mentira. El Sr. Navarro lo demandó inmediatamente, y cuando fue recibiendo el editor toda la cascada de pleitos perdidos, retomó su campaña de desprestigio utilizando su periódico, como hace siempre. En este caso, Segismundo no le ganó uno, sino varios pleitos, de lo cual me alegro profundamente. La campaña duró años y, como es natural, venció Navarro por goleada en todas las contiendas judiciales. Cuando le ganó la última y ya con los populares en la Delegación, volvió a pedir su cese. Menudo caso que le hicieron al mala sombra ese, puesto que Segismundo continúa en su puesto, y tan en forma como el primer día.
También está el caso de Alejandra León, hermana de Ángel y funcionaria en el Juzgado. Alejandra tuvo que tragarse un día cómo el editor la acusaba, a través de su periódico Melilla Hoy, que había influido en su superiora y Jueza, Milagros del Saz, para que prevaricara y emitiera una sentencia a favor de su hermano en uno de los casos que mantuvo con el editor, dado que, según Bohórquez, ambas eran amigas. A pesar que Alejandra no había participado en absoluto en la tramitación del expediente judicial, el editor siguió erre que erre en su periódico acusándola de ello, allí, desde la alturas del cielo en el que se cree que está levitando.
También extendió la campaña de difamación y desprestigio hacia la propia Magistrada, a la que acusaba, entre otras lindezas, de prevaricación, además de publicarle caricaturas no autorizadas y cuestionar su honradez, y así hasta que esta última decidió abandonar esta ciudad maravillosa, que algunos, como este ser, con la colaboración interesada de otros, convierten en una ciudad de locos, momento en el que la despidió con un titular en el que se podía leer algo así como “La Magistrada Milagros del Saz Castro se va destinada a Madrid, la sociedad melillense se lo agradece, así como un numeroso colectivo de profesionales y de letrados”.
Ambas señoras, tanto Alejandra como la Magistrada, decidieron interponer sendas denuncias penales, y también ambas, tanto en primera como en segunda instancia, ganaron claramente los correspondientes juicios, condenando al editor por delitos de injurias, y teniendo que abonarles las correspondientes indemnizaciones.
Asimismo, destaca el caso de Juan José Medina Roldán que, al igual que el mío, pero aún más, ha sentado Jurisprudencia, en su caso porque llegó hasta el mismísimo Tribunal Constitucional, y hoy en día lo utilizan los abogados de toda España para documentar sus pleitos. Este caso fue diferente a los demás por dos razones. En primer lugar, porque el sentido jurídico era el contrario, ya que, en esta ocasión, el demandante era el mismo editor por los artículos de Medina en el periódico de este último. En segundo lugar, porque Medina siempre ha sido un trabajador en los medios de comunicación y, por tanto, ha dispuesto, de una manera u otra, una forma de contra-restar y contrastar los articulitos del editor, sin tener que esperar a la compensación judicial, en mi caso once años después de los hechos. Pero todo lo anterior no quiere decir que yo quiera quitarle algún mérito a Medina, ya que, de cualquier forma, entre él y el editor siempre habrá una importante diferencia, y es que, en mi opinión, el segundo se ha movido siempre por intereses económicos, mientras que el primero no. Además, Medina ha sido uno de los pocos melillenses que tiene el gran mérito de nunca haberle tenido ni el más mínimo miedo al personaje, principalmente porque lo conoce como la palma de su mano, cosa que, por cierto, también nos ocurre a sus demás sufridores. Bueno, pues en este pleito el denunciante fue el propio editor, creyéndose deshonrado por las campañas de Medina desde El Telegrama de Melilla.
Consiguió Bohórquez ir ganando los dos primeros juicios, el segundo en la Audiencia. Esta última sentencia llegó cuando Medina llevaba más de cuatro años fuera del citado periódico, y se encontraba, en ese momento, y por unos pocos meses antes de iniciar otra aventura empresarial que ya comentaremos, en situación personal de desempleo, motivo por el que la carga de la indemnización le llegó en el peor momento personal posible. No obstante, en cuanto pudo, la abonó. Recurrió Medina, entonces, al Tribunal Constitucional, y unos meses más tarde, nuestro más alto Tribunal para los derechos fundamentales reconocidos a los españoles en la Constitución, resolvió anulando la sentencia de la Audiencia y las anteriores, declarándolas sin efecto de ningún tipo, y obligando a devolverle a Medina la cuantía de la indemnización que este le había abonado, aunque el editor solicitó hacerlo en cómodos plazos, como si se comprara una televisión. También lo demandó Bohórquez en otra ocasión, con motivo de una denuncia de Medina sobre unos fascículos que le contrató la sociedad V Centenario, y allí perdió, indudablemente. Joroba con el individuo, para una que gana, y luego hasta la llega perder.
Hay más, muchos casos más, pero ahora no los recuerdo. Considero que cualquier persona con un mínimo de sensibilidad que nos pueda conocer a cada una de las víctimas del personaje, tuvo que asistir atónita a las respectivas campañas de difamación.
No. Nadie se merece que le traten así, porque, sinceramente, si no hay respeto, sencillamente no puede haber nada. No hay nada en el mundo que pueda justificar estos actos delictivos y que han sido condenados por los Tribunales, aunque siempre con demasiado retraso. No hay nada que pueda justificar unas acciones como las descritas. Ni que un partido político, o un candidato determinado, ganen unas elecciones, ni ningún tipo de intereses económicos ni personales o de otra clase. La convivencia en nuestra tierra ha estado, y sigue estando, amenazada por este sujeto, que busca, y buscará siempre, la confrontación en lugar del diálogo, el menosprecio en vez del respeto, la trampa en lugar de la lucha, la falsedad en lugar de la opinión, y los intereses personales en lugar de los intereses generales.
Pero hay otra parte, una triste parte de la historia, y que es de lo que se aprovecha y alimenta el editor para sostener su infamia. Esta no es otra cosa que la creencia extendida, principalmente entre las personas mayores con una cultura no muy grande, que lo que dice el periódico debe ser verdad, como debe serlo, también, lo que dice el cura, o el médico, o el policía, por poner algunos ejemplos. Se trata de gente decente y de orden, que no pueden, ni siquiera, llegar a imaginar el grado de manipulación y engaño que puede llevarse a cabo en cada uno de los casos como los citados. A veces, cuando cada una de estas personas ha tenido que llegar a sufrir la campaña contra un pariente, amigo o conocido, que hay que tener en cuenta que son ya demasiados, dado el alto número de agresiones emprendidas por el editor, lo pequeño que es Melilla y la existencia de lazos familiares y personales de todo tipo, entonces comprenden hasta donde puede llegar la manipulación y el engaño, y la frase “si el periódico lo dice, pues debe haber algo de verdad” se cae de su pedestal porque, sencillamente, la peor agresión a la credibilidad de un medio de comunicación sólo se la puede hacer él mismo, produciendo información en la forma en que lo hacen algunos editorialistas de periódico de pueblo, que sólo son capaces de mantenerse en lugares pequeños, poblados de gente pasota y cómoda, y que no hacen sino dar alas a gentes como esta.
Sí, esto es Melilla y, como podrá comprender el lector, a mí, particularmente, me molesta bastante cada vez que tengo que ver a un “amigo”, o “pariente”, o “trepa o trepilla” político, o la autoridad pública que sea, correr a abrazarse con el editor, o simplemente las sonrisitas, o las fotitos, los nombramientos, o lo que sea. Me indigna, tengo que admitirlo, y para mí esto no es más que una acción de los “Poncio Pilatos” de nuestros días y nuestra ciudad, que han preferido mirar para otro lado mientras todos estos dramas han estado sucediendo. Se trata de gente que no quiere problemas, y que puede y sabe taparse los ojos y los oídos ante la infamia para defender su comodidad. No pasa nada, cada uno puede hacer lo que le plazca, yo no obligo a nadie a hacer nada. Ni hago llamaditas ni voy a llorarle a nadie, como hacen algunos. Me jorobo, me callo, y punto. ¡Pero puedo opinar, supongo, y aquí lo escribo!
No obstante, soy muy afortunado, y el editor me ha ayudado a descubrir algunas cosas que le agradezco. Yo hablo de valores, no de dinero ni de intereses personales, motivo por el que algunos nunca podrán entenderme. Recuerdo que mi abuela me estaba diciendo siempre, cuando yo era un niño, que a la gente la descubres de verdad cuando llegan los malos momentos, que siempre tienen que llegar, nos gusten o no, porque, en los buenos, cuando hay dinero, ausencia de conflictos, juventud, belleza y demás, todo es muy fácil, y la vida fluye y se desarrolla sin problemas. ¡Es en los malos cuando puede verse la madera de la que está hecho cada uno!
Y es cierto. Soy muy afortunado, repito, porque he tenido a mi lado dos bases sólidas como montañas en las que pude apoyarme, que nunca dudaron de mí y que me lo dieron todo, muchísimo más de lo que podía haber pedido.
La primera es en mi ámbito personal, y aunque es privado, como tantas otras cosas, estoy desnudando mi alma con esta líneas. Se trata de mi mujer, Ángeles, que nunca dudó, ni en el más mínimo aspecto, de mis intenciones. Que me demostró que llegaríamos juntos hasta donde tuviéramos que llegar, y que fue mi referente y mi tranquilidad, al menos en el ámbito de mi casa. Que confió en mí mucho más de lo que yo mismo podía hacerlo. Que me desterró mis dudas cuando estas me llegaban. Desde el primer momento optó por la intranquilidad en vez de la comodidad; optó por complicarse la vida en lugar de vivir en el engaño. Me ofreció un apoyo tan incondicional y absoluto que es, simplemente, imposible describir. Sin duda, me demostró que la sangre de los grandes guerreros del pasado que corre por sus venas no es por ninguna casualidad.
El segundo ha sido en mi ámbito profesional. Se trata de Rafael Requena. Cada vez que había problemas, casi siempre relacionados con el editor, los políticos en el poder corrían a ofrecerle mi cargo. No fue sólo una vez, sino varias. Yo lo sé, pero él nunca me lo ha querido contar, claramente para no hacerme sentir mal. En ningún caso les dejó hablar ni terminar su oferta. Las rechazó de inmediato y les dijo que ambos estábamos juntos en esto. Mientras mi mujer me apoyó siempre en el ámbito de mi hogar, con Rafa sentí siempre la misma sensación en el de la empresa. Constantemente me animó en los momentos difíciles, y su pericia indudable como economista se quedará siempre corta ante su enorme calidad como ser humano.
Soy parco en palabras, y tampoco me gusta mucho exteriorizar mis sentimientos, pero es que nunca se lo he agradecido a ambos, por lo que, en este momento, y lógicamente a cada uno de diferente forma, les digo: ¡Muchas gracias! Gracias a vosotros he visto el rostro divino de la vida, especialmente cuando todo se tornaba negro a mi alrededor y sentía el escalofrío de la soledad más absoluta; y gracias también al editor porque me ha ayudado a descubrirlo.
EL AUTOR
Julio Liarte Parres es economista y funcionario de la Ciudad Autónoma de Melilla. Prestó sus servicios en el Ministerio de Trabajo, precisamente en el departamento encargado de las ayudas a empresas de nueva creación; y luego ha hecho lo propio como gerente de la empresa pública Proyecto Melilla, SA, entidad especializada creada por el entonces Ayuntamiento de Melilla para fomentar la creación de empresas y empleos en la ciudad.
En la actualidad es diputado autonómico y portavoz del grupo Populares en Libertad (PPL), un partido escindido del PP y que lidera el ex presidente de la Ciudad de Melilla, Ignacio Velázquez Rivera.
Penososeguro que tarde o temprano y al igual que lo sufri yo y peesonas que ya no estan
Y sigue el innombrable amedrentando a los ciudadanos por expresar libremente su opinión, querellándose y acusando de injurias y calumnias por llamarle editorcillo aspirante a plumilla,cundo sus editoriales son realmente vomitivas.Valientes casi héroes todas las personas que padecieron el acoso y derribo de semejante personaje con sus editoriales,en el mucho mas panfleto que otra cosa del Mentiras Hoy, pagado con fondos públicos de los melillenses,mas de 1.000.000 de euros anuales a este individuo.mañana nos vemos el los juzgados,aunque no tendrás la vergüenza de hombre de dar la cara.
Bravo, Julio Liarte Parres. Este artículo lo guardaré como oro en paño. Todo el mundo te conoce y sabe quién eres y cómo eres. De la misma forma que TODOS conocen a ese repugnante y despreciable personaje, que también intentó ‘asustar’ a la que suscribe y me dedicó unas lindezas en uno de sus nauseabundos editoriales. ¡Vamos, ese personaje intentando amedrentarme a mí, jajajaja… como ha hecho y continúa haciendo con las personas honestas que no le bailan el agua…. Pero no importa, él mismo se define constantemente y aprovecha ese panfletario diario que pagamos, CARÍIIIISIMO, TODOS. Sabiendo de sobra,… Leer más »