Cantar de Mío Cid: Movilización para Las Navas de Tolosa
Enrique de Diego.- Una de las aportaciones de mi novela “Las Navas de Tolosa” es la interpretación, que considero definitiva, del “Cantar del Mío Cid” como un texto propagandístico de movilización del reino de Castilla –y quizá también del reino de Aragón- para la batalla de las Navas de Tolosa.
El dato más relevante para sostener y confirmar esa tesis es la datación de la única copia que ha llegado hasta nosotros: el año de 1207 de la Encarnación de Nuestro Señor. Firmada por Per Abbat. Estamos, pues, cinco años antes de la batalla de las Navas y doce después de la derrota de Alarcos. En 1207, Castilla está en plena movilización. Hay treguas pero ya los heroicos calatravos había tomado Salavatierra y desde allí, comandados por su gran maestre Ruy Díaz de Yanguas (quien perdería un brazo en la gran Batalla) hacían algaras por la zona de Vilches, de modo que los cronistas musulmanes consideraban que aquellos calatravos tenían alas para causar perjuicio a los musulmanes. El malogrado príncipe Fernando también raziaba la zona de Xátiva y cabalgaba en asonada por Murcia. Las treguas se iban a romper y el gran arzobispo de Toledo, primado de España, don Rodrigo Ximénez de Rada negociaba en roma la declaración de cruzada por el Pontífice Inocencio III.
Las especulaciones de Ramón Menéndez Pidal y Rafael Lopera de una datación anterior, bastante más antigua, alrededor de 1140, se han demostrado insostenibles por muchos aspectos de los 3.735 versos que nos han llegado. Por ejemplo, la palabra ricohombre aparece en 1194 y el emparentamiento de las hijas del Cid con las monarquías se produce en 1201. Hay muchas otras cuestiones que sitúan el “cantar” o “gesta”, como denomina el autor en los versos 1.085 y 2.276, a finales del siglo XII o principios del siglo XIII como el “repto” o reto para dirimir conflictos.
Las cronologías en los procesos históricos son fundamentales y el hecho es que la copia es de 1207 y la batalla de las Navas de Tolosa tuvo lugar el 16 de julio de 1212. La relación causa-efecto, la concatenación de los hechos es evidente. Pero hay más. Estamos en la época de plena floración de los juglares. Sabemos que su presencia era abundante en la corte de Castilla donde la reina Leonor Plantagenet, hija de Leonor de Aquitania, era muy aficionada a ello. También el hermano de Leonor, Ricardo compartía el gusto familiar por la música y la poesía, y se cuenta que llevaba con sus calzas el ritmo de los motetes gregorianos entonados por los monjes, reprendiéndoles sus fallos. Por el monasterio de la Huelgas de Burgos, corte de Alfonso VIII, pasaron los mejores juglares de la época, pues eran bien acogidos en una corte alegre e ilustrada. Entre ellos, el renombrado Peire Vidal.
También nos han quedado noticias de que egregio don Rodrigo Ximenez de Rada imprimió impronta de modernización a la predicación de Cruzada. No solo se predicó en las iglesias de toda la Cristiandad, en lo que se empleó el propio don rodrigo, licenciado por Bolonia y extraordinariamente políglota, sino que también, para llegar más directamente al pueblo, se encargó de tal menester a los juglares, que en vez de en las naves de los templos, enardecían los espíritus en las plazas de las villas. Los estudios han constatado, además, la existencia de un Per Aabbat entre los canónigos de Toledo; es decir, entre el personal de don Rodrigo.
Esta predicación de los juglares era especialmente eficaz en Castilla, toda ella tierra de frontera, donde todos, mediante el fonsado, estaban llamados a movilizarse y a participar a través de esa institución peculiar castellana de las milicias concejiles que producían los caballeros villanos o pardos. Recordar que mis paisanos segovianos, como tales jinetes, combatieron en la costanera derecha, junto con las de Ávila y Medina, a las órdenes de Sancho VII el Fuerte, que había concurrido con doscientos caballeros navarros e infantes como los renombrados del Valle del Baztán. Las milicias de Madrid combatieron en vanguardia, junto a los bizkainos, y casi toda la zaga, comandada por Alfonso VII, estaba formada por milicias de los concejos.
El elemento popular era clave y lo fue en las Navas, aunque seu eficacia no alcanzara la de las unidades de élite de las Ordenes Militares. Era, por tanto, movilizar al pueblo y enardecerlo, situarle en el horizonte de la proeza y ofrecerle un ejemplo a seguir, un héroe: Rodrigo Díaz de Vivar.
Rindiendo homenaje a Menéndez Pidal, a pesar de su manifiesto error en las fechas, he dado vida en mi novela “Las Navas de Tolosa” a dos juglares, autor uno, recitador el otro, que comparecen a la corte para ser examinado su texto y asumido como propaganda oficial. Puede verse que el “cantar” o “gesta” es del todo propicio a la intencionalidad propagandística: Mío Cid es un personaje que. Mediante la lucha, se eleva casi de la nada, de la segunda nobleza, a la conquista y que emparente con la realeza; cuyos hombres ansían el botín y se enriquecen; son superiores a los de la nobleza de la sangre, como se ve en los malvados infantes de Carrión. Era una personalidad inteligible, cercana y movilizadora para gentes de frontera, de la extremadura castellana, y todos lo fueron en aquella Castilla amenazada por la marea almohade.
La hipótesis que apunto en mi novela “Las Navas de Tolosa” de un texto canónico, oficial, de que se hicieron varias copias y se encargaron su recitación a diversos juglares, es sostenible con ese dato de que Per Abbat bien pudo ser canónigo de Toledo y hombre a las órdenes de don Rodrigo, sin descartar que pudiera ser el autor por encargo. Dado el tono culto y el conocimiento del derecho que reproduce en el “Cantar del Mío Cid”.
Sostengo, por tanto, que la primera gran obra magna de la literatura castellana estuvo al servicio de la movilización popular hacia la gran y decisiva batalla de las Navas de Tolosa. Tal aportación debería haberla hecho en un texto más académico, pero una novela histórica con el máximo rigor –no lo concibo de otra manera- es la mejor forma de hacer llegar tal interpretación al gran público. He seguido en ello el ejemplo de mi admirado y venerado don Rodrigo Ximénez de Rada.
la imágen lo dice bién claro los 2 caballeros no llevan el emblema heraldico de Castilla-león… llevan las armas del Conde de Barcelona rei de aragoneses, catalanes, valencianos mallorquines sicilianos… es decir en el escudo podemos apreciar las 4 barras
y fijandome mejor aprecio que son 3 es el emblema de Valencia
Ostia, tio…..cuanto cuento para una batallita de nada, i que, al fin i al cabo, la ganaron catalanes, aragoneses, navarros, portugueses, i otros, porque los castellanos todavia corrian por lo de Alarcos 17 años antes.