“Mis experiencias con Bohórquez”: De 1993 a las elecciones de 1995 (9)
Por Julio Liarte Parres.- En el mes de junio de 1993 se celebraban unas nuevas elecciones generales, que habían vuelto a ser adelantadas por el todavía Presidente del Gobierno, Felipe González Márquez. Concurrían al Congreso, por parte del PP, Jorge Hernández Mollar; y por el PSOE, Julio Bassets Rutllán. Jorge Hernández consiguió sin problemas la nominación por parte de su partido, y desde el Ayuntamiento y el propio editor apoyaron “teóricamente” la campaña, ambas partes con grandes reticencias.
Por un lado, pretendían mantenerlo alejado de Melilla para que no pudiera entrometerse en la vida municipal, pero, por otro, todo indicaba que, por encima de cualquier otra consideración, deseaban principalmente que tuviera un estrepitoso fracaso en las generales para que tuviera que dimitir y el entonces Alcalde pudiera hacerse con el pleno control del partido con vistas a las elecciones locales de 1995, lo cual permitiría al segundo seguir como estaba, que ya era mucho. Las encuestas de los diarios nacionales daban como seguro para el PP la victoria en Melilla, aunque ni entraban ni conocían lo que aquí se estaba cociendo.
Fallaron todas las previsiones. El escaño de Melilla, con el que contaban los populares y todas las estimaciones, fue sorpresivamente para los socialistas por una abultada diferencia (para Melilla) de poco más de 1.000 votos. Además, el PSOE lograba mantener el gobierno de la nación, que todo el mundo esperaba que hubiera sido para los populares de José María Aznar, gracias a que consiguieron finalmente una mayoría relativa, aunque no absoluta, en el Congreso de los Diputados, con el consiguiente apoyo puntual e interesado de los partidos nacionalistas en los asuntos primordiales. Para el Senado hubo un reparto de escaños, puesto que Carlos Benet de nuevo consiguió revalidar su asiento, mientras que el otro fue para el antiguo Alcalde, Gonzalo Hernández Martínez.
En realidad, la diferencia entre ambos partidos que había habido en las elecciones locales de 1991 había sido mínima, y los socialistas supieron capitalizar la división interna en el seno del PP así como la sucesión de los primeros escándalos en el gobierno municipal popular, que eran continuamente divulgados por “El Telegrama de Melilla”. Asimismo, ocurrió un desgraciado accidente durante la campaña, cuando en un “tren electoral” del PP falleció una niña musulmana, y la campaña se envileció en demasía llamando al artefacto “tren de la sangre” en las visitas de los socialistas a los barrios de la ciudad. Por otra parte, un mitin comprometido de José María Aznar finalmente no pudo realizarse, dado que, por motivos metereológicos, el aeropuerto de Melilla tuvo que permanecer cerrado al tráfico el día en cuestión. También influyó un cierto miedo a la derecha, si bien para el conjunto de España y también en Melilla, así como el rotundo éxito de los macro-eventos de 1992: las Olimpiadas de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla, que fueron capitalizados políticamente por el PSOE.
La tragedia se había consumado. La derrota en las Elecciones Generales cayó como una jarra de agua fría sobre la directiva de los populares melillenses. A partir de ese momento, el interés político de Jorge Hernández Mollar se centraría, casi exclusivamente, en la actuación del Ayuntamiento; y una lucha por el poder dentro del partido, con las vistas puestas en la nominación del candidato a la Alcaldía en las cercanas elecciones de 1995, empezó a desarrollarse fuera de la escena pública. Vinieron algunos peces gordos desde Madrid, entre los que recuerdo a Mercedes de la Merced, entonces una joven y dinámica concejala en el Ayuntamiento de Madrid y muy cercana a José María Aznar.
Por parte de Velázquez y su equipo fue recibida con todos los honores, y le explicaron las actuaciones más paradigmáticas que desarrollaba el Ayuntamiento de Melilla. Recuerdo, como curiosidad, que esta señora, en rueda de prensa posterior a su visita, explicó que lo que más gratamente le había impresionado eran las actuaciones de desarrollo económico y de creación de empleo impulsadas por el Gobierno de Velázquez a través de una sociedad municipal que este había creado (sic).
A pesar de la pérdida de las elecciones generales por el partido en el poder municipal, la situación dentro del Ayuntamiento se tranquilizó un poco debido al acuerdo con el PNM. Existía de nuevo una mayoría absoluta, y en los Plenos el equipo de Gobierno lograba sacar adelante, sin excesivo esfuerzo, cada una de sus propuestas, principalmente los presupuestos generales de la ciudad de los ejercicios 1994 y 1995, ya que los del ejercicio de 1993 fueron, durante meses y meses, solamente una prórroga de los de 1992 y, como puede deducirse fácilmente, las aprobaciones de los presupuestos anuales, en tanto que definen las líneas políticas a seguir a corto plazo, constituyen los actos políticos más trascendentales en un mandato democrático, ya que sin presupuestos el ámbito de actuación de los políticos queda muy restringido, y dado que, a fin de cuentas, todo finalmente se traduce en unos flujos de dinero que vienen y van continuamente, precisamente a través del presupuesto.
Finalmente, Génova zanjó el dilema de la nominación del candidato a la Alcaldía de Melilla por los populares: Ignacio Velázquez volvería a ser el candidato, mientras que Jorge Hernández Mollar iría en un buen puesto de salida en la candidatura al Parlamento Europeo, cuyas elecciones iban a celebrarse en el mes de junio de 1994. Ambas partes tenían sus partidarios y sus detractores, pero la postura oficial, en circunstancias como esa, que eran y son más habituales de lo que podría parecer, era la de apostar por el candidato que ha ganado elecciones, en detrimento del que las ha podido perder, independientemente del trasfondo y causas que pudiera haber en cada caso, y que ya hemos analizado. Jorge Hernández Mollar no dimitiría como Presidente del PP, sino que agotaría su mandato, y vigilaría la composición de la candidatura cuando fuera el momento de hacerla.
El PP ganó tales Elecciones al Parlamento Europeo, tanto a nivel nacional como en Melilla, pero Jorge Hernández no obtuvo inicialmente, aunque por los pelos, el escaño pretendido, y tuvo que esperar todavía un año a que se produjera una renuncia, que fue, en concreto, la de Celia Villalobos, cuando esta, a su vez, logró llegar a ser Alcalde de Málaga.
Desde el principio de su gobierno, Velázquez había luchado, y mucho, por la Autonomía de Melilla, y por extensión de Ceuta, que además era su ciudad natal. Había recopilado las actuaciones previas de todos los partidos políticos de Melilla que habían luchado por conseguirla desde principios de los ochenta, y las había llegado a hacer suyas de una forma u otra. Lideró, en los primeros meses de su mandato, una marcha conjunta con los ceutíes por la autonomía a través de las calles de la capital de España, en la que consiguió un gran respaldo por parte de algunos medios de comunicación, y la simpatía de todos ellos y de gran parte del pueblo español.
La manifestación fue un rotundo éxito, y no sólo acudieron melillenses y ceutíes desde las ciudades españolas del norte de África, sino que se incorporaron otros muchos que estaban viviendo en la capital de España y alrededores. Esta marcha significó un punto álgido para que los partidos nacionales reaccionasen de una vez por todas, llegasen finalmente a un acuerdo, y se pasasen por el forro el previsible enfado del Rey de Marruecos por la aprobación de un régimen de autonomía administrativa a las dos ciudades.
No cabe duda que fue su gran obra, la cual, repito, consiguió unificar y recoger todas las aportaciones de sucesivos políticos melillenses que habían luchado por conseguirla, de todas las procedencias y adscripciones políticas, principalmente desde el año 1981, cuando el Pleno del entonces Ayuntamiento de Melilla aprobó una resolución instando al Gobierno de la Nación a que preparara, y sometiese posteriormente a las Cortes, un Estatuto de Autonomía para Melilla que fuera acorde con lo establecido en la Disposición Transitoria quinta de la Constitución. Aunque, finalmente, quien capitalizó políticamente la consecución final del Estatuto fue el propio Velázquez, a pesar de que, como Diputado Nacional que era en ese momento, se supone que el señor Bassets tuvo también mucho que decir, así como los Senadores Carlos Benet y Gonzalo Hernández, o incluso sus predecesores, como Jorge Hernández Mollar, José Luis Sánchez Usero, o bien José Luis Pozas, Miguel Ángel Roldán o José Luis Estrada. De hecho, sí tuvieron que ver, no un poco sino bastante, ya que fueron ellos los que, en mayor o menor medida, tuvieron que defenderlo en el Hemiciclo y en los propios pasillos del Congreso o el Senado.
El tema autonómico funcionó, además, como un mantra recurrente para el Alcalde. Cada vez que saltaba a la palestra algún escándalo, real o ficticio, acudía al tema autonómico para lograr salirse por la tangente de una forma airosa.
Dentro del PSOE, las aguas también estaban revueltas. Surgió, otra vez, desde el seno del partido, un grupo disidente, que estaba compuesto, prácticamente en su totalidad, por militantes de religión musulmana y nacionalidad española. Finalmente se llegó a la escisión, que derivó en lo que hoy es Coalición por Melilla (CpM). Las disensiones provenían, según parece, del insuficiente protagonismo de los pertenecientes a este grupo tanto en las candidaturas como en los cargos públicos que podía nominar el partido. Mustafa Hamed Moh Mohamed, más conocido como Mustafa Aberchán, fue designado como líder del nuevo partido en la primera Asamblea que celebraron.
Desde el punto de vista de la política nacional, la legislatura 1993-1996 fue tremendamente agitada para el último gobierno de Felipe González. Múltiples episodios de corrupción empezaron a descubrirse entre los cargos públicos socialistas, algunos de ellos muy paradigmáticos, como el caso Roldán, que afectó a una institución mayoritariamente muy querida por los españoles como es la Guardia Civil; el caso Banco de España; el caso BOE; los archifamosos Filesa, Malesa y Time-Sport; la intervención en Banesto, con el encarcelamiento de Mario Conde incluido, y algunos otros menores. Además, las investigaciones de conductas ilícitas de miembros del gobierno en el caso GAL conducían cada día a nuevas sorpresas. Por si todo eso era poco, desde el punto de vista económico, las cosas no iban nada bien. España entró en una cierta recesión económica, después de la resaca de los macro-eventos del 92, con un efecto palpable en los ciudadanos de un aumento impresionante del desempleo y unas altas tasas de interés. El desequilibrio exterior era insoportable, y el gobierno tuvo que devaluar la peseta para intentar recuperar la competitividad de nuestros bienes y servicios en el exterior. Hasta el sistema de pensiones parecía peligrar.
Además, el gobierno estaba soportado por una mayoría minoritaria en el Parlamento, que era presa fácil de la voracidad presupuestaria y competencial de los partidos nacionalistas. La expresión “¡váyase, señor González!”, repetida machaconamente por José Mª Aznar hasta la saciedad, terminó por calar hondamente en las percepciones de los ciudadanos. En estas condiciones, todas las encuestas pronosticaban el inminente final del ciclo socialista de los 14 años de gobierno de Felipe González.
En el sector de los medios de comunicación, Melilla había contado, desde principios de los años 80 del pasado siglo, con una televisión particular, mediante la que un ciudadano, Francisco Platero, ofrecía una programación, al principio muy amateur pero que, poco a poco, fue mejorando ostensiblemente, llegando incluso a emitir, durante unos meses, un informativo local junto a películas de videoclub de bastante actualidad e interés, y todo ello de manera gratuita y desinteresada por su promotor, a pesar de que su iniciativa le suponía unos elevados costes.
Tras el intento fallido de la televisión promovida por Bohórquez, un grupo de empresarios melillenses constituyó, durante el verano de 1993, una nueva iniciativa televisiva local, que emitiría bajo la cabecera de CNM (Canal Melilla Televisión). A tal efecto, adquirieron los equipos correspondientes, una multi-funcional unidad móvil y empezaron a emitir. Los motivos no eran económicos, puesto que era prácticamente imposible obtener una mínima rentabilidad, y parece que provenían de un intento de luchar, mediante una nueva opción mediática alternativa, contra el gobierno del Ayuntamiento. A pesar de que era una empresa distinta y, por tanto, independiente, en cuanto a la plantilla de periodistas y el contenido de la programación, llegaron a un acuerdo con El Telegrama de Melilla para que el Director de la nueva televisión fuera el mismo que el del periódico, Juan José Medina Roldán, y para que los informativos fueran presentados por periodistas del mismo, y se nutrieran de las informaciones del propio periódico.
A pesar de la escasez de medios técnicos y de recursos que tenía esta nueva empresa, logró sacar adelante una decente programación, en la que estaban incluidos unos informativos que hacían que a más de uno le picara la cabeza. Este hecho revolucionó el sector, incorporándose, por vez primera al mismo, una televisión más o menos profesionalizada, pero que demostraba todas las ventajas del medio con relación a los que tradicionalmente venían existiendo en la ciudad.
Frente a esto, el Ayuntamiento reaccionó de inmediato, poniéndose manos a la obra para crear una televisión pública local, de forma que pudiese estar plenamente operativa antes de la campaña electoral para las elecciones locales de 1995, y así poder contra-restar la anterior. Esta iniciativa pública originó la constitución de una nueva sociedad pública, que fue llamada Información Municipal de Melilla, SA (INMUSA), y que empezó a emitir a finales de 1994.
En cuanto a los medios tradicionales, además de la incorporación de El Telegrama de Melilla a los medios escritos, la cadena de radio Antena 3 pasó a ser propiedad del Grupo Prisa que ya poseía la SER y El País, lo cual llevó a un cambio en la línea editorial del medio y a diluirse dentro de la primera, pasando, por consiguiente, de apoyar a la derecha de forma indisimulada a hacer lo propio con los socialistas, y también en el ámbito de nuestra localidad.
En Noviembre de 1994 el Ayuntamiento de Melilla llevó a cabo, a través de Proyecto Melilla, SA, el proceso de venta del polígono industrial de la ciudad, que venía construyendo la entidad pública SEPES en los altos del Barrio del Real. A pesar que el SEPES pertenecía al Ministerio de Obras Públicas, y que las autoridades de ambas administraciones provenían de los dos partidos políticos antagonistas en España, ambas partes respetaron el procedimiento inicialmente acordado a principios de 1991, que consistía en que Proyecto Melilla se encargaría de promover el polígono entre los melillenses, llevando a cabo al efecto diferentes actuaciones de información y comunicación, y se responsabilizaría también de todo el proceso de venta de las naves y parcelas resultantes de la promoción, de acuerdo con un estricto calendario acordado de antemano por ambas partes. Finalmente, la empresa municipal le indicaría a SEPES a quien debía de vender cada uno de los bienes inmuebles en cuestión, para lo cual la sociedad pública aprobó un baremo para priorizar las diferentes solicitudes, en el que primaba la creación de empleo, el sector de actividad económica, el uso intensivo de la superficie para evitar cualquier intento especulativo, la forma de contratar a los trabajadores en el futuro y el volumen total de la inversión prevista que proviniera de la misma ciudad de Melilla, todo ello al objeto de maximizar el impacto multiplicador del polígono industrial sobre la economía de la ciudad. Cada una de las intenciones anteriores debían quedar comprometidas por escrito y garantizadas mediante un aval bancario a la orden, de forma que la empresa municipal, en caso de un potencial incumplimiento del compromiso suscrito, pudiera penalizar inmediatamente al incumplidor, a modo de multa disuasoria.
Además de lo anterior, en el caso de una empresa en funcionamiento que se viera obligada, por circunstancias diversas, a trasladarse al polígono industrial por motivo de que su actividad fuese calificable como molesta, nociva o similar, esta empresa prácticamente tendría garantizada la obtención de un acomodo en el polígono siempre y cuando la superficie requerida fuera acorde con la actividad a desarrollar, y utilizase el mínimo espacio necesario para desarrollarla. Todo lo anterior bajo la consideración de que un polígono industrial como aquel, en una ciudad como Melilla, constituía una oportunidad difícilmente repetible, dada la reducida extensión de la misma.
No obstante, el Consejo resolvió que el baremo permaneciera secreto, al objeto de evitar que los solicitantes pudieran presentar sus solicitudes de acuerdo con el mismo, aunque aceptaran previamente el sobrecoste derivado del aval que probablemente tendrían que desembolsar en efectivo debido a tal potencial incumplimiento.
Gracias a la aplicación de esta posibilidad de traslado, Proyecto Melilla pudo negociar, por encargo del Sr. Alcalde, con los propietarios de las naves que estaba situadas en la explanada de San Lorenzo, más o menor donde está hoy el Hotel “Melilla Puerto” y el Centro de Salud Zona Centro, el traslado voluntario de todas ellas al polígono industrial, donde podrían obtener parcelas para relocalizar sus empresas aunque con una superficie menor de la que disponían. Asimismo, la empresa pública también acometió el encargo de conseguir el traslado voluntario de todos los talleres de reparación de automóviles existentes en el Barrio Industrial al nuevo Polígono, consiguiendo liberar para otros usos más acordes un espacio urbano privilegiado junto al litoral de playas y el paseo marítimo, construyendo, para ello, unas naves adosadas en el nuevo polígono industrial denominadas “Ciudad del automóvil” y diseñándoles, a cada uno de ellos, un plan de financiación que les permitiera sustituir los costes de alquiler por los de nueva hipoteca con una variación mínima, de forma que no vieran peligrar su supervivencia ya que, en la mayoría de los casos, se trataba de muy modestas empresas.
Además, entre las industrias molestas existentes en el casco urbano de la ciudad, también destacaban ambos periódicos en tanto que usaban rotativas y demás maquinaria en locales situados en el mismo centro urbano.
El proceso fue un completo éxito, y Proyecto Melilla consiguió cumplir todos los objetivos establecidos, disponiendo de una propuesta de adjudicación que, en un plazo de 15 días desde el término del período de entrega de las solicitudes, fue elevada y aprobada por su Consejo de Administración. Los 15 días se cumplían el 15 de diciembre de 1994, y, por ello, todos los integrantes de la sociedad pública trabajamos desenfrenadamente mañana, tarde y noche, incluso durante los días del puente de la constitución, sin pedir nada a cambio pero conseguimos cumplir los compromisos contraídos.
Asimismo, la actuación fue de gran visibilidad para la percepción de los ciudadanos, no sólo por el tamaño del nuevo polígono en relación a la ciudad, sino porque se lograban solucionar dos problemas, antiguos e incómodos, en dos zonas urbanas de alta potencialidad junto al litoral de playas.
Los dos periódicos de la ciudad se encontraban, en esa época, inmersos en una lucha fraticida. El Telegrama de Melilla, liderado por su dinámico, peculiar y, desde luego, valeroso director, Juan José Medina, desarrollaba una línea de periodismo de investigación de tono sarcástico, en la que destacaba, como uno de sus principales objetivos, el propio editor y sus negocios. Dentro de las investigaciones que contenían los artículos resultantes, destacó una relativa a la licencia que soportaba la actividad de impresión del periódico y demás actividades de imprenta, que las empresas del editor desarrollaban en un local existente en la calle Duquesa de la Victoria.
De la investigación periodística, documentada en base a certificados, acuerdos y demás trámites burocráticos, resultaba que tal empresa no disponía de un permiso suficiente como para desarrollar la actividad descrita en el local donde lo hacía. Este hecho fue denunciado, oficial pero también públicamente, por tal periódico y, a pesar de los pesares y la forma de gobernar del gobierno citado, incumplir la Ley, con un denunciante dispuesto, además, a llegar hasta donde hiciera falta, era ya demasiado pedir. Lo más que se podía hacer era dilatar los procesos tanto como se pudiera. Y así, mientras todo lo anterior sucedía, llegó, justo en el momento más necesario para el editor, el proceso de venta del polígono industrial de Melilla. Huelga decir que, aunque el procedimiento fue totalmente limpio y lo desarrollamos exclusivamente los técnicos sin intervención política de clase alguna, el editor obtuvo la mayor prioridad, que se calculaba, como ha quedado explicado, en base a las características del proyecto de inversión, en función de la fórmula declarada secreta, y, de esta manera, pudo adquirir las dos mejores naves adosadas, ya construidas y disponibles para su traslado inmediato, con la consiguiente resolución de su problema administrativo. No obstante, la solicitud del editor fue traída por una de las personas de confianza que trabajaban en la Alcaldía, y el certificado urbanístico sobre la calificación de la industria como molesta, estaba suscrito por un ingeniero municipal en lugar de por el arquitecto, como era lo habitual. Pero era igualmente válido.
Años después, a la hora de vender la segunda y la tercera fase de las naves del polígono industrial, tras unas fuertes discusiones con la dirección comercial del SEPES sobre los precios a aplicar durante un Consejo de Administración de Proyecto Melilla al que asistieron representantes de SEPES, por parte de esta última entidad se felicitó a Proyecto Melilla por la actuación realizada, explicando que en la larga experiencia de la dirección comercial de SEPES nunca un Polígono Industrial construido por esa empresa estatal había sido manejado y vendido de manera tan eficiente. Además, Proyecto Melilla obtuvo de SEPES una compensación de un dos por ciento del valor de todas las operaciones de venta de la segunda y tercera fase referidas, que la empresa municipal decidió servirían para reducir a posteriori los precios a los compradores, siempre y cuando que, al término de un período de tiempo establecido, siguieran cumpliendo sus compromisos adquiridos.
Asimismo, la gestión de Emvismesa empezó a dar sus primeros frutos, logrando construir, en un tiempo record, una sede en lo que es hoy la Consejería de Servicios Sociales en la calle Carlos de Arellano, y, principalmente, logrando un acuerdo con los vecinos de la popular barriada de Corea, que llevaría a construir allí unas adecuadas viviendas sociales. Además, en diversas partes de la ciudad donde existían solares ociosos o infra-utilizados, pretendían hacer lo propio. Considerando que la vivienda era, junto al paro, uno de los problemas más importantes de los ciudadanos de Melilla de la época, todas estas gestiones tuvieron, también, una buena visibilidad y una favorable percepción entre los ciudadanos. Asimismo, la primera fase de la rehabilitación del “Pueblo” financiada por fondos europeos estaba produciendo sus primeros resultados, y la población asistía atónita a los primeros logros de la rehabilitación, tras haber sido, por decenios, un lugar que amenazaba ruina.
Por otra parte, a principios de marzo de 1995, la ciudad de Melilla vio cumplido, aunque fuera parcialmente, uno de sus sueños: la concesión de un Estatuto de Autonomía para la ciudad, a través de una Ley específica aprobada en las Cortes. Un largo camino había sido cruzado por el pueblo de Melilla, detrás de nuestros diferentes líderes, cada uno empujando como podía y sabía. No obstante, la obtención final del Estatuto la capitalizaría quien más estuviera como protagonista en la consideración general de los ciudadanos, y este no era otro que el actual alcalde, Ignacio Velázquez, el cual, a través de la marcha autonómica en Madrid y la repetición constante y periódica del mantra autonómico durante todo su mandato, había conseguido protagonizar y personificar la lucha autonómica en sí mismo. Mientras Velázquez luchaba políticamente por la autonomía, el editor lo hacía editorialmente, y así, por ejemplo, consiguió imprimir en 1991, por supuesto de manera no gratuita, en sus instalaciones de “La Hispana”, una especie de folletín con el borrador de estatuto que había elaborado Alfredo Meca, a modo de propuesta del PP, y que no servía más que para demostrar por qué había perdido el contrato del cupón de la “Rifa de la Caridad”.
Este escenario descrito caracterizaba el inicio de la pre-campaña de las elecciones de 1995, que puede resumirse en los siguientes aspectos: el PP sufría una fuerte división interna, pero la pacificación del Ayuntamiento tras el nuevo acuerdo con el PNM estaba rindiendo sus primeros frutos en la gestión municipal, mediante actuaciones singulares y paradigmáticas valoradas positivamente por gran parte de los ciudadanos; además, el actual Alcalde personificaba la consecución final del viejo sueño autonómico. Por su parte, el PSOE, tras el triunfo en las últimas Elecciones Generales, se enfrentaba a las elecciones dividido y mermado, y hasta cierto punto desmoralizado porque el efecto inmediato de la división era la imposibilidad para alcanzar una mayoría absoluta propia que les permitiera gobernar en solitario olvidándose de pactos y componendas.
El PP confeccionó una lista electoral, cuya composición no fue más que el reflejo de la división interna existente, y que implicaría consecuencias en el futuro. Se incorporaron, en puestos de privilegio, Aurel Saba, que era funcionario en el Parlamento Europeo y natural de Melilla, y Nicolás Sánchez, en ese momento Director de la Escuela de Empresariales y Secretario del PP con Jorge Hernández.
En el PSOE, Alberto Paz fue elegido como cabeza de cartel, incorporando la lista a políticos veteranos como José Luis Estrada, Mª del Carmen Muñoz y Neus Casas.
UPM se reincorporaba en estas elecciones a la contienda electoral, a la que iba a concurrir con la candidatura de Juan José Imbroda, que podría reencontrarse con el Ayuntamiento tras haber sido el primer teniente de Alcalde con la UCD en el período 1979-1983, y al que acompañaba, como su número dos, Daniel Conesa.
CpM iba a presentarse por vez primera y en solitario. Constituía la gran incógnita, principalmente porque nadie podía estimar el grado de aceptación y voto por parte del segmento de población al que principalmente iban destinados sus mensajes.
El PNM se presentaba de nuevo. Sin embargo, tras la reincorporación de Remartínez y Amalio Jiménez al gobierno municipal, todas sus acciones eran consideradas como del PP, y no tenían, apenas, ninguna visibilidad como una fuerza política independiente.
Iban a ser las primeras elecciones a la Asamblea de la ciudad de Melilla, en vez de al Ayuntamiento de Melilla, y, aunque simbólicamente sobre todo, esto tenía su importancia histórica. La campaña electoral fue terriblemente dura, y la sociedad melillense tuvo que presenciar, en ocasiones, un espectáculo deprimente y esperpéntico que fue ofrecido por los contendientes electorales, como el intento de desprestigiar a Aurel Saba rebuscando en el pasado de su padre, un honesto militar y profesor de idiomas de origen extranjero, aunque de nacionalidad española, asentado en Melilla por décadas. También a UPM trataron de sacarle trapos sucios, mediante artículos en el periódico del editor que después, casualmente, aparecían fotocopiados en los parabrisas de los coches. Fue la primera campaña caracterizada por un uso intensivo de la televisión durante la contienda, con ambas cadenas, la privada y la pública, compitiendo, si bien deslealmente, por ofrecer puntos de vista y debates y apoyar, más o menos disimuladamente al principio, y descaradamente al final, a sus respectivos candidatos.
Las encuestas ofrecían la estimación del PP como el partido más votado pero sin llegar a la mayoría absoluta. En este sentido, tendría muy difícil gobernar puesto que se llegaría, con la mayor de las probabilidades, a un acuerdo de todos los restantes partidos contra el PP encabezado por Velázquez. Huelga decir que el editor echó el resto en esta campaña, ya que se jugaba las habichuelas en el evento.
Entonces, la noche previa a las votaciones, los militantes de CpM organizaron una caravana de coches por las principales calles de Melilla, muy colorida y ruidosa, que no consiguió otra cosa que llenar de inquietud y preocupación el ánimo de muchos melillenses y que, sin duda, movió a una buena parte de ellos hacia el voto útil por motivo precaución.
La suerte estaba echada. El PP ganó las elecciones por mayoría absoluta, consiguiendo 14 de los 25 Diputados Locales. El PSOE fracasó totalmente, bajando de 11 a sólo 5 Diputados. CpM obtuvo 4, y UPM los 2 restantes. Ignacio Velázquez renovaba y ampliaba su victoria electoral de 1991, y sería el primer Presidente de la Ciudad Autónoma de Melilla. El PNM desaparecía del arco parlamentario.
La mayoría absoluta del PP implicó un efecto inmediato en la personalidad del líder, que se sintió por vez primera, tras haber superado unos grandes obstáculos en los últimos tiempos, plenamente responsable de la victoria. Esta vez ya no era como en 1991, cuando sentía que le debía la victoria al editor.
Decidió resolver desde el inicio de su nuevo mandato, de una vez por todas, algunos de los problemas a los que se había enfrentado. En primer lugar, acometería el proceso para celebrar un Congreso del PP local que le permitiera obtener la Presidencia del Partido, evitando así cualquier oposición interna y concentrando en él todos los poderes.
En segundo lugar, en cuanto a sus relaciones con el editor, el Presidente empezaría a aflojar un poquito el lazo que les unía, aún sin llegar a romperlo, pero apartándoselo un poquito del cuello, que ya le había oprimido demasiado.
En tercer lugar, el flamante Presidente pretendía desligarse del día a día de la política local, que parecía que se le empezaba a quedar pequeña, encomendándole esta misión a sus consejeros de confianza, en especial a Nicolás Sánchez, que era nuevo en política, pero que había logrado posicionarse muy rápidamente como un valor en alza, desde el puesto de Secretario General del PP, en detrimento de Víctor Gamero, que ni siquiera había entrado en la lista, mientras que el Presidente pretendía involucrarse, cada vez más, en los órganos centrales del partido en Madrid.
Asimismo, y en cuanto a la relación con los medios de comunicación que más duramente le habían tratado en los últimos años, concretamente el periódico El Telegrama de Melilla y la emisora local de televisión CNM, el resultado de las elecciones, y la consiguiente mayoría absoluta holgada, implicaron el agotamiento de la capacidad de resistencia financiera de las empresas correspondientes, que ya estaban al límite antes de las elecciones y que tendrían muy difícil aguantar otros cuatro años más.
En el caso del periódico, el Director presentó la dimisión tras el resultado electoral, y entonces el propietario del periódico pudo ofrecer al Presidente una normalización de las relaciones, que conllevaría, por su parte, el inicio del disfrute de la publicidad institucional de la ahora denominada Ciudad Autónoma.
En cuanto a la televisión, los propietarios, alguno de ellos con intereses en otros sectores relacionados con el poder discrecional de la Ciudad Autónoma, desestimaron una oferta del Director y varios asociados que pretendían alquilar los activos de la empresa constituyendo una cooperativa al efecto, y continuar las emisiones. En su lugar, decidieron hacer lo propio con la empresa que lleva los informativos en Melilla de la cadena de radio Onda Cero, que continuó, por un corto período de tiempo, con las emisiones.
EL AUTOR
Julio Liarte Parres es economista y funcionario de la Ciudad Autónoma de Melilla. Prestó sus servicios en el Ministerio de Trabajo, precisamente en el departamento encargado de las ayudas a empresas de nueva creación; y luego ha hecho lo propio como gerente de la empresa pública Proyecto Melilla, SA, entidad especializada creada por el entonces Ayuntamiento de Melilla para fomentar la creación de empresas y empleos en la ciudad.
En la actualidad es diputado autonómico y portavoz del grupo Populares en Libertad (PPL), un partido escindido del PP y que lidera el ex presidente de la Ciudad de Melilla, Ignacio Velázquez Rivera.