Jaime Alonso: “El sistema actual está muerto y ya sólo hace falta el certificado de defunción
Por Jaime Alonso.- Después de treinta años, volvemos a conmemorar la efemérides del 18 de Julio de 1936, por tres fundamentales razones. La primera, es debida a lo que el Alzamiento del pueblo y ejército español contra la ilegítima, en origen y ejercicio, II República, contra el proceso de bolchevización de nuestra patria y contra el proceso de degradación permanente al que había sometido el liberalismo durante dos siglos a nuestro pueblo, supuso. Por ello, lo consideramos como el acontecimiento más importante acaecido en España en el siglo XX.
La segunda, por ser la fecha en que comienza la refundación de España como nación, similar y asimilable a la toma de Granada por los Reyes Católicos; al 2 de Mayo, Guerra de la Independencia, contra la invasión napoleónica. Fue, es, el tercer hito fundacional de la historia de España, el tercer intento sangriento de ser ella misma, consustancial a sus sentimientos y acorde con su historia. La tercera, por que no sólo se gana una guerra, se consigue algo, aún más importante, ganar la paz, la justicia social y el progreso de todos los españoles, como nunca antes se había conocido. Y todo ello al margen del viejo, falso y caduco sistema liberal, de partidos políticos, de división de poderes, de libertades formales, de soberanía del pueblo. En 1812 habíamos ganado la guerra al invasor, y afirmado la independencia y soberanía de la nación, pero habíamos perdido la batalla de las ideas. Aceptamos como ineludibles los principios de la revolución francesa y con ello nuestra decadencia y desintegración. Había prevalecido el ser del pueblo español en el campo de batalla, y se había esfumado la conquista al aceptar el no ser de nuestra tradición histórica, con las ideas falsas, perniciosas, degradantes, antinaturales, antisociales y corruptoras del enemigo derrotado.
Por el contrario, el Estado que surge del 18 de Julio, gana la guerra y gana también lo más importante, la batalla de las ideas, y la paz y el progreso que esas ideas comportan. Nada importó, mientras vivía Francisco Franco, que fuéramos un oasis en medio del desierto, una isla rodeada de tiburones, una nación aislada en el concierto de los intereses ajenos, una democracia participativa y real, frente a las democracias formales subvencionadas. Ellos tenían ONU, nosotros teníamos DOS, ellos tenían el Plan Marshall, nosotros teníamos un pueblo que, como siempre había sido al sentirse bien mandado, emprendedor, austero y genial. Salimos en treinta y seis años de ser el país más atrasado de Europa a ser la 8ª potencia industrial del mundo. Obviamente todo ello se consigue sin el viejo sistema caciquil del liberalismo partitocrático. O mejor, como ejemplo de que es necesario elegir, o una cosa o, la otra, pues la incompatibilidad se ha vuelto a hacer manifiesta.
Comprenderéis ahora la razón de la Ley de Memoria Histórica. ¡Borrar esa odiosa comparación! Ya Azaña sostenía que “España debía emanciparse de su Historia”. Así sería más fácil su desintegración colectiva. Orwell sostenía que “quien domina el pasado, domina el presente y quien domina el presente, puede decidir el futuro”, en un acertado análisis de lo importante y conveniente que resulta a los pueblos conocer su historia. Hemos perdido nuestra libertad a base de acumular ignorancias. Los que han trabajado por la Reforma Política en España, hoy es fácil constatar, han arado en el mar.
Nuestra misión consiste en despertar al pueblo español, señalándole el camino reciente de lo que fuimos y en lo que nos hemos convertido, por las mismas políticas que nos habían arruinado en el pasado y que han vuelto a hacerlo en el presente. No podemos seguir en la oscuridad de la noche, caminando con un candil a la espalda. No debemos seguir buscando, como pretende el sistema instaurado en 1978, en un cuarto oscuro, con unas gafas de sol, buscando un sombrero negro, que no está allí. Es preciso e ineludible explicar al pueblo español LO QUE FUIMOS. EN QUE NOS HEMOS CONVERTIDO Y A DONDE VAMOS. Hay que evitar de manera pacífica que nos precipitemos al abismo. Pero señalando de manera rotunda cual es el camino que queremos y debemos recorrer.
El sistema actual está muerto, lo han matado los propios precursores del mismo. Y ya sólo hace falta el certificado de defunción. Pero resulta imprescindible, por un elemental principio de higiene política, y de justicia histórica que quienes han contribuido a la defunción del sistema, no sean la solución del futuro, pues estaríamos perdidos. La solución no puede estar en las “nuevas máscaras” del viejo totalitarismo socialista, ni en el oportunismo de los viejos liberales sin principios.
El epitafio del fin del Sistema lo anunció Mariano Rajoy en la última sesión del Parlamento, al decir circunspecto: “ Los españoles no podemos elegir si hacemos o no sacrificios. No tenemos esa libertad”. Entonces, ¿quien nos ha privado de esa libertad y soberanía a la que no hemos renunciado? ¿Quien nos ha consultado al respecto? ¿Donde queda el viejo axioma del liberalismo democrático de que el pueblo es soberano? ¿Cual es la función del Parlamento español? ¿El mandato otorgado en las urnas cede hasta tal punto nuestra libertad y soberanía que permite que nos encaminemos hacia el sacrificio, antesala de la miseria, sin que la estructura y corrupción del Estado sufra el mismo quebranto? La paciencia del pueblo español y la confianza en sus dirigentes se ha agotado irremisiblemente. Otros hombres y otro régimen debe encarar el futuro con los retos y dificultades que corresponden, pero con la confianza que se generó en el pasado cuando el pueblo se sintió honesta y cabalmente mandado.
¿VALIO LA PENA? No en condicional y con interrogación, sino en presente de afirmación. Ese es el acertado diagnostico que, sobre la vida de Ministro en España, en la Era de Franco, hace uno de nuestro homenajeados hoy con la distinción de “Caballero de Honor” don Licinio de la Fuente. Nadie mejor que él para pronunciar tal aserto. Fue paradigma de una época, quintaesencia de un modo de hacer política. Ejemplo de democracia meritocrática. De origen y espíritu humilde, de ahí su sabiduría, llegó con su esfuerzo e inteligencia a las más altas cotas del poder político, siendo Ministro de Trabajo, sin que admita, siquiera comparación, con los actuales ministros del paro. Viendo y estudiando lo realizado en aquella época y, sin necesidad de odiosas comparaciones, con el presente claro que valió la pena Exmo. Sr. D. Licinio de la Fuente y le damos las gracias por su contribución.
Valió la pena. Ya no pueden decir que el progreso de la España de Franco es un hecho puntual y forzoso. La comparación en años y herencias recibidas, desmonta cualquier falacia al respecto. Un pueblo de inventores y grandes emprendedores no puede encorsetarse en el fatalismo de Rajoy. La capacidad del pueblo hispano cuando un ideal lo ilumina, queda elocuentemente reflejado en la historia, aunque a veces parezca que al haber servido nuestro pueblo un ideal absoluto, nos resulta imposible contentarnos con ideales relativos de riqueza, cultura, seguridad o placer con que otros pueblos se contentan.
Valió la pena. Porque la España diversa, la del Greco y la de Goya, la de D. Quijote y la de Sancho, la del espíritu y la materia, ambas formando parte de la misma irredenta España, plantean la cuestión de decidir sobre quien debe gobernarla; si los mejores talentos o los mejores talantes; si los más capaces o los más listos; los más honestos o los más demagogos; los designados por los partidos o los designados por sus méritos; desde los partidos o desde la sociedad civil; desde los suspiros o desde los insultos.
Valió la pena. Porque sólo desde la libertad sin adjetivar, la sociedad no se une en comunidad de afectos, ilusiones compartidas o proyecto histórico. Nuestra comunidad no es sólo territorial, sino espiritual. Es en el espíritu donde hallamos, al mismo tiempo, la comunidad y el ideal. Y es la historia quien nos lo descubre.
Y valió la pena. Querido Licinio y amigos aquí presentes, porque en el final de este ciclo vital de España, en esta futura “Rebelión del Instinto”, sino lo remediamos, el pueblo español encarnará de manera definitiva y será destinatario de la tragedia griega reflejada en el “Mito de Síssifo”. Seremos un pueblo condenado a perpetuidad y por nuestros pecados, a subir ciegos a lo alto de la montaña una pesada piedra a nuestra espalda, para que, sistemáticamente y cada vez que llegue a la cumbre, vuelva a rodar hasta la base. Y así, sin posibilidad de remisión, hasta el fin de los siglos, sin obtener ni la compasión materialista de la propia conciencia, sin esperanza de redención, sin posibilidad del suicidio de Albert Camus.
Como valió la pena. Y como nos negaremos, una vez más, al determinismo ajeno que nos convierta en Síssifos, levanto, ante vosotros, la bandera de la esperanza, de la libertad, de la justicia y de la dignidad indeleble con que el pueblo español se condujo en los peores y más dramáticos periodos de su historia, una de cuya efemérides hoy conmemoramos. Ánimo y adelante. ¡Arriba España!
*Vicepresidente de la Fundación Francisco Franco.
Bien, por las verdades que has arrojado a la arena
Pero hace falta algo más para que nazca una nueva España
Shiva no ha entrado todavía en el escenario con su juego destructivo.
Las UMD (Unión Militar Española) todavía está gestándose, al igual que el movimiento nacional del pueblo, del que han de surgir las plurales alternativas a las existentes en la actualidad.
La afirmación de “qué buen vasallo si tuviere buen señor”, no solo debiere aplicársele a D. Rodrigo Díaz de Vivar, sino a todo el pueblo español. Cuando murió el Caudillo lo hizo rodeado del afecto de la inmensa mayoría de los españoles ya que incluso muchos de aquellos que le combatieron finalmente terminaron reconociendo que durante los años en los que gobernó, en España hubo Pan, Trabajo y Justicia. A continuación dejo el link de su última aparición en público, donde puede verse la Plaza de Oriente llena a rebosar, y eso no se hace otorgando subvenciones ni prebendas como… Leer más »