La división del Estado autonómico
Hoy vemos a España sumida en la división como si de un puzzle se tratase que, hecho cuasi por un niño en su infancia, no acabara de encajar y sus piezas chocan unas con otras como si se enfrentaran. Y es que así ha ocurrido en España desde que se firmó la Constitución, con el artículo segundo que es en sí una completa contradictio in termini. Dicha contradictio in termini atenta contra la historia de España y la unidad de la Patria. España estuvo siempre formada por regiones y reinos. Pero nunca, como dice el artículo segundo de la Constitución vigente, por nacionalidades, que terminaría siendo ese tertium genus al que en el consenso entre republicanos y monárquicos; derechistas e izquierdistas; “patriotas” y separatistas, llegarían.
Diría José Antonio Primo de Rivera que los hombres no nacemos afiliados a partido político alguno, pero sí nacemos afiliados por naturaleza a la Patria (que él definió como “una unidad de destino en lo universal”) y a otra patria doméstica cuasi análoga en muchos aspectos a la anterior, que es la familia. Vengo refiriendome en estas letras a la primera patria que nos señala José Antonio y seguiré refieriendome a ella: a la Patria, a España.
Para demostrar la autenticidad de la unidad de España no acudiré esta vez al tradicionalismo ni al falangismo. En el diario “El Socialista” de 1931 se rechaza y abomina a los separatismos regionales, dejando claro que “los separatismos son los enemigos de España y si no se acaba con ellos, estos acabarán con España”. El General republicano Vicente Rojo diría que “creo en España, en mi Patria, patrimonio común indivisible e inalienable. El primer deber de la ciudadanía es conservarla y defenderla”. Siguiendo el hilo de la argumentación con estas palabras del General Rojo ¿no es deber entonces del Gobierno defender la unidad de España ante todo? Si es obligación de los españoles defender la unidad de España (y así es) será también deber del Gobierno defender dicha unidad y reprimir todo intento de quebrantarla dando lugar a ese puzzle al que antes hice referencia.
Cuando en la II República se planteaba el proyecto de Constitución sale a la luz un documento llamado “Panfleto Anti-Separatista”, escrito nada menos que por el socialista Antonio Zubazagoitia y Frías (no quiero decir con esto que el árbol malo dé fruto bueno), en 1932, en el que manifiesta lo siguiente, en relacion con el separatismo: “Al izquierdismo no le queda nada más que una opción y es España ante todo. Abajo el autonomismo que nos conduce a una segregación fratricida. Ante todo está España. Tenemos un lema: o combate el piojoso reaccionarismo separatista y transigir cobardemente con él o se dedica decididamente a la España de hoy y a la España del futuro”. Y estas palabras que dijo aquel socialista que, pese a su militancia, conociía muy bien al enemigo de su patria, lo que parecen haber olvidado todos los socialistas y liberales a partir de 1978.
Ante la traición cometida contra España hace ya más de siete lustros cabe reflexionar sobre el enfermo y la enfermedad. Sobre si la enfermedad es endógena o exógena. El sujeto paciente, el enfermo, es el Sistema y la enfermedad podemos observar que a diferencia de los enemigos de 1808 (franceses) son en esta ocasión endógenos. Hablamos de una enfermedad que surge y se desarrolla dentro del mismo sujeto, dentro del Sistema. Dicha enfermedad surge en el Movimiento Nacional con hombres que después acabarían traicionando al Movimiento y a España; hombres que se decían derechistas, tradicionalistas o falangistas y que terminaron elaborando y aprobando una Constitución liberal que rompía completamente con todo lo que había sido España y con la grandeza de ésta.
Así (aunque haciendo más referencia al Concilio Vaticano II) escribiría la Dlegación Nacional de Requetés lo siguiente: “Por desgracia lo que está pasando no es nada nuevo. El ganar la guerra y perder la paz ya ocurrió con nuestra guerra de Independencia, cuando los franceses derrotados y expulsados del país por las armas, triunfaron después por las ideas y la Revolución liberal se impuso al pensamiento tradicional. (La Gran Verdad sobre España. El 18 de Julio en Peligro. Publicación de la Delegación Nacional de Requetés. Madrid, 1965. P. 30).
Nosotros, tradicionalistas (católicos), sobre los que San Pío X diría que a diferencia de revolucionarios y socialistas somos los verdaderos amigos del pueblo, responderemos ante aquellos que, siguiendo a Sabino Arana y otros separatistas, dicen ser una raza y diferentes a España. Como el eminente Ramiro de Maeztu, rechazado e insultado por Ortega y Gasset, diremos que la hispanidad es ya una raza que une a todos los pueblos íberos.
Respecto al Estado Autonómico, reproduciré unas palabras de don Blas Piñar López, cuando fue diputado por Unión Nacional en el Congreso, donde ya nos advertía a dónde nos llevarían las autonomías: “Por la autonomía al autogobierno, por el autogobierno a la autodeterminación, por la autodeterminación a la independencia”.