BD.- Señor alcalde: Recientemente usted ha manifestado que: “No es deseable de que en Salt estén naciendo en estos momentos más niños de origen extracomunitario que autóctonos”. No se ha conformado usted con estas siniestras palabras que ponen la carne de gallina a cualquier ciudadano o ciudadana con el corazón bien puesto, sino que ha añadido con todos sus dientes: “Esta situación no debería ocurrir ni en Salt ni en cualquier otra ciudad catalana del siglo XXI”.

Estas palabras no son dignas de un catalán, de un demócrata y de un nacionalista. Debería saber que sólo los bellacos xenófobos y racistas dicen cosas tan malvadas. Estas infames declaraciones lo descalifican a usted como persona de bien y hombre del tercer milenio, tolerante, abierto y con “seny”. Asusta que personas como usted puedan reproducirse.

Tal vez no ha terminado usted de enterarse que la inmigración es un oportunidad para Cataluña, un valor añadido que enriquece la “casa nostra”, una fuente perpetua de posibilidades y bendiciones. Demuestra tener usted un espíritu mezquino, un corazón raquítico y una inteligencia anémica. Sus declaraciones son tanto más chocantes e inexplicables como que su hermosa ciudad (cada día más jovial y festiva) está singularmente bendecida por las maravillas incontables de la multicultura y los alegres colores de una diversidad envidiable. El ejemplo visible de las venturosas realidades de la diversidad hubieran debido convencerlo de la bondad de la sociedad plural y abierta. Le ha tocado la lotería y pone cara de asco: incomprensible. ¿Cuál es su problema?

Sus palabras son por otra parte sorprendentes por venir de donde provienen. A muchos de sus correligionarios se les aflojan los esfínteres de gusto con esta abundancia de razas y etnias del mundo mundial. En cambio usted lanza mensajes canallescos que rezuman intolerancia y una cerrazón que no corresponde a la línea oficial de su propio partido en esta materia. Cierto es que el señor Durán Lleida suele soltar de vez en cuando, con la boca pequeña, algún salivazo, contra la alta natalidad de la inmigración, que amenazaría, supuestamente, con submergir a la población autóctona. Pero también es cierto que a los nacionalistas catalanes no os viene de una contradicción de más o de menos. Hoy blanco, mañana negro, pasado a rayas…

Llegados a este punto, permítame cambiar de tono, no vaya a ser que al final no me comprenda usted. No son los de su clase muy espabilados intelectualmente que digamos, y el sentido de esta carta pudiera resultarle demasiado oscuro.

Hace apenas unos pocos años CIU estaba abonada, con una convicción impropia de un partido burgués y chovinista, al discurso progre del “papeles para todos”, “las bondades y bendiciones de la inmigración”, “no es un problema, sino una oportunidad”, “no al tratamiento policial del fenómeno”, “no a las políticas restrictivas”, “la nueva y venturosa realidad multicultural”… Alguna agua ha pasado bajo los puentes desde ese cercano entonces, y de los apenas 150 000 inmigrantes que contaba la Cataluña del año 2000, se ha pasado al los cerca de 1 500 000. ¿Querían ustedes “colores, sabores y olores”? Pues ahí los tenéis. ¡Gozad y regocijaos en ellos! Vuestras ansias de razas, etnias y tribus de todo pelaje se han visto satisfechas. Vuestra felicidad no tendrá límites.

Si la llegada masiva y descontrolada de extranjeros no deseados ni necesitados era, hasta hace poco, una “bendición” que iba a solucionar todos los problemas propios de una sociedad estancada demográficamente y envejeciendo a marchas forzadas, ¿a qué viene ahora esa alarma por la elevada cantidad de inmigrantes? El señor Durán Lleida y usted mismos deberían dar las gracias, hincados de rodillas y los ojos bañados en el llanto de la cristiana gratitud, un millón quinientas mil veces por la “bendición” un millón quinientas mil veces repetida que suponen ese millón y medio de benditos y bendecidores inmigrantes. Pero no…, muy por el contrario, llega usted a pedir, con un enojo apenas contenido, y como un ultra cualquiera… orden, control, y quien sabe si hasta expulsiones. ¡Caramba, por fin apareció el peine! Algunos han pasado sin apenas haber tenido tiempo para cambiarse de calzoncillos, del “mundo sin fronteras” a la manu militari . ¡Bienvenido al mundo real, aunque sea con unos cuantos telediarios de retraso! (Por cierto, uno se pregunta como se llevarían a cabo ese control y estas insinuadas expulsiones. ¿Tal vez de la mano de una policía autonómica de la señorita Pepis, esos Mossos d´ Esquadra que apenas saben poner multas y secuestrar libros?).

Su irritación manifiesta acerca de la naturaleza del crecimiento poblacional de Cataluña expresa sin apenas disimulo un profundo malestar por una situación que ha venido a hacer añicos los ensueños de convivencia y diversidad del credo multicultural vigente. Al igual que usted, su jefe de filas el señor Durán Lleida ha manifestado en diversas ocasiones su preocupación por los cambios demográficos en marcha en Cataluña. Es obvio que el señor Durán Lleida y usted mismo desean un aumento de la población de Cataluña. Pues bien, ese aumento tiene lugar y colma las más exigentes expectativas en cuanto a envergadura. Luego, ¿de qué se quejan ustedes? ¿Quieren que la población de Cataluña crezca? Respuesta: SI. ¿La población de Cataluña crece? Respuesta: SI ¿Entonces, donde está el problema y la causa de su disgusto? Os lo voy a decir: el problema reside en la(s) nacionalidad(es), raza(s), y color(es) de ese crecimiento demográfico. Pero, ¿no era que daba igual la raza, la nacionalidad y el color de las personas? ¿Acaso no estamos cansados de oir a todas horas que todos somos ciudadanos de Cataluña, sin diferencias de origen ni discriminaciones de ningún tipo? Si así es, ¿qué más da la raza, el color y la nacionalidad de los componentes de ese crecimiento demográfico tan deseable y necesario para Cataluña? ¿Qué importa llamarse Deulofeu, Pérez, Abdelkader, Wilson Pereira, Congobolongo o Fumanchú, si todos somo iguales y valemos lo mismo? ¿O es que algunos son más (o menos) iguales de otros? ¿La ciudadanía catalana es de carácter abierto, integrador y cosmopolita, o por el contrario está basada en criterios étnicos y rige un restrictivo “derecho de admisión”? ¿Los “nuevos catalanes”, además de ser nuevos, no serán de segunda categoría? Aclárenos este punto, que no vivimos.

Señor Jaume Torramadé (próximamente Hamed Torramohamé, vaya pensándolo) y compañía: sois unos hipócritas, unos ineptos y unos inconsecuentes. Habéis cantado las ventajas del agua, habéis llamado la lluvia, habeís invocado la tormenta, habéis inundado las calles, habéis prohibido los paraguas, habéis destechado las casas, ¿y ahora os quejáis de estar mojados y de tener el agua al cuello? Pues a chapotear como patos. Es lo que toca. Que disfrutéis.