“Mis experiencias con Bohórquez”: “Luna de miel” con el Ayuntamiento socialista (3)
Por Julio Liarte Parres.- Y así, el editor pasó de estar demonizado un mes antes de las citadas elecciones por todos los grupos políticos con la única excepción del movimiento ciudadano de Dudú, que fue llamado Terra Omnium, a empezar a gozar de una primera luna de miel con el PSOE local que le llevó a solucionar el asunto de la subvención de los 17 millones de pesetas y a comenzar a disfrutar ampliamente, en una primera etapa, de la publicidad institucional, con las iras de la entonces Alianza Popular, cuyos líderes no llegaban a tragar al personaje y menos después de los sucesos recientemente acontecidos en la ciudad.
El nuevo Delegado del Gobierno fue todo un acierto. Logró gestionar muy hábil, astuta e inmediatamente todo el desaguisado, y en unos pocos meses consiguió pacificar la ciudad, poner en marcha una oficina especial de extranjería y sacar del escenario a Dudú, que quedó, gracias a unos certeros movimientos, totalmente desprestigiado y olvidado en Marruecos, al tiempo que férreamente controlado por los servicios de seguridad del Rey marroquí. Ahora, una vez pasado todo, parece fácil, pero no lo fue en absoluto.
Tuvo que moverse, con movimientos muy certeros, entre los estrechos límites marcados por la Constitución y las Leyes y tomar decisiones ágiles sobre la marcha, con la incisiva vigilancia de la prensa, ya no sólo nacional sino también internacional, y la desconfianza de gran parte de la población. Pero en lugar de quedarse paralizado por el análisis y el miedo como su antecesor, actuó, ¡y vaya que si actuó!, y es que el que se mueve rápido y toma decisiones puede equivocarse, como de hecho lo haría más de una vez, pero estos errores constituyen al final sólo anécdotas dentro del conjunto. No cabe duda que Céspedes se movía en Melilla como pez en el agua, y que contaba con la plena confianza y el apoyo del Presidente del Gobierno, Felipe González Márquez.
Es, en esta época de asentamiento del medio de comunicación, cuando, poco a poco, fue acercándose el editor al que consideraba nuevo hombre fuerte de la ciudad, el Delegado Céspedes que, a su vez, cayó en la maldita trampa de la vanidad y se dejó admirar, piropear y endiosar por el personaje. Es la época cuando ambos matrimonios estaban todo el día juntos, y ellos dos hasta se llamaban de amigos en público. Pero no duró mucho.
La pacificación de la ciudad llevó a los socialistas a recuperar, en las elecciones municipales de 1987, la tendencia electoral perdida.
Se presentaron tres partidos políticos con pretensiones de gobierno: El PSOE, que presentaba de nuevo a Gonzalo Hernández, que tenía un buen cartel entre determinados segmentos del electorado; la Coalición Popular, encabezada por Luis Fernández Muñoz, entonces Presidente de Alianza Popular que, aunque arrepentido por no haber concurrido al Congreso en las elecciones de 1986 puesto que no esperaban ganar, buscaba ahora su oportunidad y creía que la tenía al alcance de su mano; y José Imbroda Domínguez, por parte de UPM, que presentaba, como atractivo electoral, su buena gestión de los festejos en la época del Ayuntamiento de UCD, su simpatía y un melillismo no centrífugo, sino todo lo contrario, con tintes puramente españolistas.
Este último partido era una incógnita. Por un lado, tras una campaña utilizando la versión melillense de las tácticas electorales americanas, esperaban atraer al electorado que había posibilitado, precisamente, a la Coalición Popular ganar las elecciones nacionales, y que era un electorado mayoritariamente de procedencia peninsular que se había radicalizado con las revueltas de Dudú y la contra-reacción de carácter españolista, cuyo más radical episodio fue el lanzamiento de huevos sobre la fachada de la Delegación del Gobierno junto a la quema de ejemplares del diario Melilla-Hoy.
La incógnita quedó resuelta con el resultado de las elecciones. Ganó el PSOE, revalidando su mayoría absoluta, aunque por los pelos, obteniendo 13 de los 25 concejales posibles, y consiguiendo el décimo tercer escaño por poco más de cien votos; y la Coalición Popular volvió a su tendencia anterior a las elecciones de 1986. El voto que había posibilitado a CP obtener los tres escaños nacionales quedó repartido entre la suma de los votos obtenidos por CP, UPM y el CDS. UPM fue la gran derrotada en las elecciones, y su Presidente y candidato dimitió al día siguiente, no sin antes hacerse cargo de las deudas de la campaña de su partido.
El editor intentó influir en la campaña. Por un lado, se volcó para favorecer al PSOE, glosando a Gonzalo Hernández, aunque principalmente a Céspedes, mientras que descartaba a Luis Fernández, que nunca le siguió el juego a Bohórquez ni se gustaron mutuamente. Además, el día anterior a las elecciones, el periódico sacó una página tres, sin firma, tildando de deshonesto a José Imbroda. Por otra parte, este hecho de los editoriales, portadas o artículos sin firma el mismo día de las elecciones, o durante los días previos, ha sido una práctica constante del editor durante años y años, en los que los candidatos perjudicados solicitaban a la Junta Electoral incluso el secuestro del periódico, ya que siempre aportaba sorpresas de última hora en contra de uno o varios candidatos. Además, el editor había descubierto con las elecciones otra suculenta fuente de ingresos a través de los presupuestos de publicidad de cada uno de los partidos en liza. Ya se sabe, quien quisiera apoyo o, al menos, no beligerancia en su contra, tenía que pasar por el aro y pagarle al editor lo que este le había pedido antes del inicio.
Pero, a pesar de haber ganado las elecciones, el Ayuntamiento de Gonzalo Hernández proseguía con su política de palo y zanahoria en el manejo de la publicidad institucional, y se negaba a entregarse totalmente a Bohórquez, como él hubiera querido, para satisfacer su insaciable demanda de dinero público.
Era la primera autoridad de la ciudad, en esos años, el Delegado del Gobierno en lugar del Alcalde de Melilla, al revés de cómo es en la actualidad, ya que, mientras que el primero era un excelentísimo señor, el segundo era sólo ilustrísimo. A consecuencia de lo anterior, cada vez que coincidían ambos cargos públicos en un mismo acto saltaban chispas a cuenta del protocolo, puesto que mientras el primero estaba designado por el Gobierno, el segundo argumentaba que había sido elegido directamente por el pueblo de Melilla.
En este sentido, y de acuerdo con las reglas del protocolo, si la administración anfitriona era la local, a pesar de lo anterior la Presidencia del acto le correspondía al Alcalde. Bueno, un lío en definitiva. Por ello, no existía una relación muy fluida entre ambos mandatarios, lo cual era público y notorio y, como es natural conociendo al personaje, fue utilizado por el editor para sus propios fines, aprovechando la magnífica y cercana relación que todavía mantenía con el Delegado del Gobierno, como puede observarse con la lectura de otra página tres sin firma, dos días después de las elecciones, en un artículo titulado “El peso de un delegado”.
EL AUTOR
Julio Liarte Parres es economista y funcionario de la Ciudad Autónoma de Melilla. Prestó sus servicios en el Ministerio de Trabajo, precisamente en el departamento encargado de las ayudas a empresas de nueva creación; y luego ha hecho lo propio como gerente de la empresa pública Proyecto Melilla, SA, entidad especializada creada por el entonces Ayuntamiento de Melilla para fomentar la creación de empresas y empleos en la ciudad.
En la actualidad es diputado autonómico y portavoz del grupo Populares en Libertad (PPL), un partido escindido del PP y que lidera el ex presidente de la Ciudad de Melilla, Ignacio Velázquez Rivera.