Inmigración: injusticia que anula la caridad
No es la caridad una simple virtud que consista en dar a todos por igual y de forma altruísta, pues la caridad forma un muñón junto a la justicia que si desapareciese la justicia o la caridad ese muñón dejaría de existir y no tendría sentido ni esencia.
Cuenta actualmente España con siete millones de inmigrantes a quienes se les otorga trabajo y en caso de no tenerlo vemos que reciben subvención con pleno derecho como si de un autóctono se tratase. En este caso son meramente igualados a los españoles, lo cual es una injusticia.
Pero no ocurre que queden limitados a esa injusta equiparación en derechos, sino que en gran parte de los casos son tratados por los gobiernos con plena desigualdad como si aquellos tuvieran más derechos que los españoles nacidos en nuestra Patria y pertenecientes a ella desde su nacimiendo contribuyendo así a la constitución de la Patria. Ocurre que vemos cómo estos no son primados antes que los no autóctonos o inmigrantes que vienen a España obteniendo trabajos que deberían ser desempeados por los españoles, pues existe el ius sanguinis aunque se vea atropellado como otros tantos derechos de los españoles.
Ha llegado a ser habitual la visión de esas calles concurridas en las que podemos ver pasar a todo tipo de personajes mientras en bares, restaurantes y tiendas entran a comprar y son atendidos por hombres y mujeres que inmediatamente en el acento y los rasgos físicos se nota que no son españoles. Todo esto mientras en las esquinas de dichos establecimientos observamos algún hombre español sentado en el suelo reclamando algún dinero o comida para poder llevarse unos mendrugos de pan a la boca, cual infame personaje de Dostoievski se tratase. Vemos aquí anulada la caridad por ser inexistente la justicia, ya que ¿es acaso justicia que se premie al inmigrante mientras vemos maltrecho y hambriento al hombre español? ¿Es justo que quienes siendo compatriotas suyos pasen por las calles mirando nada más y dando cabida más que nunca a la omisión?
Perece ser que esta sociedad se hubiera vuelto protestante y así vendida al luteranismo cuyo padre (Martín Lutero) diría que la fe no tiene por qué ir acompañada de las obras, siendo aquella un sentimiento quasi inmanentista y la obra acción estéril pues el hombre no hace nada bueno. Así se infiere de esto que aquellos que sin despertar del letargo como pueden ser movimientos católicos como cáritas que premia la inmigración y ve simplemente en todos una hermandad semejante a aquella de quienes la predican agarrados de la mano y fumando la pipa de la paz.
No en vano San Agustín establecería (en Confesiones) un orden natural para el hombre cuando refiriendose a éste orden dijera: “ama a tu prójimo, más que a tu prójimo a tus padres, más que a tus padres a tu Patria y más que a tu Patria… solamente a Dios”.
Bien claro nos queda que nuestro corazón en primer lugar ha de ser para Dios, pero San Agustín no nos dice que amemos al prójimo fuere quien fuere y agarrados a la pipa de la paz. Nos viene a decir el santo de Tagaste que después de Dios el lugar es para la Patria, pero surge aquí un problema en estos momento que llega a ser quasi esquizofrénico: Si hemos de amar a la Patria y, por ende, defenderla ¿se puede llamar entonces defenderla a esa fraternidad de “ciudadanos del mundo” propia de 1789? ¿La defendemos marginando al compatriota y ofreciendo trabajos y derechos a aquél que no lo es?
Así, ese muñón que se forma con la justicia y la caridad deja de existir anulando plenamente las dos y asignando una nueva “caridad” atea, una caridad propia de los principios emanados del protestantismo y de 1789.
Cuando Santo Tomás nos habla en la Secunda Secundae sobre la justicia no nos plantea una virtud que quiera hacer a todos los hombres iguales entre sí, pues los hombres ni hemos nacido iguales en lugar y condición ni poseemos los mismos méritos, es entonces cuando Santo Tomás nos dice que la justicia “es distinta de cada una de las otras virtudes porque dirige todas las virtudes al bien común”. Y ahí es donde me detengo pues el bien común es lo que todo hombre busca y por tanto el Estado que al estar formado por hombres y mujeres debe procurar el bien común de estos, y si así no fuera ocurriría como León XIII nos advertía en Rerum Novarum que “esa sociedad sería más de rechazar que de desear”. Por tanto aquellos estados e instituciones (estén subordinadas o no a éste) que favorecen y fomentan la inmigración a la vez están construyendo una “sociedad que es más de rechazar que de desear”.
Un Estado que no evita la inmigración y establece barreras hacia ésta en la defensa de los miembros autóctonos de la Patria, que por la ius sanguinis están favorecidos en el Derecho Romano del que está tomado el vigente, se establece esa sociedad indeseable que nos anunciara León XIII.
Una sociedad en la que existe un libre mercado que tiene de libre aquello que es el descontrol de la justicia pues son innumerables quienes en nombre del libre mercado (mal entendido) favorecen a inmigración con el fin maquiavélico de obtener mayor cantidad de dinero retribuyendo menores salarios mientras, como ya dije, el autóctono queda tendido en la calle a la espera de unas monedas de algún buen hombre, porque él no otorga tan altas cantidades monetarias al patrono o empresarios (cabe aclarar que no me refiero aquí a todos los empresarios sino a aquellos que hacen un mal uso del capital y buscan en la persona un mero instrumento).
Hacía referencia antes al ius sanguinis que otorga unos derechos mayores a los hombres y mujeres autóctonos. Pero ese ius sanguinis está sustituido por el ius aeris, es decir, el derecho emanado del aire porque como la sangre autóctona no circula por todos los hombres sí se inspira el mismo aire. Ya no tienen más derechos los hombres de una patria por haber nacido en ella (ius solis) y tener la sangre de esta por sus venas (ius sanguinis) sino que ya con el ius aeris todo hombre por trasladarse de país y respirar el mismo aire posee los mismos derechos.
no estoy a favor de la discrimiancion positiva o como quieran llamarla, pero si todos somos personas, todos somos iguales. y no… no es necesario darle a la pipa y agarrarse de las manos para pensar así, ni discriminar ninguna creencia religiosa. Este artículo practica lo mismo que critica pero en otros ámbitos. A ver si en este pais surgen ideas que no rocen ningún extremo, simplemente la idea de que todos nos merecemos vivir con dignidad y nadie tiene que ser beneficiado o discriminado por razón de raza, origen, religión, ideología, etc. Eso ademas de ser de buen cristiano… Leer más »
Por cierto, doy la bienvenida al nuevo articulista.
Creo que es un buen artículo, al menos a mi me ha gustado, y si la casta reflexionara sobre el fondo de la cuestión que aquí se plantea, se les tendría que caer la cara de vergüenza, al saber y no hacer nada por remediar que los autóctonos gracias a sus políticas proinmigracionstas y de libre mercado nos están llevando hacia el precipicio. De todas maneras, que lo reconozcan o no es una cuestión suya, los que deberíamos reconocerlo y tenerlo en cuenta somos los españoles, para así demandarlo. Escuché a un liberaloide, de esos que defienden el libre mercado… Leer más »
Toda la razón, el liberal e s tan o más enemigo que el socialista. La inmigración es muy negativa en varios aspectos (delincuencia, gasto público) pero uno que obvían y que es determinante para nuestra ruina es el económico. La inmigración es un fenómeno impuesto por la globalización neoliberal y tanto la inmigración como la globalización van a acabar tercermundializando Europa mientras la gente sigue lobotomizada y sólo s ele ocurre como forma d elucha reunirse en la splazas con sintonía perroflaútica o votar al asqueroso Partido Popular. Tiene que haber una auténtica revolución nacional en varios países europeos y… Leer más »
Muy bien escrito
Excelente artículo.