“Escrito para la Historia”.- Política exterior y visita a El Pardo: Doña Carmen llora (Capítulo 11)
Blas Piñar (Del libro “Escrito para la Historia”).- Con la llegada de López Bravo al Ministerio de Asuntos Exteriores pudo apreciarse que nuestra política internacional variaba de signo. Ya en el prólogo de un libro publicado por la Editorial Dossat, de Barcelona, que pertenecía a Sebastián Auger Duró -delegado de Hacienda del Ayuntamiento-, el nuevo ministro exaltaba los logros de la economía comunista.
En esta línea, si no de pensamiento sí de comportamiento, López Bravo hizo un viaje a Argentina y Chile. No le sonrió la fortuna en Buenos Aires. Estando allí se produjo una crisis política grave. En Santiago, tuvo cordiales entrevistas con el presidente de la República, el socialista y masón, grado 33, Salvador Allende, al que entregó, en nombre de España, la respetable suma de cuarenta millones de dólares. Aunque Allende se había destacado como enemigo virulento del Régimen español, debió decirse a sí mismo aquello del refrán: “a caballo regalado no le mires el diente”. Dio las gracias más efusivas a López Bravo y la pantalla de la TV los mostró afables y sonrientes. Chile estaba en la miseria. La política de Allende empobreció al país de forma increíble. Un regalo de cuarenta millones de dólares, especialmente en tales circunstancias, debía aceptarse sin escrúpulos, vinieran de donde vinieran.
En mi discurso en la Comisión de Asuntos Exteriores de las Cortes, de 18 de diciembre de 1972, refiriéndome a la ayuda económica que estábamos prestando a varios países al borde de caer bajo la dominación comunista dije: “Por lo que respecta al préstamo concedido a Chile y que asciende a cuarenta millones de dólares, hemos de subrayar que se hace a un país en tránsito oficial hacia un sistema marxista de Gobierno, que ha suspendido sus pagos internacionales por quiebra casi total de su economía, hasta el punto de que según frase de su presidente, ya no quedan divisas ‘ni para raspar la olla’ .
“Pues bien, con cargo a este préstamo, España ha procedido a la financiación de una empresa mixta que han constituido en Santiago de Chile, el 12 de octubre pasado, ENASA, de una parte, y CORFO (Corporación de Fomento de Chile), de otra. El capital de la empresa asciende a veinte millones de dólares, de los que corresponden a ENASA (España) el 49%, y a CORFO (Chile) el 51%.
“Pero lo curioso es que la total aportación de Chile, 10.200.000 dólares, se los cede precisamente España, a título de crédito. Es decir, que los veinte millones de dólares proceden en su totalidad de España.
“No puede extrañar que Salvador Allende, que presidió el acto constitutivo de la empresa mixta ENASA-CORFO, dijera que ´quería manifestar públicamente y pedirle al embajador que hiciera llegar al ministro de Asuntos Exteriores de España, su reconocimiento por (su) decidido apoyo… y (por) la comprensión que ha tenido no sólo para la posibilidad de este convenio, sino para los problemas generales que afronta Chile`”.
Yo interpelé al ministro sobre la razón de tal obsequio, pero fue inútil mi interpelación. Por otra parte, se trataba de un hecho consumado.
Que algo se cocía en el aparato gubernativo, lo pone de relieve una visita a Cuba del subsecretario de Comercio, Nemesio Fernández-Cuesta. Me limito a recordar sus declaraciones al regresar a España, en las que poco menos que calificaba de héroe a Fidel Castro. “Cuando Fidel aparece -dijo- se asemeja al sol. Su luz es tan poderosa que las estrellas desaparecen”.
Lo más insólito ocurrió pocos días después de que el ministro se reuniera con los consejeros nacionales del Movimiento que formábamos parte de la Comisión de Asuntos Exteriores. Nos dijo, entre otras cosas, que no se tomaría por el Gobierno ninguna decisión importante, sin un informe o consulta previa a la Comisión.
Unos días más tarde, sin que la información o consulta tuviera lugar, el Gobierno rompía relaciones diplomáticas con la China nacionalista de Formosa y reconocía a la China comunista o continental de Mao-tse-Tung. Antes, y con sorpresa para muchos españoles, López Bravo, en un viaje a Oriente, hizo una parada técnica en Hong-Kong.
Me indigné, y no sólo por la burla a la Comisión de Exteriores del Consejo Nacional del Movimiento, sino por lo que significaba aquella ruptura y aquel reconocimiento, en el que, para mayor escarnio, se reconocía también el derecho de la China comunista a invadir Formosa y recobrar sobre ella la soberanía.
Alguien detectó, sin duda, que nuestra política exterior se encaminaba a un cambio profundo con respecto a las dos Chinas. En el diario Informaciones se advertía que “desde comienzos de 1972 no habíamos cubierto la vacante de embajador en Formosa y en cambio habíamos abierto un Consulado en Hong-Kong, con las miras directamente puestas en la República Popular China. (Además) el jefe de nuestra diplomacia mantuvo una entrevista en Nueva York con miembros de la delegación (comunista) china ante las Naciones Unidas.”
Yo no tenía la menor relación con la Embajada de Taiwan, ni conocía tampoco al embajador, al que, sin embargo, envié una carta, fechada el 12 de marzo de 1973, con el siguiente texto, que se publicó en el número 324 de Fuerza Nueva:
“Excmo. Sr. D. Yu Chi Hsueh. Embajador de China. Madrid.
“Mi querido embajador y amigo:
“No cumpliría con un dictamen urgente de mi conciencia, si al tener noticia de la ruptura de relaciones con su Gobierno, como consecuencia del reconocimiento que mi país acaba de hacer de la China comunista y del régimen de Mao tse-Tung, guardara silencio y me limitara a lamentar en privado una decisión que juzgo torpe y equivocada.
No quiero, señor embajador, que al hacer las maletas con los demás miembros de la Embajada y sus respectivas familias, les acompañe tan sólo la sorpresa y el dolor profundos que les habrá deparado la conducta de nuestro Gobierno.
“España, en todas las vicisitudes de su Historia, tanto en las épocas de esplendor como en las jornadas adversas, ha sabido comportarse con dignidad. El pueblo español, por otra parte, que supo hacer frente al comunismo en un combate gigantesco que conmovió al mundo, admira el espectáculo viril de vuestra nación, refugiada en Formosa, haciendo frente a idéntico enemigo, con una tenacidad y una fortaleza que reconocemos y proclamamos.
“La ingratitud del mundo libre para vuestro gesto, la primacía de los valores materiales y del lucro sobre el honor y la camaradería, el espíritu de entrega que se contagia por doquier, la capitulación sin derrota que marca el tiempo de hoy, la inconcebible falta de memoria histórica y la ausencia de escrúpulo moral en las relaciones internacionales, no son óbice para que muchos españoles, entre los cuales me encuentro, alcen su voz y hagan oir su protesta y su insolidaridad con tales actitudes y, naturalmente, con la que el Gobierno de España acaba de adoptar.
“Le ruego, señor embajador, haga llegar a su Gobierno y a su pueblo los sentimientos que trato de reflejar en esta carta, dominando en parte mi indignación, aunque no logrando dominar mi vergüenza.
“Le ruego también que transmita a su Gobierno nuestro deseo, o mi deseo al menos, de que las piedras del Alcázar toledano, que oficialmente, y como símbolo de la dignidad y del espíritu heroico de una raza, fueron depositadas en la isla de Quemoy, no sean devueltas a España, en una reacción que sería lógica y explicable. ¡Por favor!, para que nuestra vergüenza no aumente, conservad esas piedras como un testimonio de amistad y como un recuerdo de la abnegación de unos soldados que, por encima de los signos de los tiempos, supieron entregar la existencia por la esencia y ofrecer una lección que vosotros habéis aprendido aunque nosotros la estemos olvidando.
“Le agradeceré, señor embajador, tenga la amabilidad de comunicarme el día y la hora de su marcha, pues deseo acudir personalmente a despedirle.
“Reiterándole mi amistad y mi afecto, le saluda atentamente, Blas Piñar”.
El embajador Yu-Chi-Hsueh respondió muy agradecido a mi carta del 12 de marzo, el día 15, con otra que decía así:
“Mi querido amigo don Blas:
“Estoy profundamente emocionado por su cálida amistad y la amabilidad que ha tenido entregándome personalmente, en la mañana del 12 de marzo de 1973, la carta en la que me expresa sus justos sentimientos de reacción ante la decisión anunciada por el Gobierno español de romper las relaciones diplomáticas con el Gobierno de la República de China para reconocer al régimen comunista de Mao Tse-Tung.
“Transmití sin demora a mi Gobierno el contenido de esa expresiva carta suya que, estoy seguro, siempre será altamente apreciada.
“La decisión del Gobierno español ha sido, para mi Gobierno y para mi pueblo, así como para mí personalmente, un gran golpe que nos ha dejado totalmente aturdidos.
“El sentimiento de pena consecuente a este deplorable desarrollo habría sido menos profundo si hubiéramos sido indiferentes, como algunos otros, al mutuo respeto de nuestros dos pueblos por los altos ideales y los valores morales, reliquias de nuestras civilizaciones, a los numerosos lazos de amistad que han unido a nuestros dos países por tantos años y a nuestra camaradería en la lucha común contra el comunismo ateo, materialista y demoníaco.
“Mis compatriotas no pueden entender cómo y por qué un pueblo valiente, que ha escrito capítulos tan magníficos como el del Alcázar de Toledo, podría comprometerse con las mismas fuerzas obscuras contra las que luchó tan heroicamente no hace mucho tiempo.
“Sin embargo, los nobles sentimientos expresados en su carta, así como los que me han manifestado numerosos amigos españoles, de una manera u otra, son mucho más tranquilizadores para nosotros, en estos momentos de confusión. Vemos en ellos una sólida piedra angular sobre la que no sólo se continuará sino que ensanchará, aún más, la estrecha cooperación entre nuestros dos pueblos, para llevar a cabo nuestra gran causa común por la libertad.
“Estos nobles sentimientos vendrán a fortalecer nuestra confianza en que, a pesar de las circunstancias lamentables, el gran pueblo español seguirá siendo nuestro amigo fiel.
“En cuanto a nosotros, el pueblo chino, no dejaremos que la decisión del Gobierno español nos desaliente. No podrá nunca apartarnos un centímetro de nuestro empeño en la sagrada misión de derrotar al comunismo y restaurar la libertad para nuestros hermanos esclavizados en el continente chino. Muy al contrario, nos hará más firmes para llevar estos objetivos a una pronta realización.
“Le aseguro, mi querido amigo, que las piedras del Alcázar de Toledo, llevadas a mi país por un gran español, el fallecido general Muñoz Grandes, como símbolo elocuente de la camaradería hispano-china, seguirán erguidas en la isla de Kingmen para atestiguar el día en que nuestra victoria sobre el comunismo será ganada y en el que España y la República de China serán reunidas en la victoria.
“Regresaré pronto a mi país; pero antes de despedirme de usted, mi querido don Blas, quisiera expresarle, en nombre de la República de China, que he tenido el honor de representar en España, mi gratitud por todo lo que ha hecho por nuestros dos países y por la causa común.
“Con un abrazo de camaradería, le saluda muy afectuosamente,
“Tu-chi Hsueh”.
Secuestro de Fuerza Nueva
Ocurrieron cosas que no me gustaría se olvidasen: El ministro de Información, Alfredo Sánchez Bella, me llamó por teléfono para pedirme que no hiciera pública mi carta. Le dije que no la retiraba. Razoné que no se trataba de cabezonería o terquedad, pues había demostrado en muchos casos que era flexible. Añadí, sin embargo, que esta flexibilidad era lógica tratándose de lo accidental pero no de lo esencial. En este caso, concluí, la cuestión es esencial., porque una postura distinta a la que yo doy a conocer en la carta, equivaldría a negar las causas que motivaron el 18 de Julio.
Los chinos de Formosa mantienen la independencia, no porque no quieran ser chinos sino porque no quieren ser comunistas, de igual manera que los españoles no se levantaron en armas en 1936 porque no querían ser republicanos sino porque no querían dejar de ser españoles. La respuesta del ministro fue contundente: “me incautaré de todos los ejemplares de la revista en que aparece tu carta, y el Gobierno se querellará contra ti por injurias al Jefe del Estado”. Y así fue; la edición fue incautada a instancias de Alfredo Sánchez Bella, y el fiscal del Reino, Fernando Herrero Tejedor, se querelló contra mi ante la Sala 2ª del Tribunal Supremo. “No ha lugar a admitirla” declaró el Auto de 16 de mayo de 1973. La querella, por consiguiente, no prosperó porque no había ni una sola injuria o palabra que pudiera herir al Jefe del Estado y ser consideradas como delito. Había, ciertamente, en la carta, una crítica dura contra la política exterior del Gobierno. Como consejero nacional tenía el derecho y, en su caso, el deber de manifestar mi punto de vista.
Al conocerse la noticia de la incautación del número 324 de la revista, en que se reproducía mi carta al embajador chino, éste me envió el siguiente mensaje:
“Lamento profundamente por el secuestro de Fuerza Nueva de esta semana a causa de la publicación de su carta dirigida a mí. Quisiera expresarle mi infinita admiración por la heroica lucha que usted abandera por la Verdad, la Justicia y la Libertad, aún con sacrificio propio. Esta actitud de usted ha elevado la dignidad y la autoconfianza de la Humanidad. Y también quisiera que usted transmita el respeto en nombre del Gobierno de la República de China y en el mío propio a todos sus colaboradores. La semana que viene quisiera hacerle una visita y expresarle mi sentimiento personalmente”.
Como he dicho yo no tenía relaciones de ningún tipo con la Embajada de la China nacionalista en Madrid. Me consta, sin embargo, que muchas personas de la vida política y cultural de España sí la tenían, hasta el punto de haber visitado Formosa con viaje y gastos cubiertos por los gobernantes de la isla.
A raíz de estos graves incidentes -sin embargo- me visitó en mi despacho profesional, como había prometido, el embajador de la China Nacionalista, don Yu Chi Hsueh. Me mostró su sorpresa por lo acaecido. No lo podía esperar de la España vencedora del comunismo. Me contó que algunos periódicos de Madrid recogieron, con anterioridad a la ruptura de relaciones, la noticia publicada en algún diario de Viena, conforme a la cual esa ruptura de relaciones era inminente. Me fui a ver al ministro de Asuntos Exteriores -añadió-. Me dijo que era falso. Mi sorpresa fue que aquella misma noche Televisión Española anunciaba la ruptura con Taiwan y el reconocimiento de Pekín. Luego, el embajador tuvo para conmigo palabras muy amables de agradecimiento. Yo, por mi parte, nada tenía que agradecer a su país, cuyo Gobierno, como ya he dicho, había invitado a muchos españoles, políticos y no políticos, a visitar Formosa. No sé si alguno de ellos se condolió públicamente de la ruptura, pero las palabras del embajador, muy halagüeñas, son reveladoras: “cuando vine a España creía venir a una nación de hidalgos, pero me voy convencido de que el único hidalgo es usted”.
Unos días más tarde, también en mi despacho profesional, vino a verme y a darme las gracias por mi actitud el agregado militar de la China nacionalista. Había seguido los cursos de Estado Mayor en Madrid y hablaba un español correctísimo. Me obsequió con una bandera de su país y unos gemelos con el escudo de Formosa. Conservo aquélla y éstos.
Ausente el embajador, la bandera de la China nacionalista fue arriada. Con varios amigos de Fuerza Nueva asistí a la ceremonia. Hubo discursos. No ví a ningún político, ni a título personal ni en nombre de otros grupos.
Después de la salida del embajador y de la clausura de la sede diplomática, quedó en Madrid una representación oficiosa de la China nacionalista. La presidía un general retirado, que me convidó dos veces a almorzar. Quería invitarme en nombre de su Gobierno a ir a Formosa y concretó el plan de la visita en el segundo de los almuerzos. Me acompañaría mi mujer y vendría con nosotros un periodista de Ya. Saldríamos el 7 de enero de 1974. Preparamos con ilusión el viaje, aunque yo, como les rogué, hubiera preferido que su importe, ciertamente elevado, se empleara en suscripciones a nuestra revista para los chinos emigrados a Hispanoamerica. No accedieron.
Dos días antes, cuando teníamos medio preparadas la maletas, me comunicaron que la invitación había sido cancelada por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Formosa. Nos quedamos atónitos. Me visitó un amigo chino, casado con una española. Había sido uno de los colaboradores en la edificación y puesta en marcha del Colegio Mayor Siao-Sin, en el que cursaban sus carreras estudiantes chinos. Yo había prestado mi ayuda personal a la creación de dicho Colegio. Averiguaré lo ocurrido, me dijo, pues dentro de unos días salgo para Taiwan. Regresó. Se había informado. El presidente de la Liga Mundial Anticomunista, que había ocupado un puesto político muy importante en su país, era un destacadísimo masón. Al enterarse de mi próxima visita la vetó.
En Asunción, de Paraguay, hubo una de las reuniones habituales de la Liga. Nos ignoraban. Gestioné y conseguí que Fuerza Nueva formara parte de la relación de “observadores”. Aproveché mi presencia en Asunción, y las jornadas de la Liga anticomunista, para mantener contactos con las representaciones extranjeras y hablar detenidamente con los delegados de Hispanoamérica. El presidente de la República, Alfredo Stroesner, me rogó que diera una conferencia en la amplísima sede del Partido Colorado, a la que hago referencia en otro lugar. Asistieron los ministros del Gobierno paraguayo y también el presidente de la Liga Mundial Anticomunista. El patio-jardín, en el que el acto inolvidable se celebró, estuvo lleno hasta la bandera. Entre los que me felicitaron estaba el presidente de la Liga. Le reproché, con amabilidad difícil, mi protesta por su actitud para conmigo. No hubo respuesta, a no ser que pueda calificarse de respuesta una sonrisa oriental.
Una carta del hermano del ministro
El acto no lo había convocado y organizado Fuerza Nueva sino, conjuntamente, la Hermandad de la División Azul y la Delegación Provincial de Ex Combatientes. Se celebró en el teatro Gayarre, de Pamplona, el 12 de noviembre de 1972. Me presentó Manuel Ágreda.
En mi discurso analicé la política exterior de López Bravo. Enuncié sus cinco “idolillos”, y las consecuencias que tendría el incienso con que se les obsequiaba. Ya en Madrid, me llegó una carta llena de insultos. La firmaba Jesús López Bravo, hermano del ministro.Este es el texto de la carta, fechada en Madrid el 15 de noviembre de 1972:
“Muy Sr. mío:
“Sí, soy uno de los cinco hermanos vivos de Gregorio López Bravo, actual ministro español de Asuntos Exteriores. A pesar de ello, no se moleste en ‘buscarme’ como accionista de algún Banco o alguna ‘eléctrica’. Ni siquiera entre la multitud de los de Telefónica. Trabajo por cuenta ajena, en una empresa privada, que no se cotiza en Bolsa. Soy un hombre vulgar, español, pero, a Dios gracias, no envidioso… Trabajo porque lo necesito. Y mi mujer. Y mis hijos. Pero, insisto, aunque español, no envidio a nadie…
“Y aquí le gano la partida. Porque no le cambio este regalo de Dios, por todos sus millones. Y si no le envidio a usted, imagínese al ‘diosecillo’ que usted sí envidia (porque la caridad no es la causa de sus ataques constantes), hijo segundo de un funcionario de Hacienda, ya fallecido, y nacido en un pequeño pueblo de Palencia. Y de una maestra nacional, nacida en otro pueblo aún más pequeño de Soria.
“A usted no le conozco, ni lo espero. Pero a mi hermano Gregorio sí. He convivido con él en Madrid, Cádiz, Bilbao y de nuevo Madrid, ya en la Administración, ya director general, ya en Moneda Extranjera, ya ministro de Industria, ya ministro de Asuntos Exteriores…, ya admirado por los espíritus sanos y atacado por los sapos impotentes.
“Por favor, señor Piñar, no nos hable más de alguien que murió joven por una España que ya es mejor. Y menos, de Otro, que murió también joven para que el Amor reinara en el mundo. No vale medrar así. Dicen que habla usted muy bien. Sería un curioso espectáculo verle ante las cámaras de TVE, junto a ese ‘diosecillo’ que usted desprecia. Un espectáculo que no le deseo por su bien; por algo le he dicho antes que conozco a Gregorio López Bravo demasiado bien. Desde sus jóvenes años de lucha para tener una carrera, hasta sus años maduros de clara gloria. A pesar de muchos sapos envidiosos como usted.
“Atentamente.”
La lectura de la carta me dejó consternado. Era demasiado dura e injuriosa. Un compañero de profesión, Jesús Vázquez de Castro, al tener noticias del tema, trató de apaciguar las cosas. El ministro no quería tomar cartas en el asunto. Hice a Jesús López Bravo un requerimiento notarial (número 1444 de 17 de noviembre de 1972 del protocolo de José Antonio García Noblejas). Don Jesús López Bravo contestó el día 20, en los siguientes términos:
“Que se reconoce autor de la carta cuya copia le fue exhibida por el Notario autorizante del requerimiento, según diligencia precedente.
“Que reconoce que dicha carta es gravísimamente ofensiva e injuriosa para don Blas Piñar.
“Que retira totalmente el contenido de dicha carta, que ha escrito en un momento de ofuscación, sin fundamento alguno.
“Que se arrepiente y le pide perdón por los insultos, injurias y ofensas gravísimas que en la citada carta se formulan.
“Que no quiere que en este desagradable asunto pueda quedar implicado su hermano, el ministro de Asuntos Exteriores, Gregorio López Bravo, totalmente ajeno al mismo, y cuyo nombre y cargo invocó el requirente en la carta a que se viene haciendo referencia.”
Este asunto tan desagradable no pudo terminar mejor. Jesús López Bravo, en carta de 18 de diciembre, me felicitó la Navidad en los siguientes términos:
“Estimado amigo:
“Hace un mes aproximadamente usted recibió una carta particular firmada por un hermano del actual ministro español de Asuntos Exteriores. Usted y yo sabemos lo que ha pasado en este mes gracias a nuestro común amigo Jesús Vázquez de Castro. Desde entonces, nada ha cambiado en la raíz del tema. Solamente que Aquel primer revolucionario, después de dejarnos su Amor en la primera Cena importante, y de morir joven para marcarnos un anagrama en forma de Cruz… va a volver a nacer. Este otro común Amigo era -es- el Camino, la Verdad y la Vida.
“Es por ello por lo que aprovecho una sola carta para desearle felices Navidades a usted y a toda su familia, desearle que durante 1973 siga usted en su línea (de ahí mi admiración a través de las ‘gafas’ de Jesús Vázquez de Castro), que nadie tiene derecho a cortar, y ofrecerme cualquier día del año aún sin nacer y en cualquier lugar de nuestra España para el abrazo que termine nuestro ‘affaire’ particular.
“Mientras llega ese momento, le anticipa el fuerte abrazo”.
El debate
Para mí, lo más decisivo y elocuente en la materia de la que ahora me ocupo fue el debate en la Comisión de Asuntos Exteriores, de las Cortes. Tuvo lugar el 18 de diciembre de 1972. Debíamos pronunciarnos sobre las relaciones de España con la URSS y los otros países comunistas del Este europeo. Yo había presentado un escrito oponiéndome a la propuesta oficial. Conseguí 13 firmas. Una de ellas la del teniente general Carlos Iniesta Cano, al que me unía una entrañable amistad. Pocos días antes de que la Comisión se reuniera, Iniesta Cano retiró su firma. Me llamó por teléfono para comunicármelo y me pidió que no me disgustara. El ministro de Asuntos Exteriores le recordó que había sido embajador de España en Argel, y que estando al frente de la Dirección General de la Guardia Civil, no le parecía correcto que hubiera apoyado, aunque no fuera más que para hacer viable su admisión, un escrito en el que se discrepaba de su política. Le contesté que me bastaban diez firmas para defender mi postura y que reglamentariamente no podía, por razón de los plazos, retirar la suya. Añadí, que mi disgusto no era tanto por lo que a mí hacía referencia sino por él mismo. Su personalidad y su prestigio quedaban dañados con esa actitud, que no me parecía decorosa tratándose de quien llevaba en su guerrera -y muy merecidamente- la medalla militar individual.
Previamente dirigí una carta a don Luis Carrero Blanco, que decía así:
“Mi querido y respetado don Luis:
“Esta tarde comenzará en la Comisión de Asuntos Exteriores de las Cortes el debate sobre la ratificación del Tratado con la URSS.
“Tengo presentada una enmienda proponiendo que no se ratifique dicho Tratado. Mi informe es largo y creo que exhaustivo, y el asunto creo que merece la pena ya que puede ser decisivo para el futuro político español.
“Le agradeceré, por lo que más quiera, que, si le es posible, consiga que el presidente de las Cortes dé instrucciones a fin de que se me permita hablar sobre el tema todo el tiempo que estime necesario y enmarcar el asunto dentro de la política general de apertura a los países comunistas en la que estamos embarcados.
“Con mi agradecimiento, le saluda y queda a su disposición su buen amigo que le desea una felices Navidades”.
Carlos Iniesta, que fue capitán de la IV Bandera de la Legión y ayundante de Yagüe durante la guerra, era un hombre valiente, inteligentísimo, polifacético y políglota, pintor y músico. Conmigo no pudo portarse mejor. En la Academia General Militar de Zaragoza, a su requerimiento, y no sin problemas, hablé en dos ocasiones a los cadetes de todas las Armas, que al finalizar el curso se concentraban en la capital aragonesa. Una de las conferencias -la de 17 de julio de 1966-, se tituló Elogio y defensa de la vocación militar. En la otra -la de 4 de julio de 1967- me ocupé del Presente y futuro de la Hispanidad.
El teniente general no solo aprobó y firmó mi enmienda, sino que, debajo de su firma, recalcó su nombre y apellidos con mayúsculas, para que constara de un modo explícito que no sólo hacía viable su tramitación sino que la compartía.
Llegó el momento del debate. La sala estaba llena. Presidía Alberto Martín Artajo. Al abrir la sesión dijo que se declaraba secreta. Tuvieron que salir los periodistas. Protesté y quise que la protesta constase en acta. No se había anunciado previamente el carácter secreto de la sesión. Había preparado mi discurso muy detenidamente. Era portador de un magnetófono. Quería conservar un recuerdo del debate. El presidente prohibió que lo grabara. Volví a protestar, y por dos razones: la primera, porque me daba la sensación de que el presidente suponía, sin fundamento, que la grabación la iba a entregar a los periodistas, quebrantando así el secreto decretado; la segunda, porque se confiscaba mi derecho de propiedad intelectual. Lo primero tenía carácter ofensivo. Lo segundo iba contra la ley. Me molestó la desconfianza del presidente. Mi doble protesta fue inútil.
Rodeado de silencio y atención, y durante una hora y quince minutos, hice mis alegaciones en torno a los siguientes extremos:
“… el protocolo que se somete a nuestro estudio excede de lo que, de ordinario, se rotula con la etiqueta de Tratado Comercial; y la afirmación no es gratuita.
El Tratado Comercial simple se limita a dar una disciplina jurídica al intercambio mercantil entre dos países. Ahora bien, el protocolo que ahora examinamos excede del marco normal de esta calificación, por las siguientes razones:
1º -porque una de las partes contratantes es la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, en la que concurren características y circunstancias que la configuran con una especialísima singularidad:
2º – porque, precisamente y, sin duda, por esta especialísima singularidad, se insertan e injertan en el Tratado unos privilegios diplomáticos, subjetivos y objetivos, que lo desnaturalizan;
3º – porque estando concebido el Tratado como un todo, que se ratifica o se rechaza, no cabe escamoteo de la cuestión, polarizando el debate en torno a su aspecto comercial y soslayando, como accesorio, el tema político.
4º – porque como ha declarado en repetidas ocasiones el ministro de Asuntos Exteriores, este Tratado es un paso hacia delante -y a mi manera de ver decisivo- en la línea, ya iniciada por su predecesor, de apertura al Este, y un primer paso hacia la normalización de las relaciones diplomáticas con la URSS y con todos los países comunistas; y
5º -porque hay una abierta contradicción entre las afirmaciones de principio que subrayan la política exterior del titular de la cartera y la firma y posible ratificación del Tratado con la URSS.”
En mi intervención, hice, entre otras, las siguientes consideraciones:
“Hay un cambio evidente de la política exterior española. ¿Responde a un cambio de mentalidad de la política interior? Y a esta pregunta, sigue otra: ¿se halla este cambio en la línea de la continuidad y de la evolución homogénea del Régimen, o supone, por el contrario, una discontinuidad, una evolución heterogénea y, por ello mismo, extraña a su filosofía?
“Tales son las preguntas a las que, implícitamente, vamos a dar contestación al emitir nuestro dictamen consultivo sobre el Tratado con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
“El cambio de la política exterior con respecto a los países comunistas, y en especial a Rusia, es indiscutible. El Régimen, que a través de su ministro de Asuntos Exteriores dijo con énfasis al país desde los balcones de la Secretaría General del Movimiento:
“Camaradas, ¡Rusia es culpable!. ¡Culpable de nuestra guerra civil, culpable de la muerte de José Antonio, nuestro Fundador!… ¡Culpable de la muerte de tantos y tantos camaradas y soldados caídos en aquélla por la opresión del comunismo!”, es el mismo que, a través de otro ministro de Asuntos Exteriores, inicia los contactos con Moscú en una escala técnica en su aeropuerto (donde -añado ahora al dar cuenta de mi intervención- mantuvo conversaciones con el camarada Kovaliev, viceministro soviético de Negocios Extranjeros, que allí le esperaba), autoriza una delegación marítima soviética en Madrid, el fondeo de la flota pesquera rusa en Santa Cruz de Tenerife, la empresa mixta Sovispan, para el abastecimiento de dicha flota, el funcionamiento en España de la agencia oficial de prensa Tass, y formaliza en París, el 15 de septiembre pasado, el protocolo con la URSS, pendiente de ratificación, que ahora nos ocupa.
“Yo recuerdo que cuando la evolución apuntada tuvo comienzo -y conste que no pretendo ahora calificarla como homogénea o heterogénea- se puso en juego la palabra liberalización, la cual tiene raíz idéntica a las palabras liberal y liberalismo. Yo, entonces, pensé, ingenuamente, si la utilización de aquella palabra, que tuvo una aceptación a primera vista puramente económica, era, a la vez, un expediente hábil para comenzar un cambio en la aceptación política de la mentalidad que iba a presidir en el futuro las tareas de gobierno.
“Que no andaba muy descaminado lo prueba el hecho de que el titular de la cartera de Asuntos Exteriores, en una entrevista famosa que concedió para un periódico de Madrid a un profesional de la prensa -Tico Medina-, se declaró ´liberal reprimido` y ´más de lo que usted -hablaba con el periodista- se puede figurar”. (ABC dominical 2-7-1972, pág.24).
“Esta declaración es para mí importante y, además, esclarecedora del cambio producido en nuestra política exterior, y digo que es esclarecedora e importante, porque como el titular de la cartera aseguró en las mismas declaraciones, ´el ministro de Asuntos Exteriores, en sus aciertos o en sus errores, de alguna manera compromete al Estado, mientras que los otros departamentos afectan a un ámbito más reducido`.
“Por ello, y teniendo en cuenta que el ministro, como tuvo en dicha ocasión la oportunidad de advertir, coloca a la misma altura la libertad y la responsabilidad, y hemos de deducir que haciendo uso de su libertad, a la que tiene perfecto derecho, y sin eludir la responsabilidad, de la que no puede excusarse -y, por ello mismo, comprometiendo al Estado que representa-, se ha proclamado liberal, aunque sea reprimido.
“Pero la ideología que se profesa, y que se profesa públicamente, debe marcar la pauta de la conducta política, en el interior y en el exterior, salvo que se caiga en el pecado de la inautenticidad.
“Pues bien; según Franco, Jefe del Estado español, ´no puede concebirse un Sistema más dañino que el de la democracia liberal para los intereses de la Patria y para el bienestar de los españoles`(17-5-1955); ´la consecuencia del liberalismo fue el ocaso de España` (3-6-1950); ´el mayor error del liberalismo es su negación de toda categoría permanente de razón, su relativismo absoluto y radical`(2-10-1961).
“Por su parte, el vicepresidente del Gobierno, don Luis Carrero Blanco, en su discurso de felicitación a Franco, de hace tan sólo unos días, aseguró que ´el liberalismo… es el sistema político más favorable para debilitar a los pueblos y favorecer con esta debilidad el que puedan caer en las garras (del comunismo)`.
“La orientación oficial aparece clara -y hemos de agradecer esta claridad- en el prólogo del ministro de Asuntos Exteriores al libro de Samuel Pisar Transacciones entre el Este y el Oeste, publicado por Dopesa, editorial que formaba parte de los negocios de Sebastián Auger Duró.
“Aunque el libro tiene un alcance práctico y orienta sobre mercados, forma de negociar y de resolver los posibles litigios, el titular de la cartera abre el volumen con unas consideraciones doctrinales muy jugosas, que ponen de relieve su pensamiento.
“Para el señor López Bravo´tras el triunfo de los bolcheviques en la Revolución de 1917, el mundo occidental trató de aislar a Rusia por el temor al contagio ideológico y porque se suponía que su aspiración iba a consistir en imponer a los restantes países del globo, por todos los medios a su alcance, la revolución anunciada por sus doctrinarios`. La oposición, sigue diciendo López Bravo, ´se creyó insalvable`. La realidad, continúa, ha demostrado que se trataba de un ´enfoque simplista`, de tal modo que la ´lucha entre los dos bloques político-económicos ha pasado hoy a la historia`, debido, sin duda, al `pragmatismo reinante en el mundo`.
“El señor López Bravo destaca los ´admirables esfuerzos de ambos sistemas` y convencido de que sólo la imaginación de los trasnochados puede pensar en que la URSS y los comunistas pretenden imponer su ideología y su gobierno a escala mundial, entiende que España ´debe estar abierta a todas las corrientes mundiales de intercambio y cooperación, y entre ellas, a las que fluyen y refluyen de los países del Este de nuestro mismo continente, que constituyen una realidad que no cabe ignorar`. De aquí, concluye el señor López Bravo,´ que nuestra política exterior (tienda) a continuar el progreso de acercamiento con los países del Este europeo, hasta llegar a la meta que nos hemos propuesto de la plena normalización de los vínculos`.
“Con los respetos que me merece el titular de la cartera de Asuntos Exteriores, yo no he visto en tan breves líneas mayor número de dislates. Todo el drama del mundo moderno está planteado en torno a la voluntad perseverante de los bolcheviques de conquistar el mundo. Esta voluntad, desde 1917, se ha visto satisfecha en tales términos que basta con pasar una ligera mirada sobre el globo terráqueo para ver que la suposición, que hace sonreir al ministro, es una trágica realidad que ha sumido en la esclavitud a millones y millones de hombres y arrancado la libertad y la soberanía a muchas naciones, y entre ellas a las que constituyen la marca oriental de nuestro mismo continente.
“La frialdad e indiferencia del prólogo que comentamos no puede soslayarse. En política no se construye tan sólo con abstracciones, no se manejan tan sólo palabras y conceptos. En la política, lo fundamental es el hombre, y si me apuráis mucho, los hermanos, y en este caso los hermanos que sufren y gimen, los auténticos condenados a vivir en esos campos de concentración que son los países comunistas.
“Por eso, cuando se habla de la apertura a las corrientes que fluyen y refluyen del Este, no se puede olvidar a las que nos traen prendidas en sus ondas la amargura de los oprimidos, el lamento de los hermanos a los que nuestra insensibilidad, por no decir nuestro egoísmo suicida, desconoce y en el fondo desprecia, en su lenguaje oficial y en sus Tratados comerciales sui generis.”
(Añado ahora que Samuel Pisar, que estuvo en campos de concentración nazis, de los que escapó, trabajaba como abogado de los Kennedy).
Al terminar mi discurso el presidente concedió la palabra a otros procuradores. Habló Carlos Iniesta Cano. Dijo que no compartía mi enmienda a la totalidad y que estaba al lado de la propuesta del Gobierno, subrayando que “si la enorme fortaleza de nuestro glorioso Régimen fuera perforable por un simple tratado comercial, nada tendríamos que hacer, porque estaríamos ante una debilidad totalmente inadmisible. Si la URSS firma hoy un tratado comercial con la España de Franco, eso es otro éxito del Caudillo, como lo fue en su día el regreso de los embajadores”. Me quedé sorprendido y perplejo. Junto a mí, escuchaba atónito el teniente general Pérez Viñeta. Exclamé: “¿Pero que dice este hombre?”. Pérez Viñeta me preguntó: “¿No conoces la carta?”. “¿Qué carta?”.
“La que Iniesta ha enviado a los procuradores en Cortes, o al menos a los de la Comisión. ¿Tú no la tienes?”. “No, yo no la he recibido”.
La verdad es que no se trataba de una carta dirigida a todos los procuradores o, al menos, a los de la Comisión de Asuntos Exteriores, sino de la que remitió con carácter urgente al presidente de la Cámara, Alejandro Rodríguez de Valcárcel, y de la que éste, accediendo al ruego de Carlos Iniesta, envió copia a aquéllos. A mí, por circunstancias que desconozco, me llegó la carta después del debate y con una nota, que decía:
“Querido Blas: ahí va eso. Un fortísimo abrazo con todo cariño. Carlos.”.
Reproduzco íntegramente su texto:
“Madrid, 15 de diciembre de 1972
“Excmo. Sr. D. Alejandro Rodríguez de Valcárcel
“Presidente de las Cortes Españolas. Madrid
“Mi respetado y querido presidente:
“Hace algún tiempo el consejero nacional y procurador en Cortes, señor don Blas Piñar López, solicitó mi firma a fin de reunir las suficientes que precisaba para presentación ante la Comisión de Asuntos Exteriores de una enmienda al Convenio Comercial entre el Gobierno de España y el Gobierno de la URSS.
“En la creencia de que dicha enmienda se refería únicamente a extremos relativos a algún punto de los que figuran en su apartado B, y con el fin de no negar nunca la firma que, por cortesía y compañerismo, necesitan en múltiples ocasiones los señores procuradores en Cortes, para que les sea posible la presentación de sus escritos ante nuestro Alto Organismo, le concedí la citada firma sin preocuparme del total que contenía el texto presentado.
“Después de firmado, y al leer el referido texto en su detalle, consideré, por opinión puramente personal, que tales conceptos no eran compartidos por mí y, en consecuencia, me puse al habla con mi querido amigo y compañero el señor Piñar, llegando al acuerdo de que (puesto que no le era precisa por contar con el número de firmas suficiente y no causarle, en consecuencia, perjuicio alguno) mi firma fuese retirada.
“Hablé inmediatamente con el letrado de las Cortes, encargado de la tramitación de estos documentos en la Comisión de Asuntos Exteriores, y quedé seguro, ante el acuerdo con dicho leñor letrado, de que mi firma sería retirada.
“Con fecha de hoy, 15 de diciembre de 1972, recibo los documentos correspondientes a la próxima Sesión que tendrá lugar en la citada Comisión el próximo día 18 del corriente, y al ver, con natural sorpresa, que en la fotocopia recibida de la enmienda presentada por el ya citado excmo. señor procurador mi firma sigue figurando (indiscutiblemente por error involuntario), ruego respetuosamente a VE tenga la bondad de comunicar a la citada Comisión la ‘no validez’ de mi repetida firma y rúbrica, así como, si ello es posible y V.E. lo considera oportuno, se ordene dar conocimiento de esta carta (que me honro en elevar a su superior autoridad) a todos los señores procuradores que componen las Cortes Españolas tan dignamente presididas por VE.
“Con la expresión de mi sincero agradecimiento, queda siempre a sus órdenes muy cordialmente y con toda admiración y respeto hacia VE su buen amigo”.
Todo me pareció absurdo y contradictorio. No lo entendía. ¿A qué puede obedecer, no sólo la retirada de la firma sino una intervención oral tan diametralmente contraria a la que yo acabo de exponer? Creo recordar que Pérez Viñeta me dijo: “Parece ser que le han ofrecido la cartera de Gobernación”. Me cuesta creerlo.
Algunos procuradores divisionarios en Rusia apoyaron al Gobierno. De uno de ellos, Antonio José Hernández Navarro, recibí una carta con el siguiente texto:
“Mi querido amigo:
“Con esta misma fecha recibo tu carta del día 13, retraso que indudablemente se ha debido a que me la has dirigido al Paseo del Prado, cuando el domicilio actual del Sindicato es Fernández de la Hoz, nº 12, lo que me ha impedido contestarte antes.
“Lamento mucho, sobre todo por el afecto y admiración que te tengo, no coincidir en esta ocasión con tu criterio, por lo que no podré ni apoyar ni votar a favor de tu enmienda. Sobre esta cuestión de las relaciones, en términos generales, con Rusia, tengo de muchísimo tiempo una opinión formada, opinión que no ha variado desde la época del cerco político y económico. Es muy posible que si a finales de los años cuarenta hubiésemos negociado con la URSS, nuestro pueblo no hubiera pasado por el trance de los años de hambre, nuestro desarrollo no se hubiera retrasado en diez años y nuestros prisioneros no hubieran sufrido once años de cautiverio, y ello sin menoscabo de nuestro ideario político. Puedes estar seguro que como yo pensamos muchísimos falangistas y muchísimos ex combatientes, tanto de nuestra Cruzada como de la División Azul.
“He de hacer un esfuerzo, querido Blas, para no darte en esta ocasión toda una serie de largas razones, pero sé de antemano que no te iba a convencer, como de antemano comprendo y respeto en lo mucho que vale tu actitud, y puedes creer que me duele el tener que enfrentarme contigo en esta ocasión cuando en casi todas las demás, por no decir en todas, hemos estado en el mismo campo, y sobre todo no quería que te encontrases por sorpresa a la hora del debate en la Comisión de Asuntos Exteriores con que mi opinión no coincide con la tuya, y confío que sólo sea por esta vez.
“Recibe un cordial abrazo de tu siempre buen amigo”.
Mi intervención en el debate, aunque sin éxito, produjo impacto en los medios de informativos. Así, en un editorial de Pueblo (16 de enero de 1973), se decía: “en el tema de las relaciones diplomáticas con los países socialistas el personaje representativo de (la oposición a las mismas) ha sido Blas Piñar. Dos de sus discursos han sido famosos por su actitud clara, terminante, intrépida. (El segundo) lo pronunció en las Cortes, con ocasión de someterse a debate las relaciones con la U.R.S.S.” El mismo diario decía, el 9 de marzo de 1973: “Una sesión de Asuntos Exteriores sin don Blas pierde como un cartel de toros cuando le quitan a El Cordobés”.
Se produjo la votación. Alguien, como José Ignacio Escobar y Kirpartrick, marqués de Valdeiglesias -todo un caballero, al que admiré y quise- se ausentó en ese momento. A favor de mi escrito hubo, con el mío, dos votos, el de Pérez Viñeta y el de Díaz Llanos . Todo un fracaso.
Las palabras de Carlos Iniesta apoyando al Gobierno fueron decisivas. Así lo destacó en Pueblo, de 20 de diciembre de 1972, Joaquín Aguirre Bellver: “El tema del Tratado con Rusia estaba degollado desde la víspera; exactamente desde el informe a favor del general Iniesta. En materia del peligro que para la seguridad interior pueda representar este protocolo diplomático, lógicamente pesaba mucho la opinión del director general de la Guardia Civil (que) ha sido decisiva en el debate”.
A las once de la noche terminamos. Me esperaban algunos amigos y mi esposa. Los comentarios sobre lo ocurrido eran insoslayables. Iniesta, estando yo de espaldas, vino hacia mí, efusivo y cordial -porque lo era-, quiso darme un abrazo, que rechacé, mientras me decía: “esto es una cabronada”. “Calla, Carlos -le repliqué-, no hablemos de este desagradable asunto”.
El camino para las relaciones con los países comunistas, a pesar de las advertencias del presidente del Gobierno, don Luis Carrero Blanco, en su precioso libro Las Modernas Torres de Babel (Ediciones Idea, Madrid, 1956), quedaba despejado. La contradicción presidente-ministro no podía ser más notoria.
A Carlos Iniesta le visité, mucho más tarde, en el Sanatorio Militar de la Sierra, donde se encontraba enfermo; y cuando murió estuve al lado de su segunda esposa.
GibraltarOtro tema relacionado con el nuevo signo de nuestra política exterior afecta a Gibraltar. Sir Alex Douglas Home vino a Madrid. Iba a tener una entrevista importante con López Bravo, para “pensar juntos” (que me permití indicar no equivale a “pensar lo mismo”) sobre el destino futuro del Peñón. Fernando María Castiella, ex ministro de Asuntos Exteriores, tuvo la delicadeza de enviarme unos documentos que proyectaban luz sobre el alcance de las conversaciones que se iban a celebrar entre Douglas Home, titular del Foreing Office inglés y Gregorio López Bravo. De dicha documentación se deducía que el Reino Unido apoyaría el ingreso de España en la Comunidad Económica Europea y, a cambio, España accedería a que el aeropuerto de Gibraltar se ampliase sobre territorio español.
La carta de Fernando María Castiella, de 14 de octubre de 1971, y de su puño y letra decía así:
“Querido Blas: Muchos recuerdos podrían alejarte de mí, pero siempre una gran pasión española habrá de acercarnos. Por eso me atrevo a enviarte estas fotocopias -¡en tecnicolor!- a las que quizá te interese echar un vistazo. Con un fuerte abrazo”.
Convocamos a nuestra gente y a los que quisieran unirse a nosotros, para el 28 de febrero de 1972 ante el Palacio de Santa Cruz. Era, lógicamente, una manifestación pacífica de protesta, como eran de protesta los tres mil telegramas que se enviaron a la embajada inglesa y al Ministerio. Nuestro ministro de Asuntos Exteriores ordenó a la Policía Armada que cargase sobre nosotros. Me consta que los mandos de la misma ofrecieron resistencia a dicha orden, pero obedecieron al fin. La carga fue muy dura. Nos aporrearon en serio. A uno de los guardias, que se avalanzó sobre mí para darme un zurriagazo, le grité: “Usted no reprime. Usted odia”. Detuve la agresión, pero no su odio. Hubo carreras. Una chica perdió su zapato. Lo recogí del suelo y me alcé sobre los hombros de quienes estaban más cerca de mí: “¡He encontrado este zapato. ¿De quién es?”. Me fotografiaron. La fotografía se publicó en algunos medios informativos. Los comentarios se pueden suponer. En el atropello de las cargas, los policías -sin intención, naturalmente-, derribaron y pisotearon una de las banderas de España de que éramos portadores. Con la bandera destrozada me fui a la Inspección de la Policía Armada. Les dí cuenta de lo ocurrido. Les mostré la enseña nacional convertida en un harapo. ¿Qué hubiera ocurrido si en lugar de la bandera de España hubiera sido la inglesa la que hubieran pisoteado los guardias?. Les indiqué que al día siguiente les devolvería la imagen del Angel de la Guarda, patrón de la policía. Se trataba de una reproducción, en otro tamaño, de la que se yergue a la entrada de la Academia donde se forman los policías armados. Me la regaló dicha Academia. Yo les había puesto en contacto con el escultor -José Luis Vicent- que la había hecho, e incluso facilité los versículos sobre los ángeles, esculpidos en la peana. No puedo negar que fui acogido con afecto, que estaban compungidos, que me pidieron perdón y que me rogaron que no les hiriese devolviendo la imagen. Tanto el Inspector nacional de la Policía Armada, como quienes le acompañaron durante mi visita, se portaron como caballeros.
El cambio de política exterior, como síntoma de la debilidad del Régimen, era para mí preocupante. “La ostpolitik de López Bravo va de veras”, comentó Actualidad Española, de 10 de febrero de 1973. Tenía la impresión de que Franco sufría, porque aquellos que le rodeaban le iban usurpando atribuciones a fin de que el cambio se consumase. Por otro lado, advertía la lucha interior del Caudillo. Tenía la plena seguridad de que simpatizaba con nuestra actitud, pero también de que una gran parte de sus colaboradores le presionaban para que esa simpatía no se manifestase. La maledicencia contínua y múltiple influye y, a lo menos, siembra la duda.
A través de la esposa del Caudillo, con menos problemas para demostrar esa simpatía, tuve la impresión de que no estaba equivocado.
Después de oir con la máxima atención el mensaje navideño de Franco, de 1972, en el que pronunciándose sobre política internacional, se colocaba en postura muy distinta de la nuestra, sobre todo en lo que se refiere a las relaciones con la URSS y los otros países comunistas, entendí que era necesario aclarar la situación. En el mensaje, el Jefe del Estado, entre otras cosas, dijo:
“Hemos de vivir de realidades, no de quimeras. El mundo es como es y no como quisiéramos que fuera”. Estas palabras las consideró Luis Apostua Palos como una “desautorización total (a Blas Piñar) por parte de Franco”. (Ya, 7 de enero de 1973).
Supuse que una entrevista con Franco sería, por muchas razones, engorrosa y hasta inútil. Utilicé, por ello, los buenos oficios de Vicente Gil -y posiblemente los de Antonio Urcelay, no lo recuerdo bien- para visitar a la esposa del Caudillo. Esta visita tuvo lugar el día 2 de enero de 1973. Estuve a solas con ella, aunque con la impresión de que su marido estaba en la habitación próxima.
Doña Carmen simpatizaba -como he dicho- con nosotros. En dos ocasiones, que yo sepa, porque las presencié, confesó esa simpatía. Tengo otras pruebas, y muy fidedignas, de la afirmación que acabo de hacer. El recibimiento fue cariñoso. Expuse a la señora mi preocupación por lo que estaba sucediendo en España y por el deterioro del Régimen, deterioro debido, no a la fuerza del adversario, sino a las defecciones, por no emplear otra palabra más dura, en el interior del mismo. Le expliqué que la razón de mi visita no era otra que mi preocupación por las palabras del reciente discurso televisado del Generalísimo en las que pude advertir una crítica respetuosa, pero evidente, a cuanto yo en las Cortes había dicho sobre las relaciones con los Estados comunistas. Yo podía estar equivocado, y dañar más que servir a la política del Sistema, y no quería ser una obstáculo, molesto e impertinente.
Presentaría, como ya lo había hecho años antes, mi dimisión de consejero nacional y daría por concluso mi difícil y poco grato quehacer político.
Doña Carmen me escuchó seria y atenta. Me dijo que ella había dejado de leer los periódicos porque le aterraba su lectura, que su marido se encontraba solo, y que, a pesar del contenido del mensaje, yo no le abandonara nunca. Le dije: “Señora: en una primera conversación con Franco, en 1957, le dije: otros podrán abandonarle, pero yo estaré a su lado siempre, pase lo que pase. Hasta ahora he cumplido mi palabra, y pido a Dios que me ayude para seguir siendo fiel a la misma”. La señora reclinó su cabeza sobre mi hombro y derramó unas lágrimas. Me despidió con sumo afecto. Lo que me temía lo confirmé en aquella entrevista. La congoja, por lo que estaba sucediendo, y el pueblo español no sabía, a mí también me hizo llorar.
C/Alcántara, 57 (1º-F) 28006 Madrid
correo electrónico: [email protected]
Que será de nosaltres quant homes con en Blas Piñar deixín d´instruirnos amb la seva sabiessa ????
Comos e agradecen estos escritos popularizados para que los podamos leer muchoS.
Estos escritos de Don Blas evidencian lo que para muchos aún no es evidente, que los antecesores ideológicos del PP-AP y los opusianos fueron unos oportunistas y traidores, y lo siguen siendo.
Usted don Blas es un hombre íntegro y de honor y solo por ese hecho usted tiene el respeto de mucha gente que ni siquiera comulga con sus ideas.
Vuelva General.
Qué gran hombre. Sólo puedo demostrar admiración por quien habría sido un gran sucesor del Caudillo.