Así manipulan nuestra historia los que tienen el deber de respetarla
A. Robles.- Con gran retraso ha llegado a mis manos un número de cierta revista dedicada a la historia, una de tantas que han surgido a la sombra ideológica de la memoria histórica, si bien no acogida a los beneficios de una mínima objetividad. La tal publicación dedica buena parte de su número a un estudio -de alguna manera hay que llamarlo- en torno a la España de Franco.
Lo firma un comandante en la reserva, aprendiz de historiador, cuyo nombre no merece ser mencionado. Incluye 40 fichas, acompañadas de ciertos datos biográficos resumidos, sobre los protagonistas de esa época. No entro a discutir sus razones, porque no merece la pena, pero señalo, por entretenimiento, algunos de los evidentes errores en que incurre el fichador.
Por ejemplo, Mola “muere en accidente aéreo cuando intentaba despegar su avión”, según la revista, y es bien sabido que su avión volaba desde Vitoria cuando a causa de pérdida de altura y niebla fue a estrellarse en el coladero de la Brújula, provincia de Burgos, cerca del pueblo de Alcocero.
Podría pasar esto como una imprecisión sin mayor importancia, de no ser por que a García Morato, el autor no citado de la revista lo describe con desfachatez inusitada: “Se creó una leyenda en torno suyo sobre un extraño episodio acaecido en los primeros meses de la guerra civil, en el que se supone que abatió a los dirigibles que el Frente Popular pretendió usar para la defensa de Madrid. Prácticamente durante toda la guerra estuvo en la unidad extranjera ensayando los aviones que venían de Italia. Al frente de la ‘Escuadrilla Azul’ avanza hacia Andalucía y proyege a los Junkers que bombardean el barrio de Cuatro Caminos, en Madrid. Al acabar la guerra sufrió un accidente durante una prueba acrobática y murió”.
Con lo cual el historiador de pacotilla convierte a García Morato, el máximo as de nuestra caza y de la mundial, entre 1936 y 1939, en una especie de emboscado, cuya más destacada acción militar sería la protección de un bombardeo sobre Cuatro Caminos. Jesús Salas Larrazábal, en su obra documentadísima ‘La guerra de España desde el aire’, recsoge en el anexo 15, páginas 444 y 445, ediciones Ariel, algunos datos sobre el historial de García Morato, al cual, por cierto, le fue impuesta la Laureada el 8 de marzo de 1938, en Castejón, y la Medalla Militar a su cadáver: ambas recompensas individuales. “Al empezar la guerra contaba con 1860 horas de vuelo -precisa Salas Larrazábal- y en su transcurso vuela otras 1012 horas, efectía 511 servicios de guerra y participa en 56 combates, entablando 144 combates individuales. Obtiene 40 victorias aéreas, con un promedio de una victoria cada 1,4 combates y 21 horas de vuelo en caza (voló 784 horas en Fiat, 34 en Nieuport, 27 en He-51, 6 en Me-109 y 5 en He-112).
A lo largo de la guerra vuela en más de treinta tipos diferentes de avión. Morato era un excelente piloto, un buen jefe y un excelente compañero. De pequeña estatura, tenía una gran simpatía personal. Su prestigio era fabuloso. Con él perdió la aviación española su héroe indiscutible.
Cuando le llega el turno a Yagüe, las cinco líneas a él dedicadas no destacan, aperte su interevcjoón activa durante toda la guerra civil”, más que dos cosas. Una, que “durante los sucesos de Asturias de 1934 dirigió las columnas de la represión”, y dos, que “era el militar más vinculado a la Falange”, precisiones que no me parecen desigadas de una indiscutible mala uva. Yagüe mandó en Asturias las fuerzas de África. La represión corrió a cargo del comandante Doval, a las órdenes directas de un Gobierno católico-masónicos, de luises y mandiles, inspirado por José María Gil Robles, en una especie de profecía de la política de la democracia cristiana italiana a partir de 1945 y de la política temporal del Vaticano II.
Respecto a José Antonio, se anota: “El 14 de marzo de 1936 es declarada la Falange fuera de la ley”, pero se olvida, quién sabe por qué, el hecho histórico de que el Tribunal de Urgencia, con fecha 30 de abril de 1936, y el Supremo, con fecha 5 de junio del mismo año, sentenciaron a favor de la legitimidad de la Falange, si bien el sistema democrático y liberal entonces vigente no pernitió la publicación del fallo, que resultaba condenatorio para el Gobierno del Frente Popular. Todos los detalles de este proceso puede encontrarlos el lector en el libro de Agustín del Río y Enrique Pavón titulado ‘Los procesos de José Antonio’, que el no citado historiador se olvidó de consultar.
La gesta del Alcázar se resume en las siguientes admirables líneas, modelo de manipulación: “Durante el asedio se desarrolló un forcejeo por parte de los republicanos, como consecuencia del cual se ejecutó a su hijo Luis, con el que sostuvo una conversación telefónica”.
Víctor Pradera, “enemigo de la autonomía vasca, fue fusilado al sofocar el Gobierno la sublevación del 18 de julio en San Sebastián”, y no semanas más tarde, con Honorio Maura, Joaquín Beunza y otros varios, en venganza de la toma de Irún por los nacionales y cuando ya sus vanguardias quedaban a la vista del fuerte de Guadalupe, donde estaba preso Pradera con otros patriotas, entre el 5 y el 6 de septiembre. Un detalle, otro.
Y más, verbigracia: a don Juan de la Cierva y Codorniú “se le atribuye la invención del autogiro, aunque por ciertos problemas administrativos el tema quedó relegado internacionalmente”.
El no citado historiador es una fábrica de inmundicia contra sus propios compañeros de armas. Pero nadie ha dicho nada, que yo sepa. ¿A tanto llega la cobardía en España?