“Escrito para la Historia”: Las Asociaciones políticas (Capítulo 8)
Blas Piñar (Del libro “Ecrito para la Historia”).- El proceso de liquidación del Régimen del 18 de julio podía detectarse a través de varios síntomas; uno de ellos fue el de las Asociaciones Políticas.
Antes de que en la época del Gobierno Arias se aprobase la ley reguladora de las mismas, se comenzó a hablar del tema. No sé si el mismo traía causa de la distinción doctrinal que se puso de moda entre el Movimiento-organización y el Movimiento-comunión. Yo, por ejemplo, que no formaba parte de aquél, me consideraba totalmente identificado con éste. Que las cosas eran así lo puso de relieve que el jefe del Movimiento, es decir, Francisco Franco, me hiciera el honor de nombrarme consejero nacional del mismo.
Hacía tiempo que el médico del Caudillo, Vicente Gil, ese caballero insobornable y lealísimo, deseaba que José Antonio Girón y yo hablásemos y fuésemos amigos. Era evidente para mí el distanciamiento y las reservas de aquél hacia nosotros. Y no creo -así me he expresado siempre-, que por prejuicios innatos sino por los correveidiles, que son inevitables. Cenamos juntos Girón, Vicente Gil y yo. No se despejaron del todo los recelos, pero la frialdad se rompió. Más tarde se disiparían por completo, como hago constar en otra parte de este libro. En el curso de la cena Girón nos dijo que iba a dar una conferencia en Valladolid y que pensaba lanzar la idea de las Asociaciones políticas en el marco ideológico del Movimiento. Dirigiéndose a mí, recuerdo que me dijo: “Habla siempre de la unidad de España”.
En otra ocasión, Alejandro Rodríguez de Valcárcel, vicesecretario general del Movimiento, nos citó a Angel Ortuño y a mí. Fuimos a su despacho. Nos habló de la conveniencia de constituir las Asociaciones y nos propuso tres: una, Falange Española, que tendría una configuración de izquierda; la Comunión Tradicionalista, que sería algo así como la derecha, y Fuerza Nueva, que adoptaría una posición de centro. Le dimos las gracias por la deferencia y por la consideración que nuestro grupo merecía en aquella Casa, pero le dijimos que la idea nos parecía descabellada y que no podíamos sumarnos a ella.
La idea, sin embargo, comenzó a gestarse en 1969, al aprobar el Consejo nacional, el 3 de julio de aquel año, un proyecto de Estatuto de Asociaciones, propuesto por el ministro secretario general del Movimiento José Solís; pero Franco no lo firmó. Hubo otro proyecto en la época de Torcuato Fernández Miranda, que fue archivado.
Pero con la puesta en marcha de la incipiente reforma política, que auspició, con altibajos, el presidente del Gobierno Carlos Arias, otro documento, relacionado con las Asociaciones Políticas llegó al Consejo Nacional del Movimiento.
Correspondió su examen y estudio a la Sección 1ª, denominada Principios fundamentales del Movimiento y desarrollo político.
Se trataba, como lo definió el vicesecretario general, Ortí Bordás, de un “documento marco”, o de trabajo, que serviría de base para un texto legal. El debate sobre dicho documento iba a tener lugar en el Pleno del día 22 de julio de 1974. Habían pedido la palabra, para intervenir en dicho debate, diecinueve consejeros nacionales. La víspera de ese debate me llamó por teléfono el teniente general Alfonso Pérez Viñeta, uno de los consejeros nacionales de libre elección, al que me unía una amistad entrañable. Me pidió que asistiera y que votara que no. Estaba en juego la vitalidad del 18 de Julio. Le repliqué que compartía su opinión y que votaría negativamente.
Pero no hubo debate sobre el documento marco, Desarrollo político desde la base constitucional de las leyes fundamentales del Reino. Se invocó, para suprimirlo, la enfermedad del Caudillo, internado en el sanatorio que llevaba su nombre, y el mantenimiento de la unidad de la Cámara.
Presidía, en su calidad de vicepresidente del Consejo, el ministro secretario general del Movimiento José Utrera Molina, que pronunció un discurso en el que hizo un análisis de la situación política. Afirmó que estábamos “empeñados en un desarrollo político progresivo”. Habló también Ortí Bordás, para el que “la apertura no podía ser otra cosa que un proceso en el que culminen los ideales germinadores del 18 de Julio”. Explicadas las razones por las cuales no harían uso de la palabra los consejeros que lo habían solicitado, se dijo que los que estuviesen de acuerdo con el Documento debían permanecer sentados, mientras que los que estuviesen en contra, se pusieran en pie. En pie me puse yo solo. Miré a Pérez Viñeta. Enrojeció. ¿Qué había ocurrido para que así hubiera cambiado de criterio?.
Supe por la prensa -y no porque alguien me lo diese a conocer, ni antes ni después del Pleno- que hubo una reunión previa, convocada y presidida por el secretario del Consejo Nacional y consejero por Granada, Baldomero Palomares, en la que se acordó suprimir el debate, renunciando a sus intervenciones los que lo habían solicitado. Ello explica que Julio García Ibañez, consejero por Segovia, que, como cuenta Joaquín Aguirre Bellver, en Pueblo (23 de julio de 1974), iba decidido a votar “no”, votara, luego, que “si”. Debieron darle cuenta del acuerdo, al que -a regañadientes, sin duda- se sumó. Algo parecido puede explicar el voto afirmativo, permaneciendo sentado, del teniente general Alfonso Pérez Viñeta.
Pedro Rodríguez hizo una verdadera fotografía de la votación: “ los más veteranos, persistentes y tradicionales no partidarios, enmudecieron. Sólo resonó un no absolutamente claro y firme. Como un Quijote entre los molinos Blas Piñar alcanzaba la diplomatura de coherencias y fidelidad personal a sus ideas. Al mediodía, de pie, en el salón de sesiones, parecía eso: una caña creyente”.
Debió impresionar mi actitud. Joaquín Aguirre Bellver, en el número de Pueblo antes citado, escribía: “sólo el señor Piñar se negó a rendir su no”, llamándome “el votante solitario” y hablando del “voto tenso brotando del silencio de la sala” y “del dramático voto de la soledad”.
En el diario Ya, del mismo día 23 de julio, A.M.G.M. (el cronista parlamentario González Muñiz) daba cuenta de la sesión escribiendo: “Desde la tribuna de la prensa…contemplamos a los señores consejeros nacionales. Fijamos nuestra atención en uno solo, el que va a poner, como excepción de la colectividad política allí reunida, el único voto en contra del documento base. Hemos aludido a don Blas Piñar”.
Josep Meliá, en ABC, del día del 13 de agosto, aún reconociendo su falta de coincidencia política conmigo, no vaciló en decir: “Solo Blas Piñar se (ha) atrevido a votar en conciencia. Es un acto de sinceridad que la objetividad y la transparencia política española debiera agradecer y becar”.
En Mundo, el día 3 de agosto, Pere Bonin, especificando, aunque “no comulgo con sus ideas debo felicitar al consejero don Blas Piñar, por no haberse comportado como títere de los sentimientos y ha obrado en conciencia con su criterio. El país, en estos delicados momentos, necesita políticos consecuentes consigo mismos y con lo que creen representar. La adhesión emocionada a Franco no excusa el cumplimiento del deber”.
El diario de Palma de Mallorca Última Hora, de 12 de agosto, publicaba un trabajo de M. Rivas, del que transcribo estas líneas orientadoras, que explican mi voto negativo: “una de las salidas concretas de un sistema político es la de los partidos que ahora están proscritos de nuestra legislación. Desde esta perspectiva, el intento de dar forma a Asociaciones Políticas con participación electoral está muy claro para nosotros hacia dónde se dirige. Y desde esa misma perspectiva, el voto en contra de don Blas Piñar está perfectamente justificado”.
El editorial de Nueva Rioja, de Logroño, de 24 de julio, daba cuenta de la sesión del Pleno e informaba: “Blas Piñar votó no en el más puro y honesto ejercicio de su derecho y sin que nadie, naturalmente, se opusiera a esta manifestación de su libertad de conciencia y de elección”.
Me permito, por último, recoger lo que Antonio Muñoz-Falero decía en La Voz de Alicante, del día 18 de agosto: “El señor Piñar, consecuente con sus convicciones políticas y al margen de todo desviacionismo, ha emitido su voto en solitario reiterando su negativa ante el Pleno del Consejo Nacional al proyectado asociacionismo político”.
Agradezco a José Utrera Molina que haya justificado mi voto negativo como resultado de una conducta “digna y limpia”, afirmando: “Blas Piñar, llevado, sin duda, de su buena fe mantuvo una posición, que yo respeté, de absoluta desconfianza en los proyectos innovadores en marcha, negándose a admitir la posibilidad de que sin duda el tiempo exigía una modernización en la estructura y en la acción operativa del Movimiento”. (Sin cambiar de bandera. Ed. Planeta. Barcelona. 1989, páginas 96 y 201).
Sólo quiero añadir que la víspera del famoso Pleno fui convocado por José Utrera Molina. Acudí a la Secretaría General del Movimiento. El ministro me preguntó cómo pensaba votar. Le dije que de modo negativo. “¿Pasarás luego a la clandestinidad?”.
“Eso -le repliqué- lo decidiremos más tarde”. Nunca he llegado a entender el alcance de aquella pregunta, que me dejó perplejo, pues siempre he tenido y tengo a José Utrera por un español de primera línea y por un joseantoniano auténtico.
No quiero ocultar que la conversación fue desviada hacia un tema inquietante, como el de la invocación de las Fuerza Armadas como garantía de la continuidad. Le dije a Utrera, como ya había tenido oportunidad de indicarle al ministro de Educación, Cruz Martínez Esteruelas, que los Ejércitos, como colectividad organizada, debían tener una cabeza aglutinante, y que Francisco Franco, el Caudillo victorioso de la guerra y constructor del Estado nacional era, sin duda, esa cabeza. El día que faltara, los Ejércitos, sin cabeza, no podrían cumplir con la sagrada misión que tenían encomendada. Creo sinceramente que no me equivoqué.
Hubo otra sesión, posterior, del pleno del Consejo Nacional para debatir sobre el tema concreto Estatuto Jurídico de Derecho de Asociación Política, al que había presentado unas sugerencias el día 9, en un escrito registrado con el número 5427. Las sugerencias fueron éstas:
“Blas Piñar López, consejero nacional del Movimiento, hace a la Comisión Mixta que ha estudiado el “Anteproyecto de Bases sobre los criterios políticos del Estatuto Jurídico de Derecho de Asociación Política”, las siguientes
“SUGERENCIAS :
1ª. No entiendo la razón por la cual, admitida la Asociación política como organización complementaria a fin de animar todo el orden representativo, que ha de tener carácter orgánico (artículo 3 del Anteproyecto y Principio VIII del Movimiento) se las exceptúa de esa función animadora cuando se trata de las entidades sindicales y profesionales (artículo 4 del Anteproyecto).
“2ª. Sin duda, para salvar el posible contrafuero, se incluye en el Anteproyecto el artículo 3, que concuerda con el punto VIII del Movimiento.
“Ahora bien, si la Asociación política tiene un programa de Gobierno, e incide en el proceso electoral -para el que ha de prepararse-, mediante la presentación de candidatos fieles a dicho programa, la movilización de sus socios y la captación del censo de votantes, “de facto”, la Asociación política no sólo incide en el cauce representativo orgánico, sino que lo desvirtúa y sustituye.
3ª. Si, como se afirma, las Asociaciones que ahora se regulan son una respuesta al anhelo popular de constituirlas, no entiendo las razones por las cuales el Movimiento ha de contribuir a la financiación de las mismas (artículo 22). Quienes las deseen y las integren deben mantenerlas. Obligar a todos los españoles a contribuir a esa financiación a través del impuesto, me parece injusto. Si se alega que de este modo se evitará que acudan a medios de financiación inconfesables, se está denunciando a priori un vicio del sistema. Si esos medios de financiación inconfesables se llegaran a descubrir, la Asociación debe ser sancionada.”
Tuvo lugar la sesión el día 16 de diciembre de 1974.
El mismo día 16 de diciembre de 1974, Fuerza Nueva ofrecía una cena homenaje a Felipe Ximénez de Sandoval. El motivo: la nueva edición de su obra José Antonio. Biografía apasionada, que había publicado nuestra editorial. Se hacía tarde. A las diez de la noche abandoné la Sala. Tenía que presidir y hablar en el homenaje, en el que también hicieron uso de la palabra José Luis Zamanillo (tradicionalista) y Roberto Reyes (falangista). La votación fue mayoritariamente favorable: 95 votos. Hubo tres abstenciones, las de Marcelino Oreja Aguirre, Tomás Garicano Goñi y Santiago Cruylles de Peratallada. Doce consejeros estaban ausentes, entre ellos Aznar, Girón, Solis y Pardo Canalís.
José Utrera Molina, en la página 205 de su libro ya citado, aludió a la famosa sesión en los siguientes términos.: “Eran las 10,30 de la noche cuando se procedió a la votación del proyecto. El resultado fue de 95 votos favorables y tres abstenciones, a las que había que añadir virtualmente la de Blas Piñar que, pese a su oposición al proyecto, no quiso intervenir en el debate y se ausentó de la sala poco antes de iniciarse el escrutinio”.
La verdad es que yo hubiera querido intervenir en el debate, y que me ausenté por el motivo señalado, y que mi postura seguía siendo negativa con respecto a las Asociaciones políticas. De alguna forma recogieron esta postura algunos medios de comunicación, como Pueblo, del día 17, en el que Fernando Onega decía: “Don Blas Piñar ni votó que no, ni voto que sí, sino todo lo contrario, como diría un castizo. Don Blas Piñar optó por la elocuencia de la espantá”, o Ya, que ese mismo día, con la firma de A.M.G.M., afirmaba: “El señor Piñar ni votará sí, ni votará no, ni se abstendrá. Presente en la sesión, a la hora de votar, abandonó la sala”. Jesús Vasallo, en Sevilla, del día 14, debió intuir lo sucedido. Escribía así: “Blas Piñar estará en contra, y no hablará. Se reserva para la cena de ese mismo día, en honor de Ximénez de Sandoval por el renovado éxito de su biografía de José Antonio, cuya convocatoria hemos firmado ochenta amigos”.
Es curioso que un hombre tan inteligente como Jesús Fueyo manifestase que esta ley era “la culminación de la obra de Franco y el inicio de un destino brillante para nuestra patria”. Por su parte, el consejero nacional por Badajoz, Sánchez de León -luego ministro de la monarquía parlamentaria-, dijo que “ahora era el momento de proclamar que la izquierda moderna de nuestra comunidad nacional puede tener instalación honorable en el Sistema”.
El Decreto Ley de 21 de diciembre de 1974, publicado en el Boletín Oficial del Estado del día 23 -fecha de su entrada en vigor-, promulgó el Estatuto Jurídico del Derecho de Asociación Política, cuyo preámbulo no tiene desperdicio. Este decreto fue derogado por la ley de 14 de junio de 1976, publicada dos días después en el Boletín Oficial del Estado. En ella se dictan las “Normas reguladoras de las Asociaciones Políticas”, en realidad partidos políticos, que, con verdadero sarcasmo de los legisladores habrían de conformar “su actuación a las Leyes Fundamentales del Reino” (art. 1 nº 3). La ley fue aprobada en las Cortes -que eran todavía las franquistas- del día 9 de junio. Votaron a favor del sí, 338 procuradores y del no, 91. Hubo 24 abstenciones.
El fracaso de la ley de Asociaciones fue evidente, como todo lo que es fruto de una concesión estrecha y mezquina, de una falta de fe en los postulados ideológicos del Movimiento y del temor a desmontarlo todo y sustituirlo por un sistema liberal de partidos políticos, con inclusión del comunista. Se constituyeron varias Asociaciones, que no tuvieron ni arraigo ni fuerza. Que yo recuerde adquirieron personalidad jurídica la Proverista, Unión del pueblo español, Asociación Nacional para el Estudio de los Problemas Actuales, Reforma Social Española, Frente Nacional Español y Unión Nacional Española. También se lanzó la idea de Legitimidad Española, que no llegó a cuajar. Fueron rechazadas dos: Alianza Popular de Izquierda y Asociación Democrática y de Paz Social. Alguna de las Asociaciones constituídas se disolvió pronto, luego de una reunión poco grata que terminó con incidentes callejeros. Nosotros nos negamos a formarla. Sabíamos que eran inviables y equivocas. Joaquín Ruiz Giménez y Raúl Morodo calificaron el Estatuto de inmovilista. Ignacio Camuñas manifestó: “ O entramos todos o que no entre nadie. No soy socialista, pero me gustaría competir políticamente con comunistas y socialistas”.
Quien desde una posición francamente aperturista se manifestó con absoluta claridad fue el procurador en Cortes Eduardo Tarragona, quien en una conferencia en la sede de CPEDE, el día de San Jorge del año 1974, dijo, según recogía La Vanguardia Española, de Barcelona, el día 25 de abril: “Dejémonos de músicas celestiales y aceptemos los partidos políticos”.
Mi posición
Para dar a conocer con absoluta claridad mi posición y, lógicamente, la de Fuerza Nueva, me parece que debo reproducir los cuatro artículos que publiqué en la revista, los días 10,17,24 y 31 de agosto de 1974, bajo la rúbrica de Movimiento y Asociaciones. Decían así:
“El debatido y controvertido tema del asociacionismo político, a partir del último pleno del Consejo Nacional, ha entrado en una fase nueva. La Cámara de las ideas aprobó el “documento marco”, como le calificó atinadamente el señor Ortí Bordás, que aspiraba a legalizarlas. El hecho de que hubiera un solo voto en contra no impedirá lógicamente, en un sistema ya aceptado de decisión por mayoría -y en este caso con mayoría tan abrumadora-, que prospere el Estatuto asociativo del Movimiento.
“Una cosa quiero significar de entrada por lo que a ese voto -el mio- se refiere: no obedecí, al formularlo de pie, según se requirió, a mandato imperativo alguno, salvo el de mi propia conciencia y el de mis convicciones políticas, reiteradamente dadas a conocer dentro y fuera del Consejo Nacional. Nadie, por consiguiente, se permitió aconsejarme e insinuarme algo que con dicho voto tuviera relación y, por supuesto, personalmente, no se me invocaron las difíciles circunstancias del momento histórico, para que me pronunciara en el sentido de la abrumadora mayoría.
“Esta manifestación me parece obligada, tanto para esclarecer la absoluta independencia y libertad de mi voto, como la dignidad personal -que respeto, aunque no comparta sus puntos de vista- de quienes con más rango político que yo, o a nivel idéntico al mío, fueron artífices, defensores y aceptantes del “documento marco”.
“Las razones de mi negativa son varias, y aunque sin propósito exhaustivo, conviene que las repasemos.
“En primer lugar, para entendimiento de todos, nacionales y extranjeros, quede sentado que el Régimen político español no ha vetado la asociación política. Una prueba evidente está en que en el esquema organizativo de la Secretaría General del Movimiento figura, y además trabaja, una Delegación Nacional de Asociaciones, de la que dependen las Delegaciones Provinciales de idéntica denominación.
“Son muchas -y sería curioso que se publicase una relación de las mismas- las asociaciones reconocidas, y no creadas, por dichas Delegaciones; como son muchas las entidades de significación política amparadas por la Ley general y debidamente inscritas en el Registro correspondiente, aparte de las sociedades de carácter mercantil que respaldan publicaciones periódicas y no periódicas cuyas tesis políticas -no siempre ortodoxas a nuestro modo de ver- de sobra conocemos.
“Lo que el Régimen político español ha vetado constitucionalmente, por fidelidad a la doctrina que le inspiró -la de la Falange y la de la Comunión Tradicionalista-, es un tipo de asociación política: el partido. Traer a colación los textos en que no sólo se vetan sino que se condenan como nefastos los partidos políticos, es tarea fácil, de la que me dispenso ante mis lectores.
“Todo el problema está en saber si el tipo de asociación política a que el “documento marco” da vía libre es o no un partido político, de tal forma, que, si no es partido político, mi voto fue incomprensible, y si realmente se trata de un partido político, la decisión adoptada de carácter positivo es anticonstitucional.
“Es evidente, a mi juicio, que las asociaciones que se propugnan no pueden configurarse como cualquiera de las que hoy existen y funcionan, ya que si así fuera no se habría promovido la polémica, ya larga, sobre las mismas.
“Por otro lado, también resulta evidente que si tal polémica viene de años atrás, ha provocado crisis parciales en la Secretaría General del Movimiento, ha dado origen a votaciones contradictorias en la Cámara, ha producido vacilaciones en la alturas en el momento de aprobar y promulgar lo acordado, no se trata, ciertamente, de una cuestión baladí, cuyo entresijo y trascendencia se comprenden de inmediato.
“¿Cuáles son las características del tipo de asociación que trata de promoverse? A mi modo de ver, aquellas que, diferenciándolas del tipo genérico de las asociaciones ya constituidas y de otras similares que pudieran constituirse, las acercan y las identifican con los partidos políticos. Tales características son: la base electoral y la presentación de candidatos; en suma, su utilización como cauce de representatividad política. ¿Y no es esto un partido político?
“Ahora bien, la coexistencia del Movimiento con asociaciones políticas (género) de base electoral y con presentación de candidatos (especie), aparte de ser, a mi juicio, anticonstitucional, es inviable.
“Y es inviable porque pretende instalar un sistema híbrido -ya inciado- de democracia orgánica e inorgánica, haciendo coincidir los cauces naturales de participación y de representación política -familia, municipio, sindicato y corporaciones profesionales- con el cauce artificioso de los partidos y del sufragio universal. Un sistema de este género, intrínsecamente contradictorio, acabará eliminando uno de su ingredientes, y es lógico que, tal y como las cosas van orientadas, el último acabe con el primero, sobre todo cuando el primero, por circunstancias que hemos apuntado en varias ocasiones, no ha funcionado, por interposiciones no plausibles, con la “naturalidad” que debiera.
“Pero la coexistencia del Movimiento con las Asociaciones políticas (género) de base electoral y con presentación de candidatos (especie) es, además, inviable porque ambas son de hecho incompatibles, salvo que el Movimiento se desnaturalice y deje de ser, por sí y en sí mismo, una fuerza política para transformarse en una especie de Junta coordinadora de asociaciones, comité paritario de intereses contrapuestos y tribunal de arbitraje de discusiones y querellas entre las asociaciones federadas.
“Las asociaciones políticas, tal y como desean configurarse al amparo del documento que fue aprobado por abrumadora mayoría en el Pleno del Consejo Nacional del pasado 22 de julio, no serán otra cosa que partidos políticos. Lo prueba sólo el hecho de proponerse la formación de una clientela electoral y de presentar candidatos a las contiendas de dicha índole, sino también, como ya se ha dicho públicamente, la elaboración de programas de gobierno.
“Más aún; en el ambiente está, y de formas y en lugares bien distintos se apunta, que dentro o fuera de los límites que señala el “documento marco” cabe, en el orden constitucional -según se interpreta por algunos-, la fundación de asociaciones que, fieles al Movimiento-comunión, no quieran sujetarse a la supuesta disciplina del Movimiento-organización.
“Y esta orientación, si prospera, no será otra cosa que un primer paso, pues ya se propugna, en nombre de la libertad asociativa, que se legalice la existencia de asociaciones políticas del tipo apuntado, definidas como ajenas y aún contrarias al Movimiento-comunión y, por tanto, a los Principios que lo animan, los cuales deben revisarse o derogarse.
“Todo consiste -se insinúa- en empezar por lo menos para conseguir lo más. Frente a los “audaces”, que todo lo quisieran de golpe y de un solo empujón, los “prudentes”, que aspiran a lo mismo, demandan un poco de paciencia: comencemos la rosca, que después seguiremos avanzando.
“Si ello prospera, podrá afirmarse con razón que tenemos la democracia; no en el horizonte, sino inmediata; pero entiéndase bien: la democracia inorgánica, conseguida desde dentro a través de un expediente de acomodación y transformación del Sistema, que ponga en tela de juicio, primero, y niegue, más tarde, su identidad. El proceso autodemolitivo podrá llamarse -sin perjuicio de otras calificaciones de tipo moral- como de inversión, reversión y retroceso políticos.
“A poco que se piense y reflexione, sin dejarse llevar por la corriente impuesta, se presume que, al amparo del Estatuto asociativo del Movimiento, y aún en el caso de su interpretación y aplicación más rígida -asociaciones políticas de base, candidatos y programa, dentro del Movimiento-organización-, cabrán, por ejemplo, agrupaciones femeninas y juveniles diferentes, con su propia estructura, su esquema territorial, sus escuelas de formación de dirigentes, su específica elaboración ideológica, sus publicaciones y editoriales. ¿Qué será entonces de la Sección Femenina o de la Organización Juvenil?
¿Subsistirán como obras piloto, auspiciadas por el cuadro rector del Movimiento y financiadas por el mismo?. ¿Se disolverán y fragmentarán, evitando ser consideradas como instituciones favorecidas y con status de privilegio?
“El sí mayoritario del Consejo Nacional al “documento-marco” del asociacionismo es, quiérase o no, un sí a la autodestrucción de dos instituciones, como la Sección Femenina y la Organización Juvenil, que en un clima sereno y constructivo, durante muchos años, han realizado, pese a los defectos inherentes a toda empresa humana, una gran labor, una obra de la que puede decirse que ha sido bien hecha.
“¿Cómo se seleccionarán los mandos del Movimiento, coexistente con las asociaciones federadas?. Siguiendo el sistema preconizado del voto, la candidatura y el programa, podrá ocurrir que en unas provincias el Movimiento, como fruto de la elección, tenga un signo político tan dispar del que presente en otras, que parezcan entidades políticas distintas. Más aún: ¿quién elegirá y cómo se elegirán los mandos nacionales?. ¿También por elección?. Y si se designan, ¿habrá que atender a un equilibrio de las fuerzas representadas, como en los gobiernos de coalición, que luego de muchas componendas y concesiones nos ofrecen el espectáculo de un equipo policolor, inconsistente y dimisionario, por ineficaz desde su nacimiento?
“La cuestión no es fácil. La literatura, por seductora que sea, tiene que ceder ante la realidad. Y la realidad nos dice sobre el tema que contemplamos muchas cosas.
“Una de ellas es que el mismo Consejo Nacional, y casi personalmente los mismos consejeros, han estado dubitativos y alternativos cuando se han enfrentado con el problema. Por formar parte del Consejo desde hace varios años, soy testigo personal de esas vacilaciones, que respeto y comprendo, naturalmente. Pero es curioso señalar que la Cámara de las ideas aprobó el Estatuto asociativo con varios votos en contra; que luego de vicisitudes complicadas, diversas y de escala superior, reconsiderando el tema, desistió del voto afirmativo, con alguna abstención, según me parece recordar; que en una reunión “no abierta” para asistir a la cual, estando fuera de Madrid, se me requirió con carácter urgente, se puso el tema de nuevo a debate, quedando el asunto en suspenso, después de discusiones acaloradas en las que se argumentó fuerte defendiendo posturas contrapuestas, y que, finalmente, la Cámara ha dicho que sí, quedando abierta la vía para el asociacionismo de base. Mi voto en contra no tiene densidad numérica -aunque puede tenerla de otro tipo- para evitar lo que me ha parecido siempre -y me sigue pareciendo- un profundo error.
“Otra de las enseñanzas de la realidad frente a la suave y atractiva exposición literaria de los que describen las delicias de la democracia en el horizonte, es que al pueblo, al que tenemos como mínimo las mismas razones que ellos para interpretar, le interesa muy poco el asociacionismo político. Se alega en favor de la tesis contraria la forma de expresarse la prensa. Pero habrá que preguntar, para ceder al argumento, si la prensa es órgano de la opinión o tan sólo opinión de aquellos que la financian y dirigen. Porque una cosa es cierta -y yo he sido testigo presencial-: la sesión del Pleno en que iba a debatirse el asociacionismo no fue secreta. Con acierto se ha evitado que la Cámara de las ideas sea una Cámara oscura. Ello no obstante, los escaños de las tribunas públicas estaban prácticamente vacíos. Si el tema, de verdad, apasionase al pueblo y tuviera turbada y angustiosa a la opinión, la mañana del 22 de julio hubiera sido difícil entrar en el antiguo palacio del Senado. La ausencia del pueblo fue, en aquella jornada, al menos para mí, de una clara significación. El asociacionismo no le interesa al pueblo, aunque interese a quienes desean manipularlo y envolverlo, otra vez, en luchas intestinas y, a la larga, como ha demostrado el tiempo -y lamentándolo sus patrocinadores-, brutales y sangrientas.
“La misma realidad a que antes aludíamos pone de manifiesto, al contraponer y comparar situaciones históricas concretas, que un régimen de partidos de un modo muy escaso contribuyó al progreso del país y al bienestar de los españoles, ingredientes sustantivos del bien común al que el Estado se ordena. Por el contrario, y sin mengua de la libertad esencial -yo entiendo que con su disfrute cada día más pleno y garantizado-, un régimen sin partidos políticos -que no es lo mismo que sin vida política, como luego trataré de demostrar- nos ha deparado, durante un periodo envidiable, muchos años de paz, de aumento de la riqueza de la nación y de ascenso de nivel de vida de una gran parte de la población española.
“Que se han cometido fallos, que hay descompensaciones sectoriales y regionales visibles, que no se han alcanzado aún las cotas propuestas, es, sin duda, evidente. Nosotros no sólo no lo hemos ocultado, sino que lo hemos señalado, sin acritud, pero haciendo uso de la necesaria crítica constructiva, que es la que denuncia con ánimo de perfección, y no la que se recrea, disfruta y complace en el mal denunciado, con propósito, aunque se oculte, de erosionar y aniquilar el Sistema. Alguna vez he tenido ocasión de decir que la peor de todas las imperfecciones sería la de escandalizarnos de las nuestras. Ante la imperfección -con la que es preciso contar- caben dos soluciones : corregirla o desesperarse. Yo, naturalmente, me inclino por la primera.
“A favor del asociacionismo político de base -léase partidos políticos, democracia inorgánica y sufragio universal- se alega la necesidad cada día más urgente de alinearnos con los países del mundo occidental, homologando nuestras desfasadas, y, en cierto modo, antipáticas instituciones políticas. Los que se proclaman hombres de centro, luego de haber colaborado con el Régimen en puestos decisivos y claves, patrocinan públicamente, y hasta diría que con un cierto tono oficialista, esa postura.
“Pero lo que hacen los otros no puede ser norma de conducta para un hombre de bien, o para una comunidad que tiene su propia experiencia y su genuina idiosincrasia. El mimetismo es, en este aspecto, o hipocresía o perogrullada, y ello aunque el espectáculo que nos ofrecieran las naciones en que la partitocracia impera, fuese admirable. Tal espectáculo no es, en verdad, apetecible. Desde Italia, ingobernable, arruinada, en huelga y con duros enfrentamientos en la calle, hasta Inglaterra, obligada a la consulta electoral permanente, pasando por los Estados Unidos, con el juego ya pesado, espeluznante y cómico del “Watergate” descubierto y de los muchos por descubrir, el escenario de la democracia inorgánica no es, que sepamos, muy agradable y placentero.
“Pero así y todo -se alega-, el camino hacia esa democracia es irreversible, y la cautela y la previsión solicitan de los rectores del quehacer político la adopción de medidas necesarias para que no ocurra entre nosotros lo que ha ocurrido en Portugal. El encastillamiento del Sistema, su falta de ductilidad y flexibilidad, la negativa a la puesta en marcha de corrientes políticas diversas con estructura asociativa, puede, de rechazo, producir un estado de subversión que acabe de un modo violento y no deseable con el Régimen, con todas las perturbaciones que ello -como en el país hermano- traería consigo.
“El argumento que se despliega no es, a nuestro juicio, válido. Y no lo es, de una parte, porque en Portugal no ha habido enfrentamiento sino traición, es decir, entrega del poder desde el poder, sin un mínimo intento de defensa, sin apelación a las fuerzas armadas leales, al pueblo o a los adictos al Régimen, que nadie pondrá en duda que existían, cuando hoy se anuncian procesamientos por centenas de millares ; y no lo es, de otro lado, porque cediendo a esas instancias de falso evolucionismo, de equivocada flexibilidad y de hábil adaptación, el Estado nuevo salazarista había sido suplantado, manteniendo su apariencia formal y en algunas ocasiones hasta su vocabulario, por un ente híbrido, inconsecuente, permeable en sus cuadros dirigentes a la infiltración marxista, gravado y lastrado con un complejo de inferioridad que le arrastraba consciente o inconscientemente al abandonismo o a la liquidación.
“A mi modo de ver las cosas, la lección que hemos de aprender del caso de Portugal es la contraria. Mientras el Régimen lusitano, bajo la dirección de Salazar, se mantuvo fiel a sí mismo, nada hubo que temer, y el enemigo permaneció agazapado y escondido, mordiéndose las uñas para descargar su impotencia. El clima de tensión se inicia, precisamente, con la política de distensión, también llamada conciliadora, de Marcelo Caetano, que no sólo permitió que se difundiera en el país la propaganda adversa y la literatura pornográfica, sino que debilitó y prácticamente hizo ineficaces las instituciones políticas del Régimen, dando a la vez carteras ministeriales a enemigos declarados del Sistema salazarista, como, entre otros, al ministro de Educación Nacional, hoy embajador de Spínola en la ONU.
“Si esto es así, el único camino que no debe seguir España, por distintas que sean las circunstancias que aquí concurran, y que no es éste el momento de analizar, es el que con desacierto ha seguido la nación vecina y hermana. El ejemplo del equipo Caetano es tan nítido y evidente, que no tenerlo en cuenta será propio de ciegos voluntarios, de tercos suicidas o de cómplices ocultos de la subversión.
“Apelando al derecho natural y a ese abanico de libertades humanas que no deben conculcarse, se arguye con ímpetu dogmático a favor de los partidos políticos. En última instancia -se dice-, los partidos políticos son asociaciones, y el derecho de asociación no sólo es fundamental sino que está reconocido, proclamado y amparado por nuestras leyes constitucionales.
“A mi modo de ver, tal apelación es infundada. Como ya apuntamos, el Régimen político español admite y quiere la asociación política, pero detesta los partidos, que son, a su juicio, formas degradadas de ese género de asociación, y, por añadidura, perturbaciones del bien común.
“Por otro lado es absurda la interpretación de la ley que, partiendo de su letra, y en este caso de unas frases que se aíslan del contexto general, llega a la conclusión heteredoxa de que, en un Sistema que descansa sobre la ausencia de los partidos políticos, puedan constituírse, precisamente, en cumplimiento de una exigencia legal.
“El contraste de pareceres -se añade-, que es condición sine qua non de todo debate, y que se patrocina como vereda para la adopción de criterios, demanda la formación de partidos políticos.
“Si la afirmación de entrada es cierta, la conclusión, sin embargo, la considero errónea. Y la considero errónea no sólo desde el punto de vista teórico sino desde una contemplación fáctica. ¿Acaso no ha habido contraste, y hasta contradicción y antagonismo de pareceres en las Cortes y en el Consejo Nacional, sin que existan partidos políticos?
“Podrá argüirse que ese contraste no ha sido suficiente, que -como en el supuesto de mi único voto en contra del pasado día 22 de julio en el Consejo Nacional- dicho contraste carece de repercusiones políticas. Y así es. Pero es así por otras razones, y la principal -y ahora sí que estamos en el terreno de lo opinable-, por no haberse establecido desde hace tiempo un índice de incompatibilidades que, sin mengua de la lealtad, asegure de modo irreprochable la independencia.
“Con todo lo escrito hasta aquí, admito que en el plano dialéctico se defiendan los partidos políticos en nombre del cuadro de derechos fundamentales. Pero aún así, me cabe aún postular de quienes de tal modo opinan, si ante una coyuntura histórica como la presente, en la que se hace necesario estimular las fuerzas centrípetas frente a las inclinaciones disgregantes, en que se precisa un riguroso rearme ideológico y moral, a la vez que la subsistencia o la creación de una mística de combate frente a la subversión demoledora, que actúa en todos los planos, no sería aconsejable renunciar temporalmente al derecho, o al menos al uso del derecho, a constituir partidos políticos, en aras de otro derecho superior, el de mantener unida y en orden la comunidad política, sirviendo así a la exigencia más urgente que aquí y ahora el bien común demanda del Estado.
“Otra de las razones que justifican mi voto en contra del documento-marco del asociacionismo político está directamente conectada con el discurso del vicepresidente del Consejo Nacional ante la Cámara. La exposición fácil de un contenido difícil no veló, en ningún momento, sino que subrayó, dentro de los límites propios de la apertura, que es preciso abrir cauce a los puntos de vista diferentes, ya que las instituciones han de sostenerse con la aportación del plural conjunto de actitudes y aspiraciones de los españoles.
“Pocos temas como el del asociacionismo político podían servir para poner de manifiesto las actitudes diferentes de los consejeros nacionales, que, de un modo o de otro, y desde luego oficialmente, representan y son portavoces de las aspiraciones políticas de muchos españoles. Parecía obligado que la cuestión se debatiese con amplitud, abriendo ´el debate con una interpretación generosa´, para que, a escala del pleno, pudieran intervenir todos los consejeros que quisieran, y no sólo los que hubieran pedido la palabra con anterioridad. Las cosas se desarrollaron de manera distinta, de tal modo que, después de la renuncia a exponer sus opiniones, de diecinueve consejeros, la sesión, que se presumía muy larga, se redujo a poco más de una hora y cuarto. Creo, con toda sinceridad, que mi voto aislado mantuvo, formalmente al menos, y en una situación límite, que las palabras del ministro-secretario no habían caído en saco roto, y que el contraste de pareceres, a través del contraste de actitudes, quedó, en fin de cuentas, a salvo.
“Que las circunstancias históricas que pesaban sobre el pleno del día 22 de julio eran importantes, y probablemente decisivas, no puede negarse. La enfermedad del Jefe del Estado y la puesta en juego de la transmisión de poderes al Príncipe debían gravitar sobre el Consejo. Pero, por eso mismo, la solución no estaba, a mi modesto modo de ver las cosas, en renunciar al uso de la palabra, evitando toda discusión, y llegando casi a la unanimidad de los asistentes (pues hubo abstenciones señaladas y curiosas), sino en haber suspendido la sesión y aplazado el debate. No sé si ésta hubiera sido la conclusión más grata para Francisco Franco, pero sí, desde luego, la que estimo como la más consecuente y respetuosa para con el Jefe Nacional del Movimiento.
“La sesión del Consejo Nacional del 22 de julio fue para mí una prueba que sobrepasé violentándome. Puedo asegurar a mis lectores que, pese a la firmeza de las convicciones, cuando llega el momento clave hay que vencer un pudor inmenso para destacarse, para alzar la voz, cuando todos callan, o para ponerse en pie, en signo disconforme, cuando todos prestan su conformidad sentados. Una especie de escalofrío le sacude a uno hasta adentro, y el oído interior parece que escucha a quienes dicen: ¿Para qué te opones ? Todo está decidido. Te vas a quedar solo. Hasta los que piensan como tú, en el instante definitivo, te abandonan.
“Salí del Consejo Nacional, no contento, pero sí satisfecho. No me desbordaba la alegría, porque la soledad no es grata, pero tampoco sentí desconsuelo. Entre el desconsuelo y la alegría vive la satisfacción. Y esta satisfacción, la del deber que se cumple, la de ser fiel a mí mismo, a los que de algún modo me respaldan en el país, y a mi manera de entender y de amar a España, me bullía en el corazón, y hasta diría que en los ojos.
“Recordé unas palabras de Franco : “Sería un error confundir lo que hay de legítimo en las diferentes opiniones, con la posibilidad de encuadramientos dogmáticos preconcebidos en grupos ideológicos, que de una u otra forma, no serían más que partidos políticos.” Pero asociaciones políticas y partidos políticos, en la mentalidad reformista, son dos expresiones semánticas de una misma idea, como dijo el presidente del Gobierno, Carlos Arias, en Helsinki”.
Pero el punto de vista de Franco no prosperó, sino el de los reformistas, con todas sus graves consecuencias. Jorge Trías Sagnier lo manifestó claramente, al aprobarse las Asociaciones políticas: “El Régimen está liquidado”. (Diario de Barcelona, 29 de enero de 1975).
Los españoles de la época con cierta edad y diestro en política pudieron tomar parte en el asunto que nos brinda Don Blas Piñar porque el resto estabamos ciegos. A fecha de hoy, ya tenemos experiencia. Por tanto, que no se diga nada de Opus Dei porque son personas católicos con sentido patriótico. Ahora tenemos que aguantarnos con lo que hay, aunque con mucha confianza con Rajoy para que firme con claridad el futuro de nuestros hijos porque queramos o no queramos tenemos una España dividida. Solamente podremos estar unidos si hay PAZ, con trabajo, PATRIA, JUSTICIA y dignidad en… Leer más »
De verguenza tu comentario…
¿Que tenemos al señor Rajoy?¿Para qué?
¿Patria y justicia con Rajao?
Personas como usted son las que dejaron de apoyar a Blas Piñar por apoyar al traidorzuelo Fraga, y todo por aquello d elos complejos, el voto util y el “mal menor”.
Los principios del 18 de julio fueron liquidados por la derecha pseudoliberal y oligárquica hoy representada en el PP (y herederos naturales del mierda de Gil Robles y la CEDA, un auténtico derechón de la derecha más injusta y capitalista)
Mucho ignorante-de izquierdas y derechas- no sabe que el movimiento nacional estuvo compuesto por numerosas familias políticas, cuando el OPUS y los democristianos tomaron el control en el movimiento, ya estuvieron listos para liquidarlo muerto el general.
El PP y la derecha económica y liberal son traidores a Franco y a los principios del 18 de julio.
Sr. Blas, una vegada més només hem resta felicitar-lo per els coneixements que ens trasmet amb aquests artícles. Sé de bona tinta que encara que li sembli mentira, a Catalunya vosté está tinguen molt de seguiment. Que Deu el beneixi Sr. Blas.
DOCUMENTO HISTORICO IMPRESIONANTE, MUY BIEN D. BLAS COMO SIEMPRE.