El dirigente de Solidaritat, Héctor López Bofill, en un artículo en El Punt-Avui recogido por la web del partido, alerta de que “una administración que no puede pagar a sus funcionarios es que ya está al borde de la quiebra”.

“Estamos cerca de una experiencia comparable a la Argentina de la presidencia de De la Rúa (2001) o al Ecuador de Mahuad (2000) con la diferencia de que el colapso financiero de la Generalitat no sólo es una cuestión de despilfarro sino también de confiscación de los recursos que Cataluña genera por parte del Estado al que pertenece “, indica.

“España y este gobierno de la Generalitat presidido por Mas, empeñado en seguir siendo una comunidad autónoma española, nos conducen a un callejón sin salida similar a los peores pesadillas de la historia latinoamericana reciente”, asegura.

“En breve, pues, se evidenciará el carácter fantasioso del relato con el que Mas aspiraba a vertebrar el debate político, como sucede en el caso del pacto fiscal, porque el derrumbe económico de la Generalitat impulsará la intervención de Madrid y, de forma más o menos encubierta, la anulación del autogobierno”, añade.

López Bofill afirma que “el gobierno actual que se ha revelado igualmente incompetente y falto de carácter que sus predecesores. Porque, por otra parte, la excusa de la dilapidación durante la era tripartita no se puede sostener por más tiempo, Mas y su ‘gobierno de los mejores’ ya hace un año que están al frente del ejecutivo y la gestión continúa atrapada en la impotencia”.

“La única estrategia del gobierno de CiU sigue pasando por edulcorar el conflicto, hacer el vivo y desear que el varapalo del amo no cueza mucho”, concluye.

De los inmigrantes, ni una palabra

Ni una crítica a los millones de euros destinados por el tripartito a políticas asistenciales orientadas a la comunidad inmigrante y en muchos casos de forma fraudulenta. Tampoco menciona las percepciones del Pirmi por personas que habitaban en Marruecos ni, sobre todo, a la merma que ha sufrido la productividad en la región debido al peso demográfico cada vez mayor de personas que carecen de la cultura del esfuerzo y el sentido de la competitividad de los catalanes.

Defensor del relativismo antropológico, López Bofill tampoco reconoce un hecho esencial y que se cumple inexorablemente en todas las sociedades multiculturales: a mayor abundancia de culturas en una misma comunidad, más crisis, más inseguridad, más desestructuración social y menos capital humano de calidad.

En definitiva, que es lógico que Cataluña entre en quiebra económica si casi un tercio de su población ni produce, ni se siente parte de un proyecto de sociedad en común, ni tiene mayor pretensión que esquilmar de forma voraz los recursos económicos de la comunidad al hacer del parasitismo su forma natural de vida. Cuando en un país, su segunda comunidad étnica anda al acecho de las ayudas y no trata de mejorar el lugar que le acoge, cuando esa gente provoca inseguridad y odia a quienes no piensan ni rezan como ellos, cuando cientos de miles quieren vivir a expensas de las administraciones públicas y provocan inseguridad en los demás, cuando toda esa masa pretende siempre que se cubra gratuitamente sus necesidades, lo lógico entonces es que brote la enfermedad que describe el dirigente de Solidaritat, aunque sin atinar para nada en el diagnóstico.

¿O cree acaso el iluso que el remedio de una Cataluña independiente y con una población intransigente de religión islámica en continuo crecimiento sería mejor que la propia enfermedad; una enfermedad que ellos, los nacionalistas traidores y entreguistas, han creado?