No han transcurrido ni 24 horas del atentado islamista de Lieja y la casta de aquel país ha empezado a colocar paños calientes para contentar a los matarifes. La aterrorizada casta europea, en precipitada carrera hacia la meta del disparate mayor, no escatima elogios a los musulmanes aún en circunstancias en las que, por elementan prudencia, debería al menos permanecer callada.

El alcalde de Lieja, Willy Demeyer (en la imagen), rechazó hoy las “insidias” que relacionan la matanza perpetrada por el salafista Nordine Amrani con algunas organizaciones islámicas. “Se trata de un horrible crimen de un loco que ha consternado por igual a todos los ciudadanos belgas”, señaló en una improvisada rueda de prensa, en la que también expresó su confianza “en que se pueda retomar la normalidad poco a poco después de un acto aislado que ha sembrado la desolación en el corazón de la ciudad”.

Demeyer recurrió al conocido mantra, paradigma de lo políticamente correcto, de que el islam es una religión de paz y concordia. Y sus seguidores unos pacíficos y ejemplares ciudadanos incapaces según él de alterar la convivencia en su ciudad. Lo que no explicó es por qué entonces ninguna organización islámica de su país ha condenado el magnicidio, como si hizo por ejemplo el Vaticano en la misma tarde del martes.

Para congraciarse aún más con su posible cantera de votantes de confesión musulmana, el alcalde Demeyer anunció que el Ayuntamiento agilizará los trámites para la construcción de tres nuevos oratorios islámicos en los distritos de Burenville, Outremeuse y Pierreuse. No quedó claro si los más de cien heridos de Lieja deberían o no pedir perdón a la máxima autoridad islámica de la ciudad por no dejarse matar.

Por su parte, el ministro belga de Justicia Stefaan de Clerck no le va a la zaga al alcalde Lieja. Con un país consternado por un salvaje crimen que acabó con la vida de cuatro personas e hirió a más de un centenar -sorprendentemente todas ellas de origen belga- de Clerck no tenía mejor día que hoy para anunciar la apertura de un procedimiento judicial contra el exobispo de Brujas, Roger Vangheluwe, quien renunció el año pasado a su cargo después de admitir haber abusado de un sobrino por 13 años.

Stefaan De Clerck describió las supuestas acciones del exobispo como una bofetada para todas las víctimas de abuso de la iglesia. Tal vez lo que haya querido decir es que, para coherencia con el principio evangélico de poner la otra mejilla, nadie mejor que los políticos belgas. Eso sí, sólo cuando el que te ha roto la otra mitad de la cara profese la misma religión que Nordine Amrani.