Avalancha de inmigrantes en Valencia para llevarse gratis a casa más de 500 kilos de pescado
La Guardia Civil esperaba, paciente, vigilando, junto a la cofradía de pescadores de Valencia. Cinco patrullas de la Benemérita hacían guardia a la hora que se subasta el pescado que los armadores han capturado durante la mañana. Calma chicha. Parecía un día distinto al de las dos últimas semanas, y sobre todo el pasado martes, cuando uno de los veteranos, con más de 20 años de profesión a sus espaldas, fue interceptado por agentes de la Guardia Civil, que no le dejaron llevarse el pescado sobrante a casa. Luego vinieron los paros y ahora, otra medida de presión: regalar la mercancía.
Una avalancha de más de 200 inmigrantes se abalanzó sobre el pescado que nadie quiso en la subasta. «Se comen lo que nadie quiere. Ellos lo aprovechan. Y para tirarlo o que nos lo confisquen, preferimos regalarlo», decía José Ramón Domingo ‘Pepín’, presidente de la cofradía de pescadores.
Inmigrantes que cada día se acercan a la lonja a llevarse el pescado más barato -jurel, boga, caballa, mollera- estaban contentísimos ayer. Y se los llevaban a dos manos, peleándose entre ellos para conseguir un pescado que en subasta no consigue ya ningún valor. Al menos unos 200 extranjeros se acumulaban a las puertas de la pequeña lonja donde se les ha arrinconado tras la remodelación del puerto deportivo, y donde apenas se ven.
«Vienen todos los días a conseguir pescado barato. Así que para no tirarlo que se lo lleven gratis», dice Domingo, mientras mira de reojo a los agentes de la Benemérita, que se mantienen en un segundo plano. «Cómo van a intervenir, si ya tienen una denuncia por abuso de autoridad». La presentó Agustín, el pescador al que le arrebataron las sobras de lo que no pudo vender. Y un parte de lesiones.
La cofradía de pescadores, formada por apenas ocho embarcaciones -antiguamente llegaron a ser más de un centenar- están hartos. «Es lo que nos faltaba», decía Pepín, que asegura que toda la vida se han llevado el pescado sobrante a casa, para su familia, el conocido como rancho. Pero además, se quejan de que no consiguen colocar su mercancía sobrante a un precio digno en el mercado, que apenas les dejan trabajar. A todo ello le suman el precio del combustible, que no les deja margen para la rentabilidad.
Así que ya han solicitado una reunión con el subdelegado del Gobierno, Luis Felipe Martínez, con quien se verán las caras el próximo jueves. De momento, no saben si hasta entonces se quedarán en tierra o seguirán faenando. «Lo iremos hablando sobre la marcha», dice Pepín, que el día del temporal decidió, junto al resto de armadores, no salir, porque era «demasiado arriesgado y no vale la pena».
Y a Luis Felipe Martínez le van a pedir que la Guardia Civil deje de hacer controles en el puerto a la salida de los pescadores. «Nos están tratando como delincuentes», dicen. Y esos sobrantes «nos lo hemos llevado a casa desde hace más de 40 años». Si nadie los quiere.
Cualquier recipiente era ayer bueno para cargar con el pescado regalado. Carritos de la compra, bolsas de plástico y hasta los bolsos de las mujeres subsaharianas. Todo valía para llenarlo hasta los topes de jurel o de pequeñas galeras, que los valencianos solamente utilizan para caldo.
En total, los inmigrantes se llevaron ayer a sus casas media tonelada de pescado sobrante, sacado del mar apenas unas horas antes. «Y los viernes es el peor día. No conseguimos llegar al mínimo precio». De momento, «aguantamos como podemos, pero es muy complicado seguir trabajando en estas condiciones», dicen en la cofradía, que creen que los paros podrían desabastecer a los mercados valencianos. El lunes, antes de salir a la mar, decidirán qué hacen. «Vamos todos a una», asegura Pepín, mientras contempla cómo, en apenas unos minutos, los inmigrantes se lo llevan todo. «Es la crisis, la gente necesita comer. Lo que sea», dicen en la cofradía.