Argel ha amanecido bajo un fuerte control policial. Miles de agentes, decenas de coches blindados de las fuerzas antidisturbios, camiones con cañones de agua, retenes de control en las principales arterias… Parece muy difícil que los manifestantes que se han citado a las diez de la mañana en la plaza 1 de Mayo puedan romper este férreo cerco policial.

El sábado pasado, las fuerzas policiales lograron abortar la manifestación en su mismo lugar de origen. Entonces hubo 2.000 manifestantes. El objetivo de los que se den cita hoy es marchar hasta la plaza de los Mártires, a cuatro kilómetros de distancia, donde se encuentra la Dirección Nacional de la Seguridad Nacional.

La protesta está organizada por la Coordinadora Nacional por el Cambio y la Democracia (CNCD), una organización nacida el pasado 21 de enero y que agrupa a diversas fuerzas de la oposición (no están los islamistas ni los socialdemócratas), así como a sindicatos autónomos y entidades civiles.

Hasta ahora este movimiento no ha conseguido incorporar a los jóvenes de los barrios más deprimidos de Argel, los que de verdad sufren la carestía de la vida y la falta de oportunidades, tanto para conseguir un empleo como una vivienda.

El primer ministro Ahmed Ouhayia ha prometido mejoras sociales para que sea más fácil alquilar un piso y conseguir un trabajo. Su objetivo es impedir que la oposición política del CNCD coja fuerza con el apoyo de la juventud discriminada.

Pase lo que pase esta mañana en Argel, el debate sobre el cambio político está lanzado. Abdelhamid Mehi, un miembro histórico de la familia revolucionaria, el grupo que ganó la independencia a Francia, ha publicado una carta abierta a su “hermano”, el presidente Abdelaziz Buteflika pidiéndole una transición hacia “un régimen verdaderamente democrático”.