Crece el consenso en el PSOE para que Rubalcaba reemplace a Zapatero en las elecciones de 2012
Los efectos balsámicos del cambio de Gobierno realizado por José Luis Rodríguez Zapatero hace algo más de un mes se han diluido. ¿Todos? No todos. El jefe del Ejecutivo ha conseguido al menos librarse de esa tensión constante que se había generado en torno a su posible renuncia a ser de nuevo el candidato del PSOE en las elecciones generales de 2012. Mientras, y ajena a esa descompresión, la operación preventiva, discreta y entre bambalinas para un relevo sin traumas sigue en marcha.
Poco a poco, pero sin pausa, entre los socialistas empieza a calar la idea de que José Luis Rodríguez Zapatero optará por retirarse. De momento, es un comentario que no pasa de los ámbitos privados y que nadie ha vuelto a discutir en los órganos de dirección del partido. Quizá porque todo el mundo ha entendido que el jefe del Ejecutivo no deshojará la margarita hasta después de las autonómicas y municipales de mayo. Comicios que serán el mejor campo de pruebas para medir las fortalezas y debilidades del proyecto socialista y, sobre todo, para determinar si la situación es tan grave y la derrota tan segura que lo único que cabe es recibir el castigo pertinente sin necesidad de quemar a un posible redentor.
Eso no evita que se haya extendido como una ola el mensaje de que el relevo está listo y que tanto el vicesecretario general del partido, José Blanco, como el vicepresidente primero trabajan en silencio para aupar a este último al número uno de las listas del PSOE sin demasiado problema en caso de que fuera necesario.
Hay algunos indicios que apuntan en ese sentido. Ya no se oyen las voces que exigían a José Luis Rodríguez Zapatero que aclarase sus planes políticos. El último mohicano que pretendía forzar una declaración, el líder de los socialistas madrileños, Tomás Gómez, hace tiempo que ha dejado de hacerse oír y ha emprendido un acercamiento hacia los dos hombres fuertes del partido tras sus serios enfrentamientos previos a las primarias de Madrid.
Para que se materialice la no candidatura de Zapatero juegan factores de dos tipos, los personales del líder socialista y los intereses de partido. Mucho se ha especulado con la convicción de que quería gobernar dos mandatos por salud democrática. Lo dijo en una conversación privada al poco de ganar sus primeras elecciones en 2004, cuando alabó la decisión de José María Aznar en ese sentido. Solo puso un pero: el líder del PP lo dijo muy pronto, en la mitad de su segunda legislatura con el consiguiente desconcierto en su partido. Un anuncio de ese tipo, comentó en aquella charla mantenida a muchos metros de altura, en un avión, se hace al final. Un reparo que explicaría, junto a otras razones internas, su silencio sobre el tema.
José Bono también cometió una infidencia en 2007, cuando dijo haber oído al presidente del Gobierno que no se iba a presentar a un tercer mandato. La Moncloa y la dirección del PSOE, raudos, echaron tierra enseguida sobre el primer comentario de Zapatero y después tacharon de fantasías las palabras del presidente del Congreso. Parece que no era así.
Ganar
«El objetivo de un partido es ganar elecciones, no nos engañemos, y ahí no valen romanticismos ni buenismos», comentaba hace unos días un dirigente del PSOE con poder territorial. A partir de esta premisa, los socialistas empiezan a tener claro que con Zapatero no van a ningún lado que no sea a la derrota en las próximas generales. El de Cataluña ha sido el último aldabonazo. En los análisis internos -con independencia del desastre del tripartito, el impacto de la crisis o el ‘Estatut’- se admite que el presidente del Gobierno ya no tira del electorado socialista como hace unos años. Es más, resta.
No es una sensación, es un hecho. En los estudios que maneja la dirección federal del PSOE la marca del partido está mejor considerada entre los ciudadanos que la marca Zapatero. En otras palabras, en unas elecciones que se celebraran ahora el PSOE perdería ante el PP, pero si el candidato es el líder socialista la derrota sería rotunda, por encima de los diez puntos de diferencia, y sin él la desventaja cae a casi la mitad. Como dijo Felipe González en su momento refiriéndose a sí mismo, Zapatero ha pasado de ser la solución a ser el problema.
Este dato, por supuesto, lo conoce el presidente del Gobierno, pero también la dirección del partido, y se ha puesto manos a la obra. Los defensores de una eventual candidatura de Alfredo Pérez Rubalcaba argumentan que el vicepresidente no necesita de una campaña para darse a conocer entre los ciudadanos, además sería bien recibido en todos los escalones del partido y no abriría ninguna caja de los truenos. Pero eso requiere que no haya ningún otro candidato. Quienes pergeñan de la operación también trabajan en ese flanco.
El mensaje de que el PSOE -es decir, José Blanco- quería a la ministra de Defensa, Carme Chacón, como sucesora de José Montilla al frente del PSC no fue en absoluto inocente. Ella es la única que ha asomado la patita, aunque sea mínimamente, como posible rival en la carrera de la sucesión. No hace mucho dejó el mensaje de que España está preparada para tener una presidenta del Gobierno. Con todo, ni siquiera quienes de verdad anhelan ver a Rubalcaba como gran jefe creen que esa pueda ser la manera de quitarse a la socialista catalana de en medio. «Ni ella ni el PSC están muy por la labor», dicen.
Los ‘barones’
Tampoco puede descartarse un arranque de última hora de los ‘barones’ territoriales. Hay quien lanza al aire, aunque sin mucha convicción, los nombres del vasco Patxi López y el extremeño Guillermo Fernández Vara, pero lo que de verdad puede ser problemático es que los secretarios regionales planten batalla por el mero hecho de no estar en la jugada o de que no se tenga en cuenta su voz. La fuerza de cada cual está al albur de los resultados en los comicios del 22 de mayo.
Por si acaso, el número dos del Gobierno y ministro del Interior -que nunca ha tenido responsabilidades orgánicas- gana poco a poco espacio y peso en el partido. El 28 de noviembre fue el protagonista de la presentación de candidatos municipales socialistas en Madrid, y hoy hará lo propio en Valencia, tareas que recaían de forma habitual en Zapatero o en su defecto en el presidente del PSOE, Manuel Chaves.
Además, Blanco se ha encargado en los últimos meses de cimentar una sólida mayoría interna que respaldaría a Rubalcaba llegado el momento del relevo. Las federaciones de Andalucía, Comunidad Valenciana, Castilla y León, Galicia, y ahora Madrid se pondrían del lado de Rubalcaba en un hipotético proceso de primarias para elegir candidato. Aunque a decir verdad tampoco se vislumbra un territorio contrario a la postulación del vicepresidente siempre que el líder dé el paso al costado. Es difícil imaginar que Cataluña, País Vasco, Extremadura o cualquier otra federación se levanten en armas contra la candidatura del vicepresidente.
En resumen, que se busca un proceso indoloro y sin alharacas para que no se agiten las aguas todavía calmadas en el PSOE; otra cosa será después de los comicios territoriales de mayo con las previsibles derrotas en comunidades y ciudades emblemáticas para los socialistas. En ese previsible escenario con más agravios y tensión, abrir un proceso de elecciones primarias sería arrojar sal sobre la herida. Pero, a juicio de importantes dirigentes socialistas, no es probable que se llegue a ese extremo y se intentaría que fuera un comité federal el que designara por aclamación el nuevo aspirante a la Presidencia del Gobierno.
Hasta entonces, la consigna es clara: discreción. Y el mensaje oficial, también: Zapatero es el candidato porque es el mejor. Así será si no se tuercen los planes de los muñidores de la operación hasta dentro de siete u ocho meses.
ES LO MEJOR QUE TIENEN
AL SIMIO AROJANTE
QUE POBRE ES ESPAÑA
DE BUENOS POLITICO
EN FIN