La Cataluña abstencionista, el otro voto
Sería difícil precisar cuántos son los análisis que he leído o escuchado sobre las elecciones autonómicas celebradas en Cataluña. Según el color y la tendencia del medio resulta que ha ganado el nacionalismo o el centroderecha, lo que augura un inminente cambio en España y el fin de la égida de José Luis Rodríguez Zapatero. Y todos tan contentos.
Dejando a un lado las explicaciones sobre por qué han ganado unos y perdido otros resulta interesante detenerse un momento a reflexionar sobre un voto que nadie cuenta y que aúna más voluntades que el partido vencedor: la abstención.
La abstención es una forma más de las que tiene el ciudadano a la hora de pronunciarse cuando llegan las elecciones. Mide el desinterés o el rechazo que el ciudadano siente ante las diversas opciones políticas y pone de manifiesto la existencia de amplios nichos electorales que no encuentran papeleta adecuada que satisfaga sus expectativas. Sin embargo la abstención no cuenta porque no se le da entidad. Los medios suelen evitar entrar en la valoración de tales comportamientos. Los partidos ni tan siquiera toman nota de su existencia, ya que para ellos sólo cuenta el reparto de los votos que se introducen en la urna. El descontento que implica la abstención, el posicionamiento contra la clase política de un sector importante de los ciudadanos, es para la clase política preferible a su participación a favor de una opción alternativa.
En Cataluña no han votado el 40% de los ciudadanos llamados a las urnas pese a las intensas llamadas a favor de la movilización, pese a la tensión realizada en cada uno de los segmentos por los diversos partidos, pese al deseo evidente de poner fin al tripartito y pese a la práctica del voto de castigo a José Luis Rodríguez Zapatero. Así pues, independientemente del esfuerzo movilizador y sus razones, el hecho es que el 40% de los ciudadanos no ha ido a votar ¿Por qué?
Si descontamos la denominada abstención técnica o estructural, que muchos expertos cifran en torno al 20%, aunque pudiera ser más baja en función del civismo de los ciudadanos que se supone mayor en las zonas ricas de los países, el partido de la abstención sería en realidad la segunda fuera política de Cataluña.
A mi juicio un segmento importante de la abstención es de carácter activo (convirtiéndose a la larga en estructural). Se trata de ciudadanos que no acuden a votar para protestar y que superan el vértigo electoral de ir a votar para que no gane éste o aquel. En Cataluña, donde se repite de forma clónica el catálogo de cuestiones que preocupan a los españoles, los ciudadanos que no han ido a votar lo han hecho para mostrar su repulsa a la clase política (el tercer problema nacional según las encuestas) y para mostrar su oposición al nacionalismo, a los criptonacionalistas y a los que buscan votos aproximándose al nacionalismo. Y ninguna de estas dos realidades interesa que sea difundida.