El francotirador
A. Pérez.- 29 de octubre de 1918: Julien Bossuet creyó distinguir una imperceptible mancha agitándose en la lejanía. Ajustó la mirilla de su fusil: un soldado alemán había abandonado la trinchera. Llevaba algo en la mano: una cafetera, seguramente iba al río a por agua para preparar café.
Bossuet observó al soldado enemigo pero no apretó el gatillo. La guerra iba a terminar pronto. Seguramente aquel hombre tenía una familia esperándole, como él. Sin embargo, aquel rostro quedó impreso en su memoria.
Veinticinco años después, apretujado en aquel vagón de ganado con decenas de judíos franceses, Julien Bossuet volvió a preguntarse por qué no apretó el gatillo aquel aciago día: el soldado alemán al que había perdonado la vida era Adolf Hitler.