Hora de un gobierno de concentración nacional
La cara del presidente del Gobierno durante sus patéticas comparecencias, su porte, sus gestos, el nervioso arqueo de sus cejas y las pupilas dilatadas por el café, en el mejor de los casos, manifiestan la fisonomía de un hombre degradado y deshonesto. Los ojos de Pedro Sánchez recorriendo nerviosamente las líneas de un discurso enlatado en el monitor que tiene delante, intentando dar una imagen de cercanía al estilo de San Francisco de Asís. Y ese acicalamiento cuasi afeminado de jefe de funeraria en quiebra, ponen de manifiesto la necesidad de resetear un sistema político corrupto y obsoleto.
Ha llegado el momento de retirar a los insensatos que nos gobiernan desde la incompetencia más descarada y establecer un Gobierno de concentración nacional con las cabezas más cualificadas para enfrentar no ya la crisis, sino la catástrofe sanitaria y económica.
El coronavirus ha tenido la virtualidad de hacer ver a la mayor parte de los españoles no radicalizados por sus prejuicios ideológicos la realidad de un ‘stablishment’ político que debe desaparecer para que empiece a existir un futuro para todos.
¿O es que no es posible poner al frente del ministerio de Defensa a un militar insobornable? ¿O al frente de Sanidad a un gestor cualificado con profundos conocimientos médicos? ¿Y dirigiendo el Ministerio del Interior a un buen conocedor con experiencia probada de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad? ¿O a un experto financiero al frente de Economía y Hacienda?
Continuar con el dislate de unos gobernantes incompetentes no aboca a nuestra nación tan solo al ridículo más espantoso, sino a hipotecar el presente y el futuro más inmediato con unas consecuencias económicas devastadoras para el empleo y el crecimiento nacional.
Seguir en las manos pringosas y repugnantes de los que ahora ejercen el poder nos arrastra a un abismo socio-económico que podemos tardar décadas en superar. Si la pandemia no es un instrumento de control social para resetear geoestratégicamente las influencias globales y nos gobiernan en la sombra con mano de hierro, habría de ser posible establecer los fundamentos de una nueva manera de gobernar.
Es imprescindible abandonar el adoctrinamiento ideológico que destruye la naturaleza humana, proteger e incentivar los lazos familiares hombre-mujer-hijos. Respetar el derecho de los padres a educar a sus hijos conforme a sus convicciones. Establecer los fundamentos jurídicos que hagan imposible en España el abominable crimen del aborto provocado y promover aquellos cuidados paliativos que restablezcan en su dignidad humana y de hijos de Dios a los enfermos desahuciados, deberían fundamentar las posteriores reformas socio-económicas que permitieran reflotar la actividad productiva ahora lastimosamente paralizada.
Necesitamos más que nunca abandonar el callejón sin salida de destrucción moral y material a la que nos han llevado las feministas neocomunistas y los machos alfa con sueldo de ministro. Si el pueblo español no presiona al poder con todos los medios a su alcance, como hicieron en su momento los independentistas catalanes en la calle, Pedro Sánchez, el sepulturero de la Moncloa, acabará enterrándonos a todos, expropiando la herencia de nuestros padres para pagar sus dispendios y terminar bailando sobre nuestras tumbas.