Pedro Sánchez celebrando su victoria en las primarias del PSOE

LR.- De entrada, lo que AD quiere tras las elecciones del 28 de abril es un escenario político donde los partidos de izquierda y sus aliados secesionistas pasen a la oposición. Sacar a Pedro Sánchez de la Moncloa es imperio para nosotros. La tarea sin embargo no será fácil. PP, Ciudadanos y Vox sumarían más votos (casi el 47%) que el PSOE y Podemos (e incluso algo más que los propios populares y Cs en el 2016, cuando reunieron 169 escaños). Sin embargo, su división les pasaría una costosa factura, hasta el punto de que las tres fuerzas de centro y derecha podrían obtener el 28-A una magra cosecha de sólo 151 escaños. Todo apunta a que Sánchez volvería a gobernar con Iglesias, Torra, Puigdemont y Otegui, repitiendo así la mayoría parlamentaria que le hizo presidente del Gobierno. Indultar a los presos golpistas catalanes, concesión de nuevas competencias a la Comunidad Autónoma Vasca y aceptar la celebración de un referéndum en Cataluña, sería con toda probabilidad tres de sus concesiones a los separatistas a cambio de su apoyo.

Pedro Sánchez está dispuesto a satisfacer la voracidad del secesionismo, aunque de facto suponga la liquidación de España como Nación, con tal de seguir siendo presidente.

Si lograra la mayoría parlamentaria suficiente para continuar en Moncloa, Sánchez seguirá utilizando las instituciones del Estado para sus propios fines. Por si fuera poco, el legado económico de Zapatero podría hasta parecernos bueno frente a la crisis que se avecina y las medidas económicas ya anunciadas por Sánchez: más impuestos, más dinero para vascos y catalanes, más gasto público, más deuda…

Creemos que no hay un solo lector de AD que no sea consciente de lo que nos jugamos el 28-A. Frente a la apremiante necesidad de que el líder socialista no gane las elecciones, lo que AD ha defendido es la mancomunidad de objetivos entre los partidos que aspiran a lo mismo.

Si Pedro Sánchez tiene que entregar nuestra soberanía nacional a los separatistas para satisfacer sus enfermizas ansias de poder, lo hará sin inmutarse.

Estamos en una situación enormemente delicada. Lo que pase el domingo 28 va a marcar el rumbo histórico de España. Y lo puede marcar para bien o para mal. Estamos convencidos que si gana la coalición gobernante hasta ahora, lo va a marcar para mal.

La cuestión es que si gana Pedro Sánchez, no será porque la izquierda vaya a incrementar su número de votos, sino por la dispersión de los votos de la derecha. La cuestión es bastante básica: cuando se acude unido a las elecciones, se tiene bastantes posibilidades de ganarlas. Cuando se va a las elecciones dividido, se tiene muchas posibilidades de perderlas.

Si las cosas siguen como van y no existe finalmente una unificación masiva del voto de la derecha, las elecciones se van a perder. Y se van a perder de modo irremediable. Y lo peor es que el PSOE puede ganarlas sacando los mismos votos que en 2011. El partido liderado entonces por Alfredo Pérez Rubalcaba obtuvo un total de 7.003.511 votos y 110 diputados. Alcanzaba así su suelo histórico, ampliamente superado en las elecciones de 2015 por Pedro Sánchez. Con un porcentaje similar de votos, según las encuestas, el PSOE está muy cerca de ganar las elecciones. ¿Qué es lo que presagia un cambio político tan drástico si la horquilla de votos de la derecha va a seguir siendo más o menos la misma que en 2011 (10.871.176 votos)? Que cada uno responda en conciencia.

Que nadie se llame a engaño. Si la izquierda y los secesionistas logran mayoría parlamentaria en España se producirá una mutación social, moral, económica y demográfica de consecuencias imprevisibles, con grave riesgo para las personas que pensemos diferente. Solo hay que ver la violencia que se está ejerciendo contra los partidos de centro y derecha en muchos territorios.

En ese sentido, se culminará la tarea de exhumar los restos de Franco, se pondrá fin a la vida de miles de ancianos a través de la eutanasia, se permitirá la entrada en España de cientos de miles de ilegales, se arrasarán símbolos, se reducirán nuestras tradiciones al ámbito privado, se eliminarán las fiestas cristianas, se adoctrinará a nuestros hijos en el marxismo cultural, se legitimará la violencia contra cualquier persona de derecha, se ilegalizarán partidos, se estrechará el cerco legal contra las opiniones disidentes, se encarcelará a quien cuestione a las feministas, a los islamistas, a los criminales si son extranjeros, se perseguirá a las familias tradicionales, a las mujeres que quieran ser madres, a los hombres que no quieran dejar de serlo, a los intelectuales críticos, a los católicos, a las mujeres que no sean feministas … La situación nos retrotraerá a los peores momentos que precedieron a la Guerra Civil.

Con todas las simpatías que se pueda tener con uno o con otro, es el momento de la unidad, de no dejar España en las manos de aquellos que quieren destruirla o que no saben gobernarla.

Hay un sector de la derecha que cuando se le describe la realidad, se revuelve y no la quiere ver. Sin emitir opinión, sino simplemente aportando los datos objetivos de las encuestas y de lo que puede suceder, niegan la evidencia.

La izquierda está reagrupando su voto en el PSOE, porque el desplome de Podemos ha llevado a muchos votantes a apoyar a Pedro Sánchez, que es el voto útil, el mal menor.

La derecha, por el contrario, sacando los mismos votos de siempre, pierde posiciones. Si un partido no llega al 3% del voto en cada provincia, sus papeletas no cuentan y se dividen de mayor a menor entre el resto de partidos que hayan quedado en primera, segunda y tercera posición. Todas las encuestas dan como ganador al PSOE, por lo que esos votos, los llamados restos, pasarían a engrosar la suma del PSOE y del resto de partidos que hayan superado esta barrera.

La situación de centro y la derecha es más grave en las provincias donde se eligen menos de cinco escaños, como es el caso de Cádiz, Teruel o muchas zonas de Castilla y León, donde miles de votos pueden no servir para nada al dividirse entre los tres partidos que obtengan más votos.

La división del centro y la derecha en tres partidos (PP, Ciudadanos y VOX) la lleva literalmente al suicidio político. Es así y cada día que pasa parece más claro. No hay lugar para el autoengaño, el PSOE gana porque la derecha parece dispuesta a ponerle el triunfo en bandeja.

No dudamos que el voto es libre y cada uno puede hacer lo que quiera. No ha lugar que se ponga en duda ese derecho. Pero tampoco los lamentos la noche del 28 de abril.