PSOE malhechores (V) La historia da un vuelco en 1898
El régimen de la Restauración en que creció el PSOE, imitaba básicamente el sistema inglés, con algunas peculiaridades. Como el inglés, era en principio un régimen de alternancia en el poder entre liberales y conservadores (básicamente dos formas de liberalismo), con libertades amplias, pero no democrático, aunque instauró el sufragio universal en 1890, casi veinte años antes que Inglaterra.
Por lo demás, las diferencias de toda índole entre Inglaterra y España eran inmensas. La primera poseía un imperio gigantesco y era un país muy industrializado, en constante renovación técnica y científica, con un sólido sentido patriótico o nacionalista, también racista, y sentimiento de superioridad en una sociedad bien estructurada en asociaciones muy diversas, con muy poco analfabetismo. Su cultura de élite era la más influyente de Europa en rivalidad con la francesa y la alemana. España, después de casi cuarenta años de dominio liberal, seguía siendo un país muy mayoritariamente agrario, con un analfabetismo que tardaría en bajar del 50%, escasamente estructurado en asociaciones políticas o culturales, con algunos núcleos industriales en progreso aunque sin apenas ímpetu innovador, una cultura de élite escasamente original, imitadora sobre todo de la francesa, y una universidad anquilosada. En aquellas circunstancias, las recetas a la inglesa ni podían aplicarse ni podían funcionar demasiado bien.
Gran parte de tales atrasos cabe atribuirlos a las consecuencias de la invasión francesa, con sus destrucciones, pérdida del imperio y la epidemia subsiguiente de pronunciamientos entre liberales e inestabilidad política, aparte de una guerra civil devastadora y otras dos de menor enjundia. El patriotismo y autosatisfacción inglesas no existían aquí entre las clases altas –salvo cierta retórica–, aunque sí inquietud creciente por impulsar a España a un rango superior. La Restauración, en 1875-6, puso fin parcialmente a aquella situación, al terminar con los pronunciamientos y las guerras civiles, y permitir un crecimiento económico no muy veloz pero sí consistente, y una mejora, si bien muy lenta, en casi todos los índices sociales, y que se iría acelerando.
En el primer cuarto de siglo del nuevo régimen habían nacido o crecido en España tanto los movimientos revolucionarios marxista y anarquista, como los regionalismos, a veces con tinte separatista, promovidos por el Romanticismo y el racismo, que inventaba “razas superiores” en Cataluña y Vascongadas. Sin embargo ninguno de aquellos nuevos movimientos llegaba a calar en la población, quedando restringidos a núcleos intelectuales o proletarios muy limitados, y presumiblemente seguirían igual durante muchos años más. Un elemento de regeneración intelectual fue el krausismo de la Institución Libre de Enseñanza, flojo intelectualmente, pero positivo como promotor de algunas mejoras pedagógicas. De ella saldrían algunos dirigentes socialistas, como Besteiro o Fernando de los Ríos.
Todo iba a cambiar en 1898 con la guerra hispano-useña que acabó de rematar al Imperio español, pasando a poder de Usa las islas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas: la primera como satélite intervenido, Puerto Rico integrado de hecho y Filipinas dominada tras una guerra de rasgos semigenocidas. No entraremos aquí en los aspectos oscuros de aquella contienda, que fueron bastantes, baste señalar que la flota española distaba mucho de ser despreciable como después se dijo, y que fue manejada con sorprendente falta de habilidad. Sí importan para este caso las consecuencias. Los elementos revolucionarios en España creyeron que la derrota traería consigo el derrumbe del régimen. Para su desencanto no fue así, pero en compensación el Desastre fue la señal de despegue para todos ellos: socialistas, anarquistas, separatistas y republicanos radicales, que iban a condicionar tan estrechamente la evolución del país hasta la guerra civil del 36. Y, tras su eclipse en el franquismo, la actualidad misma hoy día entre socialistas y separatistas.
El Desastre dio paso a una clima social de derrotismo y desprecio al estado y a la propia España, que motivaría las célebres frases de Menéndez Pelayo sobre los “gárrulos sofistas” que recogían y aumentaban los tópicos de la leyenda negra, creados por las propagandas protestantes y francesa, y contaban una historia ficticia y absolutamente denigratoria del país, abocándolo a una especie de suicidio. Menéndez Pelayo fue seguramente el pensador e investigador histórico más destacado de su tiempo en España, con gran reconocimiento internacional. Pese a una posición de comienzo próxima al integrismo católico, evolucionó a convertirse en el defensor clave de la Restauración, viéndose aislado porque el grueso de la intelectualidad empezando por quienes descollaban por entonces, Ortega o Unamuno, atacaban al régimen con la mayor dureza. Unamuno, ya en 1895, se declaraba socialista convencido (aunque abandonaría el partido en 1897) y en 1904 propugnaba una guerra civil regeneradora. El regeneracionismo se hizo de rigor en los círculos intelectuales más notorios, conde se solía “pedir carne de cura”, en frase de Azaña y se condenaba toda la historia de España como “enferma” o “anormal”. Hablaban de regenerar el país “como si nunca hubiera existido, empezando por arrasar la “necrocracia”, como bautizaban al régimen liberal, pero ellos mismos en su mayoría eran funcionarios de la necrocracia muy poco dispuestos a realizar cualquier sacrificio personal en aras de sus magnos designios.
Lo que podríamos llamar deserción de los intelectuales respecto a la Restauración, y el auge de los regeneracionismos tuvo una importancia pocas veces resaltada en la historiografía. Pues privó a la larga de savia ideológica al régimen, y esa carencia lo fue minando y haciéndole incapaz de resistir las nuevas tendencias hasta provocar su naufragio en 1923. Otra de sus consecuencias posteriores sería el autogolpe de la derecha monárquica en 1931 para entregar el poder a los republicanos y socialistas; o, en la actualidad, la asunción por la derecha del PP de la sustancia intelectual del PSOE de Zapatero. Sus consecuencias han sido sin duda muy largas. A menudo se ha despreciado a la Restauración como esencialmente débil, una superestructura flotando malamente sobre una sociedad que en gran medida le era ajena. Pero el haber superado la crisis del 98 y otras crisis graves durante un cuarto de siglo más testimonia una debilidad solo relativa, pues quienes se le oponían parecen haber sido más débiles aún.
Al PSOE, como a los demás opositores del régimen, el Desastre del 98 le vino muy bien, aunque no de modo inmediato. En un principio, el partido había rechazado toda colaboración con partidos “burgueses”, es decir, todos los demás, pero había ido variando su purismo ante el escaso apoyo obrero, y terminó aceptando la colaboración electoral con el Partido Radical de Lerroux, en una conjunción o coalición encabezada entonces por Benito Pérez Galdós. Conviene decir que el republicanismo hacía entonces una feroz propaganda demagógica exigiendo sangre, violación de monjas y lemas similares, y a menudo no se lo distinguía bien del anarquismo. A Lerroux le había venido muy bien el 98, pues en 1901 ya salió diputado y su partido cobró gran fuerza, especialmente en Barcelona. Se le acusó de corrupto (cosa nada infrecuente entre los demás partidos), y hay constancia de que cobró en algunos momentos del Ministerio de Gobernación. Pero había convertido a su partido en una fuerza real en España, desde luego muy superior al PSOE.
La conjunción republicano-socialista se formó en 1909, y al año siguiente el PSOE obtuvo por primera vez representación parlamentaria en la persona de su fundador y jefe, Pablo Iglesias. La alianza socialista-republicana, se reproduciría en la II República con otros republicanos. Pero entre tanto habían ocurrido los sucesos denominados “Semana Trágica” de Barcelona, que merecen capítulo aparte.
“Otra de sus consecuencias posteriores sería el autogolpe de la derecha monárquica en 1931 para entregar el poder a los republicanos y socialistas”
La traición de “la derecha esa viene explicada por Mauricio Karl en su libro “El Rey”, libro que acaba de ser eliminado de archives.org. Al menos han dejado el “Pearl Harbour. Traición de Roosevelt”, será que se les ha colado.
Si alguien tiene interés en el mismo, podría proporcionarlo a través de Alerta Digital, si AD lo cree conveniente.
El PSOE para mi ha perdido la O y la E, ya no es ni obrero ni español. ¿No puede ser que en vez de escribir PSOE se escriba sólo PS?
El conocer la VERDAD de los acontecimientos históricos no es asumido por el populacho ,si los medios de MANIPULACIÓN de masas les dan de. comer otras mentiras y tergiversaciones.Por eso la prioridad de cualquier régimen, que alcanza el poder, es DOMINAR los medios de MANIPULACIÓN ( tv, radios y prensa apesebradas) y lo más importante el rodillo de PROPAGANDA de las juventudes ( La enseñanza y universidades).