Un Gobierno de funcionarios
Está siendo muy elogiado el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez incluso en círculos de esa derechona tibia y acomodada que muta sus definiciones y principios con la mayor tranquilidad. Tal vez esperaban que se impusiera en los nuevos ministros y ministras la estética perroflautista consistente en rastas y piercings. Que la imagen aseada de la mayoría de los ministros sea aparentemente distinta a la de los diputados radicales que apoyaron la moción de censura contra Rajoy, es una cosa bien distinta a la eficacia gestora que querríamos para España. De entrada llama la atención que todos los miembros del gabinete de Sánchez sean funcionarios. Si la meritocracia representara una mejora de la gestión, y no simplemente una cuestión de cupos, entonces debería inquietarnos mucho que ni Sánchez ni uno sólo de sus ministros haya emprendido nunca nada ni pagado una sola nómina.
En el nuevo Gobierno socialista se pone de manifiesto el valor menospreciante que da la izquierda a la capacidad emprendedora, a la cultura empresarial, a vivir de recursos que no dependan de los presupuestos públicos. Por eso nos preguntamos cómo van a ser capaces de gestionar los recursos nacionales los que no pueden acreditar ni el mérito de haber gestionado una comunidad de vecinos.
El problema estructural de la economía española no son solo los millones de parados ni la precarización laboral. El problema de fondo es que no existe cultura emprendedora. Los jóvenes sueñan con ser funcionarios y vivir del Estado. Casi nadie se plantea la opción empresarial como una salida profesional. Quizás porque ello requeriría esfuerzo e imaginación máximas. La educación moderna no parece proponerse otro objetivo que formar almas apocadas, que necesitarán la sopa boba del Estado para no morir de hambre. Pocos defienden que se obtenga de cada español el rendimiento máximo. De un población activa de 17 millones de personas, 4 cobran del Estado. En otras palabras, que 13 millones de trabajadores tienen que cargar sobre sus sufridas espaldas con 10 millones de jubilados e inválidos (somos el país de Europa con más porcentaje de inválidos), 3 millones de parados percibiendo la prestación o el subsidio correspondiente, y 4 millones de funcionarios, varios cientos de miles de ellos, auténticos inútiles.
Se hace país con gente que se la juega. ¿Qué se han jugado el presidente Sánchez y los nuevos ministros en punto a crear empleos y aumentar la riqueza nacional? Debemos comparar en ese sentido la cultura de emprendimiento, tan arraigada en Estados Unidos, frente a la cultura de trabajo de funcionario de nuestro país. Hace poco se preguntó a un grupo de jóvenes españoles universitarios a qué querían dedicarse cuando finalizaran sus estudios. Un 75% respondió que querían ser funcionarios.
La misma pregunta se planteó a jóvenes universitarios en Estados Unidos. En esta ocasión, el mismo porcentaje de las respuestas (75%) coincidían en que los jóvenes aspiraban a ser emprendedores y dueños de sus propias vidas.
El mensaje que está dando Pedro Sánchez nutriría de buenos argumentos las preferencias laborales de los estudiantes españoles: si vivir con el mínimo esfuerzo y sin asumir riesgos, dejando a otros que tomen las decisiones, te allana el camino hacia la primera línea política, entonces nada mejor ni más rentable que la función pública.
Tal vez a políticos como Pedro Sánchez les interese que continúe la dependencia con el sector público de millones de españoles. Un empresario puede tomar decisiones sin depender de otros. Una población subvencionada y subsidiada es presa fácil para el clientelismo electoral, que tan buenos réditos ha dado siempre a los socialistas.
Y algunas reflexiones sobre la llegada al poder de Sánchez, con un discurso basado sobre todo en la corrupción del PP. Si Sánchez no estuviera tan consumido por el sectarismo, se tendría que haber preguntado por que millones de españoles prefirieron votar a una organización política tan corrupta como el PP antes que a él.
Uno de los grandes fracasos del PP fue el de promover y sostener a cadenas televisivas dedicadas a regurgitar todos los prejuicios ideológicos y las taras morales de la izquierda. ¿Sería Pedro Sánchez hoy presidente del Gobierno si las cadenas televisivas le hubiesen prestado al caso de los EREs fraudulentos en Andalucía la misma atención que al “caso Gürtel”?
El montante total de fondos defraudados en Andalucía está en torno a los 1.200 millones de euros. Por ello, la cuantía total de los dos grandes casos de corrupción que salpican al PSOE es de 3.200 millones, una cifra que sitúa a los socialistas en la primera posición del ránking de corrupción política en España. Por eso es un ejercicio de surrealismo que hable de moralidad el líder de un partido que ha tenido una amplia nómina de ladrones y corruptos en sus filas.
No debemos sin embargo ser nosotros los que defendamos al PP de lo que sus líderes, por agotamiento y cobardía política, no han sido capaces. Pero una cosa está clara. Volverán los negros nubarrones sobre nuestra economía y no serán los de la sopa boba los que pierdan. De hecho, la deuda pública tendrá que seguir creciendo para mantener el modelo de Estado más corrupto y clientelar de Occidente.
A Sánchez le urge ensanchar las bases clientelares para aumentar las posibilidades electorales de su partido. Eso implicará menos financiación a familias y pymes, que son responsables del 90% del empleo. Todo menos recortar gasto político improductivo y acabar con la corrupción… aunque se hunda España, que es lo que va a suceder.
Pero lo peor, la razón de que todas estas mentiras resulten intrínsecamente perversas, es que tal sarta de embustes aireados por todos los medios hacen creer a muchos que con el nuevo Gobierno pronto se verá la luz.
Desgraciadamente, lo que una mayoría de ciudadanos verá en breve no es mejora ni recuperación alguna, sólo cómo disminuyen sus medios de vida y el valor de sus activos, con más impuestos, con más gastos sociales de naturaleza popùlista y con subidas generalizadas de los servicios esenciales, como electricidad, gas o gastos bancarios. Eso es lo que nos espera en los próximos meses: una agudización del empobrecimiento y un aumento de la inmigración ilegal, con grave coste para las economías más humildes. Es decir, volver a la senda del zapaterismo que Margarita Robles pone como modelo.
Es la diferencia entre tener a los mejores gestores al frente del Gobierno o a un puñado de voraces funcionarios capaces de vender a sus madres con tal de alcanzar el poder.
Ese partido la O debería ser una F, así le luce el pelo al obrero , que cada vez cobra menos para pagar la fiesta.
Y tanto que bases clientelares, y tanto que funcionariado vago ascendido a político. Una nomenclatura de escaparate para hacer que hace, mientras deshace. Ninguno de ellos ha sudado lo que es mantener una empresa sin dormir. Su mayor actividad: twittear y deshacer.
Le falta a este gobierno empresarias- arios de la empresa privada y le sobran funcionarios políticos que todos trabajan sin asumir riesgos porque patrocina el Estado y de aquí sale este gobierno, del sitio capaz de crear más funcionarios pero no de la empresa que si crea riqueza la privada, lo otro es más chupones de los presupuestos posibles.
Habrá que ver si la cosa funciona…