Si uno de los principios de la Unión Europea es la supresión de trabas, como se ve en su origen de la C.E.C.A., posteriormente C.E.E. , a nivel económico y más tarde U.E., a nivel político- jurídico, tal Unión se autotraiciona.

Personalmente, jamás he creído más que en la propia riqueza de un país, pues España, al comenzar a formar parte de la misma, tan sólo experimentaría desmantelamiento industrial, privatización de los principales ejes vertebradores estratégicos del Estado (primero las comunicaciones y posteriormente la Sanidad, en paralelo al proceso de la trasferencia de competencias a las tan caras Autonomías) y obligatoriedad de comernos las naranjas extranjeras, los espárragos chinos y la leche francesa.

Pues bien, Francia, uno de los motores de la Unión Europea, toma una medida que anula la primera en la trayectoria de tal compacidad: y es que pretende imponer tasas en las carreteras a los transportistas extranjeros, incluidos los miembros de la Unión, lo cual equivale a reinstaurar los aranceles fronterizos que encarecen, consecuentemente, el precio final de los productos exportados dicha nación por el resto de los países firmantes.

No es solidario con la Unión Europea, pero, en realidad, han acabado por darme la razón cuando pensé, a los doce años, que España, nación privilegiada en fuentes de energía y recursos de tipo primario y secundario, ya lo tenía todo sin necesidad de poner las posaderas al resto del continente.

En fin, que, tras haber tenido el pueblo españolito que tragar con el precio de la globalización y del rescate de la Banca, vemos cómo Gran Bretaña se las da de vuelta, con la pretensión lujosa de que sea suave y gradual, sin secuelas; y, ahora Francia pretende asentar aranceles de manera indirecta (no fronteriza, que canta mucho, sino en las carreteras de alto rango) para proteger su legado, con lo cual volvemos al mercantilismo de <<Yo, mí, me, conmigo>>, al proteccionismo y a la fisiocracia, que tanta razón llevasen en parte.

España es el primero de los países, como se ha demostrado en la historia, que puede vivir de espaldas a la globalización y sin los impertinentes embarazos de los rescates, porque España lo posee todo, hasta Cataluña. Y, por cierto, en este sentido, al respecto del bulo secesionista, Bruselas tan sólo se ha pronunciado en su papel europeo exigir a esta Comunidad Autónoma, que no Reública, los escritos legales , si no en castellano o español, tanto en catalán como en castellano o español, hasta ahora tan sólo enviados en la lengua catalana.

Si Francia comienza a volcar de nuevo nuestros camiones, me parece legítimo, siempre que podemos hacer lo propio con los suyos, porque somos productores de las mismas simientes. Solución y firmo: autarquía nacional. Menos Europa y más quererse cada nación, como Gran Bretaña. Total, y de lo contrario, pagar para ser Europa sin ventajas y pagar prebendas a los privilegiados que se escapan de ella. Con lo rubia que era la peseta…