Dice el presidente de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), Antonio María Ávila, que este sector no está en contra de la estructura autonómica, pero a continuación señala: “hay muchos poderes legislando, a veces innecesaria e insuficientemente, sin meditar. Hay un exceso de normas, y mal hechas, desde el punto de vista de la técnica jurídica, y lo más triste, nunca con criterios pedagógicos, sino políticos o economicistas”.

Y que conste, que este señor se está refiriendo solo al sistema educativo, por ser ahora cuando comienza el curso escolar, pero no nos olvidemos de la sanidad, seguridad, justicia, etc. En resumen, 17 tumores malignos que deben ser extirpados de raíz si queremos curar el cáncer nacional que padecemos.

España como nación está siendo devorada por peligrosos carcinomas malignos, pero por desgracia, expresar como español el dolor que producen no está bien visto ni al alcance de cualquiera, poder difundirlo con libertad a través de los principales medios de comunicación. Estos medios ven en esa expresión tan llena de significado, un ataque que pone en peligro las 17 oficinas de colocación a disposición de los partidos políticos.

El cáncer contraído por España como nación, son los diecisiete reinos de taifas cuyos gestores se han venido llevando la mayor parte del presupuesto nacional dejando la despensa prácticamente vacía. Pero es que además, la terapia que acabaría con este cáncer no puede ser publicitada libremente, porque las mafias que controlan el poder mediático no dan la licencia ni el permiso para que ese remedio llegue a los hogares españoles.

Esa terapia, ese remedio, pasa por unir a todos los buenos españoles como una piña en torno a un solo objetivo: España. Pasa por unir a los españoles que no queremos dejar de serlo, en torno a un proyecto político de reconstrucción nacional que se enfrente sin miedo a los tumores aislándolos y extirpándolos de raíz. Pero, esa unión que demandamos no será posible si no aprendemos del pasado y somos conscientes a su vez de la grave realidad del presente.

Hay historiadores cuyo oficio no es otro -cuando con objetividad lo desempeñan-, que contemplar el pasado y darnos cuenta veraz del mismo. Hay periodistas que honran su profesión cuando nos relatan sin engaños el auténtico acontecer de cada día. Yo soy un humilde español que tiene conciencia de serlo, que no se ha refugiado de un modo egoísta en su propia celda ni se ha retirado amargamente y entristecido para adormecerse en su hogar. Soy de los que pienso que el pasado me alecciona, el presente me indigna y el futuro me inquieta y preocupa.

Por lo tanto, con la unidad de España en peligro inminente; con la sociedad engañada y anestesiada por la propaganda que la atonta y ensordece; la corrosión y putrefacción política; el desafío separatista catalán envalentonado frente a un presidente del gobierno de la nación amorcillado y cobardeando en tablas; y la irrupción de la extrema izquierda más radical partidaria de la islamización de España y de abrir las fronteras y las cárceles de par en par, me obligan a temer que la amputación de España -potencial en un Estado de autonomías políticas-, pueda estar próxima, y que esta amputación que puede comenzar por Cataluña seguida de Vascongadas, sea un estímulo para el troceamiénto, el desgarramiento y el aniquilamiento de la nación española.

Por ignorar el pasado tenemos este presente, y por mucho que se quiera distraer nuestra atención con la Liga, con la Copa o con la Champions, lo cierto es que el dramatismo de los hechos se sobrepone, y la profunda desilusión de quienes esperaban otra cosa de esta democracia, dibuja el paisaje de un futuro desolador.

Pero no hay que arrojar la toalla. Hago de nuevo un llamamiento a los españoles que se sientan engañados por los partidos políticos y que se declaran en contra de las autonomías políticas. Unámonos en un proyecto común bajo la misma bandera y por un sistema electoral de listas abiertas para votar por una persona y no por un partido; seleccionemos por su conducta a hombres y mujeres honrados y con sentido social que practiquen la política por y para el bien común y no como medio de lucro; trabajemos unidos para levantar empresas y vertebrar España; hagamos de las universidades centros de formación y estudio y no tugurios para la promoción del botellón y el porro y el adoctrinamiento marxista; luchemos por un rearme moral y por la creación de puestos de trabajo asegurando el futuro de nuestros hijos y nietos; acabemos radicalmente con las lacras sociales como la inmigración ilegal, la islamización, corrupción, desempleo, terrorismo, trata de blancas; narcotráfico y crimen organizado, y repartamos la riqueza con justicia entre todos los factores humanos que arriman el hombro en las empresas.

Sólo así acabaremos con los nacionalismos separatistas, salvaremos a nuestros hijos de las rutas suicidas, y les aseguraremos un futuro ilusionante y estable con una fuerte unión entre todos los españoles.