Trump, la derrota de la corrección política y una crisis de la democracia useña
La victoria de Trump contra los poderosos del dinero, de los medios de (manipulación) de masas y contra su propio partido, en una campaña electoral de una suciedad excepcional por parte de los vencidos, es en sí misma un hecho de significación histórica, al margen de cómo el vencedor aplique su política desde ahora. Añádase que lo ha logrado invirtiendo en la campaña electoral muchísimo menos dinero que su contrincante, la Clinton. El dinero no siempre lo vence todo.
En general, el éxito de Trump puede interpretarse como una reacción contra la llamada corrección política o corpol (perdonen el neologismo o inventen otro, porque lo de “corrección política” es demasiado largo y no dice nada). Esa corrección dice defender los intereses de las mujeres, de las minorías, de las razas, etc., supuestamente oprimidas por “el hombre blanco”. Es una ideología abortista (liquidación violenta de vidas humanas en el seno materno como un “derecho”), homosexista, socava la familia, intenta arrasar por medio del llamado multiculturalismo las culturas nacionales creadas a lo largo de siglos, o extirpar la religión cristiana, especialmente en su versión católica. Encuentra una de sus manifestaciones más características en la “ideología de género”, creada por una buena serie de perturbados-as varios-as de los cuales acabaron literalmente locos. Es como si un manicomio suelto se hubiera hecho con las élites intelectuales y estuviese dominando las políticas de los países occidentales. De estos ideólogos espero que nos hable Fernando Paz en “Cita con la historia”. Simplificando mucho, esa ideología intenta realizar el programa de Imagine, de Lennon, extremándolo incluso.
Lo asombroso es la inmensa cantidad de intereses movilizados en apoyo de Clinton. Estas ideologías vienen imponiéndose desde los años 60 mediante una manipulación crecientemente masiva de los medios y los departamentos universitarios, con apoyo de fundaciones multimillonarias y a menudo subvencionadas con fondos públicos tipo Planned Parenthood y finalmente imponiendo leyes ad hoc que pretenden regular hasta los sentimientos de las personas y castigar los que juzgan “impropios”. De este modo han ido creando una opinión pública que, por simplificar, encuentra natural lo más antinatural y lo hace en nombre de la libertad.
La corpol no es, en rigor, una ideología precisa como podría serlo el marxismo tradicional, sino difusa: adopta muchas formas e incluye la lucha de clases, de sexos, de razas, el ultraecologismo, etc. Y tiene algo de rebelión histérica contra la propia naturaleza biológica humana. Subproductos de esa ideología han sido también las invasiones de países musulmanes o el fomento en ellos de caos y guerras civiles y del propio yijadismo, o un peligroso acoso a Rusia.
Esa ideología actúa con una agresividad extrema y a menudo obscena, empleando expresiones-policía contra quien ose desafiarla (“homófobo” “machista”, “patriarcal”, “fascista”, etc.) y tratando de reducir al discrepante a la muerte civil. Realmente habían logrado que sus absurdos calasen en las sociedades occidentales hasta el punto de marginar la disidencia a pequeños núcleos casi invisibles para la mayoría. Precisamente por eso tiene tan extraordinario alcance la victoria de Trump. Y por ello esas poderosas fuerzas intentarán por todos los medios impedir que el vencedor de las elecciones gobierne. Sus acciones, “mintiendo sin límites” y con verdadera histeria y expresión de deseos de asesinar al ya presidente, ponen en crisis a la democracia useña, algo que en España ya ocurrió durante la república y que viene ocurriendo desde hace bastantes años.
En cuanto a Trump, creo que podría definirse como un nacionalista useño, y una de sus consecuencias será una hostilidad considerable hacia lo hispano y los hispanos, en la tradición imperial del país. Esto será lamentable, pero en España misma estamos asistiendo a un proceso de colonización y destrucción de la cultura española por el idioma y las culturas anglosajonas (los cuentos “de género” vienen de allí, también). Una colonización impulsada más desde dentro de España que desde fuera, y que muchos pretenden ignorar con estupidez y frivolidad más que notables.
Pero aparte de cuanto pueda representar el trumpismo para España y los países hispanos, debemos situar el suceso useño en la evolución a partir del derrumbe de la URSS. Entonces Usa pareció convertirse en el amo del mundo, pareció que su sistema podía expandirse sin obstáculos, ya que a su éxito económico y social se sumaba un poderío militar absolutamente incontrastable. La ideología demoliberal interpretada en el sentido expuesto por Fukuyama modelaría un nuevo mundo, una época histórica o ya ahistórica en la que la economía, envuelta en corpol, sería el eje de toda la política y preocupación esencial y excluyente por parte de gobiernos y pueblos. Sin embargo, las cosas no han evolucionado tan satisfactoriamente como se suponía. Usa ha sufrido fracasos y derrotas considerables, el mundialismo o globalismo la ha llevado a fuertes crisis económicas y tensiones sociales internas desconocidas desde hacía mucho tiempo, mientras la corpol creaba más y más inquietud entre millones de personas a quienes no acababan de convencer aquellos disparates, como la doctrina marxista no convencía a muchos de quienes la sufrían, aunque tuvieran que callar su descontento.
Creo, como digo, que Trump, o más bien sus votantes, expresan una reacción contra todo eso. Si él va a cumplir o no con lo que ha prometido está por ver. De momento quedémonos con lo que ya hemos visto, con mucho asombro, por cierto y que por sí solo supone un cambio histórico.
Trump va a hacer que se tambaleen las estructuras de poder de todo el orbe. Hasta los cimientos puede que sufran daños. E incluso puede que alguna gran torre de marfil se desmorone en el proceso. Y vive Dios que hace tanta falta un cambio social y cultural de proporciones bíblicas en este occidente desangelado y satanizado.