Bandoleros, ¿héroes o villanos?
Leyenda y realidad se confunden al pensar en los bandoleros, aquellos personajes que pasaron a formar parte de una Andalucía que inventaron los viajeros románticos. Nombres como el Tempranillo Diego Corrientes, Pasos largos o Tragabuches, se funden en la tradición popular de la serranía andaluza, al igual que sus caminos, los coches de caballos o las ventas. En Ronda por su situación geográfica e historia, que casi se podría denominar “capital de los bandoleros”.
Monumental ciudad, Ronda forma parte de los enclaves más visitados de la provincia de málaga. El Puente Nuevo, símbolo de estas tierras, por donde pasa el río Guadalevín, es el mejor punto de partida para visitar la ciudad. Desde aquí se hallan las mejores vistas de Ronda. No se sabe muy bien si esta ciudad pertenece a la leyenda o viceversa, pero lo que sí está claro, que al pronunciar el nombre de la antigua Arunda que así la denominaron los celtas y posteriormente Izn Rand Onda, nombre que le dieron los árabes, el aire resuena a tradición y sobre todo al bandolerismo.
Todo ello se debe, en gran parte, a aquellos viajeros románticos que durante el siglo XIX tomaron Andalucía como fuente de inspiración y “casi” la reinventaron. Por ello, por esta serranía, la de Ronda, el recuerdo, verdadero o ficticio, o mezcla de ambos, de nombres como el “Tempranillo” o “Tragabuches” es constante. Lo cierto es que dicha historia o cuento apasiona a cualquier viajero ávido de saber.
RESEÑA HISTORICA SOBRE EL BANDOLERISMO
El bandolerismo como fenómeno, no se puede reducir a una determinada época histórica, ni ubicarlo en ciertas zonas geográficas, muy al contrario y por norma general va ligado al comienzo de la humanidad y en particular a la opresión y al descontento social.
En España el hecho del pillaje, del hurto y de la rebelión ya es constatable en la época Romana, donde Viriato era calificado como capitán de bandoleros, que tras su muerte fue apellidado como “bandido”.
De él continuamos con los almogavares, siempre habitantes de las fronteras y buscando el sustento de sus personas en sus enemigos o los monfies, moriscos salteadores, atacantes de los habitantes de las llanuras.
En ocasiones los bandoleros, llegaron a desafiar a ciudades enteras, como Diego Ordoñez que retó a Zamora y otros como Guinarte, Cadrell y el de Miñon se atrevieron contra Barcelona, Lérida o Gerona ( siglo XVI ).
Coincidiendo con el nacimiento de la novela picaresca, el bandolero se transforma en pícaro, con la habilidad mental y física que le caracteriza.
Ya de esta época se nos traslada a la concepción más clásica del bandolero, en ocasiones cruel y violento y en otras luchador y activo por las causas mas desfavorecidas.
El rasgo característico del bandolerismo, aquel en el cual se sintetiza todo lo que impone temor y causa alarma, es la complicidad de las clases elevadas y de las personas que ocupan posición o anarquía social, cuando la corrupción llega a este extremo, ningún resorte social es positivo.
Pero va a ser el reparto de tierras y las imposiciones que esto conlleva, junto con el empobrecimiento de la población mas acentuada por la invasión francesa, la que de pie al florecimiento del fenómeno durante el siglo XVIII.
Se puede definir el espíritu de los bandoleros como generoso y caritativo del que con frecuencia hicieron gala para con los mas necesitados. Roban sin piedad a unos para, a veces, ceder generosamente a otros el producto de lo robado.
Realizan un acto vil y a continuación son capaces de un insólito rasgo de nobleza. Matan con saña y a poco protegen la vida de quién, desvalido, a ellos se confían. Viven enfrentados a la ley y a mucho de sus actos les anima un alto estilo de justicia.
Desde el punto de vista militar, los bandoleros no tuvieron estrategias prefijadas, ni acaudillaron a grandes cuadrillas, pero sus acciones fueron efectivas.
Encontramos bandoleros toreros, cantaores de flamenco y en sus comienzos contrabandistas, por la especial configuración que Ronda les proporcionó.
A través de la historia y en los siglos XVIII al XIX, nacieron los bandoleros más conocidos y aún recordados por el pueblo andaluz. Podemos citar a: Diego Corrientes, José Ulloa ” El Tragabuches “, José María Hinojosa ” El Tempranillo “, Joaquín Camargo ” El Vivillo”, Francisco Ríos ” El Pernales “, ” El Bizco de Borge ” y muchos más,
finalizando el 18 de Marzo de 1934 con la muerte del ultimo bandolero que fue ” Pasos Largos “.
EL ESPACIO Y EL TIEMPO VISTO POR LOS VIAJEROS ROMÁTICOS
En la sierra de Ronda se unen varios elementos de la madre naturaleza, que posibilitan un escenario descrito según Bernade Quirós por Dozy en su historia de los musulmanes españoles “(…) Allí comienza la serranía de Ronda y Málaga, la parte más romántica de Andalucía. Ya salvaje y grandiosa, esta cordillera inspira una especie de terror poético con sus majestuosos bosques de encinas, alcornoques y castaños; sus barrancos profundos y sombríos; sus torrentes que se despeñan con estruendo de precipicio en precipicio; sus viejos castillos ruinosos y sus aldeas suspendidas de los taludes de las rocas… sus campos sembrados de trigo, cuyas espigas producen un pan que tiene fama de ser más blanco exquisito del mundo …)”.
Un lugar donde se gesta un espíritu revolucionario, sencillo, de rechazo a la opresión, de lucha en ocasiones individual y de compromiso, como en muchos otros lugares donde nacieron bandidos de ánimo similar.
Estas gentes tienen un carácter pre-político que no ha dado o que no acaba de dar con un lenguaje específico en sus aspiraciones en lo tocante al mundo. Mantienen, eso si, vínculos de solidaridad debidos al parentesco o, en el sentido antropológico, al clan, a los suyos, a los que les mantienen, a la supervivencia y también al territorio que les vio nacer.
CAMINOS DE BANDOLEROS
ITINERARIOS: Los puntos de asalto de la campiña solían estar situados entre Lebrija – Utrera – Osuna – Ecija -Montilla -Iznájar- Estepa. Y los de la serranía entre Medina Sidonia -Jimena de la Frontera – Ronda.
Los bandoleros, además de protagonistas de dramas románticos, muy al gusto de los prosistas europeos, eran el terror de los caminos andaluces. Las líneas de comunicación habituales, ya atravesasen la campiña o la serranía, eran salteadas por estos hombres conocedores del terreno y de la suerte que se jugaban.
Su grado de especialización era tal que utilizaban distintos caballos, debidamente adiestrados, según tuvieran que correr al campo abierto, perseguidos a través de la campiña por Migueletes, o huir monte arriba, saltando por encima de precipicios y remontando escamadas pendientes.
Convertidos, a veces, en héroes populares, su fama agitaba la vida y la imaginación de los muchos pueblos a los que salpicaban sus meteóricos asaltos. Los famosos Niños de Ecija, que ganaron su imperecedero renombre en el corto periódo que separa a 1814 de 1818, dominaban la campiña y las sierras de Córdoba y Sevilla. También Utrera, ciudad de castillo y murallas, sufrió la amenaza de los bandoleros en sus ricos cortijos, dispersos por entre los llanos y las lomas de su extenso termino.
Más al Sur, sus hazañas llegaban hasta la Serranía de Ronda, a los espesos alcornocales de Jimena de la Frontera ya la deslumbrante blancura de Medina Sidonia.
Rápidos como el viento del Estrecho y huidizos como los torrentes que surcan las esquinadas sierras andaluzas, el bandolero se perdía en la exuberante variedad de la tierra que lo vio nacer.
TRES RUTAS PARTÍAN DESDE GIBRALTAR
1.- Gibraltar, San Roque, Gaucín y Ronda.
2.- Gibraltar, Tarifa, Vejer y Chiclana.
3.- Gibraltar, Estepona, Marbella, Ojén y Antequera.
La mercancía era múltiple y variopinta, pero el tabaco y los tejidos eran los géneros más codiciados. Con ellos circulaban ideas, modas y noticias. El estanco del tabaco y la protección de la industria textil catalana en detrimento de la andaluza, estaban detrás de esa corriente comercial surgida que se ha prolongado, con variantes hasta hace unas décadas.
Ningún obsequio era tan apreciado por una mujer como un corte de vestido y pocas vestiduras alcanzaban a la fama de las importadas. Las filas de estos contrabandistas se nutrían de aventureros, buscavidas y también de esparteristas huidos tras la Guerra Civil de 1844.
El acopio de mercaderías se gestaba en Gibraltar, un peñón de forma tan irregular que es imposible abarcarlo con la vista cuando se le observa a poca distancia. En su bahía fondeaban, obligadas a esperar el viento del Este sin el cual ningún barco podía cruzar el estrecho, las flotas de los buques mercantes que hacían las rutas del Mediterráneo.