La cristianofobia que nadie quiere ver: Fuerzan y profanan el sagrario de la iglesia del Monasterio de La Santa Espina (Valladolid)
En los últimos años, España ha sido testigo de un fenómeno inquietante que apenas recibe la atención que merece: la profanación de iglesias y espacios de culto cristiano. Ataques vandálicos, robos sacrílegos, pintadas ofensivas, destrucción de imágenes religiosas e incluso actos de burla pública contra símbolos sagrados se repiten con una frecuencia alarmante. Lejos de ser hechos aislados, estos episodios revelan una forma concreta de intolerancia religiosa: la cristianofobia.
Resulta llamativo que, en una sociedad que presume de defender la diversidad y el respeto, se trivialicen o silencien agresiones dirigidas contra la fe cristiana. Cuando una iglesia es profanada, no solo se atenta contra un edificio o un patrimonio artístico; se hiere profundamente a una comunidad de creyentes y se vulnera un derecho fundamental: la libertad religiosa. Sin embargo, demasiadas veces estos actos se presentan como simples gamberradas o expresiones de protesta ideológica, restándoles la gravedad que sí se reconoce cuando las víctimas pertenecen a otros credos.
La profanación de templos no es una crítica legítima ni una expresión de libertad de expresión. Es un acto de odio. Burlarse de lo sagrado, destruir imágenes veneradas por millones de personas o irrumpir en espacios de oración con fines provocadores constituye una forma clara de violencia simbólica. Que estos comportamientos se toleren o se justifiquen desde determinados ámbitos políticos, culturales o mediáticos de la izquierda es profundamente preocupante para la salud democrática del país.
No puede ignorarse, además, el valor cultural, histórico y social de las iglesias en España. Más allá de su significado religioso, muchos templos son parte esencial del patrimonio común. Atacarlos es atacar la memoria colectiva y el legado artístico de generaciones. Pero, sobre todo, es despreciar la vivencia espiritual de millones de ciudadanos que merecen el mismo respeto que cualquier otro colectivo.
El silencio ante estas profanaciones no es neutralidad: es complicidad.
Nueva profanación de un templo católico
El Arzobispado de Valladolid ha denunciado la profanación del sagrario de la Iglesia Parroquial de Santa María del Monasterio de La Santa Espina, así como las Sagradas Formas que se encontraban en su interior, que han sido sustraídas. Por este motivo, el arzobispo, Luis Argüello, presidirá este sábado, 3 de enero, a las 18:00 horas, un acto de desagravio en reparación por el daño causado, según un comunicado recogido por Ical.
Ha sido el año de grandes incendios y de miles de hectáreas abrasadas en una Comunidad que ha estrenado transporte gratuito, visto volver al lince o redescubierto a Santa Teresa
Este hecho, que ha sido puesto ya en conocimiento de las autoridades, supone una «ofensa de especial gravedad al Señor y a la Iglesia Católica, pues el Santísimo Sacramento es la presencia real de Jesucristo en el pan y el vino, convertidos en su Cuerpo y en su Sangre tras la consagración».
Argüello ha lamentado que es la segunda denunciaeste año por la profanación del sagrario en una de las iglesias de la Archidiócesis, concretamente en Arroyo de la Encomienda, y ha exhortado a los fieles vallisoletanos «a orar en desagravio por este acto sacrílego, así como a cuidar la celebración de la Eucaristía y la reserva del Santísimo Sacramento en el Sagrario».













Me parece que vamos a tener que tomar medidas pero ya. No voy a mencionar nada, pero lo tengo en la cabeza.