Extremeños, «¡al turrón que es de Castuera»!
Francisco Rosell.- Bajo el volcán de una corrupción gubernamental que no cesa de arrojar lava, con dos presidentes como Zapatero y Sánchez, incursos en una corrupción Plus Ultra de altos fondos y bajos vuelos, poco resquicio ha quedado para las elecciones extremeñas de este domingo. Tras dos años y medio sin urnas, desde julio de 2023, los extremeños se toquen o no –como en la opereta de Muñoz Seca y Pérez Fernández– inauguran ciclo hasta unas generales cuya fecha es imprevisible para quien las rehúye cuál gato escaldado.
Aun así, «Noverdad» Sánchez persiste en que serán el verano de 2027, si es que antes no les roba la democracia a los españoles como en Venezuela. Preso de los barrotes transparentes de unos socios de los que se ha hecho este cautivo voluntario para morar La Moncloa, estas rejas son más livianas que las que enjaulan a sus compinches de ‘la banda del Peugeot’ permitiéndole maniobrar para tener igual designio. A Sánchez le renta la situación. No así a los españoles, a los que entrega un aguinaldo de 60 euros en abono de transporte, mientras les incrementa la carga fiscal y agracia con el Gordo a sus cofrades.
Para resolver la gobernabilidad en tierra de conquistadores, los extremeños podrán manifestar votando lo que se les niega como españoles ante el bloqueo y la degradación de la Nación. No en vano, Sánchez pregona sin ambages que no anticipa votaciones para no desalojar La Moncloa porque, en ese caso, no podría interferir en las pesquisas judiciales sobre su familia y su pretorio, amén de indagar en la financiación ilegal del PSOE.
Confluyendo todas ellas en él como vértice de la pirámide del delito, un déspota dizque progresista no va a equipararse a un facha retrógrado como Leopoldo Calvo Sotelo que así lo dispuso en 1982 sumiendo en la perplejidad al presidente italiano Pertini cuando compartían palco del Bernabéu en la final del Mundial de Futbol. O al mismísimo Felipe González que llamó a los electores cuando Jordi Pujol le retiró su apoyo a los presupuestos y que luego, tras su «dulce derrota» en 1996, no se revolvió contra el ganador Aznar –como Sánchez con Feijóo– para orquestar una alianza a la contra ni secundó la ocurrencia de su diario de cabecera El País cuando el odio cartaginés le llevó a auspiciar que se invistiera a Alberto Ruiz-Gallardón en vez del jefe de filas.
Algo que, sin abrirse las urnas, ha sugerido el presidente de Vox, Santiago Abascal, con la presidenta en funciones Guardiola con la que se las tiene tiesas. Por eso, evocando viejos sonidos de las ferias de la niñez, cuando los turroneros ambulantes llegaban a mi pueblo desde aquellos predios, hay que convenir: ¡Extremeños, «al turrón que es de Castuera!», o sea, váyase al grano o, como animó Ortega y Gasset a los argentinos en 1939, «a las cosas», tras una campaña gris y plomiza como el tiempo reinante en estas vísperas del invierno.
En ella, pese a todo, los partidos en liza han empezado a enseñar tempranamente sus cartas con vistas a La Moncloa como estación término, por más que Guardiola haya querido subrayar el carácter doméstico de esta cita. En este sentido, habrá que ver si a Guardiola le ha favorecido circunscribirse a ello cuando sus problemas desbordan el marco regional con una corrupción institucional, con unas comunicaciones penosas o con el mantenimiento de la central nuclear de Almaraz en el aire, así como si le penaliza su inasistencia al debate televisivo, dada la factura que ello le endosó a Arenas en los sufragios andaluces en que necesitaba de mayoría absoluta o a Feijoo hace dos años.
Es verdad que se enfrenta a un PSOE que está hecho unos zorros después de haber sido el ganador en todas las citas autonómicas, salvo la de 2022 donde venció el PP otorgándole la Presidencia a Monago con la venia de Izquierda Unida, A ello, se suma un presidenciable imputado como Miguel Ángel Gallardo, acusado de prevaricación y tráfico de influencias por la contratación de David Sánchez como presidente de la Diputación de Badajoz. Diríase que, avalando a quien debe estar agradecido por recogerle a su hermano músico, Sánchez parece avanzar que él también concurriría si se le imputara tras antes haber llevado al límite al exfiscal general del Estado hasta hacer perder el relato y el juicio al condenado Ortiz en su obcecación contra la presidenta madrileña Ayuso.
Después de décadas siendo el partido por excelencia de los extremeños hasta consentirse, llegado el caso, presentar a una cabra como se jactaba Alfonso Guerra, ahora lo encabeza quien se aforó deprisa y corriendo obligando a renunciar a quienes le precedían en la lista y que antepone revalidar esa prerrogativa a una hipotética victoria en la que nadie cree. De hecho, quien fue 24 años presidente, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, ya se ha puesto el parche antes de la herida después de salir en defensa -«Yo creo en ti, Miguel Ángel»- del expresidente de la Diputación y exalcalde de Villanueva de la Serena. «Si perdemos –ha declarado a El Mundo–, vamos a tragarnos toda la mierda (…) de esta gente procesada o en la cárcel». Confía en que los extremeños sepan separar «la paja del trigo», aunque presentando al procesado, Gallardo diríase que lo hace con una viga dentro del ojo. No obste, admite que le sucede con su partido lo que a la madre del demonio en la película La semilla del diablo, de Roman Polanski. Al entrar en la habitación para matarlo, antepone su condición materna.
La designación de Gallardo abunda en el propósito del que ya hizo gala Sánchez en mayo de 2023, cuando dejó que sus aspirantes en autonómicas y municipales se llevaran el correctivo que él se merecía al modo del ministril que dio la cara por su corregidor. «Señor –le transmitió a su alcaide–, cuando un alguacil lleva una orden de Vuesa Merced, ¿no representa vuestra misma persona y vuestra misma cara?». «Muy cierto es», le respondió. «Pues sabed –le expuso– que, en la cara de vuestro alguacil, Perico Sarmiento, que es la cara de Vuesa Merced, han estampado una bofetada». Con toda calma, el corregidor, como Sánchez, repuso: «Pues ahí me las den todas».
Así operó para luego, tras los pactos y refriegas entre PP y Vox allí donde no se registraron mayorías absolutas, alzar la bandera del «¡que viene la extrema derecha!», mientras él se encamaba con filoetarras y golpistas. Ello le proporcionó asir La Moncloa pese a su derrota. A Sánchez no le importa sacrificar al PSOE en el ara de su interés incluidos ministros que irá pasaportando los próximos meses tras romper filas este martes Pilar Alegría rumbo a Aragón donde la espera Azcón.
A repetir el marco electoral de 2023, coadyuvará la renuencia de Abascal a concertar con el PP si éste no obra el milagro de una mayoría absoluta en Extremadura, donde el líder nacional de Vox ha ejercido de candidato –como lo será en todo tipo de convocatorias– en detrimento de su presidenciable Fernández Calle. Como no gobernará en parte alguna, perseguirá complicarle la existencia al PP en provecho mutuo junto a Sánchez. De esta guisa, intentará que Guardiola y sus correligionarios del PP paguen los platos rotos de la ingobernabilidad lo que el inquilino de La Moncloa empleará como una lanza contra Feijóo. Si los extremeños se tocan, los extremos también pueden hacerlo en cuanto este domingo se desentrañen las urnas.











