El cesarismo de Abascal y el porqué de la revuelta en Vox
Andan revueltas las aguas en Vox y el amotinamiento de sus jóvenes trasluce una realidad de la que se quejan desde hace tiempo la mayoría de purgados que, antaño, ocuparon puestos de responsabilidad en las filas de la formación y que, hogaño, mantienen el carnet con la nostalgia de un tiempo pretérito que no ha de volver.
La lista de nombres es larga, demasiado larga para un partido con tan poca historia. Apenas una década y un año desde su nacimiento. El último en sentenciar su futuro más inmediato ha sido uno de los fundadores, Javier Ortega Smith, en su día tan cercano y amigo de Santiago Abascal que es el padrino de bautismo de una hija suya. En un rincón del pasado quedó el espíritu de compañerismo que levantó la organización política.
Entre los pata negra y los que se incorporaron en algún momento del camino, se han bajado del barco, o han sido invitados a bajarse, algo más que un puñado de resentidos: Alejo Vidal-Quadras, Ignacio Camuñas, José Luis González Quirós, Cristina Seguí, Cristina Esteban, Mazaly Aguilar, Macarena Olona, Ricardo Garrudo, Víctor Sánchez del Real, Víctor González, Rubén Manso, Agustín Rosety, Iván Espinosa de los Monteros, Juan Luis Steegmann, Pedro Fernández, Juan García-Gallardo, Rocío Monasterio. Y más. Y más.
Al margen del constante goteo de bajas, no han sido pocos los líos en los territorios. Fruto de una estructura piramidal en la que se pretende controlar absolutamente todo desde un único punto: Madrid. Y, en concreto, una única persona: Abascal. Pero sucede que el reciente cisma entre Vox y sus juventudes apunta a un flanco sensible: la quiebra de relaciones personales por unas prácticas cesaristas de las que no se escapa nadie. Ni los más íntimos. Podría parecer una anécdota, pero no lo es.
Con la denuncia a la Fiscalía por presuntas irregularidades contables en Revuelta, el partido ha mandado al matadero a un histórico: Jaime Hernández Zúñiga, alias «el Pelos». Su historia esconde muchas claves internas de lo que ocurre dentro de Vox. El presidente de la asociación juvenil tenía menos de dieciocho años cuando se acercó a Abascal, presidente de Denaes y dirigente del Partido Popular, por el que profesaba auténtica devoción. Por dedicarle su tiempo, ni siquiera llegó a completar los estudios universitarios.
Empezó haciéndole fotografías, vídeos. Como amateur. Después, traspasada la mayoría de edad, llegó la ilusión del primer contrato. Responsable del contenido audiovisual. Más tarde, un salto al Parlamento Europeo como asesor. Y vuelta a Madrid.
Todo se torció con la creación de Revuelta en 2023, el germen de la discordia. El desencuentro final llegó en 2024, durante la celebración del evento Europa Viva. A una discusión con el Rasputín de Abascal, Kiko Méndez-Monasterio, y la falta de conexión con Álvaro Zancajo, coordinador nacional de Comunicación, aseguran fuentes conocedoras, le sucedió un despido. Desde entonces, «el Pelos» prestó sus servicios como externo. Ahora, la empresa que le emplazaron a constituir acumula tres meses de impagos. Y el contrato, acaba de ser rescindido.
Poco importa el vínculo casi filial de tantos años. «Los modos están en el fondo de todos los problemas», insiste a este diario uno de los purgados. «Vox es un partido que no sabe tratar a su gente», sentencia otro de ellos, que apunta a un detalle no menor: «Salvo su fontanero y escudero para los trabajos sucios, Enrique Cabanas, en las reuniones del Comité Ejecutivo no queda nadie de los que acompañamos a Santi desde 2013 y hasta entrar en las instituciones». Es más, confiesa esta persona, «cuando Santi repase sus álbumes familiares, verá que la gran mayoría de los invitados a su boda hemos sido purgados y perseguidos por los que quedan».
De las primeras filas del Vistalegre fundacional, sólo permanecen dos. Dos. «Que entonces eran unos recién llegados del PP». Ignacio Garriga y Jorge Buxadé. Del resto, ni rastro. «Abascal está solo, pero nadie se atreve a decírselo». Muchos cargan las culpas sobre el eje «Kiko-Ariza», que vienen a ser lo mismo, tanto monta, monta tanto, pero otros creen que sería una forma de eximir la responsabilidad del único responsable: Abascal. «No quiere a su lado a nadie que le haga sombra». Y ese, apuntilla otra persona que, para más inri, sigue en nómina de Vox –pero disiente de cómo está gobernado–, «es su principal defecto». El motivo por el cual todo el que ha brillado con luz propia ha acabado en la calle.











