Y el volcán de mierda reventó
Pedro Sánchez no es consciente, o tal vez sí, pero no le queda otra que no quererlo ver pues no tiene por donde huir. El cráter de porquería se ha abierto bajo sus pies y las lenguas de lava fétida se desparraman por todas las laderas. Son incontenibles. Todo está infectado, todo acabará socarrado. «Su» gobierno y «su» partido. Que son una prolongación de él y que están hechos a su imagen y semejanza.
Son sus ministerios a los que entra con la orden judicial en la mano la Guardia Civil y es es su partido, antes llamado PSOE, convertido en una secta sanchista que solo tiene un doctrinario y objetivo: servirlo a él, el que esta pringado desde su cabeza, sus brazos y manos derechas y hasta las trancas por una ristra escandalosa, que cada vez sera mas grande y que aumentara de manera exponencial, de golfos apandadores dedicados al latrocinio y a la corrupción mas descarnada de los dineros que saquean a todas las gentes que trabajan y a quienes les cuesta llegar a fin de mes. Lo comenzaron a hacer, por si fuera poco el delito, en los peores tiempos ademas de la terrible pandemia y de extrema necesidad.
No son ya ni dos ni tres golfos, como campanearon, aunque esos primeros fueran de su circulo más cercano tanto político como personal y hasta familiar sino que ahora ya se extiende y se multiplica a cada día y casi ya habrá en poco que contar por cada hora los que de una manera u otra están enredados en las telas de araña entreveradas que dejan apenas un rincón de la organización ni de España por alcanzar. Es toda una organización criminal, así la señalan ya los autos de procesamiento judiciales, cuyos tentáculos no han ido dejando de extenderse y que hasta ayer se juraba a grandes voces y clamores su no existencia y que todo eran patrañas, mentiras, bulos y fango.
Ahora el lodo, la mendacidad y la infamia, recuerdo especial para aquellos periodistas que de su ramal nos insultaron y señalaron a los demás, resulta salir de esa misma ciénaga, de ese lodazal colosal en la que chapotean y boquean intentando escapar. Y, aunque la agonía puede ser larga, escape ya no hay.











