Del discurso patriótico al escándalo: Vox intentó transferir los fondos de la organización juvenil Revuelta a su sindicato Solidaridad
«La idea es integración». Mucho antes de acudir a la Fiscalía para denunciar las presuntas irregularidades contables en Revuelta, por la gestión de las donaciones para ayudar a los afectados por la Dana, Vox asumió un férreo control político sobre la que ha sido su organización juvenil de facto. Y, lo más importante, trazó un plan para que su sindicato, Solidaridad, la absorbiera y se quedara con sus recursos. También los financieros.
En su día, previo a que se empezara a fraguar la operación, había llegado a oídos de la cúpula de Bambú, sede nacional, que sus jóvenes ingresaban en torno a un millón de euros entre cuotas de afiliados y donaciones.Como publicó ayer en exclusiva La Razón, el pasado 19 de marzo, Kiko Méndez-Monasterio, hombre para todo de Santiago Abascal en el partido, organizó en la taberna literaria Casamata una cena a la que acudieron miembros de la asociación juvenil y dos diputados nacionales: Rocío de Meer, sobrina carnal de Méndez-Monasterio, y Carlos H. Quero, socio del local, que más tarde echó el cierre. Un encuentro que se desarrolló en un clima hostil desde el principio, en cuanto el asesor con más poder en Vox arrojó dudas sobre la gestión de Revuelta y planteó la necesidad de moverle la silla a su presidente, Jaime Hernández Zúñiga, alias «el Pelos», un histórico de Vox.
A pesar de la discordia inicial, los jóvenes de Revuelta presentes en la cena terminaron por agachar la cabeza con un acuerdo de mínimos en el que se comprometían con Méndez-Monasterio a asumir una supervisión exhaustiva por parte de Solidaridad. La persona, pues, que designó el partido para tutelar a los jóvenes de Revuelta fue el recién nombrado secretario general del sindicato, Jordi de la Fuente, antaño dirigente del partido neonazi Movimiento Social Republicano. Días más tarde, el 27 de marzo, se produjo una primera reunión en la sede del sindicato para poner en marcha la coordinación. Desde entonces, la relación entre ambas partes es un toma y daca. Los jóvenes asumen las directrices, pero se niegan a entregar los mandos.
Según la versión que ofrecen los amotinados de Revuelta a este diario, Vox no podía tolerar que cinco trabajadores rasos de los departamentos de comunicación y marketing digital, en cuestión de meses, lograran más impacto social y recursos económicos que el sindicato de la formación desde su fundación allá por 2020. De ahí, concluyen, el denodado afán de Santiago Abascal por fusionar ambas organizaciones.
Una iniciativa de la que dan fe las comunicaciones entre Jordi de la Fuente y uno de los miembros de la junta directiva de Revuelta. Mensajes y notas de voz en potestad de La Razón. «Sí, es que ya van varias», comienza por advertir el líder sindical al joven de Revuelta a través de un audio enviado el trece de agosto y que trae causa de que la organización juvenil había llevado a cabo una acción sin previo aviso al supervisor designado por Bambú. «Me echó una bronca porque hicimos una cosa sin su consentimiento».
«Hay que trabajarlo a partir del mes que viene»
Prosigue el audio de Jordi de la Fuente: «Porfa, comunícame lo que sea aunque sea por un puto wasap, cualquier idea que se tenga. Y ya está. Y trajinamos y pa’lante. O sea, la idea era integración. O sea, era no. Es. Integración. Entonces, hay que trabajarlo a partir del mes que viene para que sea así efectivamente, tío».
Lo que ocurrió a partir de septiembre es que la integración fracasó. Vox no consiguió consumar la opa a sus juventudes. El presidente de Revuelta, «el Pelos», había sido despedido del partido en 2024, aunque mantenía una vinculación laboral a través de una sociedad que fundó justo después de su salida, Picaporte Events & Creativity Lab SL, en la que contrató a tres de sus compañeros y desde la que prestaba los mismos servicios, de forma externa.
Cuando Vox planteó la necesidad de descabalgarle como presidente de Revuelta, las aguas estaban aparentemente calmas. Todo lo que había era una queja expresada por Méndez-Monasterio en aquella cena en Casamata, en la que se interesó por la persona que gestionaba las redes sociales y también las cuentas corrientes. Poco después, fue una de las integrantes de la organización, que no tenía asiento en la junta directiva, pero se denominaba portavoz, Elsa Almeda, la primera en reclamar transparencia.
Ante el intento de control por parte de Vox, la mayoría de los jóvenes de Revuelta decidió atrincherarse hasta terminar con cruces de comunicados, denuncias y una ruptura irreversible. En todo momento, la versión del entorno de Abascal ha sido que, ante las sospechas de que se estaban desviando fondos de la dana, decidieron actuar. Lo hicieron, no obstante, después de fracasar en su intento de adueñarse de la organización juvenil, que está a la espera de los resultados de una auditoría para demostrar que en ningún caso se han lucrado. Sí reconocen algunos errores, como no cambiar los estatutos de la asociación que les da soporte legal: Asoma, constituida por Vox en 2021.
La Razón












