Criminales marxistas de la Segunda República
Laureano Benítez (extraído de su libro “El Himalaya de mentiras de la memoria histórica”, disponible en AMAZON) Aunque su origen está en el Antiguo Egipto, Damnatio memoriae es una locución latina que significa literalmente “condena de la memoria”, que consistía en una práctica de la Antigua Roma consistente, como su propio nombre indica, en condenar el recuerdo de un enemigo del Estado tras su muerte. Cuando el Senado romano decretaba oficialmente la damnatio memoriae, se procedía a eliminar todo cuanto recordara al condenado: imágenes, monumentos, inscripciones, e incluso se llegaba a la prohibición de usar su nombre. Muchos emperadores también se vieron afectados por esta práctica.
Dada su naturaleza, no es difícil afirmar que la “memoria democrática” es una versión actualizada de aquella “damnatio memorie”, con la salvedad de que con ella se pretende eliminar de la historia a personajes que, más que enemigos del Estado, han sido calificados como tales porque su ideología fue totalmente contraria (supuestamente antidemocrática) a la que se enseñorea de todos los gobiernos a partir de 1978.
Franco ha sido el más afectado por este borrado sistemático, pero también se han visto afectados personajes del pasado por el simple hecho de tener ideologías conservadoras.
Frente a esta aberración, en España se rinde homenaje a figuras históricas que destacaron no solo por sus creencias totalitarias, sino también por sus actividades violentas al servicio de la implantación en España de una dictadura de corte bolchevique, concretadas en la participación en golpes de Estado contra la legalidad, en actividades represivas, en purgas estilo soviético, en latrocinios gravísimos a España, y otros delitos.
Este homenaje se expresa en la dedicación de calles, en la persistencia de fundaciones a su nombre, en placas, monumentos, etc. En este artículo describiremos a grandes rasgos los crímenes de algunos de esos homenajeados en nombre de la “memoria democrática”.
Santiago Carrillo Solares es sin duda la figura más importante del comunismo español, por su trayectoria y por su larga vida, siendo desde 1960 hasta 1982 secretario general del Partido Comunista de España.
Su militancia política siempre se caracterizó por sus planteamientos revolucionarios, formando parte en sus inicios de la facción más extremista del socialismo. Desde la dirección del periódico Renovación (la revista de las juventudes socialistas, defendía su posición revolucionaria, extendiéndola en el seno de las Juventudes.
Participó activamente en el golpe de estado revolucionario de octubre de 1934. Posteriormente, tras un viaje a Moscú creó las Juventudes Socialistas Unificadas.
Durante su cargo de consejero de orden público de la Junta de Defensa de la capital tuvieron las terribles matanzas de Paracuellos del Jarama, Aravaca y Torrejón de Ardoz, las cuales se desarrollaron, si no con su planificación (lo más probable, dado su cargo) sí al menos con su consentimiento, ya que no hizo nada por defender la vida de las víctimas de las masacres, ejecutadas por milicianos a sus órdenes.
También tuvo un papel destacado en el terror de las checas, como se desprende de la información proporcionada por algunos testigos, como «El estudiante».
Mostró una extrema crueldad en las numerosas purgas que efectuó dentro del PCE, en colaboración con no poca frecuencia con Dolores Ibárruri, eliminando con toda frialdad a aquellos militantes que le hacían sombra o que no compartían su línea de actuación. Estas depuraciones han sido recogidas por el mismo Paul Preston en su libro biográfico sobre Carrillo titulado «El zorro rojo».
Carrillo le confesó a la periodista María Antonia Iglesias que él nunca tuvo escrúpulos o remordimientos al ordenar matar incluso a los camaradas que se jugaban la vida en España, mientras él estaba en Francia o en Rumanía o en Corea del Norte: «En algún caso, yo he tenido que eliminar a alguna persona, eso es cierto; pero no he tenido nunca problemas de conciencia, era una cuestión de supervivencia».
Dolores Ibarruri (La Pasionaria), fue uno de los personajes más relevantes de la República, el Frente Popular, y la Guerra Civil cuya actividad política está relacionada con el Terror Rojo, debido a su protagonismo en el PCE, y a sus continuos llamamientos a las purgas y a las persecuciones contra los enemigos de la subversión marxista, por lo cual se la puede adjudicar una cuota de responsabilidad en el desencadenamiento de las torturas y asesinatos que sufrieron muchos españoles por parte del Frente Popular.
En un mítin celebrado en Valencia dijo: «Más vale condenar a cien inocentes a que se absuelva a un solo culpable». Participó activamente en la Huelga General revolucionaria de 1917.
Impresionada por el triunfo de la revolución bolchevique en Rusia, ella y su marido rompieron el PSOE para crear el PCE, que seguía la línea del más puro y duro estalinismo. Su fascinación por el dictador ruso le llevaba a exclamar como consigna subversiva el grito de «¡Muera España y viva Rusia!», que pasó a ser una proclama de guerra para los milicianos.
Fue miembro del Partido Comunista desde su fundación, ostentando su Secretaría General durante la época más turbulenta del Terror Rojo, desde la cual luchó para instaurar la dictadura del proletariado en España bajo el auspicio directo de Stalin.
Viajó a la Unión Soviética por primera vez como delegada al XIII pleno de la Komintern. Allí conoció a Stalin, al que dejó impresionado con su verborrea marxista. De regreso, mediante la Unión de Mujeres Antifascistas, la Pasionaria se involucra directamente en las luchas obreras, como la revuelta de los mineros de Asturias de 1934.
También justificó la violencia contra la Iglesia, teniendo el descaro de acusar en el Parlamento a los propios sacerdotes de ser los responsables de la quema de Iglesias. Legitimó el golpe de Estado revolucionario de octubre de 1934, auténtico inicio de la guerra civil, definiéndolo como una revolución «romántica», como «octubre glorioso», a pesar de los más de 1.500 muertos que provocó.
Su querencia estaliniana le llevó a imitarle en sus procedimientos, haciendo llamamientos para ejecutar las purgas de los disidentes en el seno del PC.
Durante su largo exilio en Moscú, dirigió el PCE hasta que se hizo cargo Santiago Carrillo de su Secretaría General. Sus servicios al terror estalinista le valieron varias distinciones prestigiosas: la orden de Lenin, Orden de la Revolución de octubre, , Orden de la Victoria del Socialismo, Premio Lenin de la Paz.
Francisco Largo Caballero tuvo como objetivo primordial de su actividad política el golpismo revolucionario, tendente a establecer en España una dictadura marxista de corte soviético.
Asimismo, proclamó constantemente la necesidad de recurrir a la violencia armada para destruir la legalidad republicana, confesando sin pudor que no era demócrata, y que deseaba destruir el orden establecido para instaurar la dictadura del proletariado, aunque para implementarla hubiera que ir a una Guerra Civil.
Su actividad revolucionaria le llevó a intervenir muy activamente en todos los golpes de Estado contra la legalidad ―monárquica y republicana― que se desarrollaron entre 1917 y 1936: La huelga general de 1917 («una de las páginas más gloriosas del proletariado español», según sus palabras), en la que tuvo un importante protagonismo, que le llevaría al año siguiente a ocupar el cargo de secretario general de la Unión General de Trabajadores; el «Pacto de San Sebastián», en el cual se acordó una estrategia para derribar la monarquía y proclamar la Segunda República; el Golpe de Estado de octubre de 1934, organizado por el PSOE y la UGT (liderados ambos por Largo Caballero)
Elevado a la Presidencia del Gobierno en septiembre de 1936, una de sus primeras decisiones fue enviar 510 toneladas de oro del Banco de España a Moscú, el 72,6% de las reservas de ese banco.
Bajo su mandato también se hicieron fuertes en la zona roja tanto los comunistas del PCE como los agentes enviados por Stalin, multiplicándose las chekas, centros de tortura y ejecución.
En los discursos pronunciados por Largo Caballero a partir de 1932 se demuestra sin lugar a dudas que hacía un llamamiento a la violencia revolucionaria, y a la necesidad de provocar una Guerra Civil para acabar con lo que él llama la «República burguesa».
«Quiero decirles a las derechas que si triunfamos colaboraremos con nuestros aliados; pero si triunfan las derechas nuestra labor habrá de ser doble: colaborar con nuestros aliados dentro de la legalidad, pero tendremos que ir a la Guerra Civil declarada. Que no digan que nosotros decimos las cosas por decirlas, que nosotros lo realizamos»…
«Si los socialistas son derrotados en las urnas, irán a la violencia, pues antes que el fascismo preferimos la anarquía y el caos».
«La clase obrera debe adueñarse del poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo, y como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la Revolución». «No creemos en la democracia como valor absoluto. Tampoco creemos en la libertad».
Indalecio Prieto Tuero fue titular de las carteras ministeriales de Hacienda, Obras Públicas, Marina y Aire, y Defensa Nacional durante la Segunda República. Exiliado en México tras la derrota republicana en la Guerra Civil española, desempeñó la presidencia del Partido Socialista entre 1948 y 1951.
Jugó un papel destacado en la huelga general revolucionaria que se desencadenó el 13 de agosto de 1917, al igual que Largo Caballero y la Pasionaria, y participó asimismo en el complot golpista del pacto de San Sebastián.
Pero donde más desahogó su actividad golpista fue en la preparación del golpe de estado de octubre 1934, del cual fue su verdadero cerebro y promotor, cuyo objetivo era implantar en España una dictadura marxista de estilo soviético.
Está sobradamente documentado que Prieto fue el que se encargó de la provisión de armas a los sublevados.
Formó un grupo de pistoleros guardaespaldas, «la Motorizada», encargado de los ajustes de cuentas con los enemigos de la derecha y con los disidentes de la izquierda. Fueron sus guardaespaldas y policías ligados a él quienes organizaron el secuestro y realizaron materialmente el asesinato de José Calvo Sotelo, el líder del partido monárquico «Renovación Española», en la madrugada del 13 de julio de 1936.
Prieto creó y organizó el siniestro Servicio de Información militar (SIM), una siniestra policía política, a imagen de la policía secreta soviética. Aparte de ejecutar auténticas purgas al estilo de Stalin, el Servicio de Información Militar también creó y dirigió las checas, las cárceles donde la tortura y el asesinato fueron la apoteosis de lo que se llamó el «Terror Rojo».
Indalecio Prieto también jugó un papel destacado en el llamado «Oro de Moscú», en confabulación con Largo Caballero. También saqueó tesoros artísticos, cajas privadas de los bancos, e incluso los ahorros del Monte de Piedad, expolio que, embarcado en el yate «Vita», fue enviado a México, donde Prieto se hizo con estos tesoros en detrimento de Juan Negrín.
En teoría, los tesoros expoliados debían servir para ayudar a los refugiados republicanos en México, pero en su mayor parte se destinó al uso personal de Indalecio Prieto.
Canal de Telegram: https://t.me/laureanobeni
Para reclamar a la Secretaría de Estado de Memoria Democrática la retirada de todos los homenajes a estos criminales, pinchar en este enlace:
https://docs.google.com/document/d/1TvA5UTw2S19NS5o0nnzKWl7zpNuekJne/edit?usp=sharing&ouid=100574369450759534994&rtpof=true&sd=true











