Vox mantendrá la pinza con el PSOE en Extremadura para mantener el bloqueo a un gobierno de María Guardiola
Ana María Vera.- Extremadura vive un momento político oscuro. Lo que debería ser una legislatura de reconstrucción, estabilidad y acuerdos se ha transformado en un escenario de desgaste permanente provocado por una pinza improductiva entre Vox y el PSOE. No es una alianza formal —y eso es lo que la hace todavía más dañina—, sino un entendimiento tácito basado exclusivamente en el cálculo partidista, el interés electoral a corto plazo y la absoluta indiferencia hacia el futuro de la región.
Vox y PSOE: enemigos en el discurso, aliados en el bloqueo
Ambos partidos han descubierto que les resulta más rentable hundir cualquier posibilidad de avance que sentarse a construir soluciones. Vox prefiere incendiar la política extremeña desde una oposición interna dentro del propio bloque que debería sostener al Gobierno, saboteando acuerdos que solo horas antes dicen respaldar. El PSOE, por su parte, está instalado en un tacticismo frío y premeditado: si Extremadura se paraliza, creen que el desgaste caerá sobre quien gobierna.
Y así, entre el cinismo del PSOE y la irresponsabilidad de Vox, se ha configurado una pinza que aprieta siempre en la misma dirección: hacia el fracaso colectivo.
La estrategia del “cuanto peor, mejor”
La coincidencia de ambos partidos en tumbar presupuestos, desbaratar pactos o dinamitar negociaciones no se explica por diferencias ideológicas profundas; se explica por una estrategia calculada de desgaste. Vox actúa como un actor imprevisible e inmaduro, más pendiente de exhibir músculo ante sus bases que de asumir la responsabilidad de gobernar. El PSOE, mientras tanto, se ha instalado en un bloqueo sistemático que busca convertir cada tropiezo institucional en un arma electoral.
No hay proyecto. No hay alternativa. No hay propuestas.
Solo hay un método: deteriorar.
Extremadura paga la factura de un juego que no ha pedido
El resultado es devastador. Una región que sufre despoblación crónica, un mercado laboral frágil, déficit histórico en infraestructuras y un tejido económico que necesita estabilidad política como el agua, está siendo utilizada como tablero de una partida destructiva.
Las consecuencias son claras:
Presupuestos embarrancados que impiden modernizar servicios públicos o activar políticas de empleo.
Inversiones detenidas por falta de acuerdos políticos básicos.
Negociaciones dinamitadas para desgastar al rival, aunque eso condene a la ciudadanía a la parálisis.
Instituciones debilitadas, obligadas a funcionar entre sobresaltos, ultimátums y chantajes políticos.
Extremadura no puede competir con otras comunidades cuando sus decisiones estratégicas dependen del capricho de partidos más centrados en la propaganda que en el progreso.
El PSOE: oposición de manual pero sin responsabilidad histórica
El PSOE extremeño parece haber renunciado a su papel institucional. Su hoja de ruta es meramente táctica: votar en contra de todo, estirar cualquier conflicto y aprovechar cada episodio de tensión para sembrar la imagen de un gobierno debilitado.
Es una oposición que ha renunciado a la construcción y se ha abrazado de lleno a la demolición.
Una oposición legítima, sí, pero profundamente irresponsable cuando el futuro de la región depende de acuerdos amplios.
Vox: ruido, gestos y cero solvencia
Vox ha demostrado ser un actor errático, volátil y con una capacidad sorprendente para dinamitar sus propios compromisos. Su discurso inflama, pero no construye; amenaza, pero no sostiene; exige, pero no entrega.
No actúa como un partido que quiere mejorar Extremadura, sino como un partido que quiere dominar titulares. Su aportación a la gobernabilidad es nula. Su contribución al clima de inestabilidad, total.
Una pinza que beneficia a los partidos, pero destroza a la región
Lo más inquietante de esta pinza Vox-PSOE es que funciona independientemente de que sus protagonistas se odien políticamente. No necesitan coordinarse porque ambos persiguen lo mismo: desgastar al gobierno, aunque eso suponga hundir a Extremadura en un estancamiento perpetuo.
El mensaje que trasladan es claro: sus batallas son más importantes que los problemas reales de la gente.
Es una traición —política, no personal— a una tierra que lleva décadas reclamando unidad y responsabilidad.
Extremadura merece instituciones adultas
Extremadura no puede seguir siendo rehén de este juego perverso entre Vox y PSOE. La región necesita madurez política, acuerdos de Estado autonómico, presupuestos estables y un clima institucional que permita planificar más allá de la próxima crisis parlamentaria.
Extremadura merece políticos que construyan, no que saboteen.
Merece una oposición seria, no un laboratorio de maniobras electorales.
Merece socios de gobierno que asuman su papel, no aprendices de incendiario.
Mientras la pinza siga activa, será la tierra —y no los partidos— quien pague las consecuencias más altas.












