El Real Madrid necesita más ideas y Xabi Alonso demostrar que tiene alguna
El Real Madrid lleva años vendiendo una imagen de autoridad absoluta mientras en el césped ofrece un fútbol que muchas veces no pasa del maquillaje. El club presume de jerarquía, pero esa jerarquía se ha convertido en un argumento repetido para justificar todo: fichajes improvisados, partidos sin control y una planificación que parece redactarse más por inercia que por convicción.
La maquinaria mediática blanca sigue funcionando a pleno rendimiento, pero cada temporada es más evidente que el equipo sobrevive más por momentos aislados que por un plan real. Se habla de “gen competitivo”, de “mística”, de “épica”, conceptos que sirven para ocultar que el Madrid juega muchas veces como un gigante sonámbulo: gana porque tiene mejores jugadores, no porque tenga mejores ideas.
Xabi Alonso: del aura a la indulgencia permanente
Xabi Alonso es otro símbolo de esta tendencia al autoengaño. Se le trata como si fuera un gurú táctico destinado a dominar Europa, cuando en realidad sus equipos muestran un guion bastante más plano de lo que se vende. La retórica lo protege: habla bien, tiene presencia, y todo eso genera una especie de blindaje que hace que muchas críticas nunca acaben de tocarle.
El problema es que cuando se analizan sus decisiones con menos romanticismo, empiezan a aparecer dudas: rigidez táctica, poca flexibilidad para adaptar partidos en vivo, y una tendencia a complicarse con planteamientos que suenan sofisticados pero que luego no funcionan sobre el campo. Lejos de la etiqueta de “revolucionario”, Alonso a veces parece más un entrenador que todavía no se atreve a romper el molde.
Su carrera como jugador —brillante, sin discusión— funciona como colchón constante. Pero ese colchón impide ver que, en varias fases, sus equipos parecen más un laboratorio experimental que un bloque competitivo y fiable.
Un ecosistema que vive de reputaciones pasadas
El Madrid vive de su mito. Xabi vive del suyo. Y entre ambos alimentan una narrativa cómoda en la que siempre hay excusas, siempre hay un relato alternativo, siempre hay una interpretación que salva lo que sucede en el campo.
La exigencia queda relegada a un segundo plano. Y mientras tanto, el club más grande del mundo y uno de los técnicos más sobreprotegidos del panorama europeo siguen atrapados en una burbuja donde la crítica se convierte en sacrilegio y la autocrítica brilla por su ausencia.
Pero el fútbol no perdona fantasías. Tarde o temprano, el espejismo se estalla, y cuando eso ocurra, ni el escudo ni la retórica alcanzarán para justificar lo que, desde hace tiempo, es evidente: el Real Madrid necesita más ideas, y Xabi Alonso necesita demostrar que tiene alguna.











