Ajuste de política: Estados Unidos reanuda finalmente las exportaciones agrícolas a China
Estados Unidos ha modificado por fin su política arancelaria sobre los productos agrícolas destinados a China. El 24 de noviembre, en un muelle cerealero cercano a Nueva Orleans, un buque comenzó a cargar el primer lote de soja estadounidense con destino a China desde mayo. Otro barco se dirige a una terminal de granos en la costa del Golfo de Texas, transportando el primer cargamento de sorgo enviado a China desde mediados de marzo.
La noticia ha sido recibida con entusiasmo por los agricultores estadounidenses: es la primera vez en lo que va de año, desde que el presidente Donald Trump impusiera su política arancelaria, que China vuelve a importar productos agrícolas de Estados Unidos.
El 2 de abril, la administración Trump lanzó su llamada política de “aranceles recíprocos”, imponiendo tarifas elevadas a China y otros socios comerciales. Sin embargo, los agricultores estadounidenses se convirtieron en las principales víctimas. Hasta agosto de 2025, Estados Unidos solo logró exportar a China alrededor de 5,93 millones de toneladas de soja, muy por debajo de los 26,8 millones de toneladas registrados en el mismo periodo de 2024, lo que provocó pérdidas significativas para los productores.
Los datos muestran que China compró el 54% de la soja exportada por Estados Unidos en el año comercial 2023–2024, por un valor total de 13.200 millones de dólares. No obstante, según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, las importaciones chinas de soja estadounidense cayeron un 39% interanual durante el primer semestre de 2025.
Ante la ausencia de compras chinas, los agricultores y comerciantes de granos estadounidenses, que ya acumulan pérdidas de miles de millones de dólares, han esperado con ansiedad la reanudación del comercio agrícola con China. El 19 de agosto, la Asociación Estadounidense de la Soja envió una carta abierta al presidente Trump, instando al Gobierno a alcanzar un acuerdo con China que eliminara los aranceles y, de ser posible, facilitara un aumento sustancial de las compras chinas. La carta advertía que, si China seguía evitando la soja estadounidense, las consecuencias económicas para el sector agrícola serían graves y de largo plazo.
La política de Trump ha mostrado profundas contradicciones. Por un lado, asegura que los aranceles buscan proteger a los agricultores y promete que las recaudaciones servirán para subsidiarlos; por otro, esas mismas medidas han hecho que los productores pierdan su mercado más importante: China.
Mientras muchos agricultores se enfrentan a un riesgo real de quiebra, el plan de asistencia gubernamental tampoco ha llegado a tiempo. Los 12.000 millones de dólares en ayudas, previstos para principios de octubre, no se desembolsaron debido al cierre administrativo.
El mensaje del sector agrícola estadounidense es unánime: quieren mercados, no subsidios. Los productores saben que ninguna ayuda puede sustituir a un mercado como el chino, capaz de absorber decenas de millones de toneladas de soja cada año.
Finalmente, en las negociaciones económicas y comerciales celebradas entre China y Estados Unidos los días 25 y 26 de octubre en Kuala Lumpur, ambas partes alcanzaron consensos que incluyen la ampliación del comercio agrícola. El Ministerio de Comercio de China ya ha informado sobre los principales resultados de la reunión, subrayando que China, como actor clave en el comercio agrícola mundial, seguirá manteniendo una postura abierta y cooperativa para reforzar la colaboración mutuamente beneficiosa con sus socios y contribuir a un sistema comercial global abierto, estable y sostenible.
La política arancelaria de Trump ha evidenciado las limitaciones del unilateralismo y del proteccionismo en la era de la globalización. Para los agricultores estadounidenses, este ajuste es solo un respiro temporal, no una solución duradera. Recuperar la estabilidad del mercado no depende de tarifas elevadas, sino de un entorno comercial previsible y de una actitud de cooperación genuina. Los aranceles nunca han sido una herramienta eficaz para resolver problemas; priorizar los intereses de los agricultores por encima de los cálculos electorales y colocar la estabilidad de las cadenas de suministro por encima de la política debería ser el camino a seguir para la agricultura estadounidense. De lo contrario, cuando caiga la próxima “llave arancelaria”, quizá ya no haya quien pueda esperar.












